¡no había ningún inocente allí, no existe burguesía inocente!

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Émile Henry (Barcelona,1872 — París, 21 de mayo de 1894) fue un anarquista y terrorista francoespañol responsable por dos atentados con bomba, el más conocido en el café del Hotel Terminus, en la Gare Saint-Lazere parisina donde murió una persona y quedaron otras veinte heridas De todos los anarquistas en Francia, Henry fue el que más se afectó por el guillotinamiento de Auguste Vaillant el 3 de febrero de 1894, por la destrucción de un solar gubernamental en un atentado donde no había habido heridos graves. Henry tomó para sí la tarea de vengar el asesinato de su compañero revolucionario. Su venganza sería aplicada sobre los asistentes del lujoso Café Terminus, frecuentado en la época casi exclusivamente por miembros de la élite francesa, considerado por los socialistas radicales de aquel entonces como un símbolo de la arrogancia burguesa. El objetivo de su atentado era matar tantas personas como fuese posible con la explosión de una bomba.

Émile Henry, a los 22 años de edad, fue guillotinado a las 4 horas y 14 minutos de la madrugada del 21 de mayo de 1894 en París. Su ejecución fue festejada por los periódicos de las principales capitales, como ejemplo de eficacia técnica y de justicia.

CARTA AL DIRECTOR  DEL RECLUSIORIO Emile Henry February 27, 1894

Este texto fue escrito desde la cárcel tan sólo dos semanas después de que Henry había lanzado una bomba en Terminus Café de París, matando a uno e hiriendo a veinte.

Durante la visita que hizo a mi celda el domingo, el 18 de este mes, tuvimos una discusión muy amable de las ideas anarquistas. Usted dijo que estaban muy sorprendidos de aprender nuestras teorías en una luz diferente, y me pidió que resumir nuestra conversación por escrito, a fin de conocer mejor lo que los anarquistas quieren.  Usted puede fácilmente entender, señor, que en tan sólo unas pocas páginas no se puede ampliar o explicar una teoría que analiza la vida social actual en todas sus manifestaciones, que estudia estas manifestaciones la forma en que un médico examina a un cuerpo enfermo, y que condena a continuación, ellos porque son contrarias a la felicidad humana, y en lugar de ellos, construye una vida completamente nueva, basada en principios completamente antagónicos a aquellos sobre los que se construyó la antigua sociedad.

Además, otros ya han hecho lo que me pides: Kropotkin, Reclus, Sébastien Faure han expuesto sus ideas, y empujó a su desarrollo en la medida de lo posible.

Lee la evolución y revolución de Reclus, la moral anarquistas, palabras de un revolucionario, la conquista del pan por Kropotkin,  Autoridad y Libertad, la maquinaria y las incidencias de Sébastien Faure,  Entre Paysans (Fra Contadini) por Malatesta, también leer los numerosos panfletos y manifiestos que han aparecido en los últimos quince años, cada exponer nuevas ideas, en función de si el estudio o las circunstancias les sugirió a sus autores.

No crea usted que la Anarquía es un dogma, una doctrina invulnerable, indiscutible, venerada por sus adeptos como el Corán por los musulmanes. No, la libertad absoluta que reivindicamos hace evolucionar continuamente nuestras ideas, las eleva hacia nuevos horizontes (de acuerdo con la capacidad de los distintos individuos) y las saca de los estrechos límites de toda reglamentación, de toda codificación. No somos ‘creyentes’”. No crea usted que la Anarquía es un dogma, una doctrina invulnerable, indiscutible, venerada por sus adeptos como el Corán por los musulmanes.  No somos “creyentes,” no nos inclinamos ante Reclus o Kropotkin, los aceptamos cuando desarrollan impresiones simpatizantes en nuestros cerebros, pero los rechazamos cuando no hacen  un eco dentro de nosotros.

Estamos muy lejos de poseer la fe ciega de los colectivistas, que creen en una cosa sólo porque Guesde dijo que había que creer en ella, y tienen un catecismo cuyas palabras aceptan sin discusión, porque, de lo contrario, cometerían sacrilegio”.

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ANAKREÓN DE ROJAS en su libro Fonética del Rencor, Farjad para la danza de los insecto Relata de forma excepcional y con  un estilo acido y  anarquico, el  aparente  juicio llevado acabo en contra Émile Henry…

Cinco personas y yo, en una encrucijada  de preguntas y golpes, dos detrás de mi, vestidos de uniforme policial, cada uno llevaba un garrote,  uno de ellos se acercó y casi al tímpano me gritó ¡Ven  rata maloliente!  Me engancharon  bruscamente de los brazos, me azotaron  sin medir como un  saco de trigo sobre la silla  de madera, ya estaban  preparados  para desgranar mis culpas y por cada una de ellas azotarme al piso y rematarme a garrotazos, en su rostro  pude ver  a los fantasmas  de la traición, la espada  de la servidumbre y la justicia de los injustos. Frente de mi, con un aliento a cloaca, un tipo vestido  de una elegancia magnifica, al parecer pagada por los más ricos de país,  era  el   juez,    un    hombre  gordo, casi  anciano,  con una barba blanca por los años, en sus ojos se divisaba  la placidez de su trabajo, el crimen legitimado,  se acercaba una y otra vez,   ponía su rostro soberbio  en mis ojos, miraba constantemente mis ojos, después retrocedía tres paso,    con una mano en su espalda y la otra  estirada apuntaba  mis manos salpicadas de sangre. En fin, mi   cuerpo arrojado a la silla nunca perdió su  fuerza, ¡eres un terrorista! ¡Hueles a  falacia!  – Usted está acusado y es mi deber juzgarloNo reconozco tu justicia. Canción  que se refrendaba   entre todos los  que tenían el privilegio de escupirme, los  otros dos tipos,  escondidos  en la sombras, detrás de reflejo  de la  vela encendida ,  cargaban libros y  plumas,   custodiando como fantasmas de la verdad al juez de la mentira, de la miseria, gritaban sin para y de forma consecutiva   estatutos,  números y  párrafos exactos de injusticia,  movían su cabeza, me miraban y gritaba, apenas podía ver su fisonomía parásitos  y    incluso los  uniformados, esos traidores del pueblo, con cara de miseria e ignorancia, la misma que se reflejaba en mi rostro,   escuchaban y miraban a los abogados por sus exclamaciones artísticas, es el canto a mi decadencia inminente,  – ¡Cuidado con tu silencio!  – No me importa. Yo no tengo que tener cuidado de mi silencio. Sé muy bien que voy a ser condenado a muerte. El tiempo se encarcelaba  junto  a mi  y se caía  velozmente  como mi sudor,    los buitres  rasgaban el techo, siguen  esperando  su  turno en el juicio del muerte, sólo encontrarán  odio en mi carne incruenta ¡dime todo, cuéntanos  todo terrorista! – <>- ¡cállate terrorista! ¡Tus manos están llenas de sangre!   No solamente fue  la gente  herida en el Hotel,  son cinco muertos  en  Carmaux, cuántos inocentes  quieres para saciar tu odio injustificable “todos logramos distinguir tus manos cubiertas de sangre hoy.”  – Estimados espectros defensores del abuso, “Mis manos están cubiertas de sangre, al igual que su traje rojo es. En cualquier caso, no hace falta que te conteste. “…no había ningún inocente allí, no existe burguesía inocente“.  ¡Somos todos terroristas!, cuántos  cuerpos se pudren  sin justicia, olvidados en el panteón de sus legislaciones,   pues no   pongas  nada en mi boca y en mis manos,  porque en esta guillotina  los  oprimidos ajusticiarán   su hambre, con vuestros  cuellos de perfidia…. Señores burgueses… ni  mi ultimo grito  podrán callar de sus oídos, ¡soflamas! todas las noches ¡soflamas! todos los días,  gritaré como un animal degollado;  la sangre cae  gota en gota  para saciar vuestra sed, pero mi sangre es veneno…mi sangre nunca  podrán suprimir de sus manos…  ¡pueblo!  ¡pueblo!  La palabra libertad es demagogia, Francia no es de los pobres siguen entronizando su esclavitud ¡Compañeros, Coraje. Larga Vida a la Anarquía. Émile Henry  era su nombre, Breton en la lucha,  perdido en  las noches de fuego.