Todo debió empezar con la llegada a España de una facción enviada a España por Bakunin. Arístides Rey y Elie Reclus llegan a Barcelona desde el país vecino para introducir las ideas de la A.I.T. En Cataluña, la magnífica acogida que obtuvieron del joven movimiento obrero fue sorprendente para ellos.
Más tarde, se les une el que estaba considerado como “la mano derecha” de Miguel Bakunin, José Fanelli. Siguiendo con su labor, se desplazan hasta Valencia, y desde allí hasta Andalucía, si bien Fanelli deja el grupo y se dirige a Madrid, donde unos meses más tarde, con la ayuda de los obreros de “Fomento de las Artes “formaría el grupo fundador de la AIT en España, que más tarde organizaría la propaganda y tras crear un periódico difundiría por toda España los principios anarquistas y revolucionarios de la A.I.T., en su versión bakuninista.
Aun cuando en Cataluña la acogida a las nuevas ideas fue muy buena, debido a su desarrollado obrerismo y su régimen de explotación en las fábricas textiles, en Andalucía fue como el estallido de una nueva religión. Las legiones de obreros desheredados de toda tierra, junto al sufrimiento acumulado generación tras generación, era un terreno perfectamente abonado para que el grito de “viva la revolución” y la nueva y radical idea de que la tierra es para quien la trabaja se extendiera por todos los campos andaluces de Este a Oeste. Prueba de ello es que, de los cerca de 50.000 obreros que contó en muy corto espacio de tiempo la Federación de Trabajadores de la Región Española, Andalucía aportaba unos 29.000. Cataluña contaba en ese momento con unos 13.000 afiliados. Junto con Andalucía formaba la columna principal del internacionalismo en España. Pero las condiciones del obrero catalán, con ser malas, distaban mucho de las de los braceros andaluces, lo que motivó que en esta región se llevaran a la práctica las ideas libertarias en busca de una revolución social que cambiara su suerte y la de sus hijos.
En 1.878 Andalucía, una tierra que no puede seguir soportando la opulencia de unos y la miseria de otros, se convierte en una hoguera. Se queman los cortijos, los olivares, se mata el ganado, se arrancan viñedos, etc. En el mes de Abril, los motines en Jerez alcanzan cotas alarmantes. Tanto en la ciudad como en la campiña. Se asaltan comercios, se queman cortijos, se arrasan panaderías, se invaden las casas de los terratenientes., etc
Estos hechos tuvieron su continuidad en Arcos, Cádiz y Sevilla, donde la necesidad obligaba a familias enteras a pasar sin comer en todo un día.
A raíz de estos actos, la FRE “amonestó” a sus afiliados mediante un comunicado secreto que decía lo siguiente:
“Hacéis poco. Tenéis el deber de hacer más. Cuanto encierran los graneros es vuestro. Es el sudor de vuestra frente. Y como es vuestro no debéis pedirlo, debéis tomarlo. El deber de todo revolucionario no es morir de miseria y de hambre, sino levantarse en contra de la injusticia y luchar por la revolución social, individual o colectivamente. Guerra, guerra siempre hasta que abran los ojos a la luz o hallamos triunfado. ¡El que quiera comer que trabaje! ¡Los que no trabajan y a cualquier precio viven del pueblo, roban a los trabajadores! ¡Son ellos los ladrones! ¡Mueran los zánganos! ¡Al agricultor la tierra! ¡Al obrero la fábrica! ¡Al menestral el taller! ¡Viva la Revolución Social!.
Conocido este comunicado por las autoridades burguesas, llenas de temor más que de vergüenza, sometieron a una intensiva vigilancia a los campesinos e internacionalistas conocidos. Al año siguiente se comienza una campaña contra todo tipo de asociación que ellos consideraran ilícita, apoderándose de documentaciones, listas de afiliados, estatutos, directrices, propaganda, etc. etc. Entre estos documentos, lógicamente había algunos “clandestinos” y revolucionarios. En una de estas requisas de documentación que se efectuaron en Jerez , se encontró una cantidad de información sobre una sociedad secreta que se auto denominaba “Sociedad de Pobres contra Ladrones y Verdugos. Jerez – Europa Siglo XIX” y que sus miembros, para referirse a ella, la llamaban, “La Mano Negra”.
Del reglamento de La Mano Negra:
“Declaramos a los ricos fuera del derecho de gentes, y declaramos que para combatirlos como se merecen, es necesario y lícito que aceptemos todos los medios que mejor conduzcan al fin, incluso el hierro, el fuego y la calumnia”.
Durante los cuatro años siguientes continúa la persecución de los campesinos y federados. La cárcel de Jerez aloja a muchos campesinos y obreros acusados de iniciar la revuelta social.
Pero la situación no cambia en cuanto a la miseria; en Trebujena 400 jornaleros piden pan o trabajo, y asedian al alcalde; la gente subsiste mediante la caza furtiva, y la recolección de frutos y hierbas silvestres, caracoles, etc.
En el año 1883, esta Andalucía hambrienta se enaltece cuando se conocen en toda España los hechos protagonizados por La Mano Negra. Las autoridades, contrarrestan las tendencias de apoyo a esa asociación, atribuyendo a la misma aberrantes crímenes, incluso los de dar muerte a niños, mujeres y ancianos. Se les acusa de querer derrocar al gobierno de la nación, destruir al Estado, y querer pasar a cuchillo a las clases dominantes del país.
Las autoridades y la burguesía terrateniente se prestaron junto con la Guardia Civil a reprimir de la forma más brutal todo movimiento o inquietud campesina, toda idea de cambio, y en consecuencia, en pocas fechas, las cárceles de Jerez y Cádiz, se abarrotaron de braceros y obreros. En esta situación, se produce el asesinato del “Blanco” de Benaocaz, que fue el que desencadenaría el proceso a la Mano Negra…., pero eso ya, la siguiente “entrega”.
DELACIONES, PERSECUCIONES Y DETENCIONES
El día 4 de diciembre de 1982, la víspera de la ejecución del “Blanco”, fueron detenidos en Jerez los componentes de una Junta, en cuyos estatutos se recogía explícitamente que su objetivo era el de realizar venganzas de los obreros y campesinos contra sus patrones y “señoritos”. El número de arrestados se acercaba a los setenta, si bien un par de semanas más tarde sobrepasaban el centenar.
El Capitán Oliver, al mando de la Guardia Civil y el Cte. Jefe de la Guardia Rural, Pérez Monforte, detenían y arrestaban a todo aquel que cualquier terrateniente, patrón o autoridad señalaba con el dedo como posible perteneciente a la FRTE, o simplemente como lector de la Revista Social, el periódico de esta Federación. La buena amistad que surgió entre los dos jefes, hizo incrementar fuertemente la represión de los afiliados, que había comenzado incluso antes de la llegada de ambos a Jerez.
Un buen día, Oliver anuncia a la Autoridad Judicial el hallazgo, entre los escombros de una casa abandonada, de los Reglamentos y Estatutos de La Mano Negra, lo que sería el “justificante” necesario para aumentar todavía más la represión mayor de las sufridas por los obreros en ese siglo.
Así estaban las cosas, cuando, sobre el veinte de diciembre, la familia del “Blanco” comenzó a alarmarse por la falta de noticias del mismo, y a hacer indagaciones entre sus amigos de la zona de Jerez y del Valle. Alertado por ello, Pedro Corbacho, dispone lo necesario para que, desde Barcelona, se les comunique que Bartolomé se encontraba en esa ciudad, trabajando, en la creencia que eso les tranquilizaría y evitaría la denuncia por desaparición.
No obstante, la Guardia Civil tuvo alguna confidencia sobre los nombres de los componentes de los asociados de San José del Valle (a la que no sería ajeno el propio primo del “Blanco”, Bartolomé), lo que le permitió detener a los componentes e interrogarles. Según parece, Cayetano de la Cruz, que primero tuvo la suerte de poderse sustraer a esa detención, escondiéndose en una chabola de la sierra del Valle, no pudo resistir los remordimientos y se entregó a la Guardia Civil.
El Capitán Oliver, aprovechando el estado anímico de Cayetano, con veladas amenazas y con la promesa de una sentencia corta, consiguió que confesara el crimen con todos los detalles, indicando incluso el lugar donde estaba sepultado el cadáver del “Blanco”, si bien no logró que reconociera que a su sección, o ninguna otra, se le conociera por “La Mano Negra”.
Jerez, ya por entonces, era un cuartel. Los Regimientos de Cazadores de la Reina, Alava y Villarrobledo, se diseminaban por el extenso municipio, sobre todo por la parte de viñas, siembra y campiña. Refuerzos de la Guardia Civil procedentes de Valencia, Madrid, Cádiz y otros lugares de Andalucía se despliegan por el centro urbano y las pedanías.
Se llegan a contabilizar cerca de seis mil detenidos en toda Andalucía, relacionados con la FRTE, sobre todo, pertenecientes de la ATC (Asociación de Trabajadores del Campo). De esos seis millares, dos se encontraban presos en Jerez.
Aprovechando esta situación, así como que la opinión pública esta muy sensibilizada desde el descubrimiento de los documentos de La M.N., el dúo formado por el Capitán Oliver y del Jefe de Rurales, Pérez Monforte, descubre y detiene, casi a diario, a componentes de algún grupo revolucionario o anarquista, a los que imputaban hechos y posesión de documentos prohibidos. Aunque en la mayoría de las ocasiones no se pudiera demostrar nada de lo atribuido a los mismos, permanecerían presos hasta el juicio, siendo escasísimo el numero de declarados inocentes por el Tribunal.
La mayoría de ellos fueron deportados a Filipinas, como condena por pertenecer a asociación ilegal, y en varios cientos recayeron largas condenas en la cárcel. Los “desvelos” y “celo profesional” de ambos Jefes, se verían “recompensados” por el Estado. Oliver fue ascendido a Coronel y nombrado Jefe de Policía de Madrid en septiembre del año siguiente, y Pérez Monforte consiguió el cargo de Jefe de Aduanas, también en la capital de España.
En cuanto a la sensibilización de la población, y para un mejor entendimiento del ambiente de la ciudad, hay que hacer notar que en el Jerez de esa época, con unos 60.000 habitantes, existían dos clases de obreros, el del campo (minoritario en núcleo urbano) y el que prestaba sus servicios en la industria vinícola y sus auxiliares, que no tenía ni mucho menos la ínfima calidad de vida del primero, ya que fácilmente podía ganar hasta tres o cuatro veces más salario que él, y por lo tanto, estaba más alejado sus reivindicaciones, y hasta puede que viera esta situación como un peligro para su relativamente cómoda forma de vida
EL TRIBUNAL POPULAR
San José de Valle, pedanía a 30 km. de Jerez. Venta del Pollo. Sentados ante una mugrienta mesa, Gregorio Sánchez y Cristóbal Fernández dan cuenta de una botella de vino mientras hablan quedamente, inclinados hacia delante. Una lamparilla de aceite junto a la botella, dobla su pequeña llama ora en una dirección, ora en la contraria, según quién habla.
Cristóbal no cesa de palparse el chaleco, a la altura del pecho, para asegurarse que su carga está firme. Como si alguien invisible les hubiera alertado, beben de un trago el último vaso, y en ese momento, se oye un silbido en el campo. Gregorio rebusca en el bolsillo del chaleco y tira una moneda sobre la mesa. Salen pausadamente, sin mirar a nadie en concreto. No hay luna esta noche. No deben haber pasado dos horas del ocaso. Caminan en silencio. Todo es obscuridad y frío, un frío que se mete en los huesos. A cosa de media legua, se desvían del camino, entran en los terrenos del rancho de los Barea y se pierden por detrás de la casa grande. Siguen caminando durante diez o quince minutos hasta que unos ladridos les sobresaltan. (nunca me acuerdo del joío perro…). se abre la puerta de una choza y una figura se recorta al contraluz:
– ¿ Aonde ze vá, zeñore?
– En buhca del bien zocial…
Es increíble lo grande que puede ser una choza… Frente a la lumbre, Bartolo talla una extraña figura en un trozo de madera., y no puede evitar que un escalofrío recorra su espalda ante la visión de los dos recién llegados y las lúgubres sombras que proyectan sobre las paredes y techo de la choza.
-Faltan muchos aún, Bartolo?.
-Han venido cuarenta y ocho hasta ahora, Gregorio-. Desde un rincón, en plena obscuridad, se oye la voz firme y autoritaria dePedro Corbacho:
-Vamos, empecemos entonces.
Se dirigen al fondo de la habitación y justo delante de una desvencijada cantarera, el vejete aparta del suelo un húmedo esterón de esparto y levanta una trampilla de madera.Antes de bajar, Pedro se vuelve y advierte al viejo: Alerta…. no te vayas a quedar dormido.
Por una angosta escalera, bajan los tres hasta una espaciosa cueva, en las que sentados en unos bancos de madera, aguardaban los miembros de la Sección 5ª de los Trabajadores del Campo de la FTRE, braceros en su mayoría, aunque también se puede advertir que un par de ellos pueden estar en mejor posición, dada su vestimenta.
Tras los saludos de costumbre, Pedro alarga la mano hacia Cristóbal, en ademán de pedirle algo. Este se echa mano al pecho, y de entre el chaleco y la camisa saca una talega de recio paño y se la entrega. Pedro extrae de ella varios papeles sueltos y un raído libro de apuntes, y da comienzo a la lectura del acta de la reunión anterior, terminando de este modo: … todo ello se ha cumplido como se acordó:
– Las viñas de Avelino del Pozo, han sido taladas, en el número estipulado.
– Se incendió el Cortijo de los Dolores, por la paliza y expulsión de dos miembros de la sección.
– Antonio Gutiérrez, que se quedó con fondos de la sociedad y amenazaba con delatarnos, ha pagado con su vida.
-¿Alguna queja?
Tras un breve momento de silencio, un bracero se levanta y dice: En el Cortijo de los Macías, “El Dorado”, de los sesenta braceros que tenían han despedido a veinte, y se les ha recortado el sueldo a cuatro reales a los restantes.
– ¿Cuantos están afiliados?
– De los sesenta, unos treinta a esta sección y otros diez o doce a la 5ª o la 6ª.
– Que se talen cinco olivos por cada bracero. ¿cuantos hacen Juan?
– Ciento ochenta, Pedro
Ante la ausencia de más quejas, Pedro se dirige a la Sección de esta forma:
“Bueno, compañeros, ahora quiero hablaros de un asunto que no me deja dormir.
Resulta que uno de los afiliados a ésta sección se está comportando como lo haría uno de nuestros tiranos. El individuo en cuestión ha abusado de una mujer con engaños y uso de la fuerza, de una forma tan brutal que ésta se ha vuelto idiota. Esto lo ha hecho porque desde un tiempo a esta parte se ha abandonado a los vicios, sobre todo a los del juego y la bebida.
Pero con ser esto grave, no lo es todo, sino que siendo anteriormente persona de mi confianza, se encuentra en posesión de conocimientos y datos de esta Sección que podrían ponernos a todos en peligro, e incluso cuenta con un documento comprometedor.
Como quiera que no podemos permitir que uno de nosotros se comporte de forma tan poco digna, propongo se le aplique por este Sección, que a la vez es un Tribunal Popular, la pena de muerte en castigo por sus delitos, y en prevención de que no pueda delatarnos.”
Un silencio pesado, espeso, parece desprenderse de las rocas de la cueva, hasta que lo rompe un bracero preguntando por el nombre del acusado.
– No debemos dar nombres hasta que se pronuncie la sentencia así nuestro voto será más justo.
Otro campesino manifiesta no haber oído nada sobre el asunto de la mujer. Ante la insistencia de los presentes, Pedro Corbacho informa que el nombre del acusado es Bartolomé Gago Campos “Blanco de Benaocaz”, primo de los hermanos Gago de los Santos, Bartolomé y Manuel, presentes en la asamblea.
Las exclamaciones recorren la cueva, los murmullos y opiniones encendidas se adueñan de la sesión, hasta que Pedro Corbacho, quizá demasiado tarde, impone silencio, y ordena pasar a la votación que resulta negativa, no siendo aprobada la sentencia.
En silencio, van abandonado la cueva, en la que el aire viciado se había vuelto de pronto extrañamente amenazante.
Tres días después se presenta un bracero de los Alcornocalejos, propiedad de los hermanos Corbacho, en el Molino de la Parilla, para entregar al maestro de lugar, Bartolomé Gago un parte de la Comisión, firmado por el propio presidente, Pedro Corbacho. (Esta comisión estaba formada por los Corbacho y quizá también pertenecieran a ella el otro maestro de la sección, Juan Ruiz, y Roque Vázquez).
Reunidos los afiliados de la sección de la zona, se les da conocimiento del parte, en el cual se ordena la muerte de Bartolomé Gago Campos, a ejecutar por los dos más jóvenes de la sección y en compañía de los demás de la decuria del primo del condenado, Bartolomé Gago de los Santos. La ejecución debía ser inmediata, por tener previsto el “Blanco” su marcha hacia Benaocaz al día siguiente, debiéndose quemar los papeles que portara consigo.
Manuel Gago se lleva a su primo, con engaños, hasta la Venta del Pollo, donde se les une Gregorio, y entre vaso y vaso, oyen al “Blanco” despotricar contra los Corbacho, por una cierta cantidad de dinero que ambos les deben y se resisten a devolver. Mientras tanto, los demás van en busca de las armas y se apostan en el camino. Bartolomé, el maestro, queda en el Molino, con el consentimiento de todos.Sobre las ocho de la tarde, y tras unos cuantos vasos de vino, Manuel, “El Blanco” y Gregorio salen de la venta. Por una vereda tan estrecha que no podían caminar uno al lado del otro, emprenden el camino de vuelta hacia el Molino.Con el pretexto de encender un cigarro, Manuel y Gregorio se rezagan unos metros, comentando Manuel a Gregorio:
– Más vale que muera él sólo, a que nosotros también, así que no esperemos que nos avisten los apostados. Gregorio carga la escopeta y ambos disparan por la espalda al “Blanco”.
Por aquellas fechas era normal que al atardecer, los campesinos llevaran consigo sus escopetas, por lo que el condenado no se sentiría preocupado por ello, y caminaba confiado en sus acompañantes.
A los disparos, acuden los que se encontraban apostados en el camino. Alguien le tapa la boca al “Blanco” para que no grite, mientras otro le secciona la garganta.
Algunos no pueden resistir la escena y vomitan… a otros se les afloja el esfínter.
Alguien se inclina sobre el Blanco y le extrae de un bolsillo un papel cuidadosamente doblado.
Se marchan cada uno por un lado, como embriagados, después que sobre Agustín Saez y Cayetano de la Cruz recayera la suerte de cavar una fosa para el cadáver.
Hasta aquí, el motivo principal, la causa del más conocido juicio contra La Mano Negra.
Luego llegaría las confidencias, las investigaciones y el juicio que costaría la vida a siete de estos hombres y la deportación a Filipinas de cientos de campesinos. Pero eso ya pertenece a tercera y penúltima entrega, amigos.
JUICIO Y EJECUCIONES
Los alrededores de la Audiencia estaban abarrotados por el gentío. Los pillos de siempre habían estado todo la noche a las puertas del edificio, con la intención de vender el “sitio” a la mañana siguiente a algún “señorito” o periodista de los venidos de todas partes del país. Hasta un duro consiguió alguno por la cesión. Era el 5 de Junio de 1.983. Calor sofocante. La Sala era un horno, ya que era imposible tener la ventanas abiertas debido al ruido de la calle.
El Secretario da lectura de los autos, y llegado al punto en que menciona el reglamento de la Mano Negra, los defensores le interrumpen y dirigiéndose al Tribunal exigen de éste que por el fiscal se les muestre los estatutos originales de “La Mano Negra, ya que no les convencieron los presentados en su día por el juez instructor, escritos a mano, a lápiz, con páginas en blanco, correcciones y tachaduras, sin un orden ni concierto en sus apartados.
El fiscal manifiesta que para el buen orden y conocimiento “basta con un resumen” como el facilitado en su día a los defensores.
Durante 9 jornadas se suceden las intervenciones y comparecencias de los acusados y testigos. El primero en hacerlo fue Cayetano de la Cruz, que ya había intentado suicidarse en la cárcel, por los remordimientos causados por su delación.
A pesar de reconocer todos los inculpados su pertenencia a la sección de Pedro Corbacho, y algunos a la decuria de Bartolomé Gago, el maestro del Molino de la Parrilla, nadie reconoció que a su Sección se le llamara, ni siquiera entre ellos, “La Mano Negra”, admitiendo todos que a su grupo se le conocía por “La Revista Social”.
Este nombre bien pudo ser un “invento” de la gentes, de las Autoridades, o incluso es posible que efectivamente fuera utilizado entre ellos, no queriendo reconocer ante el Tribunal este hecho, por las innumerables fechorías, asesinatos, secuestros, incendios y delitos de todo tipo que habían sido atribuidos a esta organización.
Lo que sí se puso de manifiesto, de forma clara y tajante, por las declaraciones de algunos de los acusados, es que el Blanco de Benaocaz portaba un documento en el momento de su muerte en el cual se le reconocía que los Corbacho le adeudaban cincuenta y dos duros, por sueldos impagados. Este documento, al igual que el parte de la orden de ejecución del “Blanco”, no figuraba entre los documentos de la instrucción del caso, por haber sido quemado nada más dar muerte al mismo.
Después de nueve días, finalizó el juicio, y la sentencia se hizo publica el 18 del mismo mes:
….”Que debemos condenar y condenamos a los procesados Pedro Corbacho Lagos Francisco Corbacho Lagos, Bartolomé Gago de los Santos, Manuel Gago de los Santos, Cristóbal Fernández Torrejón, José León Ortega y Gregorio Sánchez Novoa, en concepto de autores, a la pena de muerte, que se ejecutará en el sitio destinado al efecto, en esta Ciudad y en la forma que determina el Código Penal, con la accesoria de inhabilitación absoluta perpetua si fueren indultados y no se remitiera expresamente esa pena en el indulto.”
Seguía la sentencia imponiendo la pena de diecisiete años y cuatro meses a ocho más de los procesados, así como la absolución de uno de ellos, por haberse demostrado que no participó en los hechos.
Los defensores de los acusados manifestaron su intención de recurrir al Tribunal supremo, y así lo hicieron. En marzo de 1.984, la Sala Segunda del T.S., permanece reunida durante tres días, tratando este asunto. A principios de abril hace publica la sentencia. Esta es un mazazo para los condenados en Jerez. No sólo no se conmutan las penas de muertes, sino que éstas se elevan a quince.. o sea a la totalidad de los procesados, a excepción de Juan Cabezas, que fue declarado absuelto en Jerez.
Esto provoca múltiples protestas en toda España, incluso de los Colegios de Abogados, por parecer a todas luces excesiva la sentencia del TS. Es probable que el Consejo de Ministros se viera influenciado por dichas protestas, ya que decide indultar a siete de ellos. Entre estos indultados se encontraba Cayetano de la Cruz, que de todas formas no viviría el día de las ejecuciones.
Paterna de la Rivera, pueblo cercano a Jerez.
De la Casa de Postas, Joaquín, el pequeño del cochero que cubre la línea a Jerez, sale corriendo calle abajo, hasta llegar a la calle Petenera.
Hay quien dice que ese cante tiene “malfario”, que atrae la mala suerte. La verdad es que muchas veces, al oírla, he sentido un inexplicable escalofrío…
Quini se para ante una puerta, y parece meditar un momento… es muy fuerte lo que sabe… ¿cómo decirlo?…
Al fin, cambia de parecer y se dirige a la puerta de al lado. Llama quedamente y aparece Manuela la del “Gordo” que, cuando ve la cara del muchacho, lo hace pasar dentro de la casa.
– Yo ya sabía desde esta mañana que algo iba a pasar hoy…ese cuervo negro no hacía más que revolotear por la calle… A ver, zagal… cuéntame…¿quieres un poco de agua?
Quini, después de beber de un jarrillo esmaltado el agua fresca de un cántaro que le ofreció Manuela, con una seriedad impropia de su edad, le cuenta:
– El Cayetano se ha “ajorcao” esta noche en la Cárcel de Jerez…
Manuela se lleva las dos manos a la cabeza… y se encoge sentada en la silla, pareciendo aún más pequeña de los que era en realidad.
– El pobre ya lo tenía ensayao, dos veces ya lo había intentao antes…¡Dios, mío, ¿como se lo cuento a la Lola?…!
Uno los ocho condenados a pena de muerte, José León Ortega, se libraría de la misma al ser posteriormente indultado por haberse vuelto loco, por los que serían siete (el mismo número de los condenados en el juicio de Jerez) los que serían finalmente ejecutados.
Día 14 de Junio de 1.984
Capilla de la cárcel pasan juntos el día los condenados…durante todo el tiempo que han estado presos, ha nacido el odio entre todos ellos. Tres de los condenados no habían participado en el asesinato. Los manjares que le fueron ofrecidos, no fueron apenas probados. Entre reflexiones, lamentos y visitas de curas transcurre el día, hasta la tarde en que un grupo de sacerdotes se ofrecen a confesarlos. Todos los hacen a excepción de Juan Ruiz que se negó a ello cortésmente; el maestro de Alcornocalejos, fué siempre consecuente con sus ideas, de hecho no pudo ver a su compañera durante todo el tiempo de su reclusión, ya que al no estar casado legalmente no le era permitida su visita, y a pesar de que la mujer quería cumplir con este requisito a fin de poder visitarle, el maestro no se prestó a ello. Sin embargo, confeccionó testamento en favor de ella, dejándoles sus pocas pertenencias y escasos ahorros.
Alrededor de las siete la gente se arremolina frente a la cárcel. Los tres verdugos visitan a los condenados. Uno era de Albacete, otro de Madrid y el tercero de Burgos, este de triste fama, ya que fue el que ajustició al “Garayo”, conocido como el “sacamantecas”, un asesino de mujeres de la provincia de Vitoria. En su haber figuraban veintiséis ejecuciones en los tres años que llevaba destinado en Burgos, y era el macabro introductor de unas variaciones en mecanismo del garrote , para hacerlo más efectivo y rápido.
El verdugo de Madrid, se dirigió a ellos con estas palabras:
– Amigos, no soy yo ni mis compañeros, sino la ley, quien os va a dar muerte.
Manuel Gago, enterado que este verdugo tenía la costumbre de dar un beso a los condenados antes de ejecutarlos, se dirigió a él de esta forma:
¡Te abofetearé la cara como se te ocurra darme el beso que acostumbras a dar!
A las ocho en punto, comienzan a salir de la Cárcel los condenados, rodeados por los sacerdotes.
Van apareciendo todos: Pedro y Francisco Corbacho, los también hermanos Manuel y Bartolomé Gago de los Santos, Gregorio Sánchez, Juan Ruiz y Cristóbal Fernández.
La cárcel se encontraba en la Plaza de Belén, lo que no deja de ser una ironía.
Hoy hay un pequeño parque donde estaba la cárcel hasta hace pocos años. Era un edificio grande en comparación con la casas de alrededor. Fue un convento anteriormente, y la fachada tenía esa fría simetría de los edificios militares antiguos y la austeridad de ciertas órdenes religiosas. Sobre su puerta, un enorme lápida de mármol sentenciaba: “Guarda la Ley, y tu pié no tropezará”.
La Plaza estaba ocupada por una rugiente multitud, que enmudeció al aparecer los condenados en la puerta. Guardias Civiles a pié y a caballo, trataban de poner un poco de orden y mantener expedito el paso hacia las tarimas de maderas instaladas para el embarque de los presos en los carros.
Oficiales de Caballería y soldados custodian los alrededores de la prisión. Comienzan a subir en los carros, que tienen un banco situado a cada lado. Son cuatro los carros, van dos presos en los tres primeros y uno sólo en el cuarto.
A continuación se emprende la marcha hacia la Plaza del Mercado; tras los carros, caminando, van el representante de la Audiencia y los tres verdugos. A pesar de lo corto de la distancia, se hace difícil llegar por el gentío que llena todas las calles, haciendo encabritar a los caballos.
Ya en la Plaza del Mercado, (llamada así desde muy antiguo, aunque hace mucho tiempo, siglos que no existe mercado alguno en ella), los reos descienden de las carretas. Delante de un palacio de una familia descendiente de un caballero veinticuatro, se hallaba instalado un cadalso, al que se accede mediante una escalera central y otra lateral más pequeña.
La Guardia civil, a empellones con el gentío, logra abrir paso para los presos que van subiendo hacia su último destino. Siete maderos alienados, con un asiento delante de cada uno de ellos..
Comienzan a ser colocados en los asientos, y cuando los verdugos les fijan los brazos a ellos mediante correas, un silencio de muerte se posa sobre la Plaza.
Le cubren la cabeza con una capucha negra.
El silencio es total.
El representante de la audiencia, le da la orden al verdugo de Madrid, con una sola palabra: Proceda.
El verdugo se presigna, y da vueltas al torniquete de Gregorio Sánchez Novoa, el primero en morir. Un seco chasquido y todo acabó. Luego, los seis restantes.
Cuando los verdugos retiran las capuchas, un murmullo de horror brota de la multitud….ojos tremendamente abiertos, lenguas mordidas, casi cortadas, en posiciones impresionantes, rostros desencajados por el inmenso dolor.
Con este proceso y ejecuciones, se dio un golpe mortal al movimiento social y anarquista en Andalucía, aunque pocos años más tarde se produjeran algunos episodios graves con el campesinado en Jerez y en Andalucía, ya poco o nada tendrían que ver con los postulados de las Secciones de la FRTE.
Y todo esto para qué…..?
Veinte años más tarde, serían rehabilitados por la Justicia todos los condenados en el proceso de La Mano Negra. Pero a los ejecutados ya no los podía salvar ni rehabilitar nadie.
Creo que a veces este pueblo mío tiene mala memoria… Cuando tanto ha sufrido por causa de aristócratas y terratenientes, a veces parecen olvidarlo y se empeñan en darles un mérito y realce que de ningún modo tienen.
Por eso no me explico a veces el carácter de mis paisanos… por eso cuando veo multitudes en una calle de Sevilla (podría ser en cualquier otro sitio de Andalucía) para ver una boda en que los únicos “méritos” de los contrayentes es pertenecer a una de esas familias que durante siglos oprimió a los andaluces, o pertenecer a una “dinastía” de toreros, no los entiendo…., por mucho que lo intento.
Sí que entiendo y reconozco el mérito en algunos miembros actuales de familias parecidas, que poniendo sus conocimientos, incluso dinero y tiempo, disgustos y “peleas” (en sus comienzos hasta con la Administración) en proyectos como La Real y Andaluza Escuela del Arte Ecuestre de Jerez, han conseguido crear un espectáculo único que lleva los nombres de Jerez y Andalucía por todos los pueblos del mundo. Por eso entiendo que a Alvaro Domecq se le reconozca el trabajo y dedicación que él, y sólo él, ha puesto en este proyecto, que me importa poco lo que hicieran sus antepasados y lo que contaba Blasco Ibañez en La Bodega.
Digan lo que digan los expertos en heráldica, la nobleza y mérito deben ser conseguidos y reconocidos individualmente y deben desaparecer cuando lo haga el protagonista. Por lo tanto tampoco somos herederos de las barbaridades que nuestros antecesores pudieran haber realizado.
Pero de ahí a ensalzar, vitorear, casi adorar a cualquier persona por simplemente pertenecer a una familia antigua y aristócrata, aunque tenga más títulos que muchas familias reales… no lo entiendo.
Quizá y por alguien experto, sería un tema importante a tratar en otra lista de Aered (SXXI), la necesidad de tomar alguna medida de educación, concienciación, – o como le queramos llamar- de los andaluces en éstos y otros temas, (por ejemplo en lo concerniente a la “cultura del trabajo”, en lo que estimo estamos a años luz de otras regiones), iniciativas que creo serían muy necesarias antes de emprender otras más complejas. De todas formas, no quiero que estas palabras mías sean motivo de una polémica en ACV, simplemente es una opinión, y puedo estar equivocado, como casi siempre..,
Un abrazo a todos
Pepe Maestre
http://www.portaloaca.com/historia/otroshistoria/94-la-leyenda-de-la-mano-negra.html