De la teoría a la práctica [Giannis Dimitrakis]

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Choque. Conflicto. Enfrentamiento. Palabras cargadas que excitan particularmente a la fantasía y suben la adrenalina. Para algunos no son más que unos vocablos que llenan un diccionario, mientras para otros recuerdan a un accidente de tráfico o una pelea con alguien. No obstante, allí donde las palabras adquieren un peso especial y un tono diferente es en las conciencias de aquellos cuales al escucharlas reviven las imágenes de los enfrentamientos con el Estado y sus mecanismos, con los soberanos de la sociedad y sus criados. Intransigentes e irreconciliables hasta el último suspiro. En algunos casos, puede que hasta te tengas que enfrentar a la misma muerte.

Cuando te has burlado del enemigo, cuando has evadido a sus trampas mortales y has hecho incursión en su fortaleza realizando un ataque por sorpresa para luego conseguir salir intacto: esto es una victoria. Y cuanto más grandes son los peligros y los riesgos tanto más excitantes son las emociones que te poseen, una embriaguez única y al mismo tiempo totalmente adictiva. La adicción que te empuja a repetidos intentos y ataques, a acrobacias sobre una cuerda extendida sobre el abismo, todo para complacer el anhelo y calmar la sed de sentir de nuevo tal embriaguez. Allí donde la búsqueda de la emoción trata de suplantar a la necesidad política de adoptar ciertas tácticas, o si constituye el motivo principal para el modo de actuar de la persona, el equilibrio se ha perdido.

En la teoría del conflicto todo parece estupendo. Solo que cuando llega el momento en cual la teoría tiene que transformarse en práctica, el factor humano juega el papel decisivo. Todo parece ser posible y ordenado en la cabeza de aquel que está llevando a cabo un intento, pero si éste padece de superficialidad, arrogancia e ilusiones, entonces no será difícil acabar con algunas balas clavadas en su cuerpo y un sabor amargo -que sea solamente temporal, pero puede ser también definitivo- de derrota en la boca y en el alma.

Las verdades vividas y subjetivas que no se registran para nada más que dar énfasis al enorme cuidado que requiere la evaluación preliminar de cada elección, cuando el precio que estás obligado a pagar en cada uno de los casos, exigirá más y más de ti mismo. Cuando el precio será pagado a través de la trasgresión de tus propias características como persona. A través de unas continuas e ilimitadas pruebas de tu aguante psíquico y corporal.

Es verdad que muchas veces la espontaneidad y la impulsividad se han mostrado como factores decisivos, no sólo respecto a las situaciones mencionadas antes, sino también en el nacimiento de acontecimientos que desarrollándose influenciaron y dejaron llevar a movimientos enteros y grandes partes de la sociedad.
El clásico ejemplo que apoya a esté punto de vista son los hechos que se desplegaron por toda la Grecia después del asesinato de Alexis Grigoropoulos. El esperado cargo emocional que como un rayo afecto a la gente que se encontraba en la zona de Eksarjia, pero también a todos los que se movieron deprisa al escuchar el asesinato de un joven por la policía, provocó su reacción espontánea que estalló en una explosión, la cual con los minutos y horas que pasaban no sólo que no se calmó sino al contrario: se hizo más y más fuerte dando el empuje necesario para resultar con “los hechos del Diciembre de 2008”.

Un otro ejemplo indicativo fue también el motín en el cárcel de Malandrino en abril de 2007. La instintiva y espontánea reacción de algunos presos, fue lo que ha convertido un incidente de paliza en la mecha que detonó el motín y después a un domino de protestas masivas, de dinámicas similares, por casi todas las cárceles del país, que al fin ha requerido la satisfacción de sus demandas concretas.
La teoría de la espontaneidad seguramente reclama una posición destacable entre las fuerzas motrices que empujan a una persona para actuar. Resulta ser efectivamente una teoría seductora, cuando propone la idea de la acción espontánea, de una instintiva energía que proviene de uno mismo. De una acción que no sea instigada ni por intencionalidades estratégicas y políticas, ni por cálculos profundos.

La espontaneidad santifica a la carencia de cada rastro de reflexión y de táctica que actúa con segunda intención. Uno reivindica la pureza de sus motivaciones en cada uno de sus actos y se exonera o se siente liberado de cada critica, mientras que sus instintos rebeldes son, o se supone que son, unas entidades metafísicas inaccesibles y santas.

Pero, ¿puede la acción subversiva de un individuo o de un movimiento basarse continuamente en la espontaneidad? Y por fin hasta si está practica que, al fin y al cabo se convierte en el objetivo por sí mismo, puede afrontar dignamente la crítica con respecto a la cuestión de la coherencia revolucionaria, ¿no tendría que encontrar el terreno de acción, también en las situaciones difíciles y en condiciones desfavorables? ¿Allí donde los grandísimos obstáculos sean superados y los nudos gordianos sean desenlazados?

Por suerte o por desgracia, una espontaneidad controlada no puede existir. Además cuando se expresa y encuentra un terreno fértil funciona bien y como propulsor, en otro tiempo crea situaciones bastante negativas, algo como un cuchillo de doble filo, y esto es el precio que se tiene que pagar.

Explorando aún un poco al laberinto de las teorías, que conciernen al sujeto revolucionario o sean resultado y son moldeados por su comportamiento dentro del contexto social, no podemos evitar a confrontarnos con las formulas y manuales sobre la materialización de la revolución. Allí las cosas son muy complicadas y confusas, siendo el resultado de muchas y brillantes teorías, la cada una de ellas explica con su única y indiscutible manera, el método y el camino que uno tiene que seguir religiosamente para conseguir lo buscado.

Desde luego, tanto como nos vamos ahondando en los más violentos hoyos de los movimientos y corrientes que se desarrollaron dentro de la olla de la agitación revolucionaria, tanto las palabras y frases se hacen más indomables, más incendiarias, más revolucionarias. Todo envuelto en frases pomposas y suntuosas, que excitan a la imaginación en una irresistible y seductor manera. Aunque no son pocas las veces que los que adoptan la forma más agresiva de la praxis y fraseología revolucionaria, acaban poseídos por unas exaltaciones dogmáticas y por una inexcusable arrogancia, fulminando a todos los que no siguen unos senderos determinados como reformistas, pseudo-revolucionarios, y hasta como enemigos.
Es verdad que muchas veces la gente que combate la red autoritaria que nos arrodea, en algún momento concibe una curva en sus actos, en otro tiempo tiene un subidón, se queda firme o por varios razones renuncia. Hay también otros que llenos de ímpetu y planes chocan contra las conocidas enfermedades de los ámbitos políticos. Hay situaciones que crean frustración, rabia, asco y repugnancia. Hay, hay…Hay por lo menos un millón de contradicciones.

Lo que hace cada uno es sobre todo la apuesta con uno mismo. Un intento de ser consecuente en respeto a sus ideales. Los amantes de lo absoluto son sobre todo estrictos con si mismos, y sólo luego con los otros.

No hay ni el tiempo suficiente, ni los días que vivimos dan más margen para ocuparse de contradicciones de otra gente. Las hostilidades, la guerra que se lleva a cabo contra los que, ya históricamente, son enemigos de la revolución, requieren de las clases explotadas a una implicación lo más grande posible. Esto significa la búsqueda de los puntos comunes con los otros y no los que nos dividen y diferencian. Si esto no es logrado, la responsabilidad no la tienen sólo aquellos que están indiferentes, cerrados en su pequeño mundillo, hacia el combate que ya ha empezado, sino también los que no fueron capaces de encontrar las adecuadas maneras y códigos de comunicación, que podrían presionar a los no involucrados de convertirse en aliados.

Pero, cuando los que abren los frentes del conflicto con el enemigo no tienen como objetivo ganar (así tendría que ser) ni tampoco formar el contrapeso en esa correlación de fuerzas, de modo que la báscula péndula sobre ellos, solo van a vivir “el juego” del enfrentamiento, van a realizar ahora y aquí su propia insurrección, con sus propios absolutos y no negociables condiciones, entonces las elecciones ya están hechas y el precio será acechado para siempre por pagar.
El objetivo común y la meta para los revolucionarios no puede ser nada menos que la revolución. El pensamiento y el discurso que se manifiestan también en sus actos, deben que por lo menos no resultar siendo un frenado para la marcha y difusión de la llama revolucionaria. Y como más fácil sean explicados sus actos, como más claros y entendibles sean para cualquier persona, tanto mejor harán el favor al proyecto de la destrucción de lo existente.
Por supuesto todos nosotros que luchamos con sinceridad y pureza, sea como individuos o colectivamente, contra éste sistema, dejamos un terreno fértil que con el tiempo dará cosecha. Y no podemos olvidarnos el hecho, que el critico más duro y absoluto en conjunto de su presencia es el tiempo mismo.
Como lo dijo Brecht: “Alguien que lucha un día: esto es muy bueno,alguien que lucha durante un mes: esto es algo de maravilla, alguien que lucha 3 años: es algo poco común, pero los que luchan durante toda su vida : ellos son los que necesitamos”.

Con saludos compañeristas y combativos,
Giannis Dimitrakis
11 de octubre de 2009

PS. La peste de “Nea Dimokratia” dejó el puesto para el monstruo de PASOK. Justo antes que se acabó el término de ND,tres compañeros fueron encarcelados y contra seis otros se sacó el orden de busca y captura. Las mazmorras “conocieron de cerca” también los compañeros Bonanno y Stratigopoulos por su decisión de ser consecuentes y honrados en respeto a sus ideas y no arrepentirse. Como será bajo el nuevo gobierno fue evidente desde los primeros días en la zona de Eksarjia, donde la presencia de tropas de ocupación policiales se intensificó y se hizo aún más molesta. El dogma de “seguridad y tolerancia cero” es la prioridad para los gestores de Poder y de violencia del Estado. Los tiempos que vienen presagian algo feo para todos nosotros. No queda otra opción sino ¡ataque!

NI UN PASO ATRÁS