El truco más ingenioso del Sistema, Ted Kaczynski

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El mayor lujo que se permitirá la sociedad de la necesidad tecnológica, será arrebatar todo beneficio que se derivara de la revuelta estéril y la sonrisa condescendiente.

Jacques Ellul [1]

El Sistema se ha encargado de engañar a todos los aspirantes a revolucionarios y rebeldes. Su truco es tan astuto que, si se hubiera planeado conscientemente, uno tendría que admirarlo por su elegancia casi matemática.

1. Lo que el Sistema no es

Empecemos aclarando lo que el Sistema no es. El Sistema no es George W. Bush con sus asesores y encargados, no son los policías que maltratan a quienes protestan, no son los directores ejecutivos de las multinacionales, y no son los Frankesteins que en sus laboratorios llevan a cabo sus juegos criminales con los genes de seres vivos. Todos estos son lacayos del Sistema, pero por sí solos no constituyen el Sistema. Precisamente, los valores individuales y personales, así como las actitudes, las creencias y el comportamiento de esta gente, podrían significar un conflicto considerable frente a las necesidades del Sistema.

Ilustrando el caso con un ejemplo, el Sistema necesita que se respete el derecho a la propiedad, pero aún así esos directores ejecutivos, policías, científicos y políticos, a veces roban (Al hablar de robar, no nos limitamos a la sustracción de objetos físicos. Podríamos incluir las propiedades adquiridas con fines ilegales, como evadir el impuesto sobre la renta, aceptar sobornos, y algún otro tipo de chanchullo y corrupción.). Pero el hecho de que esos directores ejecutivos, policías, científicos y políticos a veces roben, no significa que robar sea parte del Sistema. Al contrario, cuando un policía o un político roban algo, se están rebelando contra la necesidad que tiene el Sistema de que se respete la ley y la propiedad. Pero, incluso cuando roban, estas personas permanecen fieles al Sistema en la medida en que, de cara al público, mantienen su apoyo personal a la ley y la propiedad.

Da igual el acto ilegal que cometan los políticos, policías o directores ejecutivos, en calidad de individuos; el robo, los sobornos, y corrupción no son parte del Sistema sino males que le aquejan. Cuanto menos robo hay, mejor funciona el Sistema; y ese es el motivo por el que los lacayos y promotores del Sistema siempre abogan por el cumplimiento de la ley de cara al público, incluso cuando a veces ellos mismos encuentran conveniente quebrantarla en privado.

Y pondré otro ejemplo. Aunque los policías sean los matones del Sistema, la brutalidad policial no es parte del Sistema. Cuando los policías golpean duramente a un sospechoso, no están haciendo el trabajo del Sistema, sólo están dejando fluir su propia ira y hostilidad. El objetivo del Sistema no es ni la brutalidad, ni las demostraciones de ira. En lo que concierne al trabajo policial, el objetivo del Sistema es imponer la obediencia a sus normas, y hacerlo sin dilación, con la menor violencia posible, y evitando crearse mala publicidad. Así, desde el punto de vista del Sistema, el policía ideal sería aquel que nunca se enfade, aquel que nunca usara más violencia de la necesaria, y que, en la medida de lo posible, recurra a la manipulación antes que a la fuerza para mantener a la gente bajo control. La brutalidad policial sólo es otro mal de los que aquejan al Sistema, no es parte de él.

Y como prueba tenemos la actitud de los medios de comunicación. Los principales medios de comunicación condenan la brutalidad policial de una forma casi universal. Por supuesto, la actitud de dichos medios representa por lo general el consenso entre las opiniones de las clases poderosas de nuestra sociedad, ya que esto es algo bueno para el Sistema.

Lo que acabamos de comentar acerca del robo, la corrupción y la brutalidad policial, también se aplica a los asuntos de discriminación y victimización, tales como el racismo, sexismo, homofobia, pobreza y explotación laboral. Todas estas cosas son malas para el Sistema. Por ejemplo, cuanto más despreciada y marginada se sienta la gente negra, más propensos serán a dedicarse al crimen y menos a dedicarse a una profesión que los convierta en alguien útil para el Sistema.

La tecnología moderna, con sus rápidos transportes de larga distancia y su perturbación de los estilos de vida tradicionales, nos ha llevado a una mezcla poblacional, de modo que en nuestros días, la gente de distintas razas, nacionalidades, culturas y religiones, tiene que vivir y trabajar codo a codo. Si la gente se dedica a odiarse o a rechazarse los unos a los otros basándose en cuestiones de raza, etnia, religión, preferencia sexual, etc., los conflictos que resultarían de ello interferirían con el funcionamiento del Sistema. Exceptuando a algunos restos fósiles del pasado como Jesse Helms, los líderes del Sistema conocen este hecho perfectamente, y por eso mismo se nos enseña, tanto en la escuela como desde los medios de comunicación, que el racismo, el sexismo, la homofobia, y demás, son males sociales que hay que eliminar.

Sin duda, algunos de los líderes del Sistema, algunos políticos, científicos y directivos ejecutivos, piensan que el lugar de la mujer está dentro de la casa, o que los matrimonios homosexuales e interraciales son repugnantes. Pero incluso aunque la mayoría de ellos pensara de ese modo, no significaría que el racismo, el sexismo y la homofobia fueran parte del Sistema, tal y como la existencia del robo entre las altas esferas no significa que el robo en sí sea parte del Sistema. Igual que el Sistema debe promover el respeto por la ley y la propiedad por el bien de su propia seguridad, también se ve obligado a poner freno al racismo y a otros tipos de persecución por la misma razón. Es por esto por lo que el Sistema, a pesar de cualquier desviación personal por parte de los individuos que conforman su élite, está básicamente obligado a acallar la discriminación y la victimización.

Como prueba, observemos de nuevo la actitud de los medios de comunicación mayoritarios. Exceptuando las tímidas y breves disidencias ocasionales por parte de los pocos comentaristas atrevidos y reaccionarios, la propaganda de los medios favorece de modo abrumador la igualdad racial y de género, y la aceptación de la homosexualidad y el matrimonio interracial [2].

El sistema necesita una población tranquila, no violenta, domesticada, dócil y obediente. Debe evitarse cualquier conflicto o interrupción que pueda interferir con el buen funcionamiento de la maquinaria social. Además de la supresión de las hostilidades de grupos raciales, étnicos, religiosos y otros, también tiene que suprimir o aprovechar para su propio beneficio las demás tendencias que podrían conducir a la alteración o al trastorno, como el machismo, los impulsos agresivos, y cualquier inclinación a la violencia.

Naturalmente, los antagonismos raciales y étnicos tradicionales mueren lentamente, el machismo, la agresividad y los impulsos violentos no se suprimen fácilmente, y las actitudes hacia el sexo y la identidad de género no se transforman de un día para el otro. Por lo tanto hay muchas personas que se resisten a estos cambios y el sistema se enfrenta con el problema de superar su resistencia. [3]

2. Cómo el Sistema se aprovecha de los impulsos rebeldes.

Todos los que estamos dentro de la sociedad moderna nos vemos atrapados por una densa red de normas y reglamentos. Estamos a merced de grandes organizaciones, tales como empresas, gobiernos, sindicatos, universidades, iglesias, y partidos políticos, y como consecuencia nos sentimos impotentes. El resultado de la servidumbre, la impotencia y demás humillaciones que el Sistema nos inflige, es una frustración generalizada, lo que nos impulsa a rebelarnos. Y es entonces cuando el Sistema usa su truco más ingenioso: con un ligero movimiento de manos, convierte la rebelión en su propio beneficio.

Muchas personas no comprenden cuál es la raíz de su frustración, de ahí que su rebelión no tenga dirección. Saben que se quieren rebelar, pero no saben contra qué quieren rebelarse. Afortunadamente, el Sistema es capaz de rellenar ese vacío proporcionándoles una larga lista de comunes y estereotipadas reivindicaciones en el nombre de las cuales rebelarse: racismo, homofobia, la problemática de la mujer, pobreza, explotación laboral… todo el cesto de la ropa sucia de asuntos de “activistas”.

Un gran número de aspirantes a rebelde muerden el anzuelo. Al luchar contra el racismo, el sexismo, etc., etc., sólo le están haciendo el trabajo al Sistema. Aún así, ellos creen que se están rebelando contra el Sistema. ¿Cómo es posible?

En primer lugar, hace cincuenta años, el Sistema no se había comprometido con causas como la igualdad para los negros, las mujeres o los homosexuales, por lo que luchar por estas causas sí era una verdadera forma de rebelión. En consecuencia, a estas causas se las consideraba normalmente como causas rebeldes. Y han conservado dicha posición hasta hoy en día debido a la tradición; es decir, porque cada generación de rebeldes imita a las generaciones precedentes

En segundo lugar, aún existe un número considerable de personas que, como ya apunté antes, se resisten a los cambios sociales que el Sistema requiere, y algunas de estas personas son incluso miembros de la autoridad tales como policías, jueces o políticos. Estos últimos constituyen un objetivo para los aspirantes a rebelde, alguien contra quien rebelarse. Los comentaristas políticos como Rush Limbaugh agilizan el proceso al despotricar contra los activistas: ver que están haciendo enfadar a alguien, fomenta la ilusión de los activistas de que se están rebelando.

En tercer lugar, con objeto de embarcarse en un conflicto incluso con los líderes de la mayoría del Sistema, que aceptan totalmente los cambios sociales que ellos demandan, los aspirantes a rebelde insisten en soluciones que van más allá de lo que los líderes del Sistema consideran prudente, y muestran una ira exagerada respecto a asuntos triviales. Por ejemplo, demandan indemnizaciones económicas para la gente negra, y normalmente se muestran rabiosos ante cualquier crítica a un movimiento minoritario, sin importar cuán prudente y razonable sea.

De esta manera los activistas son capaces de mantener la ilusión de que se están rebelando contra el Sistema. Pero dicha ilusión es absurda. La agitación contra el racismo, el sexismo, la homofobia y similares, ya no constituye una rebelión mayor contra el Sistema que la agitación contra la corrupción política y los sobornos. Aquellos que luchan contra la corrupción política y los sobornos no se están rebelando contra el Sistema sino que lo están fortificando: Ayudan a que los políticos se mantengan fieles a las normas del Sistema. Aquellos que luchan contra el racismo, el sexismo y la homofobia, de igual modo están fortificando el Sistema: Ayudan al Sistema a suprimir las conductas desviadas que le causan problemas, tales como el racismo, el sexismo y la homofobia.

Pero los activistas no sólo actúan como los defensores del Sistema. También actúan como una especie de pararrayos que protege al Sistema al adelantarse al resentimiento popular y a sus instituciones. Por ejemplo, había varias razones para explicar por qué el Sistema se aprovechaba del hecho de sacar a la mujer del hogar e introducirla en el entorno laboral. Hace cincuenta años, si el Sistema, representado por el gobierno o por los medios, hubiera empezado por las buenas una campaña propagandística con intención de hacer socialmente aceptable el hecho de que la mujer se comenzara a centrar más en su vida laboral que en la doméstica, la característica resistencia al cambio por parte de los humanos habría llevado a un amplio rechazo popular. Lo que realmente ocurrió fue que dichas propuestas de cambio fueron encabezadas por radicales feministas, cuyo rastro iba siguiendo el Sistema a una distancia prudencial. El rechazo de los miembros más conservadores de la sociedad fue dirigido primordialmente contra las feministas radicales antes que contra el Sistema y sus instituciones, porque los cambios patrocinados por el Sistema parecían lentos y moderados en comparación con las soluciones radicales por las que abogaban las feministas, e incluso esos cambios relativamente lentos se veían como algo forzado en la marcha del Sistema, como debidos a la presión de los radicales.

3. El truco más ingenioso del Sistema

Así que, en pocas palabras, el truco más ingenioso del Sistema es:

a) Por el bien de su propia eficiencia y seguridad, el Sistema necesita provocar cambios radicales y profundos en la sociedad para ajustarse a las condiciones resultantes de los avances tecnológicos.

b) La frustración de vivir bajo las circunstancias impuestas por el Sistema conduce a impulsos rebeldes.

c) El Sistema se apropiará de esos impulsos de rebelión para realizar los cambios sociales que éste requiera; los activistas se “rebelan” contra los valores viejos y desfasados que dejan de serles útiles al Sistema, y a favor de los nuevos valores que el Sistema necesita que aceptemos.

d) De esta manera, los impulsos rebeldes que de otra manera podrían haber sido peligrosos para el Sistema, se les da una salida que, no sólo es inofensiva para el Sistema, sino que le es útil.

e) La mayoría del rechazo popular resultante de los cambios sociales, avanza esquivando al Sistema y sus instituciones, para acabar volcándose en los radicales que encabezan dichos cambios.

Por supuesto, este truco no fue planeado con antelación por parte de los líderes del Sistema, los cuales ni siquiera son totalmente conscientes de estar usando un truco. El funcionamiento sería algo similar a esto:

Cuando deciden cómo se posicionan ante determinado asunto, los redactores, editores y dueños de los medios de comunicación, deben considerar varios factores, consciente o inconscientemente. Deben considerar cómo reaccionarán los lectores a cualquier cosa que impriman o retransmitan acerca del tema; deben considerar cómo reaccionarán sus patrocinadores, sus colegas de los medios, y otras personas poderosas; y también deben considerar qué efecto tendrá lo que impriman o retransmitan sobre la seguridad del Sistema.

Estas consideraciones prácticas normalmente tendrán más peso en la decisión que cualquier opinión personal respecto al asunto. Las opiniones personales de los dirigentes de los medios, de sus patrocinadores, y de otras personas poderosas, son variadas. Pueden ser liberales o conservadores, religiosos o ateos. El único campo universal común a todos los líderes, es su compromiso con el Sistema, con su seguridad y con su poder. Por lo tanto, dentro de los límites impuestos por lo que el público está dispuesto a aceptar, el principal factor determinante de las actitudes propagadas por los medios, es un consenso aproximado de las opiniones de los dirigentes mediáticos, los patrocinadores y otras personas poderosas, en base a lo que es bueno para el Sistema.

Así, cuando un redactor u otra persona importante de los medios decide qué actitud tomar frente a determinado movimiento o causa, lo primero en lo que piensa es si el movimiento o causa incluye todo lo que es bueno o malo para el Sistema. Quizá se diga a sí mismo que su decisión está basada en el campo de la moral, en el de la filosofía, o en el de la religión, pero es un hecho observable que, en la práctica, la seguridad del Sistema toma preferencia ante los demás factores involucrados en la determinación de la actitud de los medios. Por ejemplo, si un redactor de una revista de noticias se fija en el “militia movement”, puede o no simpatizar personalmente con algunas de sus reivindicaciones y metas, pero también ve que habrá un fuerte consenso entre sus patrocinadores y colegas de los medios respecto a que el “militia movement” es potencialmente peligroso para el Sistema y por lo tanto debe ser rechazado. Bajo estas circunstancias, él sabe que es mejor que su revista adopte una actitud negativa hacia el “militia movement”. La actitud negativa de los medios es presumiblemente una parte de la razón por la que el “militia movement” ha caído.

Cuando el mismo redactor se fija en el feminismo radical ve que algunas de sus propuestas más extremas serían peligrosas para el Sistema, pero también ve que el feminismo alberga una parte muy útil para el Sistema. La participación de la mujer en el mundo tecnológico y empresarial las integra mejor en el Sistema a ellas y a sus familias. Sus aptitudes pasan a servir al Sistema en los asuntos técnicos y de negocios. El énfasis que ponen las feministas en acabar con la violencia doméstica y las violaciones también responde a las necesidades del Sistema, ya que el maltrato y las violaciones, como otras formas de violencia, son peligrosas para el Sistema. Quizá más importante aún, el redactor reconoce la nimiedad e insignificancia del trabajo doméstico moderno, y ve que el aislamiento social del ama de casa moderna puede desencadenar frustración en muchas mujeres; frustración que causará problemas al Sistema, a no ser que se les permita recurrir a la salida de desarrollar una carrera en el mundo técnico y empresarial.

Incluso si el redactor es un macho, que personalmente se siente más cómodo con la mujer en una posición subordinada, sabe que el feminismo, al menos en una forma relativamente moderada, es bueno para el Sistema. Sabe que la postura de su editorial debe ser favorable respecto al feminismo moderado, pues de otro modo se enfrentaría al rechazo de sus patrocinadores y demás personas influyentes. Es por esto por lo que la actitud de los medios mayoritarios normalmente ha consistido en apoyar al feminismo moderado, luego una mezcla respecto al feminismo radical, y finalmente una respuesta totalmente hostil frente a las posiciones feministas más extremistas.

A través de este tipo de procesos, los movimientos rebeldes que son peligrosos para el Sistema están sujetos a propaganda negativa, mientras que los movimientos rebeldes que se cree que son útiles para el Sistema reciben un apoyo prudente desde los medios. La absorción inconsciente de la propaganda proveniente de los medios induce a los aspirantes a rebelde a “rebelarse” de una manera que en realidad sirve a los intereses del Sistema.

Los intelectuales de las universidades también juegan un rol importante en la realización del truco más ingenioso del Sistema. Aunque les guste fantasear con que son pensadores independientes, los intelectuales son (salvo algunas excepciones) el grupo más sobresocializado, el más conformista, el más dócil y domesticado, el más mimado, dependiente y endeble de todos los grupos en Estados Unidos hoy en día. Como resultado, su impulso por rebelarse es particularmente fuerte. Pero, debido a que son incapaces de pensar de manera independiente, la rebelión real se torna imposible para ellos. En consecuencia, están enganchados al truco del Sistema, ya que les permite irritar a la gente y disfrutar de la ilusión de rebelarse sin tener que cambiar jamás los valores básicos del Sistema.

Como son los profesores de gente joven, están en posición de ayudar al Sistema a utilizar su truco para engañar a los jóvenes, cosa que hacen al canalizar los impulsos rebeldes de dichos jóvenes hacia objetivos estándar estereotipados: racismo, colonialismo, la problemática de la mujer, etc. La gente joven que no es estudiante de la universidad, a través de los medios o del contacto personal, aprende sobre esos temas de “justicia social” por los que los estudiantes se rebelan, e imitan a dichos estudiantes. Así se convierte una cultura juvenil en un modo estereotipado de rebelión que se propaga mediante la imitación de los compañeros, del mismo modo que los peinados, la ropa y otras modas propagadas mediante la imitación.

4. El truco no es perfecto

Como es natural, el truco del Sistema no funciona a la perfección. No todas las posiciones adoptadas por la comunidad “activista” son compatibles con las necesidades del Sistema. En este sentido, algunas de las dificultades más importantes a las que el Sistema hace frente están relacionadas con el conflicto entre los dos tipos distintos de propaganda que el Sistema debe usar, propaganda de integración y propaganda de agitación [4].

La propaganda de integración es el principal mecanismo de socialización en la sociedad moderna. Es propaganda que está diseñada para inculcar en la gente las actitudes, creencias, valores y hábitos que necesitan tener, con el fin de ser herramientas del Sistema útiles y seguras. Enseña a la gente a reprimir o sublimar permanentemente aquellos impulsos emocionales que sean peligrosos para el Sistema. Está más enfocada a actitudes de largo plazo y valores profundamente arraigados de gran aplicación, que a las actitudes frente a temas específicos y actuales.

La propaganda de agitación se aprovecha de las emociones de la gente para despertar en ellos ciertas actitudes o comportamientos frente a temas actuales y específicos. En vez de enseñar a la gente a reprimir sus impulsos emocionales peligrosos, busca estimular ciertas emociones para unos propósitos bien definidos y localizados temporalmente.

El Sistema necesita una población disciplinada, dócil, cooperativa, pasiva y dependiente. Sobre todo requiere una población pacífica, ya que necesita que el gobierno tenga el monopolio del uso de la fuerza física. Por esta razón, la propaganda de integración nos dice que debemos horrorizarnos, asustarnos y espantarnos de la violencia, y así no nos veremos tentados a usarla ni siquiera cuando estemos muy enfadados. (Por “violencia” me refiero a los ataques físicos hacia seres humanos.) De una manera más general, la propaganda de integración nos ha de enseñar valores dulces y cariñosos, que enfaticen la falta de agresividad, la interdependencia, y la cooperación.

Por otra parte, en ciertos contextos el propio Sistema encuentra útil o necesario el recurrir a métodos agresivos y brutales para alcanzar sus propios objetivos. El ejemplo más obvio de esos métodos es la guerra. En tiempo de guerra el Sistema se apoya en la propaganda de agitación: para ganar el apoyo popular respecto a una acción militar, se aprovecha de las emociones de la gente para hacer que se sientan asustados y furiosos con su real o supuesto enemigo.

Llegada esta situación se crea un conflicto entre la propaganda de integración y la propaganda de agitación. A aquella gente en la que calaron profundamente los tiernos valores del rechazo a la violencia no se le puede persuadir fácilmente para que dé su aprobación a una cruenta operación militar. Y aquí, en cierta medida, al truco del Sistema es contraproducente. Los activistas, que se habían estado “rebelando” a favor de los valores de la propaganda de integración, continúan haciéndolo durante la guerra. Se oponen a la guerra no sólo porque es violenta, sino porque es “racista”, “colonialista”, “imperialista”, etc. que son cosas contrarias a los valores dulces y cariñosos que la propaganda de integración les enseñó.

El truco del Sistema también resulta contraproducente en lo que concierne el trato a los animales. Inevitablemente, mucha gente extrapola a los animales esos valores dulces de aversión a la violencia que les fueron enseñados respecto a los humanos. Les horroriza la matanza de animales para comer y otras prácticas dañinas para éstos, como la reducción de la gallina a la categoría de máquina ponedora de huevos almacenada en minúsculas celdas, o el uso de animales para experimentos científicos. Hasta un punto, la oposición resultante al maltrato de animales puede ser útil para el Sistema: debido a que una dieta vegana es más eficiente en términos de utilización de recursos que una carnívora, el veganismo, si fuera ampliamente aceptado, ayudaría a llevar con mayor facilidad la carga que supone la limitación de los recursos de La Tierra con respecto al crecimiento demográfico. Pero la insistencia de los activistas en poner fin con el uso de animales para experimentos científicos entra en conflicto directo con las necesidades del Sistema, ya que en las previsiones de futuro no se contempla a ningún sustituto factible que reemplace a los animales como sujetos de investigación.

Sin embargo, el hecho de que el truco del Sistema sea contraproducente en algunos casos, no evita que globalmente sea un dispositivo increíblemente eficaz para inhibir los impulsos rebeldes en provecho del Sistema.

Hay que reconocer que el truco descrito aquí no es el único factor determinante respecto a la dirección que toman los impulsos rebeldes en nuestra sociedad. Mucha gente de hoy en día se siente débil e impotente (por la sencilla razón de que el Sistema realmente nos hace débiles e impotentes), y por ello se identifican de forma obsesiva con las víctimas, con el débil y con el oprimido. Esto es en parte la razón por la que, las cuestiones de victimización, tales como el racismo, el sexismo, la homofobia o el neocolonialismo, se han convertido en asuntos estándar del activista.

5. Un ejemplo

Tengo aquí un texto de antropología [5] en el que he visto varios ejemplos adecuados para mostrar la manera en la que, los intelectuales de las universidades, ayudan al Sistema con su truco al disfrazar su conformismo de crítica a la sociedad moderna. Los mejores ejemplos se encuentran entre las páginas 132 y 136, donde el autor cita, de modo “adaptado”, un artículo de una tal Rhonda Kay Williamson, una persona intersexual (es decir, una persona que ha nacido con características físicas tanto masculinas como femeninas).

Williamson declara que los indios americanos no sólo aceptaban a las personas intersexuales sino que las valoraban de forma especial [6]. Ella contrasta esta actitud con la euro-americana, equiparando esta última a la actitud que sus propios padres adoptaron hacia ella. Los padres de Williamson la maltrataron cruelmente. Acabaron consiguiendo que odiara su condición de intersexual. Le dijeron que estaba “maldita y en manos del demonio”, y la llevaban a iglesias carismáticas para que le extirparan al “demonio”. Incluso le daban paños en los que se suponía que tenía que “expulsar al demonio tosiendo”.

Pero obviamente, resulta ridículo equiparar esto con la actitud euro-americana. Podría aproximarse a la actitud euro-americana de hace 150 años, pero actualmente casi cualquier educador, psicólogo, o clérigo mayoritario, quedaría horrorizado al presenciar ese trato hacia una persona intersexual. Los medios de comunicación no retratarían dicha actitud bajo una óptica favorable ni en sueños. El tipo promedio de clase media de nuestros días, puede que no acepte la intersexualidad como lo hacían los indios, pero sólo unos pocos no reconocerían la crueldad presente en el tipo de trato que recibió Williamson.

Obviamente los padres de Williamson eran desviados, unos chiflados religiosos cuyas actitudes y creencias traspasaban el límite impuesto por los valores del Sistema. Así, mientras Williamson se dedica a fingir una crítica a la sociedad euro-americana moderna, lo que en realidad hace es atacar sólo a la minoría de desviados y a las culturas rezagadas que aún no se han adaptado a los valores dominantes de hoy en día en Estados Unidos.

Haviland, el autor del libro, en la página 12 retrata a la antropología cultural como iconoclasta, como desafiante respecto a los supuestos asumidos de la sociedad occidental. Esto se aleja tanto de la verdad que sería incluso gracioso si no fuera tan patético. La corriente principal de la antropología americana moderna se encuentra bajo una miserable sumisión a los valores del Sistema y a los supuestos asumidos por éste. Cuando los antropólogos de hoy en día pretenden poner en tela de juicio a los valores de su sociedad, lo más normal es que sólo lo hagan con valores del pasado, obsoletos y pasados de moda, que en la actualidad no son defendidos por nadie, excepto por desviados y rezagados que dejaron de seguir los cambios culturales que el Sistema requiere que aceptemos.

El uso que hace Haviland del artículo de Williamson ilustra todo esto muy bien, y representa la línea general de todo su libro. Haviland exagera con hechos etnográficos que enseñan lecciones políticamente correctas a sus lectores, pero desestima u omite todos los hechos etnográficos que son políticamente incorrectos. Así, mientras cita el apunte que hacía Williamson enfatizando que los indios aceptaban a las personas intersexuales, no menciona, por ejemplo, que entre muchas tribus indias a la mujer que cometía adulterio se le cortaba la nariz [7], mientras que el hombre adúltero no recibía castigo alguno; o que entre la tribu Crow el guerrero que recibiera un ataque por parte de un extranjero, debería matarle inmediatamente, o si no quedaría irreversiblemente deshonrado a los ojos de su tribu [8]; Haviland tampoco debate sobre el uso habitual de la tortura por parte de los indios del Este de Estados Unidos [9]. Por supuesto, los hechos de este tipo representan violencia, machismo, y discriminación sexual, por lo que son incompatibles con los valores actuales del Sistema, y tienden a ser censurados por ser políticamente incorrectos.

Sin embargo, no dudo de que Haviland sea totalmente sincero cuando dice creer que los antropólogos ponen en tela de juicio los supuestos asumidos por la sociedad occidental. Es fácil que la capacidad de autoengaño de los intelectuales de nuestras universidades llegue hasta ese punto.

En conclusión, quiero dejar claro que no estoy sugiriendo ni que sea bueno cortar narices por cometer adulterio, ni que se deba tolerar ningún otro abuso contra la mujer, ni que me gustaría ver a gente marginada o rechazada, ya sea porque son intersexuales o por su raza, religión, orientación sexual, etc., etc., etc. Pero en nuestra sociedad actual, esos problemas son, como mucho, cuestiones reformistas. El truco más ingenioso del Sistema consiste en encauzar hacia estas modestas reformas los impulsos rebeldes, que, de otro modo, podrían haber tomado una dirección revolucionaria.

Notas:

[1] Jacques Ellul, La Sociedad Tecnológica (The Technological Society), traducido por John Wilkinson, publicado por Alfred A. Knopf, Nueva York, 1964, página 427.

[2]. Bastaría con llevar a cabo un mínimo repaso de los medios de comunicación de los países industrializados modernos, o incluso dentro de los países que meramente aspiran a la modernidad, para confirmar que el Sistema está totalmente volcado en la tarea de eliminar la discriminación en función a la raza, religión, género, orientación sexual, etc., etc., etc. Resultaría fácil encontrar miles de ejemplos que ilustraran este hecho, pero aquí sólo se citarán tres, provenientes de tres países diferentes.

Estados Unidos: “Demostraciones públicas de afecto”, US News & World Report, 9 de septiembre de 2002, páginas 42-43. Este artículo proporciona un buen ejemplo de la manera que funciona la propaganda. Toma una posición aparentemente objetiva o neutral sobre las uniones homosexuales, que da un margen a las opiniones de aquellos que se oponen a la aceptación pública de la homosexualidad. Pero cualquiera que lea el artículo, con su clara simpatía por la unión homosexual, se queda con la impresión de que la aceptación de la homosexualidad es deseable y, a la larga, inevitable. Lo particular es la importancia de la fotografía de la pareja homosexual en cuestión: una pareja atractiva físicamente ha sido seleccionada y ha sido fotografiada de forma atrayente. Nadie que tenga la más mínima comprensión de la propaganda puede dejar de ver que el artículo constituye propaganda a favor de la aceptación de la homosexualidad. Y tener en cuenta que la revista US News & World Report es una revista de centro-derecha.

Rusia: “Putin denuncia la intolerancia”, The Denver Post, 26 de julio de 2002, página 16A. “Moscú – Presidente Vladimir Putin denunció enérgicamente el prejuicio racial y religioso el jueves…”. “Si dejamos que este patrioterismo de intolerancia nacional o religiosa se desarrollen, vamos a arruinar el país, dijo Putin en declaraciones prominentes reproducidas en la televisión rusa el jueves a la noche”. etc., etc.

México: “Persiste racismo contra indígenas”, El Sol de México, 11 de enero de 2002, página 1 / B. Pie de foto: “A pesar de los esfuerzos para dar dignidad a los pueblos indígenas de nuestro país, continúan sufriendo discriminación…”. El artículo reporta los esfuerzos de los obispos de México para combatir la discriminación, pero dice que los obispos quieren “purificar” las costumbres indígenas con el fin de liberar a las mujeres de su condición tradicionalmente inferior. El Sol de México tiene fama de ser un periódico de centro-derecha.

Cualquiera que quisiera tomarse la molestia podría multiplicar estos ejemplos mil veces. La evidencia de que el propio sistema se establece en la eliminación de la discriminación y la victimización es tan obvia y tan masiva que uno queda atónito ante la creencia de los radicales de que la lucha contra estos males es una forma de rebelión. Sólo cabe atribuirlo a un fenómeno bien conocido por los propagandistas profesionales: La gente tiende a bloquear, a dejar de percibir o recordar, información que está en conflicto con su ideología. Ver el interesante artículo, “Propaganda”, en La Nueva Enciclopedia Británica, Volumen 26, Macropædia, 15ª edición, 1997, páginas 171-179, específicamente página 176.

[3] En esta sección he mencionado lo que el Sistema no es, pero no he dicho lo que el Sistema es. Un amigo mío me ha señalado que esto podría desconcertar al lector, así que será mejor que aclare que, para el propósito de este artículo, no es necesaria una definición precisa acerca de qué es el Sistema. No se me ocurre ni una sola manera de definir al Sistema en una sola frase cerrada y armoniosa, sin que, el hecho de abordar la cuestión de qué es el Sistema, supusiese a la vez la interrupción del curso del artículo con una digresión larga, intrincada e innecesaria; así que dejo ese asunto sin responder. No creo que mi falta de respuesta afecte a la comprensión del lector respecto a la idea que quise tratar en este artículo.

[4] Los conceptos de “propaganda de integración” y “propaganda de agitación” se tratan en el libro “Propaganda” de Jacques Ellul, editado por Alfred A. Knopf en 1965.

[5] William A. Haviland, Antropología Cultural, novena edición, Harcourt Brace & Company, 1999.

[6] Asumo que esta afirmación es precisa. Sin dudas, refleja la actitud de los Navajo. Véase Gladys A. Reichard, Navaho Religion: A Study of Symbolism, Princeton University Press, 1990, página 141. Este libro tiene un copyright original de 1950, bastante antes de que los antropólogos acabaran fuertemente politizados, así que no veo razón para suponer que dicha información haya sido sesgada.

[7] Esto es de sobra conocido. Algunos ejemplos: Angie Debo, Geronimo: The Man, His Time, His Place, University of Oklahoma Press, 1976, pag. 225; Thomas B. Marquis (intérprete), Wooden Leg: A Warrior Who Fought Custer, Bison Books, University of Nebraska Press, 1967, pag. 97; Stanley Vestal, Sitting Bull, Champion of the Sioux: A Biography, University of Oklahoma Press, 1989, pag. 6; The New Encyclopedia Britannica, Vol. 13, Macropaedia, 15th Edition, 1997, artículo “American Peoples, Native”, pag. 380.

[8] Osborne Russell, Journal of a Trapper, edición Bison Books, pag. 147.

[9] El uso de la tortura por parte de los indios del Este de EE.UU. es de sobra conocido. Véanse los siguientes ejemplos: Clark Wissler, Indians of the United States, Revised Edition, Anchor Books, Random House, New York, 1989, Págs. 131, 140, 145, 165,282; Joseph Campbell, The Power of Myth, Anchor Books, Random House, New York, 1988, Pág. 135; The New Encyclopedia Britannica, Vol. 13, Macropaedia, 15th Edition, 1997, article “American Peoples, Native”, pag. 385; James Axtell, The Invasion Within: The Contest of Cultures in Colonial North America, Oxford University Press, 1985, cita de página no disponible.

 

Original: “The system´s neatest trick”, extraído de Technological Slavery, Feral House

Traducido al español por Matar o Morir ediciones

El truco más ingenioso del Sistema, Ted Kaczynski