¿Liberar el trabajo? ¡Liberarnos del trabajo!

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No se trata de desembarazarse del lado “malo” del capital -la valorización-, guardando el “bueno” -la producción-. Pues como hemos visto, el valor y la lógica de la ganancia imponen un cierto tipo de producción, súper-desarrollan ciertas ramas, descuidan otras.
(Jean Barrot. “Capitalismo y Comunismo”)

Por lo expuesto a lo largo de este Cuaderno, está claro que no proponemos nacionalizar las fábricas, ni nos conformamos sólo con luchar por mejorar las condiciones de trabajo. Asimismo, tampoco queremos auto-gestionar las fábricas, ni abolir el dinero para suplantarlo por bonos o algo que se le parezca. Afirmamos del mismo modo, que no queremos llevar adelante una crítica “moral” del trabajo, ni que nos oponemos a éste porque nos da la gana, “nos parece aburrido” o tenemos mejores propuestas para hacerlo más “justo”. Mucho menos igualamos la revolución a contentarse con tomar los medios de producción… ¡Cómo si eso fuese suficiente! Queremos reapropiarnos de nuestra actividad humana, y queremos someter a crítica los medios de producción antes de tomarlos ciegamente: nuestra lucha no es por producir y re-producir este mundo, tal como está pero sin dinero, patrones ni Estado.

Nuestro posicionamiento no es una reivindicación acrítica de las masas trabajadoras por su condición justamente de trabajadora (como señalábamos en el artículo anterior: “ideología del sacrificio”) tolerando así toda la carga de enajenación, sino de la posibilidad que ellas encarnan en su propio seno, más precisamente de su posibilidad de auto-supresión revolucionaria. Por ello, no hay contradicción entre nuestras posiciones de “abajo el trabajo” y el apoyo a ciertas luchas de los trabajadores o cualquier grupo social que se plantee en conflicto con la sociedad en tanto lucha por una reivindicación y no una reforma. No circunscribimos la idea de lucha en torno al trabajador, sino al proletario que puede luchar tanto en su barrio contra los desalojos como en la oficina, la fábrica, etc.

Si sostenemos que la lucha contra la explotación es llevada a cabo por la humanidad dominada, no es porque ésta posea alguna superioridad moral con respecto a la de quienes pertenecen a la clase dominante, o porque encarnen un designio celestial o místico, sino porque la contradicción entre sus necesidades humanas y sus condiciones materiales de existencia le empujan a luchar (independientemente del nivel de consciencia) contra su situación y todo lo que la sustenta. Y de ninguna manera soñamos con una revuelta de los proletarios que apunte a imponer el modo de vida proletario actual a toda la especie humana.

Otra vez volvemos a algo ya esbozado en el Cuaderno anterior, cuando preguntábamos cómo liberarnos del trabajo, pensando en brindar soluciones al ordenamiento actual. “¿Quién recogería la basura? ¿Dónde la acumularíamos?” Antes de responder a esa pregunta, deberíamos analizar el actual modo de producción de basura, y la basura que es el modo actual de producción.

Tampoco nos posicionamos desde un pseudo-hedonismo, donde se propone la abolición del trabajo para dar paso a un juego que comenzaría al nacer y acabaría al morir. Estos hedonistas modernos, que oponen al trabajo un no-trabajo propio del capitalismo, no nos convencen sobreestimando placeres capitalistas a menor costo, como el hecho de viajar o disfrutar “lo bueno” del capitalismo sin pagarlo. Las vacaciones, sean más baratas o incluso gratuitas, no dejan de ser parte del disfrute capitalista, del hecho de desplazarse a lugares siempre similares para obligarse a “descansar”, “aprender” o “explorar”. Y el resto de los supuestos placeres capitalistas, no dejan de ser capitalistas por no pagarlos directamente o por el simple hecho de creer que no lo son. Nadie puede mantenerse “al margen” de un mundo que ha sido infectado en su totalidad por el veneno de estas relaciones de producción: tanto el “libertario” que come de la basura porque desea no pagar por sus mercancías comestibles, como el cartonero que lo hace porque no tiene otra opción, cumplen al fin y al cabo la misma función en la dinámica del consumo. Se alimentan de los deshechos de lo que consumen los demás y que antes otros proletarios asalariadamente produjeron, su “estilo de vida” (impuesto o elegido) no es extendible a la totalidad de la población, y existen porque existe el modo de producción capitalista.

“El hombre crea colectivamente los medios de su existencia, y los transforma; no los recibe regalados por las máquinas, pues en ese caso la humanidad estaría reducida al estadío del niño, que se contenta con recibir juguetes cuyo origen ignora, y cuyo origen ni siquiera existe para él (los juguetes están ahí, existen, es todo). De la misma manera, el comunismo no hace el trabajo perpetuamente alegre y agradable. La actividad eminentemente enriquecedora del poeta pasa por momentos penosos e incluso dolorosos. Lo único que hace el comunismo en este dominio es suprimir la separación entre el esfuerzo y el disfrute, la creación y el recreo, el trabajo y el juego.” (Jean Barrot. “Capitalismo y Comunismo”)

Nuestra lucha no es seguir en el mundo de lo separado y optar por uno de los extremos, nuestra lucha es por abolir dicha separación.

GESTIÓN Y AUTO-GESTIÓN

Los explotados no tienen nada que autogestionar, a excepción de su propia negación como explotados.
(Anónimo, “Ai ferri corti con l’esistente, i suoi difensori e i suoi falsi critici”)

¿Y qué decir de la toma de fábricas y de espacios? Podemos remarcar que, en los mejores casos, se atenta contra la propiedad privada, se confronta con el patrón y sus guardias, se desvía el uso de medios de producción y espacios para necesidades y deseos más propios. Ahora bien, éstas, entre otras prácticas que pueden ser el comienzo de una verdadera revuelta, no representan un motivo suficiente para evitar realizar una crítica, que además siga aportando en la comprensión de la sociedad mercantil generalizada. Tarea fundamental para no restaurar el orden capitalista “desde abajo” con nuestras manos y la de nuestra gente. Por eso afirmamos rotundamente: un esfuerzo más si queremos ser revolucionarios.

El gestionismo, es decir: intentar gestionar la producción de este sistema, no es más que la otra cara del politicismo: considerar que tomando el mando del gobierno se puede cambiarlo todo.

Observamos entonces que un cambio social es deseable, pero esto a su vez co-existe con la afirmación implícita dominante de que no es posible. Por lo tanto, se intentan realizar ambos pensamientos a la vez, lo que da como resultado la neutralización de un cambio revolucionario, al pretender prácticas anti-capitalistas dentro del capitalismo.

En la gestión del capital a manos de la clase trabajadora, se continúa sin poseer autonomía con respecto a las leyes de la producción capitalista. Esto reforma el capitalismo poniendo a los mismos trabajadores a preocuparse del comercio, olvidando que lo que necesitan es en realidad la destrucción de ese comercio por más “solidario” o “justo” que lo consideren. Por ello lo de “obreros y obreras sin patrón/a” del trotskismo, también puede ser cierto pero no como sinónimo de “anti-capitalismo”, sino como rechazo de la autonomía por el automatismo. La fábrica bajo control obrero no es más que los obreros bajo control de la fábrica.

Sería más fácil pensar que el capitalismo y todo lo que nos convierte en esclavos es un espacio físico al cual destruir o al cual conquistar, pero también sería erróneo. El Capital es un conjunto de cosas y relaciones, pero es además un sujeto social e histórico que, a pesar e independientemente de las personas o tendencias ideológicas que crean o quieran dominarlo, es el que condiciona las dinámicas económicas.

Debemos sin embargo precisar algo muy importante: las críticas aquí expuestas no son un ataque a los proletarios que día a día deben sobrevivir y por ello venden su fuerza de trabajo a un patrón directamente o indirectamente. Cada uno de nosotros sabe lo difícil que es juntar el dinero suficiente día a día o mes a mes, y a la “creatividad” que hemos tenido que recurrir más de una vez. Pero sí son un ataque directo al gestionismo en tanto que proyecto social y expansivo, en tanto que apología de una de las tantas formas que tienen los proletarios para sobrevivir, es decir: al gestionismo en tanto que ideología.

“El gestionismo extremo aparece así como la última trinchera de la defensa capitalista, como puede vislumbrarse ya en las luchas actuales. Las modernizaciones del gestionismo y reformismo, que bajo la forma de “cambiar al mundo sin tomar el poder” (en realidad cambiar al mundo sin destruir ni el poder burgués, ni el capital), debemos considerarlas como parte de la preparación contrainsurreccional de la burguesía. Cada vez que el proletariado ha salido a la calle y se ha encontrado en una cierta correlación de fuerzas, esas “nuevas” expresiones del viejo y putrefacto gestionismo han constituido barreras reales de defensa de la gestión autónoma de las unidades del capital (empresas, emprendimientos productivos, municipios…) y han logrado liquidar las energías y la dinámica de destrucción revolucionaria del capital portada por el proletariado.” (Grupo Comunista Internacionalista, “La contrarrevolución rusa y el desarrollo del capitalismo”)

[Cuadernos de Negación, Nº3. Abril, 2010. Pp. 22-23]

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