Feral Faun – Ferocidad Insurgente: La violencia lúdica de la rebelión

1940s

Ferocidad Insurgente: La violencia lúdica de la rebelión1

Feral Faun

traducido por: doitordiewashx@riseup.net

No solo hablamos de violencia: este es nuestro elemento, nuestro destino diario…

las condiciones en las cuales estamos obligados a vivir…”

Os Cangacieros

El control social es imposible sin la violencia. La sociedad produce
sistemas de violencia racionalizada para socializar a los individuos,
para convertirlos en recursos
útiles para la sociedad. Mientras que algunos de estos
sistemas, como el militar, el policial o el penal, aún pueden
ser vistos separadamente, debido a lo explícito de su
violencia, la mayor parte de estos sistemas se han vuelto tan
penetrantes y tan interconectados que actúan como una sola
totalidad, esta es, la sociedad en la que vivimos.

La violencia del sistema existe principalmente como una amenaza latente,
una forma sutil, incluso aburrida, de terrorismo cotidiano, el cual
inculca el temor de cruzar la linea.
Las señales y las ordenes de los “superiores” que
nos amenazan con la pobreza o el castigo, los bastardos armados de
uniforme (que están ahí para “proteger y servir”),
el bombardeo de noticias con encabezados acerca de guerras, tortura,
asesinos en serie y pandillas en los barrios, todo esto nos envuelve
en una atmósfera de sutil y oculta violencia social y
racionalizada que nos hace temer y reprimir nuestras pasiones
violentas.

A la luz de la violencia sistemática que nos rodea, no es una
sorpresa que la gente sea engañada haciéndola ver a
toda la violencia como una sola entidad monolítica
en vez de verla como actos específicos o formas de
relacionarse. El sistema de violencia producido por la sociedad se
convierte en un monolito que actúa para perpetuarse a así
mismo.
Como reacción a este monolítico sistema de
violencia, se desarrolla la “patología del pacifismo”.
Incapaz de ver mas allá de las categorías sociales, el
pacifista crea una falsa dicotomía, limitando el tema de la
violencia a la opción ética e intelectual entre:
aceptarla como un monolítico sistema o rechazarla totalmente.
Pero esta elección solo existe en el reino de las
abstracciones sin valor, porque en el mundo en el que actualmente
vivimos, el pacifismo y la violencia del sistema dependen uno del
otro. El pacifismo es una ideología que demanda la total paz
social como meta final, pero esta requiere de la supresión
completa de las pasiones individuales que crean las incidencias de
violencia individual, para lo que se necesita el control social
total. Este es únicamente posible a través del uso de
la amenaza constante del policía, la cárcel, la
terapia, la censura social, la pobreza o la guerra. Entonces, el
ideal del pacifista necesita de un
sistema de violencia monolítica, reflejando la inherente
contradicción social en la necesidad propia de la autoridad,
la cual se esfuerza por mantener la paz, en función de
asegurar un sistema social que ande suavemente, pero que solo puede
hacerlo a través del mantenimiento de un sistema racionalizado
de violencia.
Este sistema no solo se perpetúa a si
mismo, sino que también provoca respuestas, a menudo en la
forma de ciegos latigazos por parte de individuos enfurecidos (los
cuales el sistema después manipula
para justificar su propia continua existencia) y ocasionalmente, en
forma de rebelión violenta y consciente. La violencia pasional
que es suprimida se encierra en uno mismo, convirtiéndose en
una lenta muerte, ésta es la violencia subyacente del stress y
la ansiedad. Esto es evidente en los miles de pinchazos de
humillación que pasan todos los días entre medio de la
gente en las calles y en los lugares públicos, en las miradas
de disgusto y hostilidad entre extraños, y las peleas verbales
viendo “quién gana”, intercambiando culpa y lamento, entre
supuestos amigos. Ésta es la más sutil y
completa forma de violencia racionalizada; cada uno se ajusta al
temor de que los demás se molesten. Esta es la más
sutil forma de violencia practicada por los pacifistas

“No sueño con una revolución amable

Mi pasión corre a la violencia de cambiar lo existente por algo mejor

La ferocidad de una vida que no renuncia a nada”

Raoul Vanaigem
Quienes luchamos por conseguir la libertad para crear nuestras vidas por
nosotros mismos necesitamos rechazar los dos lados de la opción
que la sociedad ofrece, entre pacifismo y la violencia sistematizada,
porque esta elección es un
intento para socializar nuestra rebelión. En su lugar podemos
crear nuestra propias opciones, desarrollando un lúdico
y pasional caos de acción, y relacionando lo que puede
expresarse así mismo a la vez con feroz e intensa violencia, a
la vez con amable dulzura, o lo que sea que nuestras pasiones y
caprichos nos muevan en cualquier momento. Ambos, el rechazo de la
violencia y la sistematización de la violencia son un ataque a
nuestras pasiones y singularidades. La violencia es un aspecto de la
interacción animal y la observación de la violencia
entre los animales desmiente varias generalizaciones. La violencia
entre los animales no cabe en la formula del darwinismo social, no
existe una guerra perpetua del todos contra todos. Más bien en
momentos específicos bajo circunstancias particulares,
los actos individuales de violencia se encienden
y luego se apagan cuando el momento pasa. No existe violencia
sistematizada en la vida salvaje, pero, en su lugar, hay expresiones
momentáneas de pasiones especificas. Esto saca a la luz una de
las mayores mentiras de la ideología pacifista. La violencia
por si misma no se perpetúa. El sistema
social de violencia racionalizada, en el cual el pacifismo es
una parte integral, se perpetúa a si mismo como sistema.
En contraposición del sistema de violencia, una respuesta
apropiada sera una no-sistematizada, apasionada y lúdica
violencia. El juego violento es bastante común entre animales
y niños. La persecución, las peleas, los ataques
sorpresa a los compañeros de juego, romper, golpear y rajar
cosas, son todos aspectos del juego que se encuentra libre de reglas.
El insurgente consciente juega de esta misma manera, pero con
objetivos reales y con la intención de provocar daño
real. Los objetivos de esta feroz juego en la sociedad actual serían
principalmente instituciones,
mercancías, roles sociales e iconos culturales, pero los
representantes humanos de esas instituciones también pueden
ser objetivos- especialmente en el momento en que se presentan como
una amenaza inmediata para la libertad de cualquiera que quiera crear
su vida como lo desee.

La rebelión nunca ha sido un asunto meramente de auto defensa. En
si misma, la auto defensa es probablemente mejor aceptada por su
aprobación del status quo o la reforma del sistema. La
rebelión es el ataque agresivo, peligroso y lúdico de
individuos de espíritus libres en contra de la sociedad.
Rechazar un sistema violento, despreciar una forma de lucha
organizada, militarizada, permite a los insurgentes mantener un alto
nivel de invisibilidad. Esto no puede ser fácilmente entendido
por las autoridades y llevado bajo su control. Su origen insurgente
puede incluso pasar inadvertido, ya que se alimenta lejos de las
fundiciones del control social. Desde la perspectiva racional de la
autoridad, esta violencia lúdica aparecerá a menudo al
azar, pero actualmente se encuentra en armonía con los deseos
del insurgente. Su lúdica
violencia mata “inadvertidamente como dar pasos largos
felizmente sin mirar atrás”

La violencia lúdica del insurgente no tiene lugar a
arrepentimiento. Este debilita la fuerza de los estallidos y nos
vuelve cautelosos y tímidos. El arrepentimiento llega cuando
la violencia es tratada como un problema moral y para los insurgentes
quienes están peleando por la libertad de vivir sus deseos, la
moralidad es solo otra forma de control social. En cualquier parte
que la violencia lúdica se manifiesta, el arrepentimiento es
absurdo. En los disturbios (con al excepción de los disturbios
de la policía) y en los levantamientos espontáneos,
como también en el vandalismo a pequeña escala, la
actitud festiva es evidente. hay una alegría intensa, incluso
euforia, en la liberación de las pasiones violentas que habían
sido reprimidas por tanto tiempo. Golpeando en el cráneo de la
sociedad tal como lo experimentamos a diario es un placer intenso y
que uno quiere saborear, no rechazado con vergüenza, culpa o
arrepentimiento. Algunos pueden objetar que tal actitud podría
causar que nuestra violencia se saliera de control, pero un exceso de
violencia insurgente es algo que no necesitamos temer. A medida que
echamos abajo nuestra represión y comenzamos a liberar
nuestras pasiones, ciertamente nuestros gestos, nuestras acciones y
nuestra forma de ser, están
obligadas a ser cada ves más expansivas y todo lo que
hagamos parecerá un exceso. Nuestra generosidad y nuestra
violencia parecerán excesivas. No reprimidos, la expansividad
de los individuos se extenderá a todas las cosas. Los
disturbios y las insurrecciones han fallado al conseguir solo
liberación temporal, no producto del exceso, sino porque la
gente misma retrocedió. La gente no
ha confiado en sus pasiones. Le han temido a la capacidad de
expandirse, al exceso de derroche de sus propios sueños y
deseos. Así, se han rendido o han puesto su lucha al lado de
nuevas autoridades, de nuevos sistematizadores de la
violencia. Pero, ¿cómo puede ser la violencia
insurgente alguna vez verdaderamente excesiva, cuando no hay
institución de control
social, ningún aspecto de la autoridad, ningún icono de
la cultura, que no deba ser pulverizado, y hecho esto alegremente?

Si lo que queremos es un mundo en el cual cada uno de nosotros pueda
crear nuestras propias vidas, libres de limitaciones, relacionándonos
con cualquier otro como nosotros deseamos, en vez de hacerlo según
roles sociales definidos, debemos reconocer que, a veces, la
violencia iluminara y no hay nada de malo en aquello. La plenitud de
las pasiones incluye expresiones expansivas y llenas de odio y rabia-
y esas son emociones violentas.

A pesar de que pueda ser inteligente, no sera racionalizada la
violencia en tal estado. Y bajo ninguna circunstancia es
auto-perpetuable, porque es individual y temporal, consumiendo en si
misma completamente su libertad, expresión apasionada.

Ni la no violencia moralista ni la violencia sistemática de la
lucha militar puede echar abajo a la autoridad, ya que ambos
necesitan de cierta forma de autoridad. Sola la violencia apasionada
y expansiva de los individuos insurgentes, jugando solos o con otros,
tiene oportunidad de destruir esta sociedad.

Adelante, todos!

Y con brazos y corazones,

Discursos y plumas,

Puñales y rifles,

Ironía y blasfemia,

Robo, envenenamiento y fuego,

Hagamos la guerra en la sociedad”

-Dejacque

1
Aparecido originalemente en “Anarchy: A Journal Of Desire Armed”
(Anarquía: Publicación del Deseo Armado). Nro. 33
Verano de 1992. Republicado en la colección “Feral
revolution” por Ediciones Elephant. Reimpreso en el panfleto
“The Iconoclast’s Hammer” (El martillo del iconoclasta)
por publicaciones Venomous Butterfly.