LA LIBERTAD NO SE MEDIA, SE CONSTRUYE. TEXTO DE CARLOS LÓPEZ (es/it)

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Entiendo  al Estado como un ente regulador de privilegios en intereses de una clase político-económica, un fiel siervo del capital tecno-industrial y de todas las formas de manipulación social que de esto se desprende, no es difícil comprender que se valga del castigo impuesto a todo individuo que se rebele ante sus leyes y normas de control, teniendo entre su amplio abanico de posibilidades una de sus tantas formas asquerosas: el sistema jurídico penitenciario.

Dicha institución tiene como principal característica el hacerse poseedora, cual si de un juego de azar se tratara, decidir sobre el futuro del procesado confinándolo a la brutalidad de la custodia policial y administrativa, implementando un perverso e insano trato de desgaste físico, moral y espiritual tanto de quien se ve implicado directamente, como de la familia, amigos y compañeros que le rodean.

Es entonces como hacen del “delito” un fuerte instrumento para la continuación y realización de los planes de la dominación del poder, además de un jugoso negocio económico resultado de extorsiones administrativas, entre las que destaca el pago de fianzas, multas, sobornos y demás barbaridades, además de, al menos en las prisiones latinoamericanas, el auto-sustento monetario del preso.

En este último punto es notable destacar la gran mentira de que es el propio Estado quien sustenta la estadía de la persona en cautiverio, pues cuando “oficialmente” se destina un promedio de $150 pesos por individuo, la realidad demuestra otra cosa.

Sobre el “delito” a juzgar, resulta bastante hipotético darle credibilidad pues recordemos que son las mismas instituciones y su gente de gobierno – quienes están viviendo una realidad muy diferente a quienes no gozan de los privilegios de las cúpulas del poder- los que hacen y deshacen las leyes mediante políticas democráticas y reformistas; lo que nos lleva a cuestionarnos el por qué deberíamos sujetarnos a decisiones de lo que ellos entienden por delito y cómo corregirlo, y que sea la misma sociedad quien reproduzca entendimiento. No podríamos hablar de gente del pueblo dentro de la legislación, pues esto sería repetir el mismo modelo que se busca destruir.

Es así como jueces, magistrados y tribunales se encargan de ejecutar severas sentencias, y si la ley no les alcanza de aportar con su criterio sancionador, el cual al parecer se basa en disfrutar el regalar años de encierro y depositar en su cesto de basura enrejada todo aquello que no encaje con la idea de una sociedad capitalista.

Los ácratas no nos quejamos de jueces injustos, ni apostamos a que juzguen justamente, pues sabemos que no pueden haber justicia donde solo se pretende imponer un aberrante orden democrático instaurado en estructuras de control disfrazado de reinserción social.

Es por eso que no imploramos justicia en las sentencias ni les mendigamos piedad para nuestros presos, solo exigimos la inmediata libertad física de fin al secuestro, no aceptando la legalidad de sus montones de leyes y rechazando así la argumentación de inocencia o culpabilidad, lo cual es muy diferente al hecho de asumir la responsabilidad en los actos quien así lo decida.

Pugnamos por la destrucción de las cárceles, pero esto no es suficiente con el simple deseo de derribar los muros físicos o sentir odio visceral en contra de las practicas propias del encierro, sino de iniciar desprendiéndonos totalmente de la propaganda estatal que hemos venido mamando desde pequeños por medio de instituciones civiles y educativas donde se inculca la normalización de la infracción y el castigo, siguiendo con la ruptura y la paulatina destrucción en nuestras cabezas, y en nuestras formas de relaciones existentes con las personas y entorno de imposición.

Por ejemplo, debemos dejar atrás el lenguaje jurídico, así como su practica, como cuando condenamos los actos de compañeros que deciden pasar a la acción pero no nos sentimos identificados con sus métodos o reivindicaciones convirtiéndonos así en nuestros propios jueces y verdugos, facilitando la recuperación de la lucha, pues no es lo mismo una crítica al poder, que una critica constructiva al compañero, que una critica chismosa que solo dividirá y frenara el ímpetu libertario; o cuando pedimos la libertad para nuestros presos y cárcel para los “culpables” que irrumpen nuestra tranquilidad y espacios de lucha, cayendo así en una preocupante contradicción; así como el seguir con el afán de pedir justicia para la excarcelación y reconociendo, aunque quizás no de forma deliberada, que el sistema jurídico puede ser justo o injusto, otorgándole legitimidad con esto.

También, el seguir hablando de compañeros detenidos como “presos políticos”, lo cual suele utilizarse como algo privilegiado de diferenciarlos de los presos comunes, vieja practica rojilla, cuando la lucha anarquista ni es política ni busca sacar beneficios por mediación, acuerdo o petición, sino que es de ruptura con todo destello autoritario, y el hecho de ser procesados jurídicamente, no forzadamente requiere aceptar el mote de políticos, algo que buscamos destruir, por lo que preferimos optar por revindicarnos como presos anarquistas, solo como vía de seguir la lucha elegida al lado de cualquier individualidad en rebeldía, esto por afinidad.

Entonces, la libertad no se media, se construye.

Solidaridad con el compañero Abraham Cortés Ávila y todos los compañeros y compañeras presxs en la lucha a lo largo y ancho del planeta tierra.

Carlos López “Chivo”

Reclusorio Oriente, DF.

http://www.abajolosmuros.org/index.php/noticias-anticarcelarias/368-la-libertad-no-se-media-se-construye-texto-de-carlos-lopez

 

 

MESSICO: “LA LIBERTÀ NON SI TRATTA MA SI COSTRUISCE” – TESTO DI CARLOS LOPEZ “CHIVO”

 

Nota di RadioAzione: Non me ne voglia Carlos, ma al testo ho dovuto aggiungere qualche punteggiatura di cui mi prendo la responsabilità per una traduzione più fluida in italiano.

La libertà non si tratta ma si costruisce

Intendo lo Stato come regolatore di privilegi negli interessi di una classe politica-economica, un fedele servitore del capitale tecno-industriale e di tutte le forme di manipolazione sociale che da questo dipendono; non è difficile capire che usa infliggere pene a qualsiasi individuo che si ribella alle sue leggi e le regole di controllo, avendo a disposizione tra l’ampia gamma di possibilità uno delle suoi tanti mezzi schifosi: il sistema giuridico carcerario.

Questa istituzione ha come caratteristica principale il farsi possessore, come si trattasse di un gioco d’azzardo, di decidere sul futuro del processato consegnandolo alla brutalità della custodia poliziesca e amministrativa, attuando un perverso e folle trattamento di esaurimento fisico, morale e spirituale sia di chi è coinvolto direttamente, che nei confronti dei familiari, amici e compagni che lo circondano.

Oltre a fare del “delitto” un forte strumento per la continuazione e la realizzazione dei piani di dominio del potere, fa una succosa attività economica risultato dell’estorsione amministrativa, tra cui il pagamento della cauzione, multe, tangenti e altri barbarie, per lo meno nelle prigioni latino-americane, e auto-sostenimento monetario del prigioniero.

Questo ultimo punto è significativo per sottolineare la grande menzogna che è proprio lo Stato che sostiene la permanenza della persona in cattività, per cui la media”ufficiale” di 150 dollari che verrebbe spesa per individuo è totalmente falsa rispetto alla realtà.

Sul giudicare un”crimine”, è del tutto ipotetico dargli credibilità perché bisogna ricordare che sono le stesse istituzioni e le persone del governo – che stanno vivendo una realtà molto diversa rispetto a coloro che non godono dei privilegi delle cupole del potere – che fanno e disfanno la leggi attraverso politiche democratiche e riformiste; ciò che dobbiamo mettere in discussione è il perché dovremmo sottometterci a fare ciò che loro intendono per criminalità e come correggerla, e che la stessa società che approva. Non possiamo parlare di gente del popolo all’interno della legislazione, in quanto significherebbe ripetere lo stesso modello che si cerca di distruggere.

E così, i giudici, i magistrati ed i tribunali si incaricano di eseguire dure condanne; anche quando la legge non gli permette di attuare il loro criterio sanzionatorio, che si basa evidentemente sulla goduria di dare anni di reclusione nel suo cestino della spazzatura sbarrato a tutto ciò che non si adatta con l’idea di una società capitalista.

Gli anarchici non si lamentano di giudici ingiusti, e non sperano che questi giudicano giustamente, perché sappiamo che non ci può essere giustizia dove si cerca solo di imporre un ordine democratico stabilito aberrante nelle strutture di controllo dietro la maschera del reinserimento sociale.

Ecco perché non imploriamo giustizia nelle sentenze e tanto meno chiediamo loro pietà per i nostri prigionieri, esigiamo solo la libertà fisica immediata e la fine del sequestro, non accettando la legalità dei loro cumuli di leggi e rifiutiamo la tesi di innocenza o colpevolezza, che è molto diverso dall’assunzione di responsabilità negli atti che si decide di fare.

Lottiamo per la distruzione delle carceri, ma non è sufficiente il semplice desiderio di abbattere i muri fisici o provare odio viscerale contro le pratiche di reclusione, ma dobbiamo iniziare a staccarci completamente dalla propaganda dello Stato che abbiamo succhiato sin da piccoli attraverso le istituzioni civili ed educative in cui viene inculcata la normalizzazione del reato e la pena, continuando con la rottura e la graduale distruzione nelle nostre teste e nei nostri modi di relazioni esistenti con le persone e gli amici dell’ambiente che ci circonda.

Ad esempio, dobbiamo lasciarci alle spalle il linguaggio giuridico e le sue pratiche, come quando condanniamo gli atti dei compagni che decidono di passare all’azione perché non ci sentiamo identificati con i loro metodi o rivendicazioni diventando così i nostri giudici e carnefici; facilitando così il recupero della lotta, perché non è la stessa cosa una critica al potere che una critica costruttiva ad un compagno, ma un pettegolezzo che solo divide e frena l’impeto libertario. Oppure quando chiediamo la libertà per i nostri prigionieri e il carcere per i “colpevoli” che minacciano la nostra tranquillità e spazi di lotta, cadendo così in una contraddizione preoccupante; così come continuare nel tentativo di fare giustizia per la scarcerazione e di conseguenza il riconoscimento, anche se forse non intenzionalmente, che il sistema giuridico può essere giusto o ingiusto, dando legittimità a questi.

Inoltre, continuare a parlare ai compagni detenuti come “prigionieri politici”, che viene spesso utilizzato come un privilegio e per distinguerli dai detenuti comuni, vecchia pratica rossa, quando la lotta anarchica non è né politica né cerca di beneficiare di mediazioni, accordi o richieste, ma è piena di rotture con tutti i mezzi autoritari, e il fatto di essere processati giuridicamente, non richiede forzatamente accettare il termine politico, piuttosto cerchiamo di distruggere, quindi preferiamo dichiararci come prigionieri anarchici, solo come un modo per continuare la lotta scelta accanto a qualsiasi individualità in rivolta per affinità.

Quindi la libertà non si tratta ma si costruisce.

Solidarietà con il compagno Abraham Cortes Avila e tutti i compagni e le compagne detenuti in lotta in tutto il pianeta terra.

Carlos López “Chivo”
Reclusorio Oriente, Città del Messico.

Traduzione: RadioAzione

fonte

https://radioazione.org/2015/02/messico-la-liberta-non-si-tratta-ma-si-costruisce-testo-di-carlos-lopez-chivo/#more-8699