Vivir libres o morir.
Nuestro sueño es vivir libres, destruir cada forma de poder constituido y toda jerarquía.
Para nosotr@s la libertad no puede ser separada del placer y somos capaces de llevar a cabo grandes esfuerzos para conseguir ambas cosas. Somos conscientes de que no existe libertad en el sacrificio y la inmolación.
En este sentido, la experiencia más completa que tenemos hoy, el lujo de vivir, es la de la autogestión, la cual se abre espacio a través de la acción directa, entendida como experiencia abierta, colectiva y ampliable a la que no le importan los límites que el Estado establece entre legalidad e ilegalidad.
La okupación de los espacios abandonados reúne estas prerrogativas y abre las puertas del modo más correcto a la autogestión. El desarrollo de la autogestión en nuestra vida no es practicable sin subvertir lo existente.
La autogestión.
Es la forma de gestión de la anarquía, su corazón impulsador. Autogestión es la posibilidad de establecer según el principio de la responsabilidad individual y el método de la unanimidad (alejándose de cierto principio democrático o de mayoría), las reglas de la propia existencia.
Autogestión como posibilidad de reunificar esferas separadas de la experiencia humana: pensamiento y acción, actividad manual y actividad intelectual, autogestión para reconquistar la totalidad que ha sido sustraída por la especialización de la actividad impuesta desde la cultura del poder.
Porqué la autogestión es la primera fuerza de la okupación y premisa indispensable de su evolución en sentido subversivo.
En el lejano 1988 l@s ocupantes de El Paso escribieron en el boletín del centro social que l@s ocupantes se presentaban como sujetos de su propia acción, primeros frutos, primeras y últimas satisfacciones. La okupación parte de la necesidad de satisfacer necesidades reales y cotidianas: búsqueda de un espacio de expresión, alejamiento de la comercialización y extrañamiento respecto a las reglas alienantes de las instituciones.
Sólo estos intereses directos, el deseo de concretar estas fuertes aspiraciones negadas a la fuerza a l@s ocupantes, permite superar las fases de represión, el traslado de okupación en okupación, denuncia tras denuncia hasta triunfar abriendo un espacio donde realmente funcione la autogestión colectiva. Solo así se explica como es posible soportar las vejaciones que el poder ejerce contra las okupaciones (controles, irrupciones, nuevas denuncias).
El hecho que l@s okupantes se dirijan egoístamente y en primer lugar hacia los resultados de sus acciones y de la autogestión, es la mejor garantía de genuidad de su discurso.
Quién quiera hacer otro tanto encuentra así un nuevo camino ya experimentado.
De este modo, sin tener que renunciar a la lucha política, o mejor dicho, a la lucha por la destrucción de la política, l@s ocupantes se niegan a sí mism@s como vanguardia militante destacada y se proponen como primeros frutos de su acción introduciéndose en el juego personalmente.
Lo positivo de nuestro experimento de vida y la carga subversiva de esta propuesta se verán en los éxitos de la autogestión dentro y fuera de la okupación. L@s okupantes implicad@s personalmente, y no solo ideológicamente como ocurría con l@s militantes de los colectivos políticos, tendrán miles de buenas razones para combatir a fondo por la realización de los proyectos autogestionarios, proyectos que se presentan como medios para la mejora inmediata de la calidad de vida gracias a que permiten la reapropiación del espacio de la libertad sustraído por el poder.
Se consigue así la superación completa en sentido subversivo de la triste y anacrónica figura del militante político-ideológico de los años 70 incompatible en la dinámica de la autogestión. Y con su desaparición encuentran también difícilmente vida las pálidas figuras de los gregarios* y de la gente instrumentalizable en la calle, futuros votos para la izquierda. Una ruptura limpia con la alienación política de carácter marxista-leninista que ha provocado el bien conocido desastre de los años 70 y 80. Una bofetada en la cara a la masificación que presupone poder y jerarquía, división de roles y rígida organización. Una bofetada a lo cuantitativo como criterio central de valoración de todas las iniciativas e ideas.
*Hace referencia a quienes les gusta ser mandados y admiran a quienes mandan.
La autogestión encerrada muere.
La autogestión es la premisa indispensable para el desarrollo de la práctica subversiva de la socialización. Por tanto, se evidencia con fuerza en la ocupación. Pero la autogestión encerrada tras los muros de una ocupación muere.
La idea y la práctica subversiva libertaria no pueden concluir en la conservación de un espacio. Su desarrollo excluye una dimensión estática. La idea misma de autogestión no es concebible sino es extendida a todos los aspectos de la vida y no puede aceptar la reclusión entre cuatro muros. La autogestión reclusa se convierte inevitablemente en autogestión de la miseria, autogestión del ghetto.
Aferrarse a las migajas caídas del banquete de los poderosos cuando deberíamos reconquistarlo todo es un discurso mezquinamente conservador que nos es extraño y que, además, coincide con los planes de control y recuperación del poder. Las etapas recorridas en la autoextinción son recurrentes: gran escasez de actividad dirigida hacia el exterior, sobre todo, ninguna actividad política. En caso de que estas últimas surjan suelen ser vistas como inicio de corrupción, serán rechazadas e identificadas como inútiles actividades sacrificales.
Entre las primeras expresiones “políticas” que caen está la asamblea: empieza a considerarse como una inútil pérdida de tiempo, superflua en agrupaciones de pocos individuos, instrumentalizable por locuaces cabecillas, jamás concluyente a causa de sus propios límites. En efecto, a los grupúsculos en formación les es indispensable evitar los enfrentamientos, especialmente colectivos, para así imponer mejor sus iniciativas como hecho consumado. L@s gregari@s, por su parte, están bien content@s de no tener que perder el tiempo en situaciones en las que los demás se expresan, pues a esto últimos los consideran siempre mud@s y pasiv@s.
El poder se desarrolla como modo natural de relación, convirtiéndose la calumnia y el murmullo en válvulas de escape del malestar. En el fin de las actividades dirigidas hacia el exterior prevalece el espíritu de banda, naturalmente jerárquico. La división de roles se impone también según esta jerarquía. Aparecen así jefes, subjefes y simples comparsas. Jefes reales que deciden sin consultar anteriormente con los demás. La aplicación de las decisiones de los jefes afectará también en los subjefes; pertenecientes al grupo de los fidelísimos que se agrupan en torno al “capo”.
Pero también es posible que en situaciones de casas ocupadas en las que hay mucha gente prevalezca una relación amistosa (aquí tod@s somos amig@s) que trae como consecuencia la formación casi inmediata de relaciones mafiosas. En efecto, no hay un acuerdo común al cual se adhiera cada individuo porque lo haya elegido libremente, discutiéndolo con los otros y aprobándolo según el método de la unanimidad. Por el contrario, todo se decidirá en función de quién sea tu amigo intentando no caer en desgracia ante él. De este modo se perpetran privilegios (miserables) y abusos, sin ninguna posibilidad de hacer vales la razón en un momento de ridículo enfrentamiento. Los únicos medios de hacerse valer serán ahora la fuerza y la intriga. Explotan en el interior de la casa ocupada todas las tensiones acumuladas siendo imposible volcarlas hacia fuera, de donde en realidad provienen, faltando así la actividad y acción hacia el exterior.
También es posible que esta actividad externa sobreviva pero se tratará meramente de cosas tranquilas: producción artesanal ordinaria y superflua, servicios sociales suministrados con un entusiasmo comparable al de las organizaciones paraestatales (ONGs); prevalentemente “teatro”.
En esta situación no se alimentan nuevas iniciativas de autogestión sino que únicamente se mantiene a ciertos gestores de la autogestión. Se produce un constante empobrecimiento de las ideas, que no exponen más que en privado. Se encontraran solamente actividades rituales, procedentes de una época en la cual el grupo era un feeling* repetidas cansinamente. Se permanece en la casa ocupada por incapacidad para crear otras y no por elección.
Tendencia, con el pasar del tiempo, a privatizar todos los espacios y adaptar, aquellos que no sirven para habitaciones, en simpáticos talleres con los cuales se intenta vivir al día. Transformación del lugar ocupado en un inmenso taller degradado del cual quisieran vivir tod@s l@s ocupantes, mientras se cultiva la ilusión de encontrarse a salvo del resto del mundo.
En el interior de la ocupación son reproducidos, burdamente imitados, todos los mecanismos de la alienación y del autoritarismo, de la explotación y del simple conformismo, de los cuales se pretendía escapar ocupando.
La ocupación renuncia a la acción directa, se separa de aquello que la ha conducido a la conquista de un espacio. Creyendo poder vivir en una isla feliz se termina renunciando a la autogestión. Pero la casa ocupada, perdiendo la autogestión, pierde su espíritu, su identidad. No es más que la basura del propio estado de las cosas.
*El grupo era algo que se sentía colectivamente.
La acción directa.
Como es sabido, el objetivo de la ocupación es una forma de acción directa: ilegal, colectiva, conducida abiertamente y que lleva a un grupo de individuos a reconquistar un espacio vital sustraído anteriormente a la colectividad por el poder.
La práctica anárquica de la acción directa reaviva la autogestión de las ocupaciones existentes, dándole a la gente de las casas okupadas la justa dimensión dinámica que puede transformar las okupaciones de receptáculo de todas las miserias a plasmación de lo deseado, de resto del estado de las cosas a experiencia propagatoria de liberación.
Nosotr@s, que cultivamos el gusto por la aventura y el libre transcurso de las pasiones, vemos que sólo a través de la práctica continua de la acción directa, saltando fuera de los cuatro muros, superando con indiferencia los confines lícitos impuestos por el Estado, conseguimos abrir nuevos espacios a la autogestión de nuestra vida y de la casa ocupada y a dar un nuevo sentido a las ocupaciones existentes. En resumen, a difundir aquí y ahora la práctica de la autogestión generalizada.
La etiqueta de la autogestión.
En el variopinto panorama de las ocupaciones italianas destacan por su particular interpretación de la autogestión toda una serie de centros sociales.
En estos centros prevalece llanamente la alienación política sobre otras formas de alienación (alienación artística, existencial, productiva). Son los centros donde todavía se encuentran los zombis de la militancia sacrificada. Su carácter es marxista-leninista con ciertos tintes estalinistas o maoístas. Aquí, y sólo aquí, la ideología no ha muerto, el tiempo se ha congelado, se ven barbas, retratos del Che y hoces y martillos en tres dimensiones.
El único motivo real por el que se constituyen como colectivo es la agrupación de las masas entorno a objetivos políticos decididos por la cúpula de la organización política. Por lo tanto, no sorprende que estos Centros Sociales presenten la autogestión sólo como discurso y no como práctica. Bueno sin embargo, para ser agitado como bandera.
Algunos de estos CSA destacan por su gestión instrumental, espectacular y centrada en la música. Acomodadísima a la comercialización y al Rock-Star System. Si el objetivo es reunir gente, es mejor que toque el Grupo famoso y si consigue putear al capital de alguna multinacional discográfica vendrá más gente, y si el Gran Grupo toca en el Gran Centro Social de la metrópoli donde,… vendrá más gente.
La escasa práctica de la autogestión implica también una escasa y retrasada práctica de la autoproducción. Autoproducción que imita con notable retraso a la de los libertarios. Pero rápidamente modernizada en la línea del pensamiento maquiavélico-jesuítico que justifica cada medio para alcanzar el fin supremo. Autoproducción y autogestión de la música impactante en el negocio, en la comercialización, en la publicidad de que constituyen el marco esterilizante de todas las actividades (nacidas como meros instrumentos de un fin establecido por una voluntad superior).
Los CSA que hacen de la autogestión su propia sigla no son en absoluto inmunes a la solicitud de subvenciones estatales o de servicios al Estado (reestructuración, manutención, obtención de materiales), se sobreentiende que por abastecer de otros servicios a la colectividad. Estaría bien que los Centros Sociales subvencionados por el Estado italiano evitaran malentendidos aclarando que su sentido final es el de la asistencia y no la autogestión. Estos centros se ocupan bien poco de la difusión y práctica autogestora pero cuidan mucho la política de partido, predeterminada por las cúpulas dirigentes de la organización. La total centralización en el Gran Centro Social produce efectos devastadores en la periferia, de manera que el eslogan 10-100-1000 ocupaciones suena a burla.
En definitiva, muchos CSA están más que dispuestos a una práctica comprometida con el poder volviéndose interlocutores de la seguridad, el reconocimiento, las garantías, contratos, derechos y dinero. Especialmente si una institución (partidos de izquierdas) los apoya (siempre por motivos de propaganda electoral). Pero lo que seguramente no se puede desarrollar en similares condiciones es la autogestión. La autogestión necesita de la libertad máxima para poder crecer. Y la autogestión practicada por los ocupantes es la única base coherente para el desarrollo de la subversión fuera y dentro de la casa okupada.
La espectacularización.
Desde su nacimiento hasta hace pocos meses la gesta de los espacios ocupados en Italia ha sido siempre censurada por los medios de comunicación (prensa, radio, televisión). Su espectacularización era llevada a cabo solo para producir reportajes superfluos y de carácter contra-cultural o como episodios de crónica negra. La imagen del okupa que llegaba a la gente oscilaba entre el joven “punk” y el terrorista debutante, pero sobre todo triunfaba la sospecha de no ser más que drogadictos.
Cuando los ocupantes con sus acciones ponían en entredicho algún aspecto del Estado entonces se recurría a la segunda imagen, poco tranquilizadora, de hereder@s de l@s luchadores extremistas de los años 70, loc@s, rabios@s, completamente aislad@s de la sociedad.
Otra forma que tenían los medios de comunicación para acercarse a las ocupaciones era mediante la publicación, siempre en verano, de algún reportaje a todo color sobre esos extraños jóvenes que no quieren saber nada de trabajar, se agujerean las orejas, se tatúan como criminales y escuchan música rock. De este modo se abría, con el estupor de l@s propi@s ocupantes, la página de espectáculos de la gran prensa.
La democrática apertura a los aspectos espectaculares y culturales de los espacios sociales es pues un dato que hace reflexionar. A través de la gran prensa, los espacios sociales han podido presentar a la gente la cara espectacular-asistencial viendo sistemáticamente censurado todo lo demás. Una mutilación significativa y no casual.
Esta situación ha permanecido invariable durante años. Pero las cosas cambian. Desde hace algún tiempo, y precisamente desde que el CSA Leoncavallo fue desalojado, hemos asistido al deshielo de los grandes y menos grandes órganos de manipulación del consenso de la izquierda institucional, al confrontamiento de la extrema izquierda, prevalentemente “Autonomía”, presente en el CSA. Dos ejemplos: los abundantes reportajes sobre l@s brav@s chic@s del Leonka en RAI 3 y el Manifiesto que se transforma en tribuna de “Autonomía” sobre la cuestión de los Centros Sociales.
¿Qué ha sucedido?.
Por una parte la izquierda institucional, PDS, Rifondazione, Rete, Verdes deciden iniciar su campaña electoral contra la Liga* victoriosa en Milano, utilizando el desalojo del Leonkavallo. Se trata de un caso ejemplar de oportunismo político del ex-PCI que en el 89, gobernando la ciudad junto a su compañero Craxi, había desalojado militarmente gran parte del Leonkavallo. Pero la golosa ocasión anti-Liga hizo que se variara la valoración política sobre los Centros Sociales.
Por parte de “Autonomía”, que dirige el Leoncavallo, se intentó salvar con todos los medios necesarios el más antiguo y renombrado Centro Social de Italia, decidiéndose (al nivel de la cúpula) encontrar alguna legitimación estatal. Tanto en Milano como en Roma, “Autonomía” busca la fuerza política necesaria para arrancar cualquier reconocimiento del Estado. Pero esto no pasa y es necesario buscar alianzas y organizar formaciones. Y he aquí que resurge una antigua estrategia usada cíclicamente cuando la extrema izquierda está en crisis de ideas y proyectos. La alianza sobre bases ideológicas con la izquierda institucional.
En Roma el abrazo obsceno lleva al CSA a recoger firmas por la legalización junto al ARCI y a los Boy Scout, y a apoyar Rutelli* en su campaña electoral. Pero es en Milano donde el “Frente Popular” unido entorno al Leoncavallo, encuentra la expresión más completa del espectáculo. Entrevistas, mesas redondas, artículos interminables, artistas, saltimbanquis, plagiadores, mártires, premios Oscar, intelectuales progresistas, policía, páginas de periódicos y madres preocupadas. Ficción y realidad se mezclan y todo deviene espectáculo. Y con la espectacularización se llega a la esterilización. Todo sucede como un gran espectáculo y éste domina la vida.
El Centro Social que había escogido en el 89 el cocktail molotov como medio de defenderse ahora escogía el Telediario de su desalojo. Y las condiciones son muy duras. Dos meses de espectáculo- Leoncavallo lo conducen a un callejón sin salida cogido de la mano de la izquierda institucional. Y cuando el Leonka rompe huyendo del guión acordado con la izquierda y comienzan a suceder cosas que no son del agrado de los patrones de la información llegan los primeros golpes y luego el silencio de la censura.
Durante meses todos los medios de comunicación proyectaron la imagen desconsoladora impuesta como prototipo del Centro Social. Aquella que les gustaba a los partidos: Centro Social como lugar de suministro de servicios para marginad@s, extracomunitari@s de color, lugar de acciones piadosas, lugar para el “tiempo libre” y el desarrollo de la cultura joven, centro de aproximación a la izquierda y, en definitiva, depósito de votos para los partidos de izquierda.
En esencia, el Centro Social como lugar para reproducir el conformismo y la normalización a través del suministro de servicios de los cuales carece el Estado. Dedicación a los sujetos marginales que multiplicándose en las grandes ciudades podrían convertirse en un gran problema para el orden público. Este quizá sea el aspecto más inquietante de la espectacularización vinculada a toda la izquierda relacionada con el Leoncavallo.
La legalización en otros países.
A pesar de la distinta evolución e historia de las ocupaciones en el norte de Europa podemos hacer algunas observaciones, sobre todo referentes al movimiento de ocupaciones y el poder. La legalización, uno de los remedios más eficaces contra los disturbios de la subversión, ha sido utilizada, sobre todo por regímenes social-demócratas, para aplacar los impulsos más radicales y los movimientos subversivos. Hace ya años que el plan TREVI (Terrorismo, Radicalismo, Extremismo y Violencia Internacional), organizado por varios ministros de la CEE como respuesta a la subversión social, proponía dos salidas para resolver el problema de las ocupaciones: la intervención directa de la fuerza pública, o bien, el recurso a “… procesos graduales de legalización-integración”. (De Umanitá Nova 28-11-93).
Exponemos a continuación una breve relación de los fenómenos que la legalización ha producido en las grandes ciudades europeas; Hamburgo, Berlín, Ginebra, París, Zurich: – Separación en la práctica entre casas legalizadas y casas ocupadas. Las casas legalizadas, normalmente no se solidarizan con las ilegales amenazadas de desalojo. Una vez conquistado el alojamiento y el propio espacio vital a través de un contrato con el propietario la tensión de l@s ex-ocupantes se apacigua, est@s ya se ven menos vinculad@s a las manifestaciones y a la lucha, las preocupaciones domésticas predominan sobre la voluntad de acción. En Berlín y Hamburgo, en el movimiento de ocupación a principios de los 80, las casas ocupadas ilegales fueron bajando en número hasta desaparecer, paralelamente la lucha más radical se dispersó. La transgresión une a l@s okupas.
– Las casas con contrato son reestructuradas según lo acordada con el propietario, graffitis y fachadas son pintadas de nuevo, el propietario exige el pago de un alquiler. El ocupante se transforma de potencial subversivo en mero inquilino.
Nace el negocio alternativo. Negocio de la música, del espectáculo, de la fiesta: también en los locales más alternativos grupos teatrales, cinéfilos y músicos piden subvenciones al estado pisoteando alegremente por un puñado de billetes los principios más elementales de la independencia, autofinanciación y autogestión, pero manteniendo la etiqueta alternativa. En otros casos no es extraño ver el pago de ciertas tasas que el Estado impone a la música y otros espectáculos. El Estado se impone sobre la música y el espectáculo.
Aislamiento respecto al discurso más radical. Iniciativas y acciones, manifestaciones y lucha son propuestas por un movimiento carente de la ilusión de arrebatar algún metro cuadrado a los tiburones. En la práctica de la acción directa el movimiento se expresa como derrota y espectacularización: un ejemplo claro es la celebración del Primero de Mayo berlinés. En Hamburgo a pesar de la renombrada radicalidad de la Hafenstrasse, las casas ocupadas son todas legales. Quién ocupa es desalojado en 24 horas. Algun@s ocupantes llegan a afrontar el problema de la vivienda habilitando roulotts. La misma solución se ha adoptado en Berna: Zaffaraya es un campo de roulotts y camiones donde viven una veintena de okupas.
La responsabilidad política de quién quiere la legalización.
En los últimos tiempos se han evidenciado como simpatizantes de los Centros Sociales casi todos los partidos de izquierdas, esto naturalmente ha surgido sobre todo por el antagonismo instrumental que han querido generar en su enfrentamiento contra la derecha. Derecha cuya posición de odio hacia los CSA, es por tod@s bien conocida. Pero la izquierda no muestra la misma actitud si hablamos de ocupaciones en lugar de Centros Sociales; terrible término este último, con sabor a política burocrática-socialista y que hace referencia a todos aquellos lugares que, según la interpretación institucional y a los ojos de la llamada sociedad civil, desarrollan funciones de utilidad pública: desde centros para ancianos a cooperativas ceramistas, del tratamiento de toxicómanos, a la animación sociocultural. Todos centros sociales.
Bajo tal heterogeneidad de actividades la izquierda ha intentado, por todos los medios posibles, prolongar la solidaridad a múltiples ámbitos pero siempre evitando hablar de ocupación. Consecuentemente con esta actitud la izquierda ha apoyado el desalojo de todo sitio ilegal, de Génova a Roma, de Torino a Milano, Bolonia, etc…
Decíamos entonces que la izquierda se niega a hablar de ocupación: los partidos de izquierdas (Rifondaziones, PDS, Verdes, Rete) están dispuestos a tolerar los Centros Sociales sólo y exclusivamente si estos tienen una función propia reconocida por el consorcio civil, de esta manera no se pierde el apoyo electoral y se evitan acusaciones referentes a la tolerancia de situaciones diferentes al orden establecido.
En pocas palabras, el poder se rebaja a pactar la existencia de cuatro muros sólo si de aquellos no surgen acciones contrarias al status quo; por tanto, bienvenidos sean los servicios gratuitos y voluntarios que cubren las lagunas asistenciales del Estado, bienvenidas sean las obras sociales que, por una parte legitiman la existencia de los Centros Sociales de cara a la gente y, por otra parte legitiman al poder que las tolera.
Pero increíblemente no son sólo los partidos de la izquierda institucional los que exigen la legalización, la convivencia pacífica y la vinculación a categorías más asimilables por el poder, también hay sectores del área que, con las debidas reservas llamaremos del movimiento, apoyan esta situación (en concreto del área “Autonomía”). En este caso parecería que las instancias de legalización y/o conciliación con las instituciones fueran a la par con la consolidación de las mismas okupaciones. Esto es consecuencia directa del modo de vivir las okupaciones que poco tiene que ver con el deseo de liberación, que deriva de una metodología política que ha demostrado todos sus monstruosos fallos.
Para entender mejor cuales son las responsabilidades del movimiento de legalización hemos de tener en cuenta lo siguiente:
1.- Para ellos el Centro Social sólo se legitima a través de unas funciones dirigidas a las masas.
2.- Contenidos, formas de comunicación y acciones son establecidas en estrecha relación a la existencia de clases sociales precisas (las mismas que el poder potencia): proletariado (¡…!), estudiantes, emigrantes de color.
3.- La dimensión revolucionaria individual es ignorada y la propia vida se divide en “tiempo de lo privado” y “tiempo libre” militante.
4.- Carencia absoluta de imaginación revolucionaria. Tengamos en mente estos cuatro rasgos particulares. Encuadremos las situación en el panorama nacional en el cual encontramos al menos un centenar de ocupaciones, aunque los medios de comunicación (como es costumbre en los mass-media) reconozca solamente la existencia de dos grandes centros organizados: Roma y Milano.
Todos los demás centros, tanto aquellos que surgieron hace ya tiempo, como los más nuevos, aquellos de las grandes ciudades y los de los pueblos pequeños y sobre todo los que se muestran más reacios frente a los pactos, se encontrarán ante una represión militar inmediata o bien ante la alternativa de aceptar condiciones aceptadas precedentemente por otros centros ya legitimados frente a la autoridad.
Y todas las ocupaciones que continúan sin querer saber nada del diálogo con el poder y que se ven obligadas a convivir con agrupaciones que han optado por el reconocimiento legal serán desalojadas por la fuerza; desalojos que se ven legitimados por los acuerdos previos tomados entre otros centros y el Estado. Acuerdos que establecen también a los ojos de la opinión pública una línea divisoria entre buenos (que aceptan el diálogo con las instituciones) y malos (que lo rechazan).
La grave responsabilidad de quienes quieren o buscan un diálogo no necesario con el poder se amplía aún más por el hecho de que este sector se presenta como un grupo compacto que ha indicado una línea rigurosamente aceptada por todos sus afiliados, creando así escisiones dentro de la extrema izquierda: de hecho existen situaciones de conflictividad en ciudades como Rma, Pádova, Florencia y Milano. Esta situación es, sin embargo, ignorada por la información oficial ya que la única voz representativa es aquella que ha decidido pactar con las instituciones y que se impone como único interlocutor válido.
La legalización nunca será única y unívoca, sino que abarcará todo un panorama de posibilidades que comprenderán la asociación legalizada (con estatutos, carnets…), la cooperativa, el alquiler simbólico o quizás no tan simbólico pero pagado por la administración pública, la convivencia con otras asociaciones de todo tipo, el respeto de las normas de higiene y habitabilidad con sucesivos controles de funcionarios, y la licencia para el alcohol, los impuestos, etc …
Quizás no se den todas estas exigencias o quizás no se den todas de una sola vez, pero una vez abierto el discurso ya no se podrá cerrar. Y mientras tanto es obvio que el Estado, satisfecho de haber creado el precedente para resolver el problema, no impondrá a los grandes Centros Sociales de las grandes ciudades condiciones que puedan romper las bases de lo acordado, pero no tendrán escrúpulos a la hora de acabar con las realidades menores y contestatarias.
Los centros que lleguen a acuerdos con el poder serán aquellos que hayan conseguido poner a la gente de su parte, situándose demagógicamente como vanguardia política, aquellos cuya voz se escuche en los periódicos y en la televisión, aquellos que hayan logrado legitimarse de cara a la opinión pública y a las instituciones; todo según el dogma democrático -la mayoría siempre tiene razón -.
Con esta seguridad del propio status, con la seguridad del reconocimiento, se pierde todo elemento de ruptura que caracteriza la voluntad revolucionaria.
Quien realmente desee un cambio radical no puede buscar seguridad, pues la única seguridad que se debe tener es la de conservar la dignidad como individuos rebeldes frente a un mundo en el que no podemos vivir libres, el resto es una trágica ingenuidad o una alienante mistificación de la vida.
Por otra parte, l@s anarquistas, no siendo un movimiento ni teniendo líneas ni organismos centrales, viven del modo más heterogéneo la ocupación y la autogestión, dejando el campo libre a la experimentación y huyendo de las indicaciones precisas y las prescripciones ideológicas.
El principio único que sostenemos es que cuanto más libres seamos mejor, por lo tanto es obvio que no aceptemos jamás diálogos con las instituciones (excepto en ocasiones de extrema necesidad). A nosotros nos parece que las distintas okupaciones, sobre todo en las grandes ciudades, no deben buscar los favores de los partidos ni la asimilación por las leyes pues esto no conlleva más que la legitimación del poder para-institucional que nada tiene que ver con la autogestión y su desarrollo.
No tenemos la intención de servir de cebo a esta política oportunista de revisionismo. Por tanto no nos interesa ser tantos como podamos, si no es verificando en nuestras acciones cotidianas la afinidad directa al individuo.
No queremos encontrar un movimiento de club alternativo que persiga el sueño del negocio-show, o una asociación de solidaridad con los pobres, sedienta de vínculos con los organismos del poder para así sobrevivir y mantener un movimiento de vanguardia de las masas.
Nuestro objetivo es la destrucción de la política y por tanto, no queremos ningún tipo de poder, el poder ha de ser destruido.
Proponemos la máxima difusión, sobre todo a través de la acción directa, de las distintas experiencias de autogestión declaradamente revolucionaria como heterogeneidad operativa de la experiencia de ocupación en el territorio nacional e internacional.
Solicitamos una serie de encuentros para intercambiar información y experiencias, donde se toquen todos los aspectos, individuales y colectivos, vinculados a aquell@s que han decidido por elección propia (y no por miserable necesidad) vivir según principios de autogestión y libertad. Los temas que proponemos son por lo tanto aquellos que operan activa y cotidianamente en distintos ámbitos; autofinanciación, organización de conciertos fuera del negocio alternativo, autoproducción, distribución, autoconstrucción, actividades de ayuda a otras ocupaciones menores, propaganda de nuestras ideas y nuestra actividad y también temas externos a la ocupación en si: antimilitarismo, anticlericalismo, control social, crítica al trabajo y otras formas de lucha autogestionaria.
Contra la centralización, contra la homogeneidad, difundamos mil prácticas de liberación.
Mario Frisetti, Mario Spesso, Luca Bruno de El Passo Occupato y Barocchio Occupato.
Torino, febrero 1994
http://flag.blackened.net/pdg/textos/textos/legalizacion.htm