Yo sueño a colores

circus

 Wolfi Landstreicher

 

Blanco y negro ─ estos dos colores han definido mucho del paisaje social estadounidense, proyectando su sombra sobre los conflictos sociales. Si hoy en los documentos oficiales y en los estudios académicos la “diversidad” y el “multiculturalismo” son reconocidos, en el fondo, la dicotomía entre gente “blanca” y aquellos que no son blancos se mantiene como la definición predominante de la “diferencia”, debido a que es una muy útil herramienta en las manos de aquellos que nos gobiernan.

Es muy fácil condenar a los supremacistas blancos ─ flagrantes racistas y fanáticos proveedores de una visión del mundo pequeña de mente y estrecha que empobrece todo lo que toca. Para estas personas desagradables e ignorantes, la situación es simple: los que no son blancos son peligrosos y deben ser tratados como tales. Así salen después los garrotes y barras de hierro y la caza comienza. O, más frecuentemente, salen las leyes y la policía y las cárceles se llenan.

¿Pero sobre los anti-racistas, las buenas personas blancas que no tienen nada en contra de sus hermanos negros, morenos, amarillos o rojos, que incluso están dispuestos a defenderlos? Estos son rápidos en la demanda de que aquellos que no son blancos no debe ser maltratados, que sus derechos deben ser protegidos porque son realmente «como nosotros», que son nuestros iguales. Esta buena gente, «de mente abierta» está dispuesta a subsumir a todo el mundo dentro de esa gran raza humana unificada, cegándose a ellos mismos a todo lo que pudiera poner en peligro su magnanimidad abstracta.

Pero aunque uno escoja entre el fanatismo estrecho de mente o la magnanimidad amplia de mente, el resultado es el mismo: a la diferencia se la desaparece, debido a que no debe existir; es muy aterradora, muy desafiante. De hecho, el fanatismo del racista se alimenta en la retórica del anti-racista. La doctrina de este último, la promoción de la homogenización “multicultural” y de la “diversidad” como mercancía, es en realidad fundada en el rehuzarse de ver aquello que no necesita de ser señalado ─ que ningún individuo es igual a algún otro; esto alimenta el miedo de perderse a uno mismo. Y si alguien ha aprendido a definir su peculiaridad en términos raciales, esta doctrina lo estimulara a defender su herencia racial con una vehemencia mayor. Así, la generosidad ciega abstracta del anti-racista simplemente empuja al racista a ser mas estrecho de mente y defensivo. En la misma forma, el anti-racista necesita al racista a quien este puede responder. Sin el racista, a cuyas actitudes e ignorancia este puede condenar, así en esta forma procede a diferenciarse de aquello y de otra forma el no podría probar sus credenciales anti-racistas. En tanto el tal como el racista le tiene miedo a lo diferente y posee el mismo miedo de perderse a si mismo. A diferencia del racista, de todos modos, el no expresa su miedo con el garrote, sino mas bien a través del auto engaño y la adulación. El no ve el racismo arrogante y egoísta en su afirmación de que “ellos son tal como nosotros; ellos son nuestros iguales”. Ese tipo de afirmaciones no solo son insultantes y arrogantes sino también falsas. Pero el anti-racista no entenderá esto. Presa de su propia mala conciencia sobre el compartir el mismo color de piel con los supremacistas blancos que ellos deploran, su anti-racismo se convierte en un símbolo de ser mártires, auto desprecio indicador de su incapacidad de basar el pensamiento en categorías básicas ecencialistas.

Ha habido intentos en años recientes entre los revolucionarios en este país hacia el ir más allá de la dicotomía patética que todavía domina la discusión sobre la raza. Aunque los intentos tempranos de señalar la falta de una base biológica para el concepto de raza a veces han llevado hacia un perezoso rechazo de lidiar con la cuestión en sí, existen aquellos que han tomado el siguiente paso de tratar de desarrollar un análisis de lo útil del concepto de raza para los administradores de actual régimen para el mantenimiento de las actuales relaciones sociales. En particular, los “nuevos abolicionistas”, publicadores de Race Traitor[1], han hecho contribuciones útiles para un análisis de cómo el desarrollo del concepto de raza blanca permitió a las clases explotadoras el crear divisiones entre diferentes partes de las clases explotadas y el manipular grandes porciones de estas hacia la identificación con sus explotadores. Esos análisis indican que estos nuevos abolicionistas han ido mas allá de la simplista auto-complacencia del anti-racismo, pero todavía existen elementos de moralización anti-racista que pueden ser encontrados en sus ideas. Su tendencia a todavía pensar en blanco y negro (o blanco y no-blanco) puede ser un punto de partida esencial para el desarrollo de sus análisis que en ultima instancia tratan de superar esta dicotómica forma de pensar. Pero su eslogan, “Traición a la raza blanca es lealtad a la humanidad”, parece llevar consigo el intento del anti-racista de subsumir todas las diferencias bajo dicha abstracción, la raza humana. Por ende, la practica a la cual los escritores de Race Traitor más frecuentemente llaman a la gente “blanca” es el rechazo del privilegio blanco, cuyos específicos ─tal como son descritos en sus escritos─ parecen tener mas que ver con virtud moral personal, y en tanto auto-sacrificio similar a aquel de los anti-racistas, que con el desarrollo de un proyecto revolucionario que pueda derribar a esta sociedad y su concepto de raza.

Un proyecto revolucionario verdadero ─uno que pueda destruir a la sociedad de clases, dominación y explotación y abrir la posibilidad para el desarrollo de relaciones libres autodeterminadas─ está basado en el deseo de los individuos a determinar sus propias vidas en términos de su propia singularidad. En esta forma, yo no considero que ningún individuo sea igual a ningún otro. Profundas diferencias abundan y entre estas diferencias que hacen lo único de cada individuo están esas características que pueden ser llamadas “raciales” o “étnicas”, pero estas no son las características más fundamentales. Tampoco estas hacen de un grupo uno superior o inferior. Más bien estas reflejan que cada uno de nosotros es un ser único con nuestra propia historia y nuestra propia forma de encarar al mundo que nos rodea. En tanto crearnos en nuestros propios términos ─posible en el presente solo en revuelta contra el orden social─ es necesario examinar las diferencias que tienen su base en categorías socialmente definidas en tanto superarlas, ir más allá de estas y hacerlas nuestras sirvientas a nuestros seres singulares. Así yo escojo el relacionarme con cada individuo no basándome en su identidad racial o étnica, sino basándome en quien yo soy y quiero ser y en los intereses y deseos que estos individuos evocan en mí.

Es esta singularidad, esta muy real diferencia entre cada individuo, que es temida y rechazada tanto por el racista y el anti-racista. El racista busca eliminar la diferencia en una concepción homogenizada de el ser blanco lo cual justifica la violenta supresión de aquellos que no pueden ser asimilados dentro de esta categoría. El anti-racista busca negar la diferencia asimilando todo dentro del “multiculturalismo” de la mercantilización, ofreciendo solo el gris turbio de la pseudo-diversidad capitalista ─ la “diversidad” de productos en el mercado. Para ir más allá de este gris se requiere precisamente que abracemos aquella diferencia que no puede ser mercantilizada ─ la maravillosa singularidad de cada individuo. Pero tal admisión demanda que nosotros verdaderamente luchemos con aquellos conceptos y categorías sociales en las cuales el mundo presente se esfuerza en encerrar a esta diferencia teniendo como objetivo el destruir a estas jaulas. Tal tipo de esfuerzo es esencial si deseamos alguna vez soñar a colores.

[1] Revista anti-racista estadounidense visible en racetraitor.org