Cuarta sesión taller M.I.L: la ideología. (Este viernes quinta sesión, todo el poder a los consejos obreros)

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(todos los viernes, 18:30 hrs, DONDE: Pedro de Oña 88. Metro Irarrázaval)

La discusión sigue profundizando aspectos de la teoría de la lucha de clases, y el tema de la conciencia de clases. Cuestiones conceptuales como: ¿qué es exactamente la pequeña burguesía? ¿Una burguesía de poca monta, eslabón inferior dentro de esa clase propietaria, o una clase distinta que se ubica entre medio de ella y el proletariado? También la importante cuestión de que una cosa es el capitalismo considerado en todas sus expresiones, y otra muy distinta la existencia o no de una ”burguesía clásica”. Como en la realidad ya casi no se aprecia la figura caricaturizada del burgués del siglo XIX y XX, se tiende a usar el concepto de “burgués” de un modo demasiado amplio, casi sociocultural, que hace ver como “burgueses” a los miembros de a sociedad burguesa en bloque, olvidando que dentro de ellas pueden estar integrados como clase capitalista (una ínfima minoría: la burguesía propiamente tal) o como fuerza de trabajo.

Lucha de clases existe siempre mientras subsistan las clases. Otra cosa es que a veces es abierta y declarada y las más de las veces difusa, invisible o velada. No deja de ser curioso que otras corrientes anticapitalistas y revolucionarias entiendan que estemos en un período en que ya no hay lucha de clases. Exceso de “modernismo” (o posmodernismo)? Por otra parte, se supone que el proletariado “es revolucionario o es nada”. Será que entonces debemos entender que cuando no hay antagonismo alguno el proletariado totalmente integrado pasa a ser mero “capital variable”?

En fin, tampoco debemos perder de vista que la relación social capitalista es dinámica, y en cierta forma es como si se independizara incluso de la clase que la hizo nacer, y se ha demostrado ya en la historia como puede haber una clase dominante que gestiona el capitalismo sin ser necesariamente de acuerdo a las formas clásicamente asociadas a la burguesía de tiempos pasados: un ejemplo claro, la burocracia estalinista y sus derivados (maoísmo, castrismo, chavismo, etc.). Se pasa al capítulo 6, la cuestión de la ideología. En el libro del 1000 hay 5 partes:

1.- La ideología como cosificación. Para ello, acudir a los manuscritos de Marx de 1844,onde desarrolla en detalle ese tema, sobre todo en el capítulo sobre “el trabajo alienado”.

2.- Las “Tesis de Feuerbach”. El MIL cita la 8 y la 11. Las leemos. Quedamos de recstar el texto completo.

3.- Ideas separadas y poder. En este punto, se aprecia la fuerte y clara influencia situacionista. (En base a ella, consensuamos que nosotrxs no hacemos “crítico ideológica” sino que crítica de la ideología).

4.- El espectáculo de la ideología hoy. El MIL hace un repaso de las ideologías políticas de su tiempo. Recordamos que hace como 13 años un compa hizo una especie de repaso similar en nuestro medio, influenciado por el panfleto situacionista sobre “La miseria en el medio estudiantil”. Intentaremos rescatarlo de algún baúl de los recuerdos.

5.- Alternativa al mundo de la ideología.

Este punto queda pendiente para la quinta sesión (Viernes 5 de mayo, 18:30). Y de ahí, terminada la primera parte del libro, haremos el salto directo a la tercera parte, que es la que ofrece lo que podríamos decir el programa del MIL: todo el poder a los consejos obreros.

A continuación, el capítulo 6:
6. LA “IDEOLOGÍA” ES EL OPIO DEL PUEBLO La ideología como “cosificación”

Acabamos de plantear que la salida a todos estos dilemas y malentendidos que afectan a la esencia misma del pensamiento revolucionario estaba en la conciencia de clase. Nos hemos apresurado a decir que se trataba de una chispa mágica que brotaba espontáneamente de la clase obrera como encarnación providencial de una “idea”, bajada milagrosamente del cielo de los principios a la práctica cotidiana. Es fácil pues que nos imaginemos la “conciencia de clase” como una “teoría”, una “cosa”, una “ideología”, en definitiva: debemos pues apresurarnos a negarlo. Hemos empezado hablando del capitalismo como “reino de la mercancía y de la cosificación”. ¿Cómo podría la conciencia de clase del proletariado poner fin al Capitalismo si formara parte de el “reino de la mercancía”, aunque sólo fuera en tanto que elemento cosificado? Nuestra búsqueda de una alternativa revolucionaria al Capitalismo a partir del proletariado como cosa, de su “misión histórica”, de la conciencia del clase y de su misión histórica, acabaría sucumbiendo al reino de la mercancía y de la cosificación que pretende superar. Nuestra definición de ideología es radical: cuando el pensamiento revolucionario, la conciencia de clase, se inmovilizan bajo la forma de “teoría acabada”, de “método científico”, se convierten en “cosa”, en algo muerto, en algo manipulable y manipulado, y en consecuencia en algo desvirtuable y desvirtuado, en una mercancía adulterada que pasa de mano en mano siguiendo las leyes de la oferta y de la demanda, en un producto que se cotiza en el mercado. Marx sólo concebía sus aportaciones como un pensamiento para la acción, como un pensamiento revolucionario supeditado a la práctica revolucionaria. Hoy, cuando bajo la capa de “socialismo científico”, de “materialismo dialéctico”, etc., es la práctica la que se supedita a un pensamiento cosificado y dogmatizado, a una ideología, cobra todo su valor la famosa declaración pública de Marx: “yo no soy marxista” (Marx estando personalmente opuesto a los intentos de cosificación bajo forma de sistema de sus aportaciones al pensamiento revolucionario). Las “tesis sobre Feuerbach” de Marx En sus tesis “sobre Feuerbach” (1845) y en toda su obra de este período, Marx emprende un “ajuste de cuentas con su pensamiento filosófico anterior”, según sus propias palabras. Dice allí: Tesis 8 sobre Feuerbach: “Toda vida social es esencialmente práctica. Todos los misterios que desvían la teoría hacia el misticismo hallan su solución en la práctica humana y en la comprensión de esta práctica”. Tesis 11: “Hasta ahora los filósofos no han hecho más que interpretar el mundo de distintas maneras; se trata de transformarlo”. Marx rompe así radicalmente con el mundo de la ideología, y de forma especialmente tajante con la llamada “izquierda hegeliana” (Bauer, Feuerbach) que critican la religión en nombre de la filosofía, en nombre del humanismo (aunque hablen del “hombre concreto”): hay una diferencia fundamental entre esta “izquierda hegeliana” que es muy revolucionaria pero sólo sobre el papel y una salida revolucionaria en la práctica; esta diferencia es la que precisa Marx al distinguir entre quienes se limitan a interpretar el mundo y quienes lo transforman. Marx escoge así entre interpretar el mundo como humanista revolucionario y analizar en la práctica este espíritu revolucionario “transformando el mundo”. El camino que emprende es el más ambicioso y difícil pero el único camino real, materialista, concreto de verdad: la ideología, llámese religión, filosofía o humanismo es la que los filósofos críticos llaman “falsa conciencia”, lo que más adelante Marx denominará “superestructuras”; es un “misterio que desvía la teoría hacia el misticismo en vez de hallar una solución racional en la práctica humana y en la comprensión de esta práctica”. En una sola línea Marx resume brillantemente su toma de posición frente al mundo de la ideología y señala vigorosamente el camino de alternativa a dicho mundo de la ideología mediante la transformación revolucionaria mundial. La denuncia que Marx hace de la separación existente entre las ideologías y la práctica humana nos muestra lo que es en realidad el mundo de la ideología: un mundo de ideas absurdamente separadas de la primera, un mundo de ideas muertas, impotente y falso. Desde 1845, todo teórico revolucionario debe responder al desafío de Marx, colocándose en la posición por éste exigida: no interpretar el mundo sino transformarlo. Ideas separadas y poder Los revolucionarios actuales no sólo se hallan divididos sino también desconcertados: las “ideologías” a que se cogen como tabla de salvación estan completamente desvirtuadas, desnaturalizadas, mistificadas, podridas,… Marx dijo que él no era marxista y Engels dejó bien sentado que “Nuestra doctrina no es un dogma sino una guía para la acción”, y sin embargo el pensamiento Marx-Engels (y algo parecido podría decirse del doctrinarismo anarquista, o de cualquier otra forma de dogmatismo) quedó cosificado como ideología, como un todo completo, acabado, al que nada podía añadirse ni modificarse sin caer en pecado de flagrante revisionismo, al que no podían hacerse aportaciones creadoras: tenía que acabar convirtiéndose en un dogmatismo arcaísta aún cuando Stalin no hubiera existido (dogmatismo que se convirtió en ideología de estado o ideología en el poder, para acabar no siendo más que una mistificación política contrarrevolucionaria, en la que no es difícil señalar rasgos conservadores-reaccionarios-fascistantes). Pero resulta demasiado fácil criticar el marxismo-leninismo en tanto que ideología en el poder en determinados estados. También la mayoría de marxistas que viven en la oposición de los países capitalistas se han sentido castrados al encontrarse que se consideraba el marxismo como un sistema acabado, una ideología-cosa, una doctrina, hasta el punto de que podría decirse, imitando a Marx: “Hasta ahora, el marxismo se ha limitado a interpretar el mundo de distintas maneras; se trata de transformarlo…”. Pero el rasgo que caracteriza ante la opinión pública al “marxismo”, tanto si está en el poder como en la oposición, es realmente éste: que es la única ideología que ha tomado el poder que se ha demostrado eficaz. Quienes confunden la ciencia con la eficacia, admiten que el marxismo ha degenerado en ideología, dogmatismo, culto a la personalidad, que se ha convertido en una nueva religión que goza de millones de practicantes, en una Iglesia (con sus mártires, sus santos, sus ritos de iniciación, sus catecismos, sus ceremoniales, sus monumentos, su Santa Inquisición, sus cismas, sus Sagradas Escrituras, sus herejes, etc.). Pero se creen que es el único pensamiento revolucionario científico, pese a tantas y tan manifiestas irracionalidades, porque es el único que ha tomado el poder. La ideología, vista desde el punto e vista de la cosificación, no es sólo un pensamiento revolucionario que se inmoviliza, que se convierte en “cosa”: al hacerlo se convierte en ideas separadas (o “ideas separadas del poder”) que pueden dar pie en cualquier eventualidad a un poder separado (justificado en unas “ideas del poder separadas”). Desde la aceptación el mantenimiento de unas ideas en tanto que “ideas separadas” (lo que Marx critica, en definitiva, a las “ideologías”) hasta la justificación de un “poder separado” no hay más que un paso; en el caso de los bolcheviques, el poder del estado separado del poder de los Consejos Obreros (o “Soviets”), el poder del partido separado del poder del estado, etc. etc. “El marxismo como institución -ha señalado agudamente el economista polaco Kolakowski- es casi la contradicción del marxismo como método”. El espectáculo de la ideología, hoy Una vez analizado el planteamiento clásico y sus prolongaciones, pasamos balance a las modernas mistificaciones ideológicas: 1) Las ideologías “revolucionarias” –marxismo, anarquismo, etc.- manejadas por manos dogmáticas y contrarrevolucionarias y a veces por la propia burguesía. La URSS brindó ayer al Fascismo y hoy al Neocapitalismo una ideología tecnocrático-autoritaria (la “planificación”, el poder supremo del Estado, la tecno-burocracia, etc.); el anarquismo en cambio ha sido utilizado por la CIA y por las campañas de prensa de la guerra fría y hoy se utilizan algunos eslóganes separados del conjunto del sistema como “autogestión”, “participación”, “descentralización”, etc. 2) Las ideologías reaccionarias de la derecha se presentan bajo la forma de irracionalismo (fascismo, etc.) o bajo la forma moderada del pragmatismo “no ideológico”: -la ideología de la des-ideologización, del fin de las ideologías, -la ideología-mistificación que se finge no ideológica (la “ciencia”, la “técnica”, la “racionalidad”, la “objetividad”, en tanto que elementos manipulados para constituir una ideología tecnocrático-fascista al Neocapitalismo, -la sofisticación de la sociedad de consumo en tanto que “ideología” aunque no presenta un cuerpo teórico sólido (la publicidad como ideología, como espectáculo de la mercancía en el reino de la mercancía, etc.). En resumen, la burguesía lleva la iniciativa en cuanto a ideologías y manipulación de sus contenidos, sigue una estrategia con posiciones agresivas y defensivas: Trata de consolidar agresivamente una sólida ideología tecnocrá- tico-fascista acorde con las relaciones de producción y las relaciones sociales en el Neocapitalismo (es decir, una ideología de clase dominante, una superestructura, una falsa conciencia), y al mismo tiempo se coloca a la defensiva de toda crítica mediante el recurso de sacar sus conceptos de las ideologías “revolucionarias”, sus posibles críticos, y dándoles una apariencia no ideoló- gica. A través de la parcialización de la teoría revolucionaria, la burguesía anula su carácter transformador para más tarde integrarlo en sus sistema establecido; en este proceso de recuperación el Neocapitalismo tiene como más firmes aliados a las organizaciones tradicionales de la clase obrera (partidos y sindicatos). El Neocapitalismo trata pues de constituir por todos los medios una fachada respetable de falsa racionalidad que oculte sus profundos irracionalismos, que evite que sus irracionalismos en la producción y en las relaciones sociales se evidencien a nivel ideológico: el Neocapitalismo demuestra más que nadie que la “ideología dominante en una sociedad de clases es la ideología de la clase dominante”, que la ideología no es sólo una superestructura sino una mistificación que expresa una falsa conciencia. Alternativa al mundo de la ideología No basta con criticar el marxismo vulgar para entrar en las filas del pensamiento crítico, no basta con decir que su pecado original ha sido tomar el poder, ni tampoco que al constituirse en “ideas separadas” se predisponía a tomar el poder: hay que decir bien alto que tomó el poder en vez de destruirlo, que en vez de transformar la sociedad se constituyó en ideología de Estado, en “opio del pueblo”; según nuestros “revolucionarios” de hoy, reliquias intactas de los años 20, existe una “economía marxista”, una “filosofía marxista”, un “estructuralismo marxista”, unas “ciencias naturales marxistas”, un “arte marxista”, etc. Hay verdaderas manadas de “especialistas en marxismo” que hacen el juego a toda nuestra sociedad occidental de especialistas y parcelas especializadas, especialistas que no tienen ni el sentido de la totalidad (por eso son “especialistas”) ni el de la alternativa de Marx (transformar el mundo en vez de interpretarlo); los “especialistas en marxismo” interpretan el mundo en vez de transformarlo. Volvamos pues al punto de partida de la crítica del mundo de la ideología, a la “Tesis 11 sobre Feuerbach” de Marx. Acabamos de comprobar que en los países del

Este el marxismo-ideología es una cosa práctica concreta, un instrumento de poder; si analizamos con rigor la sociedad neocapitalista podremos descubrir también en ella estos mecanismos casi invisibles que ponen en relación toda una serie de “ideas separadas” (ciencia, técnica, publicidad, arte, espectáculo…) con el poder de la tecnoburocracia del Estado bajo el reino de la omnipotente mercancía, y siguiendo las leyes y normas de su fetichismo y cosificación. La ideología, toda clase de “ideas separadas”, son algo concreto susceptible de ser utilizado por políticos, por el poder: lo que estamos escribiendo, por ejemplo, puede ser utilizado o manipulado por los poderosos “líderes” de la poco poderosa oposición antifranquista, si se ve reducido a su carácter de cosa elaborada que ahí queda, sino se traduce en una práctica que realice cuanto aquí venimos escribiendo. La crítica “teórica” a la ideología que aquí hemos emprendido, tanto desde el punto de vista arcaísta –cita de la “tesis de Feuerbach” de Marx- como desde el punto de vista modernista –la ficción del fin de las ideologías tanto por parte de los burócratas “prácticos” del Este como por parte de los tecnó- cratas científicos del neocapitalismo no tiene valor alguno por sí sola; sólo tiene valor en la medida en que no sean ideas separadas de la acción, en la medida en que estén situadas constantemente al nivel de la “praxis”. El concepto “praxis” quiere indicar precisamente esto: un pensamiento en proceso de realización, una realización que se piensa a media que nos apropiamos de ella como realización: praxis no es lo mismo que “práctica”, es el paso dialéctico continuo del pensamiento a la acción y viceversa. NO hay teorías ciertas o falsas, sino pensamientos eficaces o no, realmente realizados en una apropiación creadora. Cuanto hasta aquí se ha escrito, especialmente que la conciencia de clase (que asume la misión histórica del proletariado contra el mundo de la mercancía) no es una ideología, sólo tiene valor en la medida en que se relativiza su propio mundo estableciendo una reestructuración crítica permanente que impida su constitución como “ideas separadas”; en definitiva, sólo tiene sentido en la medida en que no queda separado de la realidad concreta y de su proceso mundial de transformación. Cuanto hasta aquí se ha escrito y cuanto pueda seguir escribiéndose, sólo tiene sentido si quienes lo escribimos, quienes lo difunden, quienes lo leen, quienes lo intuyen, etc., contribuimos colectivamente a realizarlo en la práctica, a transformar el mundo aquí y ahora.

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