Ya en un artículo aparecido en El Surco n° 32 Manuel de la tierra nos sugería respecto de los grupos de afinidad y su importancia en el actual contexto de lucha. Ahora, cuando parecen germinar una serie de iniciativas y voluntades individuales que se identifican con las ideas libertarias, no viene demás este tipo de reflexiones, ya que la base para la generación de propaganda y cultura alternativa debe partir de la voluntad misma de los individuos conscientes, aquellos que no esperan nada de nadie, y que simplemente hacen…
La presente reseña, se adhiere a aquellas reflexiones y aporta una visión histórica de la importancia de los grupos de afinidad para la generación y diversificación de las iniciativas de sociabilidad, cultura y propaganda anarquista durante sus primeros años en Chile.
En tiempos de los viejos anarcos, veíamos un movimiento sindical fuerte, que de la mano del anarcosindicalismo, se planteaba la destrucción de los cimientos fundamentales de la sociedad capitalista. Muchos anarquistas, que se organizaban en sindicatos (y eran los impulsores del movimiento social, los llamados “agitadores” o “subversivos”), eran también los que previamente (y paralelamente) estaban permanentemente organizados en Grupos de Afinidad, siendo el grupo, el que planificaba la propaganda, la forma de llevarla a las masas (a los sindicatos o sociedades de resistencia, o mancomunales, o ámbitos barriales, etc), creaba instancias de sociabilidad, etc… Los grupos, en definitiva, debían ser -según un artículo de Tribuna Libertaria- “el nervio de la propaganda ideológica y la vanguardia de la organización libertaria” (2)
Por lo general, los grupos comenzaban su actividad como pequeños núcleos con claros fines ideológicos, realizando actividades concretas, ya fuera realizando estudios sociales (generalmente análisis de las obras de los pensadores anarquistas, como el Grupo de Estudios Sociales Miguel Bakunin, hacia 1902 en Santiago), editando folletos o periódicos, organizando conferencias sociales (caso del Grupo Rebelión de Escobar y Carvallo, Espinosa y Olea, hacia 1898) veladas culturales, etc. Buen ejemplo al respecto, lo encontramos en el Grupo Regeneración (1901-1903), el cual nació principalmente de iniciativa de un grupo de obreros tipógrafos que se reunían en el cuarto de uno de ellos (Agustín Saavedra), en principio a estudiar las obras de sociología y comentarlas. Esta actividad debía ser la base de una `progresiva autoformación de sus miembros. “Nos juntábamos varias noches en la semana, después de la diaria labor por el salario, hasta una docena de amigos de la Idea, a tomar lecciones de diversas asignaturas, bajo la acción de un profesor pagado por nosotros mismos; a cambiar opiniones sobre táctica, a charlar, a leer en común i también a ejercitarnos en algunos juegos de desarrollo físico”. (3)
Sin embargo, a partir de estas lecturas y autoformación de sus miembros, la cuestión era extender aquellas ideas, y para ello el grupo se organizaría para reunir fondos –a través de veladas, rifas, etc.- para editar una hoja de propaganda, llamada luego La Ajitación, hoja que llegaría a los ámbitos obreros, iniciando una campaña en los sindicatos y sociedades mutuales. A partir de entonces, el grupo sería invadido de actividades comenzando un trabajo más diverso.
Era entonces, el grupo el núcleo central para la germinación de las ideas. Según distintos autores, la “expresión viva de la propaganda anarquista”, la “quintaesencia de lo libertario” (4), las “células básicas de la estructura organizativa anarquista”. (5). Podía morir el sindicato (sociedad de resistencia), ser aniquilada por la fuerza represiva del Estado…pero el grupo podía continuar, siendo difícil aprehender por parte de la autoridad…
En la base de las distintas estrategias de propaganda, iniciativas culturales y asociatividad libertaria, estaban los círculos o grupos de afinidad. De la iniciativa, voluntad y acción de los grupos, se daba pie a gran parte de la construcción asociativa específica del anarquismo, es decir, desde la constitución de un informal grupo de afinidad que realizara propaganda vía conferencia o edición de folletos, hasta aquellos –más formales- que lograban organizar algún centro de estudios sociales o una Casa del Pueblo, o aquellas iniciativas vinculadas al mundo de la cultura y la educación como eran los casos de los ateneos obreros, las universidades populares, los centros instructivos o las escuelas racionalistas.
Algunas características de funcionamiento de dichos grupos bien nos pueden orientar respecto de su eficacia al momento de encarar las olas represivas, permitiendo la continuidad de la propaganda: Reducido número de miembros (2 o 3 integrantes); Carencia de marcos internos formales permanentes (no existían estatutos, ni horarios preestablecidos de reunión, ni ninguna carta de regulación al respecto); Carencia de una estructura jerárquica (no existía líder o presidente, sólo a veces un secretario, que tampoco era permanente); Descentralización en el espacio (funcionaban de manera descentralizada en el espacio, no tenían necesariamente un punto fijo de reunión y concebían la militancia como una actividad dispersa en el espacio, lo que les dio agilidad y eficacia); Autofinanciamiento (de nadie recibían dinero, ni tampoco les interesaba recibirlo. Por tanto, se autofinanciaban, y lo podían hacer de diversas formas: desde un asalto a un banco hasta la organización de algún beneficio o velada para así reunir los fondos necesarios); Autonomía (cada grupo se fijaba sus propios objetivos, y las acciones a seguir); Clandestinidad (a diferencia de las demás entidades obreras o culturales -que solicitaban al Estado personalidad jurídica-, estos grupos, de ningún modo realizarían tal acto, viéndolo como totalmente contradictorio con lo que se quería propagar).
Los grupos de afinidad o círculos constituyen una fórmula acorde con el pensamiento anarquista, que buscaba dar la mayor libertad al individuo, pero a la vez, construir espacios de sociabilidad y cultura que posibilitaran la propaganda, la instrucción y formación de militantes y simpatizantes. Ambos factores parecen cumplirse a cabalidad a través de los grupos de afinidad. Los anarquistas, de acuerdo a estos postulados, se opusieron a las fórmulas de partido, que se basaban en esta delegación de la soberanía individual. Se trataba de una forma de organización que proliferaba teniendo base el individuo, -tal cual señala Christián Ferrer- el desarrollo y potenciación de la soberanía personal. (6) Tal cual señalara el anarquista Víctor Yáñez hacia 1923: “Las agrupaciones de afinidad son el terreno propicio para el desenvolvimiento de la personalidad humana, la carencia absoluta de moldes y cánones reglamentarios que cohíben y deforman el libre juego de las propias iniciativas, es un hecho elocuente que robustece el aserto de la superación individual… La personalidad es algo sagrado para el anarquista; nada justifica su estancamiento ni su deformación, a nada pospone su augusta integridad” (7) Así, los grupos de afinidad podían formarse a partir de iniciativas diversas, como diversas eran las personalidades.
Siendo portadora de tales características es natural que esta forma de organización, también presente una serie de inconvenientes para el desarrollo de la propaganda misma. Como sabemos muchos grupos duraban muy poco y se disolvían en razón de fuertes personalismos. Otros se encontraron luchando solos, reclamando falta de apoyo de los “compañeros”, razón por la cual también se llamaba a “coordinar” la acción para tener una mayor incidencia en la sociedad. Coordinación que se lograba magramente y de forma sólo ocasional, siendo esta falencia –producto de un fuerte autonomismo- uno de los escollos fundamentales de esta forma organizativa. (8)
Debemos tener bien presente esta modalidad de organización para el actual contexto, con sus aciertos y desaciertos. Veíamos que fue a través de los grupos que los anarquistas lograron incidir en la sociedad a principios del siglo XX. Hoy, cuando toda estructura organizativa parece ser corroída o aniquilada por el poder, seguirán siendo la acción de los grupos la que en definitiva mantenga vigentes las prácticas anarquistas. Esa acción muchas veces subterránea, pero llena de vitalidad interior, que anticipa una sociedad futura, y que ataca en los momentos menos pensados al poder, esa acción seguirá vigente mientras existan esos quijotes que cual faro se imponen en medio de la niebla mas espesa.
Notas.
1. Buena parte de los que Aquí se expone han sido extraídos del libro Los Subversivos. Las Maquinaciones del poder. “república” de chile, 1920., texto impreso y hecho circular por Ignotus, y reditado por Quimantu, 2012. También en tesis Magister en Historia de Manuel Lagos Mieres: , ’Viva la Anarquía’: Sociabilidad, vida y prácticas culturales anarquistas. Santiago, Valparaíso, 1890-1927, USACH, 2009.
2. Tribuna Libertaria, n° 20, 2° 15° de marzo de 1925: “De los problemas nuestros. Agrupaciones de Afinidad”; n° 7, 1° 15° noviembre 1923: Vida descentralizada
3. Ver Manuel Lagos Mieres, op. Cit. Cap Sociabilidad
4. Eva Golluscio de Montoya, Círculos anarquistas y circuitos contraculturales en la Argentina del 1900, en Caravelle, n° 46, Toulouse, 1986, p. 53
5. Susana Tavera y Eric Ucelay-Da Cal: Grupos de afinidad, disciplina bélica y periodismo libertario, 1936-38, en Historia Contemporánea, nª 9, 1993, pp. 167-168
6. Christián Ferrer, Átomos Sueltos. Vidas refractarias, en Cabezas de Tormenta, ensayos de lo ingobernable, Buenos Aires, Anarres, 2004
7. Claridad, 26 de mayo de 1923; ver Lagos Mieres, op.cit.
8. Ver Manuel Lagos Mieres, op. Cit. Cap Sociabilidad.
Articulo publicado en el periódico El Surco edición Septiembre-Octubre 2012.