¿TENSIÓN O REALIZACIÓN?

Cuando se habla de anarquía comúnmente se comprenden dos cosas: Caos y Falta de autoridad, o la más alta expresión del orden; sin embargo, para muchos otros compañeros la anarquía es tensión. Es una manera en la cual día tras día, cuando vagamos por este mundo de mercantilismos vamos viviendo en una permanente confrontación con lo existente.

¿Pero, a que nos referimos con confrontación o conflicto permanente?

La conflictualidad permanente o cotidiana, o bien, una actitud de permanente hostilidad con lo existente, es comúnmente encasillada en una sola línea: la del sabotaje o la propaganda por el hecho. Muchos compañeros presuponen que cuando se habla de conflicto permanente se está hablando de sabotajes todos los días. Pero la conflictualidad permanente es eso y mucho más. Es ante todo un choque cotidiano interno y externo con las normas sociales que rigen la vida, es un choque con nuestro propio yo, es una actitud de hostilidad frente a la autoridad, es enemistad eterna con los esbirros y las instituciones del Estado. La conflictividad permanente es también el cuestionamiento cotidiano hacia todo lo existente, manteniendo una actitud de ruptura con lo impuesto: con la mercancía, con el trabajo y con todos los mecanismos que hacen funcionar al Capitalismo.

Es por esto mismo que siempre estamos en un constante conflicto contra el poder y la autoridad, sin esperar días precisos marcados en el calendario revolucionario y sin atender a la “agenda del Estado”, cosa común que se realiza en muchos entornos anarquistas tras un golpe represivo en masa.

Porque para nosotros la anarquía es una tensión y no una realización, es por lo que no reconocemos coyuntura alguna o esperamos a las dichosas condiciones. Tampoco no nos basamos sobre supuestos análisis contextuales para actuar, análisis mismos que de hacerlos un fin en si mismo nos condenarían a la espera del colectivismo extremo o del individualismo pesimista, cuando no, un pretexto para condenarnos a la espera. Analizar la realidad en la cual vivimos y sus características propias o esenciales no es motivo para abandonar nuestras perspectivas ni nuestras motivaciones, sino todo lo contrario, es motivo para ahondar más en ellas y autocriticarlas, para así mismo ampliar la proyectualidad de nuestra lucha.

La realidad bajo la cual vivimos no es tan diferente como la que se vivió hace algunos unos años. Es verdad que la tecnología ha venido a reforzar al Estado y a aportado para que el Capitalismo siga sufriendo grandes transformaciones, sobre todo en cuanto al control social y de la vida; pero es una grave falsedad afirmar que vivimos en una sociedad tecnológica- industrial. Para derribar este mito (el de la sociedad tecnológica-industrial) hace falta ver con claridad que la tecnología no es autónoma, necesita aun del Capitalismo y sus mecanismos de explotación. Para
que esa tecnología funcione necesita aun de la explotación de millones de humanos y de la explotación de la naturaleza, pero también necesita de la contribución mas o menos consiente de tantos otros millones más, que la consumen a diario. Así es como cuando en el lejano ayer cuando ni por “aquí” le pasaba a un ciudadano común que en un futuro iba a utilizar un tablet o que sus relaciones sociales se verían trastocadas por las redes sociales, en la actualidad, la explotación humana sigue siendo uno de los pilares que sustentan al sistema, que se refuerza con los otros pilares, incluido el consumismo de sociedades enteras.
Ahora bien, analizar la realidad bajo la cual vivimos, sus características esenciales e incluso geográficas; la misma realidad que aun con enormes variantes a la de ayer, sigue siendo fundada sobre la acumulación capitalista, pero que se ha visto reforzada por un cambio radical en las relaciones de poder -por ejemplo la tolerancia, el cambio de mentalidad democrática, la inclusión, el aparente estado de bienestar, la militarización bajo cualquier sutil pretexto, etc.-junto a otros factores; no es lo mismo que crear a partir de ella una nueva ideología que, aun cuando se intente poner en un eje libertario y de conflicto, no es tan diferente que la ideología del nacionalismo de izquierda; una ideología que toma a priori todo aquel emblema cultural local que le permita ejercer su autoridad y control sirviéndose de ella, de sus usos y costumbres. Una ideología que es empleada para cortar de tajo toda crítica que venga de “fuera” y que en el fondo no sirve para más que para seguir manteniendo al mundo fraccionado. Con esto no estamos diciendo que esa “nueva” ideología creada a partir del análisis de “nuestra” propia realidad y de la idealización a ciegas de revueltas y revoluciones pasadas o presentes, este encaminada en establecerse como autoridad o contenga dotes autoritarios. Lo que sí, es que a partir de ella y a su alrededor se crea una ideología Mexicanista que se pretende libertaria, y una lógica del “despreció” a lo ajeno, a lo extranjero o a lo exterior, restando importancia a los análisis y críticas que provengan de otros compañeros “de fueras”; análisis que aun cuando sabemos bien en claro que no deben de ser tomados en su totalidad para adaptarlos a nuestros presente, son perspectivas que nos pueden aportar en nuestra proyectualidad de lucha, tanto en el plano de la “propia realidad” como en el de la “realidad universal” que compartimos.

Además que de estos análisis híper realistas se desprenden otras cosas un tanto inútiles. Marcar la diferencias de color de piel y afirmar que “estamos chapados a manera diferente que en Europa” o realizar cualquier otra afirmación como tal, pero que la verdad no es nada de nuevo-bueno, todos sabemos que depende de donde nacimos nos forjamos- no viene a darnos las pautas para un desarrollo teórico-práctico de la anarquía en contextos particulares; afirmaciones como esas, cuando no contribuyen a reforzar -aunque lo nieguen- esa mexicanidad o ese latinoamericanismo que por años se ha constituido como refuerzo de una ideología izquierdista basada en “el orgullo y proyectada en muchos casos, desde los sentimientos de inferioridad”, es cuando menos inútil e innecesaria; al menos proviniendo de anarquistas a quienes no les interesan ni las barreras ni las fronteras, ni el withe power ni el latin power…
Por lo mismo, hacer uso de nuestras experiencias históricas locales y aprender de ellas no debería ser motivo para contribuir -aunque de manera muy sutil- a una especie de xenofobia de izquierda, misma que puede derivar del malentendimiento de algunas “criticas”, sobre todo cuando estas no ofrecen argumento alguno.

La anarquía es una Tensión a lo cualitativo, decíamos al principio, y es en esa tención en la cual el conflicto de los explotados adquiere también sus propias características: la autoorganizacion, la autonomía, el ataque. Es en esos momentos de tensión hacia lo cualitativo y de conflicto que nos encontramos con otros explotados y oprimidos que sobre la práctica mantienen las mismas perspectivas.
Los Yaquis llevan años combatiendo -y eso lo afirmamos sin clavarnos en la historia que nos dice que estos seres vivos lucharon ofensivamente contra la esclavitud en los campos de Café y tabaco en Chiapas y Yucatán-, con ellos nos encontramos en su conflicto, sea contra las minerías o sea contra los latifundistas; mientras que por otro lado, no gastaríamos una gota de nuestros sudor apoyando a ciegas iniciativas que apuntan a las reformas y a la mediación, iniciativas que aun cuando se manifiesten contra una represa, están ya destinadas a ser funcionales para el
sistema, cuando no nacieron como tal. Lo mismo sucede con eso que algunos compañeros han decidido llamar como “el presismo” y que es con lo que básicamente las compañeras Amellie y Fallon proponen romper. Nos encontramos con los presos en sus luchas proyectuales y en el conflicto, mas no en las demandas que los diversos colectivos del presismo realizan para llegar a la mediación y para lo cual se han servido en muchas ocasiones de las luchas conflictivas de los presos: huelgas de hambre, disturbios y motines en las cárceles, lesiones a custodios y diversas expresiones de revueltas. Las compañeras Amellie y Fallon lo han dicho con claridad: “dentro de la cárcel nos relacionamos con todo tipo de gentes, con quien no compartimos necesariamente “afinidades de lucha”. Gentes que no se preocupan de “política”, de lxs cuales la mayoría creen en dios, y nunca fueron a la escuela. Con ellas también construimos fuerzas y vivimos múltiples momentos de subversión del orden existente”.

Nuestra tensión anarquista es lo que nos incita a participar en las luchas conflictuales de la gente. Por eso no tenemos desmedida en afirmar que para nosotros la anarquía no es sinónimo de aislamiento, pero tampoco es sinónimo de borreguísimo, lo cual significa el no seguir a ciegas a los llamados movimientos sociales, ni basar nuestra actividad y nuestras perspectivas en los lineamientos y agendas de los mismos. Nuestra crítica que nace de la tensión anarquista propia está dirigida también a ellos y a sus líderes bastardos.

La anarquía también es tensión individual, es nuestro yo hablando y actuando. Es decisión propia y es expropiar al Capital el tiempo que es nuestro para gestionarlo como deseemos. La anarquía es tensión y no deconstrucción. Lo mismo que para los anárquicos no hay abolicionismo posible -a tientas que se quiera solo suprimir un pilar del sistema-, sino que hay destrucción de las prisiones, entendiendo por prisión las cárceles de la vida. Lo mismo que para los anárquicos consientes de la realidad bajo la cual vivimos, no hay justicia restaurativa que valga, -a tiendas de optar por alternativas a la justicia del Estado-Capital.

Una individualidad de la tensión anárquica es quien se encuentra así mismo como tal: un individuo integro. Es quien no mediatiza sus perspectivas a costa del “que dirán” o del “queda bien”, muchos menos obedeciendo los patrones izquierdistas de los políticamente correctos. Una individualidad anárquica es quien vive acorde con sus ideas y sus pasiones, pensando por sí mismo, pero encontrándose en el camino con seres en común con quienes realizar sus proyectos de liberación. Pero también, una individualidad que entiende la anarquía como una tensión, es quien deja de lado todo extremo que constituya un escape al enfrentamiento real. Ya que como bien lo mencionábamos párrafos arriba, el colectivismo escapista y el “individualismo” pesimista y celoso de su yo, constituyen los dos extremos que optan por escapar al enfrentamiento real y se regocijan en teoremas ficticios de lucha, transformando la anarquía no en una tensión sino en una alternativa vacía para poder subsistir más o menos en la cumbre del Capitalismo.

Así es como para nosotros la anarquía es una tensión y no una realización

Ciudad de México año 2015

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Fuente: Publicación Conspiración Acrata Nº 20