Alfredo M. Bonnano – “La Destrucción y el Lenguaje”

November 14, 1917 
The campus of American University in Washington, DC was  used for training and weapons storage during World War I. This soldier was demonstrating a uniform designed to conceal him while climbing  trees.

(via todaysdocument)

Traducido por doitordiewashx@riseup.net

Alfredo M. Bonnano – La Destrucción y el Lenguaje1

Por primera vez entramos a un orden de problemas diferentes que a la
tradicional crítica del partido, del sindicato, etc. Por
supuesto, cuando hablamos de destrucción, esto se vuelve un
peligroso campo minado en el cual aparecen muchas objeciones, la
discusión podría no tener fin.“

La estructura de la dominación, las condiciones del conflicto y
la composición de la clase explotada, han cambiado hasta tal
punto que se ha vuelto totalmente inconcebible un movimiento al
estilo de la “toma del Palacio de Invierno” marxista o la
liberación “desde abajo”, según la lógica
anarquista. Estos dos intentos se contradicen, pero comparten la idea
de expropiar los medios de producción y dejarlos en manos de
los representantes de la clase explotada, la cual organizará
la sociedad liberada. ¿Qué queda, pues?

Lo que queda es el ataque destructivo y
este es el último punto con el cual les voy a aburrir ésta
noche. El más delicado, porque no hay manera de hablar sobre
la destrucción sin caer en malentendidos. Me preguntan, por
ejemplo, ¿pero qué quieres decir con destruir? ¿qué
significado tiene echar abajo un poste de alta tensión, cuando
cientos de miles, quizás millones de ellos, siguen en pie?
¿Qué significa?

Creo que deberíamos hacer un mínimo de reflexión, dar
un paso atrás. Cada uno de nosotros se ha hecho una visión
negativa y una positiva, en su interior, de la realidad. Vivimos en
un contexto que asumimos como real (a menos que aceptemos el concepto
de “la mariposa y el sueño”), que pensamos es real y
positivo, o sea, correspondiente a una dimensión constructiva
provista con características que evolucionan en el tiempo, y a
esa evolución la definimos como historia. Desde la neblina de
una hipotética Edad Media negativa, hemos llegado a la
civilización moderna. Ahora está la penicilina, y la
gente no sigue muriendo de peste y ni siquiera de malaria, por lo
menos hasta ciertos límites, a pesar de que aun hay lugares
del planeta donde la gente muere de esas cosas.

Dentro de nosotros damos un valor positivo a lo constructivo, porque somos
una organización (incluso desde el punto de vista biológico)
y tememos a la muerte como concepto extremo de “destrucción”.
Pensamos que nuestras vidas son acumulación de lo positivo.
Crecemos, somos niños, adquirimos mayor fuerza, nos volvemos
adultos, luego ancianos, y en fin, llega la muerte. Esto
último esta siempre relegada al futuro, pero en el transcurso
de nuestras vidas, solamente queremos adquirir por lo menos
reconocimiento, en vez de propiedades inmobiliarias, pues siendo
nosotros anarquistas y revolucionarios, no poseemos nada. Pero esto
no es todo lo que queremos hacer. Desde el momento en que pensamos
que el crecimiento y la adquisición son positivos,
consideramos lo cuantitativo positivo. En otras palabras, si
conocemos tres idiomas, nos creemos mejores que alguien que conoce
solo uno o dos. No nos damos cuenta que hay una hipótesis
funcionalista, una hipótesis utilitaria, en todo esto. Hay
residuos de aquel viejo proceso del siglo XVIII, en el cual se
pensaba que persiguiendo lo que para una persona era útil, se
conseguía incrementar lo que era útil para toda la
humanidad. Concepto muy dañino que trajo muchas consecuencias
negativas. ¿Qué pasó con esta consideración
por parte de nosotros, de la cantidad, la cantidad de cada día,
como la calidad de nuestra vida?

Perdimos nosotros, en el agonizante deseo de tener algo que poseer, la
cualidad de ser alguien, para ser algo,
y no somos capaces de caracterizar esta realidad de nosotros, por la
cual vale la pena vivir.

He aquí porque tememos a la destrucción: primero, porque
nos recuerda a la muerte. Segundo, porque nos recuerda el rechazo a
la funcionalidad. Aquel que destruye no es funcional a nada.

No es, de hecho, verdad- al menos no completamente- que echando abajo un
poste de alta tensión se provoque daño real a los
intereses de ENEL2
No existe ecuación en la cual “un poste menos” sea
equivalente a “un daño más” a ENEL. Una relación
absoluta en este caso no existe, y cualquiera que esté
tratando de probar esta ecuación está hablando
tonterías. Entonces, ¿por qué le tememos a la
destrucción? Le tenemos miedo a algo en nuestro interior, no
algo fuera nuestro. Logramos entender la cantidad, el crecimiento y
la adquisición a través de la razón. Conseguimos
comprender la crítica a todo esto por medio de la razón,
llevando al débil pensamiento que mencioné antes, a la
incertidumbre, a la duda, etc. No logramos entender por medio de la
razón a la destrucción, porque para entender el
concepto de la destrucción en su sentido más radical,
cada uno de nosotros debería sentir la sensación de
repulsión hacia nuestra dignidad ofendida: en lugar de
entender el significado de la destrucción, cada uno de
nosotros debería tener que estar involucrado personalmente.

No podemos destruir algo si no estamos dispuestos a destruirnos a
nosotros mismos en el momento en que destruimos esa cosa… En mi
opinión, este es el concepto de participación en el
acto destructivo. Podemos separar lo adquisitivo, el acto
constructivo, de nosotros, y decir: “mira, tengo una casa con una
biblioteca de 10.000 volúmenes”, pero no podemos separarnos
de la idea de la destrucción adentro de nosotros mismos. En
otras palabras, podemos usar el lenguaje para ilustrar el concepto
adquisitivo, la casa, los libros, la cultura, el crecimiento, los
tres idiomas que dominamos, pero no podemos usar el lenguaje para
ilustrar el problema de la destrucción, no podemos hacerlo.
Mis palabras no tienen sentido, he aquí porqué llueven
en vuestras cabezas, como privadas de significado, porque hablar de
la destrucción no tiene sentido a no ser que sea en otro tipo
de lenguaje, el cual no esta formado solamente por palabras, sino por
un extraordinaria y compleja combinación llevada a cabo entre
la teoría y la practica. La totalidad de cada uno de nosotros,
de nuestros seres humanos, la profundidad existente de
nuestros cuerpos y nuestros pensamientos, es la simbiosis de la
teoría y la practica, no solo el riesgo, sino también
el deseo, el placer, la lujuria de vivir nuestras vidas
completamente. Este es un lenguaje diferente. Y ese no es un lenguaje que pueda ser
clasificado en palabras, en discusiones como la que estamos haciendo
ahora, en esta aula universitaria…


La destrucción no es una idea metafísica. La
destrucción consiste en ir a un lugar y arruinar algo, pero el
proceso que puede permitirnos realizar esta acción es un
proceso que debe involucrarnos en nuestra totalidad, como seres
humanos completos, como hombres y mujeres capaces de expresarnos
completamente, no en la separación que quiere distinguirnos de
lo que hemos conseguido con lo que sabemos, con lo que tenemos, no en
esta separación, porque el lenguaje de las palabras es el que
domina en esta separación.

Y este es un lenguaje ordenado por la racionalidad de cientos de años de
opresión, en fin, el lenguaje cartesiano de aquellos que
construyeron prisiones, cámaras de tortura, inquisición;
el lenguaje de los sacerdotes, franciscanos, dominicanos, quienes
enviaron a Giordano Bruno a la hoguera en el Campo dei Fiori. En la
destrucción es otro el lenguaje que prevalece, para la
destrucción otro lenguaje es necesario.

En la destrucción emerge el lenguaje de la gratuidad, del
desmantelamiento, el lenguaje del mito, este es el lenguaje de
Dioniso. Dioniso es el dios de lo extraño, el que viene como
un ladrón en la noche, penetrando dentro de nosotros. Dioniso
es el dios de las mujeres, no de los hombres. He aquí porque
el concepto de la destrucción es a veces mas comprensible para
las mujeres que para los hombres, quienes son mucho más
miedosos que ellas.

¿Por qué está el concepto de la destrucción ligado a
Dioniso, el dios que viene en la noche como un ladrón, el que
no tenía lugares de culto, que fue un extranjero en cualquier
parte y que en cualquier parte penetraba en los cultos de otros
dioses? Porque el culto de Dioniso estaba especialmente basado en la
destrucción, es más, en el desgarramiento de las partes
(sparagmós) del enemigo. La víctima es despedazada,
destrozada, deshecha, y esta es la noción efectiva de la
destrucción, en la cual vemos la participación
dionisíaca en el primordial acto de destrucción del
enemigo, desde su raíz mas profunda. Esto no tiene nada que
ver con el ataque cuantitativo.

Por primera vez entramos a un orden de problemas diferentes, que no tiene
nada que ver con la tradicional critica del partido, del sindicato,
etc. Por supuesto, cuando hablamos de destrucción, esto se
vuelve un peligroso campo minado en el cual hay muchísimas
objeciones, la discusión podría no tener fin, es por
esto que quiero concluir diciendo que el concepto de destrucción
es expresable a través de la totalidad de la persona que la
lleva a los hechos, y al momento que aquella la lleva a la acción,
esta es teorizada, con la posibilidad de ser entendida por el otro. A
diferencia del concepto constructivo, el cual puede ser separado de
quien lo lleva, quien entonces puede estar hablando muy bien sobre
los problemas relacionados con la construcción, y así…


Quiero que se entienda bien que no existe solamente el lenguaje de
las palabras, el que todos experimentamos, sino también hay
otras posibilidades para comunicarse. Podría decirse que cada
uno de nosotros posee su propio lenguaje. Esto es porque, cuando
entendemos lo que es la destrucción, cuando comprendemos que
esto no se trata de solo destrozar computadores, cuando tomamos
conciencia de que esto es solo el aspecto lúdico del problema,
y que hay algo más que debemos considerar, algo que nos
involucra personalmente, hasta nuestras más profundas raíces,
y este es el impulso inicial en la parte de nosotros que se relaciona a la
dignidad herida de la cual estamos sin duda conscientes, porque de
otra manera no estaríamos aquí, no seriamos ni por si
acaso compañeros, es entonces en el momento en que estamos en
posesión del lenguaje destructivo, que podemos comenzar con el
accionar destructivo.

¿Te has preguntado alguna vez a ti mismo por qué te molestas
cuando ves a un fascista? Él es un ser humano, como tu, como
yo, es más, a veces los fascistas son hermosos jóvenes,
hermosas mujeres ¿por qué ellos te fastidian? ¿por
qué el policía te causa repulsión? ¿por
qué son peligrosos? ¿por lo que ellos dicen? No. Esto
es algo que no es fácil de entender. Cuando estoy en la
cárcel, la peor cosa que aparece ante mis ojos son los hombres
uniformados. Es por esto que cierro mi puerta para eludir verlos,
para evitar escucharles hablar. Ellos hasta pueden decir cosas
inteligentes (un hecho difícil en si mismo), pero hay algo ahi
que no puede ser expresado, algo que me desagrada.

Cuando hablo del problema de la destrucción, hay también una
objeción que tiene que ver con que no es posible hacer una
distinción entre el vándalo que destruye todo y el
revolucionario que ataca después de un preciso proceso de
razonamiento. El problema permanece y no es fácil
identificarlo. Una diferencia “objetiva” entre el acto
revolucionario destructivo y el acto vandálico no puede ser
echada abajo sin correr grandes dificultades. No podemos buscar una
diferencia “objetiva” que nos deje satisfechos de una vez por
todas. No podemos decir que atacar una camioneta de la policía
y tirar abajo un poste de alta tensión sean actos
revolucionarios por si mismos y que pelear en los estadios sea
“hooliganismo”. La gratuidad no es un factor decisivo en como uno
determina la diferencia entre el hooliganismo y el acto
revolucionario. Si así fuera, una vez mas estaría ahí
la hipótesis funcionalista, la meta a alcanzar ocuparía
el lugar del proceso de razonamiento. Si pensamos que derribando un
poste de ENEL, bloqueamos el corazón del Estado, entonces
estamos verdaderamente afuera de la realidad, incluso si se tratara
de cientos de postes. No es la lógica matemática lo que
cuenta.

Es importante comprender que la diferencia está y tiene que ser
buscada en la madurez individual de las personas que llevan a cabo
estos acciones, en lo que ellos sienten, lo que ellos desean e
incluso en lo que ellos sean capaces de proyectar en la practica,
transformando el sueño en realidad concreta.

No hay duda que uno encuentra en el hincha de fútbol una rara
acumulación de sentimientos que se oponen. Está la
gratuidad del acto, la ignorancia, la incapacidad del vándalo
para asociar los elementos que determinan la realidad que lo rodea.
Pero también hay una sensación de rebelión. Esto
no sugiere que la rebelión tenga lugar, ya que a menudo en el
hooligan es el instinto de manada el que prevalece. De hecho no es
verdad que quien pelea en los estadios se rebele individualmente.
Ellos están casi siempre regidos a través de procesos
de alistamiento, financiados por variados clubs, trayendo consigo
estructuras de equipos, símbolos, eslogans, trozos de vieja
ideologías, etc.

El compañero que actúa atacando una estructura del
enemigo, incluso queriendo acudir a la posible identificación
de un planeamiento meramente “objetivo”, recurre a
diferentes motivaciones, desde una maduración social mas
articulada. Si, en la esfera individual, el hooligan no sabe como
pasar el domingo en manera entretenida, el compañero involucra
todo su ser en el ataque a un objetivo. Entrando en la dimensión
destructiva, él hace un quiebre con la persistente tradición
de lo cuantitativo, del crecimiento y de institucionalización
de la vida regulada por otros; he aquí la diferencia.

En mi opinión, la clave de la explicación hay que buscarla
en comportamientos que tienen una importancia subjetiva, sin que
aquellos comportamientos se abandonen a si mismos, por esta razón,
a la atomización, a la condición elemental de
componentes aislados sin cohesión entre ellos. Y es obvio que
tenemos miedo de empezar de este sencillo elemento, tenemos miedo de
reconocer que es posible que la motivación individual sea un
punto de inflexión. Y tenemos miedo porque por ciento
cincuenta años nos han señalado que es necesario partir
no desde el individuo, sino desde la clase, del análisis
objetivo, desde la historia, desde los mecanismos intrínsecos
adentro de la historia, desde aquello que se llamaba “materialismo
dialéctico”. Aún no nos hemos liberado totalmente de
esa herencia.

Traducido por doitordiewashx@riseup.net

1Transcripción de la grabación de cuatro conversaciones autogestionadas entre 23/02 y el 25/03/1996 realizadas por Alfredo M. Bonnano, en la
Facultad de Sociología de la Universidad La Sapienza de Roma, tituladas “El Dominio y la Revuelta en la sociedad posindustrial.
Excluidos e incluidos”. Publicado en “El Dominio y la Insurgencia”. Ediciones Anarchismo. Catania, Italia. Diciembre del 2000

2En la lucha contra ENEL (compañía eléctrica del Estado italiano, actual dueña de Endesa) y la contaminación
electro-magnética, las torres de alta tensión de esta fueron saboteadas por los anarquistas en Italia entre los ’80 y los
’90.