Articulo que reflexiona en torno a la población Aurora de Chile, en la comuna de Concepción (Chile), espacio que actualmente se encuentra en disputa entre los intereses inmobiliarios-estatales, y los intereses de los pobladores del sector. El urbanismo del capital avanza, pero a la vez se configuran resistencias ancladas en el espacio.
Agradezco a la gente de la Aurora y principalmente a Carlos Leyton que me han abierto sus puertas para entender este conflicto y a Loreto Nova por sus relevantes aportes desde el campo de la geografía.
Calles de tierra, jóvenes jugando en la cancha del club deportivo Huracán, viejos “echando la talla” en las esquinas, niños revoloteando, señoras yendo a comprar el pan para la once, trabajadores volviendo de la “pega”, etc. Son algunas imágenes que uno puede observar en una tarde de fin de semana en la población Aurora de Chile, un lugar que ya cumple casi un siglo desde que empezó a poblarse y que actualmente se ve amenazado con desaparecer.
La Población Aurora de Chile es un espacio que fue construido sobre la ribera norte del río Biobío, el cual actualmente es ambicionado por diversos grupos económicos que ven en dicho espacio un lugar para implementar suculentos proyectos inmobiliarios que amenazan con expulsar a la comunidad que durante décadas ha vivido y construido dicho espacio.
Antes de que entremos de lleno en la problemática que hoy aqueja a este espacio es necesario hacer un breve repaso de la historia y la actualidad de esta población de Concepción que, sin lugar a dudas, refleja la realidad que viven y vivirán diversas comunidades ancladas en el Gran Concepción, una ciudad que día a día crece más al ritmo de los agentes inmobiliarios y los intereses del capital; que en función de los intereses y necesidades de la comunidad que la habita.
La historia de la Aurora y la construcción comunitaria del territorio
Los conjuntos habitacionales básicos entregados por el Estado como “solución habitacional” que actualmente ocupan una parte considerable de los sectores populares en nuestro país, se caracterizan por estar construidos en zonas periféricas y con materiales que muchas veces apenas soportan de forma eficiente las inclemencias del clima. Estas construcciones también se destacan por su uniformidad, acumulándose vivienda tras vivienda y bloque tras bloque, siempre con las mismas características, un constructo homogéneo sin ninguna señal de diversidad. Sin embargo, esto no siempre fue así.
Históricamente las masas campesinas que se asentaron en los núcleos urbanos chilenos como consecuencia de la incipiente revolución industrial de fines del siglo XIX y principios del XX, no contaron con ningún aporte estatal en el ejercicio de solucionar sus problemas habitacionales. La gran mayoría de la población proletarizada habitó en los conocidos conventillos, enormes casas de la clase alta que habían sido abandonas por sus antiguos residentes, las cuales eran reacondicionadas para ser arrendadas a la masa proletaria en condiciones que dejaban mucho que desear. Frente a los abusos, los habitantes de conventillos se organizaron en las ligas de arrendatarios de orientación socialista o anarquista, las cuales luchaban por condiciones dignas y el no abuso en los cobros de sus habitaciones. Estas organizaciones hacían énfasis en el robo que significaba la propiedad privada y la necesidad de mancomunarse para superar los abusos en materia de vivienda.
Conforme pasaron las primeras décadas del siglo XX, los conventillos fueron cediendo a las “tomas de terreno” como la principal “solución habitacional” de los sectores populares. Éstas, a diferencia de las actuales poblaciones elaboradas por el Estado, eran espacios totalmente construidas por sus futuros habitantes, pobladores que “a pulso” construían, rellenaban e implementaban sus territorios.
La historia de la población Aurora de Chile se ve enmarcada dentro de este contexto. Sus primeros habitantes pueden ser fechados aproximadamente a principios del siglo XX, los cuales provenían desde zonas rurales para asentarse en la ciudad de Concepción, ciudad que cada vez necesitaba mayores contingentes de mano de obra producto del crecimiento industrial ocurrido en ese periodo. Fue así, como la ribera norte del río Biobío fue poblándose en los territorios que actualmente conforman las poblaciones Pedro del Rio Zañartu, Pedro de Valdivia Bajo y Aurora de Chile. Esta última se ubicó en las inmediaciones de la Fábrica de Paños Bio-Bío recinto industrial que data de finales del siglo XIX y que aglutinó a esta población que la dotó con mano de obra para sus faenas.
Los pobladores ocuparon esta zona de la ciudad, la cual que estaba aislada del centro de Concepción, en primer lugar porque la línea de ferrocarril impedía el paso expedito a la ciudad, y también porque los primeros habitantes se asentaron en una zona inundada por el rio Biobío, teniendo que habitar en construcciones tipo palafitos, tal cual lo demuestran fotos antiguas del sector. A medida que pasaron los años, fueron los propios pobladores quienes rellenaron pacientemente éste espacio, generando un lugar habitable con casas firmes sobre lo que anteriormente habían sido pantanos y terrenos anegados. Los terremotos de 1939 y 1960 sirvieron para que los pobladores utilizaran los escombros de la ciudad y rellenaran de forma más rápida y eficiente su espacio. Luego de rellenar y hacer firme el territorio, los habitantes fueron construyendo comunitariamente las calles, alcantarillados y redes eléctricas de la población, de esta manera respondían de forma práctica al abandono en que el Estado y los grupos económicos los habían dejado.
Paradójicamente, este espacio, históricamente abandonado por el Estado y los grupos económicos, actualmente es uno de los territorios más apetecidos por estos grandes poderes, los cuales reclaman como propios dichos terrenos, en nombre, por supuesto, del desarrollo y el progreso de la ciudad.
Actualidad del conflicto: acumulación por despojo, gentrificación y resistencia
El territorio que comprende la ribera norte del río Biobío en la comuna de Concepción ha sufrido una revaloración comercial y cívica –desde el punto de vista Estatal- en los últimos años. Se han instalado y se pretenden construir diversos proyectos como por ejemplo: Mall Mirador Biobío; Monumento al 27/F, que consta de torres de concreto que costaron cerca de 2000 millones de pesos al Estado; Proyecto Terrazas del Biobío, que involucra los intereses de su diseñador Emilio Armstrong y el clan Van Rysselberghe; Teatro Pencopolitano; diversas áreas verdes y plazas cívicas; y por último, la ejecución de dos puentes sobre el río Biobío. El primero se trata de un puente industrial que conectará Hualpén con San Pedro, y el segundo, el puente Bicentenario que amenaza con pasar por sobre la población Aurora de Chile.
Todos estos agentes inmobiliarios y estatales buscan transformar este espacio en “la nueva cara de la ciudad”, un lugar en donde se desplegarán parques cívicos, centros comerciales, edificios inmobiliarios y carreteras de alta conectividad con los diversos puntos que unen al Gran Concepción. Por supuesto, dentro de estos planes no figura en ninguna parte la comunidad que históricamente ha poblado el espacio de la ribera del río, más bien, son considerados como un estorbo para el progreso de la ciudad, la cual se verá beneficiada por esta remodelación frente al Biobío. Sin embargo, cabe preguntarse ¿quién define el concepto de progreso?
Desde el punto de vista de una importante cantidad de pobladores, todos estos proyectos inmobiliarios y estatales no constituyen ningún progreso o desarrollo para sus vidas. Muchos de ellos cuentan con una historia familiar de arraigo territorial, además, sus viviendas se encuentran a escaza distancia del centro de Concepción, entregándoles una serie de beneficios laborales y de acceso a diversos servicios, así como el no coste de pasajes y el ahorro de tiempo por no tener que transitar grandes distancias, a diferencia de otros habitantes de la ciudad, como por ejemplo quienes viven en Lota, los cerros de Talcahuano o Tomé, sólo por nombrar algunos. Por otro lado, muchos están acostumbrados a vivir en casas, con sus respectivos patios y espacios de sociabilidad construidos por años de permanencia y vivencias en el sector, en este sentido no están dispuestos a dejar sus casas por departamentos en donde tendrán que habitar espacios mucho más reducidos, sin patios y con vecinos distintos a los que históricamente han tenido. Por último, y no es menor volver a mencionarlo, fueron ellos los que rellenaron y dieron vida a este espacio, que de un momento a otro es apetecido por el Estado y los agentes inmobiliarios (que jamás aportaron nada en la construcción del espacio).
Ahora bien, si consideramos el desarrollo y el progreso desde el punto de vista del Estado y los agentes inmobiliarios (que a esta altura operan como verdaderas entidades simbióticas y colaborativas) nos damos cuenta que todos estos proyectos ofrecen suculentos ingresos económicos que transforman la zona en un lucrativo espacio comercial y de tránsito turístico.
Dos conceptos que explican los procesos que se dan actualmente en la población Aurora de Chile en específico, pero en todo el borde costero del río Biobío en general, son: la acumulación por despojo y la gentrificación.
La lógica que guía la acumulación por despojo en realidad no es un fenómeno nuevo. De hecho, el capitalismo necesitó de esta figura para desarrollarse, y es lo que Marx denominó como acumulación originaria. La acumulación de mercancías a través del despojo de diversas comunidades fue una realidad desde los principios del modelo capitalista, y un ejemplo clásico es el saqueo de oro y plata en América Latina durante la conquista. Esto sirvió para que la economía monetarizada capitalista adquiriera fuerza en Europa y luego en todo el mundo. A través de los siglos, este fenómeno fue, en cierta medida, suplantado por la extracción de la fuerza de trabajo de los hombres y mujeres proletarizados, los cuales hacía mover, con su fuerza de trabajo, el engranaje capitalista. La acumulación por despojo de bienes fue aminorándose frente a la acumulación por el despojo de la fuerza de trabajo de las comunidades. El proletariado no tenia bienes, y solo contaba con su fuerza de trabajo, al capitalista, entonces, sólo le queda arrebatarle esto.
Sin embargo, la acumulación por despojo no se terminó. Actualmente diversos autores – como David Harvey- han establecido que la acumulación por despojo es un elemento aún vital para el desarrollo y mantenimiento del capitalismo, donde la privatización resulta ser la principal herramienta para llevar a cabo el proceso. Esto ocurre porque, frente a las sucesivas crisis del sistema económico, éste necesita de nuevas fuentes para extraer ganancias y la forma más común en que se realiza actualmente este proceso sigue siendo a través del despojo, que se manifiesta en la usurpación de los recursos (sean estos materiales o inmateriales) en desmedro de las clases más desposeídas en términos económicos. Así, y como lo es en el caso específico de Aurora de Chile, frente a la necesidad urgente de acumular capital por parte del modelo, una excelente forma de lograrlo es expulsando a comunidades que se encuentran asentadas en territorios que pueden ser ocupados para la construcción inmobiliaria, el desarrollo turístico, la maquinaria industrial o el negocio comercial. El caso de Aurora de Chile se transforma en un caso paradigmático de acumulación por despojo, en tanto los grandes capitalistas con el respaldo del Estado estarían presionando para expulsar a la comunidad de su legítimo territorio, y así poder instalar en primer lugar sus intereses. La riqueza de estos capitalistas, entonces, estaría fundada en el despojo del territorio de “otros” con menos poder, en este caso los habitantes de la Aurora. Otros autores han catalogado esta realidad como “extractivismo urbano”, en palabras de Raúl Zibechi, como una forma de homologarlo con el saqueo que se produce al nivel del extractivismo de los recursos naturales. El “extractivismo urbano”, es el saqueo de la tierra en las urbes, la apropiación capitalista del espacio y el control corporativo-estatal del territorio.
La gentrificación, en cambio, es un proceso relativamente nuevo en el desarrollo del capitalismo. Consiste en un “aburguesamiento” de territorios que anteriormente estuvieron ocupados por sectores populares. Este proceso de aburguesamiento se instala a través de diversas etapas. En primer lugar, se establece un proceso de abandono de los terrenos ocupados por una comunidad. Luego, viene un proceso de estigmatización del mismo (resaltar la imagen de la delincuencia, droga, etc). Posteriormente empieza la especulación financiera del espacio y se instalan diversos proyectos inmobiliarios que hacen más caro el territorio (en el caso de la Aurora esto se ve claro con la instalación del nuevo mall, parques y monumentos cívicos que aumentan la plusvalia y valor del terreno circundante a través de la especulación), seguidamente viene un aumento sostenido del valor de la vida en dicho territorio lo cual cimienta el proceso posterior que es el de expulsión y erradicación de las comunidades que viven en el sector. Finalmente, el territorio se transforma en un nuevo espacio donde otros intereses y personas están dispuestos a disputarlo, ya sean: personas con un nivel socioeconómico mayor a los que habitan el territorio originalmente, los cuales quieren vivir ahí, o bien, surge un barrio comercial, turístico y cultural, como es el caso de la ribera norte del Biobío. Al final, un barrio que anteriormente estaba abandonado por el Estado y ocupado por sectores populares, ahora se transforma en un barrio de moda altamente apetecido por diversos grupos económicos, clases sociales altas y los intereses urbanísticos del Estado.
Los dos procesos descritos anteriormente son claramente visibles en el conflicto que actualmente cruza a la Aurora de Chile. Estos se vienen agudizando desde los años 90 con la implementación del Plan Ribera Norte que buscaba desplazar a los habitantes de poblaciones a la orilla del río. Sin embargo, este proyecto sólo logró desplazar a una parte: población “La Pera” (sector en donde se encuentra actualmente el nuevo Mall), la cual fue instalada en los edificios de colores que se encuentran a un costado del puente Llacolén, pero el resto de las poblaciones -entre ellas la Aurora de Chile- no fueron trasladadas. Entre los motivos podemos encontrar dos: en primer lugar, varios de los erradicados de Aurora de Chile después de un tiempo volvieron a habitar el sector en donde habían vivido durante décadas, lo cual se explica porque muchas familias al crecer no pudieron seguir viviendo en los escuetos departamentos aportados por el Estado. En segundo lugar, encontramos que el propio Estado, que buscaba erradicar a las familias para instalarlas en viviendas básicas emplazadas en el sector de la ribera, se dio cuenta de que esto no era rentable económicamente, porque dichos terrenos costarían en un futuro próximo mucho dinero como para desperdiciarse con viviendas sociales; mejor era abortar el plan para evitar que los pobladores siguieran viviendo en el sector, y así entregar los terrenos a otros proyectos más lucrativos y sacar definitivamente a la población de la Aurora a un lugar en la periferia de la ciudad, en donde no molestaran a los futuros proyectos inmobiliarios. Después del fracaso del Plan Ribera Norte, las aguas se mantuvieron con relativa calma hasta el terremoto de 2010.
Después del 27/F diversas autoridades vieron lo ocurrido como el momento ideal para desplazar a los habitantes de la Aurora de Chile de sus lucrativas tierras. Fue así como la ex-intendenta y actual senadora Jaqueline Van Rysselberghe ofreció a los habitantes de la población hacerlos pasar frente al gobierno como “terremoteados” para así entregarles nuevas casas. Este caso de “falsos terremoteados” finalmente salió a la luz pública porque algunos pobladores grabaron los dichos de la ex-intendenta y los difundieron. Muchos de ellos no entendían por qué debían declararse como terremoteados cuando sus casas estaban 100% habitables y habían resistido mucho mejor el terremoto que otras grandes construcciones inmobiliarias, como por ejemplo, el Edificio Alto Río. Finalmente, la intendenta fue destituida y el desplazamiento no prosperó.
Sin embargo, la presión aún no termina. El mayor peligro que amenaza actualmente a la gente de este sector es la construcción del puente Bicentenario, el cual debe enlazarse con el centro de Concepción, pasando por encima de la población. Las autoridades ya tienen estimado una primera fase de erradicación necesaria para que este puente se enlace factiblemente con el centro urbano de la ciudad.
Frente a esto existe un grupo de vecinos que se opone a la expulsión, sin embargo, no se debe idealizar el conflicto de forma bidireccional, como si las únicas dos fuerzas compactas fueran la comunidad por un lado, y por otro lado el Estado y los intereses empresariales y corporativos. Lo cierto es que dentro de la comunidad de Aurora de Chile, mucha de la gente que ahí habita expresa su intención de seguir viviendo a toda costa en sus territorios, mientras que otros, esperan una buena oferta de las autoridades para irse a otro sector. Hay, también, quienes están dispuestos a desocupar sus casas, pero solo bajo la condición de que sus nuevas viviendas se construyan cerca de su antiguo hogar, es decir, que no los envíen a habitar sectores periféricos de la ciudad; tal como en los años 80 le ocurrió emblemáticamente a diferentes pobladores que fueron erradicados al extremo de la ciudad, en el sector de Boca Sur, comuna de San Pedro. También existen aquellos que están pactando con diversos grupos políticos y que de esta manera buscan beneficiarse individualmente. Los partidos políticos, como es habitual, han sido sumamente eficientes para dividir a la población.
Es claro que aun así existen grupos que se niegan a moverse y a colaborar con las autoridades. Distintos grupos se han manifestado totalmente en contra de cualquier desplazamiento de su territorio. Un reflejo fugaz de esta contestación fueron las protestas de la población el 27 de febrero de 2013 cuando durante varios días se enfrentaron a las fuerzas especiales de la policía. Su demanda era no ser expulsados de su espacio frente al avance del puente que amenaza sus viviendas.
Conclusiones, perspectivas y futuro
La construcción social de un espacio, ya sea material o simbólico, denota relaciones sociales poderosas. En el caso de Aurora de Chile, la construcción de su espacio resulta ser particularmente especial, ya que ésta fue mérito de las mismas personas que allí habitaron y habitan, y no sólo se trata de unas cuantas familias, como lo expresa la autoridad, sino que se trata de generaciones completas que allí han ido construyendo su espacio; es un espacio vivido, es un avance sobre el río, es la construcción del suelo firme que pisan a diario. Y a la vez, se trata de un espacio inmensamente rico en términos monetarios que no significó ningún costo para la autoridad, quien a través de las intenciones de progreso y desarrollo pretende “limpiar” ese sector en Concepción. Demás está nuevamente mencionar los agentes inmobiliarios y su presión.
Esto no es algo que pase solamente aquí. Otras comunidades han vivido y aún siguen viviendo estas presiones por deshabitar sus territorios. El borde costero de Dichato y la población Villa Futuro son sólo algunos de los ejemplos. La ciudad de Coronel también es otro ejemplo de como los intereses empresariales/industriales terminan por apropiarse del espacio de la comunidad, a costa de su salud e integridad con la instalaciones de termoelectricas, puertos secos, cementeras, chipiadoras y otras empresas que simulan la llegada de un progreso que la verdad muy pocos pueden ver. La apropiación capitalista del territorio y la resistencia comunitaria no es algo que inventemos desde la teoría, es una realidad tangible en muchos espacios de esta ciudad que cada vez adquiere más las caracteristicas y contradicciones de una metrópolis contemporánea.
En cuanto al espacio de la Aurora de Chile, podemos decir que es un territorio en disputa, es un territorio en conflicto, tanto externo como interno, donde se enfrentan fuerzas exógenas como endógenas. No se trata de idealizar un espacio. La intención es un tanto diferente. La intención es visibilizar, dar a conocer, expandir la intención de quienes allí habitan y están dispuestos a dejarlo todo por el lugar que sus abuelos y abuelas, padres y madres construyeron. Es un asunto de legitimidad, porque antes de emitir una opinión al respecto es necesario preguntarse ¿quiénes son los habitantes legítimos de este espacio? Pero es necesario recalcar que cuando nos hacemos esta pregunta, también nos estamos preguntando quizás algo mucho más profundo y elemental. La pregunta que surge entonces es ¿qué tan legitima es la visión de progreso que predomina actualmente en la construcción de nuestras ciudades y nuestra sociedad?
Nicolás Salazar
Licenciado en Historia de la Universidad de Concepción