Carta de Bakunin a Nechayev

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Presentación previa de Frank Mintz.

Se conoce este documento desde 1963 y fue publicado por vez primera en ruso por Michael Confino en una revista académica Cahier du monde russe et soviétique en 1966, y con más argumentos en Violence dans la violence; le débat Bakounine-Nechaev, París, 1973, 212 pp. Se ha de tener en cuenta un rasgo típicamente ruso de la época que es la sensibilidad extremada así como la necesidad de justificación (sobre todo entre gente con cultura universitaria). Y Bakunin era muy ruso en este plano. Para la versión castellana se acudió a la traducción francesa – muy literaria y con añadidos superfluos – con el original ruso, con más garra y peso y en tono de militante político (las partes entre corchetes están en el original).

Bakunin redactó su texto teniendo en cuenta datos que recibía, de ahí aparentes repeticiones que reflejan su afán por convencer a un joven embarrado en mentiras, su fastidio creciente hasta poner condiciones tajantes para acabar con la inmadurez de Nechayev.

¿Cómo eran las relaciones entre Bakunin y Nechayev antes de la ruptura?

El 13 de abril de 1869 Bakunin escribía al compañero y amigo James Guillaume a propósito de Nechayev:”Tengo en casa un espécimen de estos jóvenes fanáticos que no dudan sobre nada ni temen nada, y que tomaron como principio que deben perecer bajo la mano del Gobierno muchos y muchos de ellos, pero que no van a descansar un momento hasta el levantamiento del pueblo.” (L’Internationale (Documents et souvenirs), libro I, p. 147). Nechayev recibió en mayo de 1869 de Herzen dinero del Fondo Bajmetev para la labor clandestina en Rusia. Y realmente Nechayev cumplió una labor de coordinación fuerte no sólo en Rusia y en los medios rusos en el extranjero, sino que tomó contactos con búlgaros a través de Bakunin exiliados en Rumania donde le proporcionaron un pasaporte serbio para regresar a Rusia.

Nechayev era pues un militante estimado y reconocido por todos en la emigración rusa. Los militantes revolucionarios rusos en Rusia planeaban la preparación de una agitación popular para la primavera de 1870 apuntando a varias capas sociales pobres desde los más pobres a los seminaristas y los oficiales. Una fecha fue barajada el 19 de febrero [antiguo calendario, el 3 de marzo fuera de Rusia] que correspondía al final del plazo de la prohibición de la negativa de venta de tierra de los campesinos, prevista 9 años antes cuando se abolió el sistema de los siervos. (Lehning en Bakounine Oeuvres complètes, tomo 5, pp. XV, XVIII). No sucedió nada pero es evidente que el carisma, los enlaces y la capacidad de coordinación de Nechayev en Rusia eran un hecho fehaciente. Por eso, se nota en la carta de Bakunin un tono repetitivo, pedagógico en el sentido de que Bakunin apostaba a que su carta produjera una regeneración interior en Nechayev.

« […] de 1863 a 1867, me mantuve apartado de las actividades rusas y de los rusos. Y en cuanto me acerqué, di con un montón de lodo. Pero ahora no me quiero apartar de ellos. Es necesario desenredar el todo con paciencia y ponerlo de nuevo sólidamente en sus pies. Si ustedes se dignan en darme su ayuda, lo conseguiremos, lo espero. “Lo esencial ahora es salvar a nuestro amigo que se engañó y se embarró. A pesar de todo sigue siendo una persona valiosa y gente valiosa en el mundo hay poca” (Bakunin, Carta a Ogarev, Ozerov, Semen Serebrennikov, Natalia Alexandrovna Herzen, traducida del ruso, 09.06. 1870).

Manipulaciones de Nechayev y Marx

Regresó Nechaev a Rusia y volvió a Suiza en enero de 1870, tras una presunta evasión de una cárcel politica, como representante de un presunto Comité Revolucionario Ruso. Bakunin le quiso encontrar y como Nechayev vio que estaba traduciendo el Capital de Marx -como tarea pagada, casi el único ingreso fijo de Bakunin que estaba en una gran escasez y se desvivió hasta su muerte por conseguir alguna que otra ayuda pecuniaria-. Nechayev insistió para que Bakunin “dejara este trabajo para dedicarse por entero a la propaganda revolucionaria en Rusia. Se jactó de que iba a encontrar a alguien que […] terminaría la traducción [Nechayev no cumplió…] abusó indignamente de la confianza de Bakunin: sin que lo supiera éste, mandó al editor Poliakov una carta en que, en nombre del Comité Revolucionario Ruso, le anunciaba que Bakunin había sido requisado por dicho Comité, y por lo tanto no iba a acabar la traducción empezada, añadiendo al parecer una amenaza caso de que Poliakov hiciera una denuncia.” (Guillaume, o. c., p. 261).

“Hacia 1857, un ruso socialista, Bajmetev había depositado en manos de Herzen y Ogarev una suma de veinticinco mil francos para usarla en la propaganda y la acción revolucionaria en Rusia. Una parte de este dinero ya había sido entregada a Nechayev en 1869. Con la muerte de Herzen [en enero de 1870], Ogarev era el único distribuidor del Fondo Bajmetev. Bakunin resolvió convencer a su viejo amigo para que entregara la totalidad de este capital al Comité Revolucionario Ruso representado por Nechayev.” (Guillaume, o. c., p. 282).

Bakunin preveía posibles rumores y por eso escribió a “Ogarev, insisto con fuerza para que me des cuanto antes, a través de nuestros amigos e intermediarios normales: Tata, Ozerov y Serebrennikov, una atestación escrita de que entregaste la totalidad del Fondo a Nechayev, y de que no tuve ninguna participación en la administración.” (Bakunin, Carta a los mismos corresponsales, traducida del ruso, 10.06.1870).

Marx escribió sobre este Fondo (fundándose en informaciones tendenciosas de Utin) “Bakunin hizo derivar hacia él mismo este dinero, recogiendo así la herencia de Herzen – a pesar de su odio por la herencia -”(Neue Zeit, enero 1870, en Guillaume, o. c., p. 298). En el congreso de la Asociación Internacional de los Trabajadores en La Haya en 1872, a instigación de Marx, una Comisión de encuesta dictaminó que el ciudadano Bakunin se sirvió de maniobras fraudulentas para apropiarse de toda o parte de una fortuna ajena, lo que constituye un delito de estafa. (Lehning en Bakounine Oeuvres complètes, tomo 5, p. XLVI).

Paralelamente, en el Congreso de las secciones de la Internacional de la suiza románica del 4 de abril de 1870 en La Chaux-de-Fonds, el delegado ruso Utin (informador de Marx) declaró: “Siempre y por doquier Bakunin viene predicando sus funestas doctrinas que tienden a establecer una dictadura personal y ajena a la clase obrera […] es un dolor inexpresable, una profunda tristeza la que siento al pensar en las victimas irreparables [sic] y en los perjuicios graves que asestó Bakunin a la causa revolucionaria y socialista en Rusia […] Bakunin en sus proclamas en ruso, declara en voz alta que para él no existen ni fe ni ley, en lo que concierne sus presuntas actividades revolucionarias, ni justicia ni moral […] (en Guillaume, o. c., libro II, p. 8).

Desconfianza de Bakunin para con Nechayev

Bakunin ya expresaba reservas sobre el Comité Revolucionario Ruso y Nechayev “Les dije con franqueza las condiciones en que podría dedicarme totalmente a esta causa. Vencí en mí cualquier vergüenza diciéndoles todo lo que debía decir. Serían tontos si no las aceptaran y débiles e incapaces si no encontraran los medios de cumplir todas las condiciones imprescindibles para la causa.” (Carta a Ogarev del 21 de febrero de 1870, en Guillaume, o. c., p. 282; traducida del ruso y con los subrayados en el original CD ROM del Instituto de Historia Social de Amsterdam).

Se colige de la Correspondencia impresa [Edición de Dragomanov] de Bakunin que otro problema había sido planteado: “se trataba de saber si el Comité Revolucionario Ruso, representado por Nechayev, en posesión ahora del Fondo Bajmetev, iba a asegurar a Bakunin , teniéndole como escritor y periodista, medios regulares de existencia. […] En su carta a Ogarev del 30 de mayo [de 1870 ya al tanto de la maniobra de Nechayev para suprimir su trabajo de traducción…] dice Bakunin, “Estoy esperando una respuesta de nuestro Comité que deberá determinar mi acción ulterior. Sin embargo, le aviso que seré muy firme en mi ultimátum, y no iré a establecerme en Ginebra sin tener la convicción de haber encontrado en usted una situación aceptable y sólida, de cara a la causa en sí, y también en el plano de los recursos pecuniarios necesarios a mi existencia.” (Guillaume, o. c., libro II, p. 60).

Consecuencias de la ruptura entre Nechayev y Bakunin

Una carta supone una respuesta y Nechayev no cambió su comportamiento personal (robo de documentos a Ogarev, protesta por las advertencias en contra suya que Bakunin transmitió a sus amigos -ver la cara a Taillandier [http://www.fondation-besnard.org/article.php3?id_article=398] en nombre de la Causa Revolucionaria.

En una carta privada a Bakunin y a Ogarev Nechayev escribió que ellos alentaban “los actos más deshonestos y cobardes que pueda inspirar un odio mezquino. Quieren ustedes por consiguiente, pese a cualquier sentido común y en contra del interés de la causa, arrastrarse por el fango. Pues háganlo, adiós“).

De paso es sobrecogedor constatar cómo la gente más ruin atribuye a los demás sus propios defectos como prueba de la justeza de su conducta (en especial, los socalistas – de todo tipo – en el poder).

Sin embargo, en sus escritos públicos manifestó Nechayev una gran moderación en su oposición a los emigrados rusos de edad avanzada, visión que englobaba también a la AIT en su conjunto (o sea también a Marx y a Engels). “[…] a pesar de nuestras divergencias sobre los objetivos y los medios políticos, divergencias que surgieron cuando abordamos la práctica […] no dejaré sin embargo de considerarles como los mejores representantes de una generación que, desgraciadamente, abandona el escenario de la historia sin que se vea su rastro. […] (Carta abierta a Bakunin y a Ogarev)

“[…] en occidente, a pesar de la existencia de una amplia organización muy real de descontentos por el orden social establecido, no se ven de momento hombres que, por la amplitud de sus conceptos, reúnan a la vez una voluntad fuerte y una pasión creadora. Mientras de un modo u otro hombres así no aparezcan y no derriben de su pedestal a los grandes charlatanes actuales sin carácter, no se puede esperar que salga un movimiento socialista revolucionario serio e independiente de esa asociación internacional, por grande que sea.”

(Revista “Obshchina” – la Comuna -, Londres, septiembre de 1870)

Detenido en Suiza en octubre de 1871 con documentación falsa, fue identificado y reconoció quién era. La emigración rusa en Suiza y los suizos de izquierda, y Bakunin, llevaron una campaña solidaria para evitar la extraditacion a Rusia por el asesinato de un miembro de un grupo suyo por faltar a la obediencia, lo que desgraciadamente era la verdad. Pero el gobierno suizo cedió a las presiones zaristas este mismo mes de octubre de 1871. Nechayev se defendió con valentía en el juicio en enero de 1873 y fue condenada a veinte años de trabajo forzado en Siberia. Por orden expresa del Zar fue mantenido Nechayev hasta su muerte en condiciones severas en el revellín Alexis – cárcel para los presos políticos peligrosos en que había estado Bakunin entre 1851 y 1854 y estuvo Kropotkin – de la fortaleza Pedro y Pablo de Petrogrado. Permaneció incomunicado hasta su muerte, hasta les estaba prohibido a los carceleros dirigirle la palabra, y Nechayev falleció de escorbuto (o sea desnutrición impuesta por las Autoridades) en 1882.

Se suele atribuir la redacción del “Catecismo Revolucionario” a Bakunin, una contradicción total con la lógica de Bakunin en la misma carta remitida a Nechayev. Faltan los documentos fehacientes para corroborar o cancelar tan afirmación. Pero la brevedad de las relaciones entre Nechayev y Bakunin (de mediados de enero de 1870 a inicios de junio de 1870) y la ética personal de ambos contradicen la posibilidad de una labor común profunda.

Bakunin escribió un “Catecismo revolucionario”, texto en que su postura anarquista no aparece muy clara en 1865:

http://www.marxists.org/francais/general/bakounine/works/1865/00/bakounine-cat.htm

Nechayev redactó el “Catecismo revolucionario”, cuya autoría le corresponde y aplicó en parte. Para cerciorarse de la visión de Nechayef, se puede leer:

IV El revolucionario desprecia la opinión pública. Sólo tiene desprecio y odio por la moral social actual, por sus directivas y manifestaciones. Para él, lo que es moral es cuanto contribuye al triunfo de la Revolución; inmoral y criminal es cuanto le pone traba.

VI Es preciso que el revolucionario, duro para sí mismo, lo sea también para los otros. Todos los tiernos sentimientos que hacen afeminados, tales como los vínculos familiares, la amistad, el amor o el agradecimiento, la misma honra, tienen que ser ahogados en él por la única y fría pasión por la obra revolucionaria. Sólo existe en él un único goce, un único consuelo, un galardón, una satisfacción: la victoria de la Revolución. Sólo debe tener, noche y día, un único pensamiento y un solo objetivo: la destrucción inexorable. Prosiguiendo con sangre fría y sin tregua el cumplimiento de este objetivo, tiene que prepararse a morir y también a matar con sus propias manos a cuantos se opongan a sus fines.

VII La naturaleza del verdadero revolucionario excluye todo romanticismo, toda sensibilidad, todo entusiasmo, toda pujanza. Excluye asimismo todo sentimiento de odio o venganzas personales. A la pasión revolucionaria, ya convertida en él en segunda naturaleza, debe unirse el frío cálculo. Por todas partes y siempre, tiene que obedecer, no a sus impulsos personales, sino a lo que exige el interés general de la revolución.

X Cualquier camarada tiene que tener a su disposición algunos revolucionarios de segundo o tercer orden, o sea los que no están del todo iniciados. Debe considerarles como una parte del capital común puesto a su disposición […]

Barrué Jean Bakounine et Netchayef, París, 1971, pp. 62-63 y también Confino Michael o. c., pp. 100-102, [Trad. adaptada de ambos libros].

Se puede comprobar cómo el “revolucionario” se justifica a sí mismo “por la única y fría pasión por la obra revolucionaria”; Basta con sustituir “revolucionario por “partido” o “Comité Central” que comunica o impone la consciencia de clase a las masas para llegar a los conceptos y a la práctica de Lenin. Al final fue más nechayevista que marxista, o tan uno como otro.

Todos los datos y las notas se deben a la labor magistral de la introducción [1970] de Arthur Lehning al tomo 5 de las Oeuvres complètes, París, 1977.

¿Qué es el valor actual y qué nos aporta este texto?

En los grupos que contemplan un abanico de múltiples acciones, mayormente cuando cierta clandestinidad es imprescindible, surgen y a veces sobran l@s militantes con ideas absolutas y una moral minimalista (durante la acción), los planes supuestamente eficaces que requieren una disciplina total. Para tales casos, frente a la eficacia de l@s sedicentes más inteligentes, más varoniles, más sabiondos de todos los grupos clandestinos de cualquier ideología o religión, imponiendo su verticalidad y autoridad, la crítica de Bakunin se basa en el día a día.

[…]usted cultiva en ella [la gente] la mentira, la desconfianza, el espionaje y la delación, y usted cuenta mucho más con las presiones exteriores, mediante las cuales usted la enreda, que con la valentía interior de la gente. De modo que bastará con que cambien las circunstancias para que se percate la gente que su temor al Gobierno es más terrible que el que usted le infunde, y para que se convierta, gracias a sus lecciones, en excelentes servidores y espías de las Autoridades. En efecto, estimado amigo, ahora es seguro que la mayor parte de sus compañeros caídos entre las manos de la policía, sin gran esfuerzo de parte del Gobierno y sin tortura, lo delataron todo y a todos..

Con una sangre fría imponente, Bakunin evoca la desoladora miseria moral de los oprimidos y sus contradicciones, y la necesaria moral militante, tan difícil de adquirir y propagar. Son páginas que guardan todo su valor.

La entrega a un ideal conocido y a favor de los oprimidos, con la mesura de la experiencia, es un acicate muy valioso. Bakunin lo demuestra ampliamente y nos da un legado sólido para el futuro.

Frank Mintz, mayo de 2008

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Carta de Mijaíl Bakunin a Serguey Guennadevich Nechayev, 2 de junio de 1870, Locarno.

Estimado compañero: me dirijo ahora a usted y a través de usted, a su y a nuestro Comité. Espero que si usted está ahora en un lugar seguro, libre de las pequeñas molestias e inquietudes, pueda recapacitar tranquilamente sobre la situación suya y nuestra en general, nuestra causa común.

Empecemos por reconocer que nuestra primera campaña, iniciada en 1869, se perdió, estamos derrotados. Aplastados por dos razones principales: la primera, no se levantó el pueblo, en cuyo alzamiento confiábamos con todo el derecho. Se ve que no se colmaron la copa de sus sufrimientos y el límite de su paciencia. Se ve que su confianza en sí, en su derecho y en su fuerza no se agotó aún y no se encontró bastante gente capaz por toda Rusia para actuar junto y despertar esta confianza. La segunda razón, nuestra organización por la calidad y por la cantidad de sus miembros y por el mismo modo de su formación, resultó insuficiente. Por eso fuimos derrotados, perdimos muchas fuerzas y gente valiosa.

Es un hecho indudable y debemos reconocerlo totalmente, sin regatear en absoluto, para que sea un punto de partida de nuestras posteriores reflexiones, empresas y acciones

Usted estaba consciente de ello, así como sus amigos sin duda alguna, antes, mucho antes de manifestármelo. Se puede decir sí que nunca me hablaron de eso. Tuve que adivinarlo por las contradicciones, numerosas y evidentes, de sus declaraciones y por fin convencerme, por el estado general de la situación, que se veía muy claro que no había modo […] de ocultarlo ni siquiera a los compañeros menos enterados. Usted estaba convencido de ello más que a medias cuando vino a mi casa en Locarno. Pero usted me habló con entera certidumbre y del modo más afirmativo de la inminencia de la necesaria sublevación. Usted me engañó, y yo, sospechando o presintiendo instintivamente la mentira, me negaba consciente y sistemáticamente a creérmelo, Usted continuó hablando y actuando como si me dijera la pura verdad. Si me hubiera mostrado, durante su estancia en Locarno, la situación tal como era en relación con el pueblo y la organización, por supuesto habría redactado mi llamamiento a los oficiales (1) en el mismo sentido y con el mismo espíritu, pero con otras palabras. Y habría sido mejor para mí, para usted y sobre todo para la situación. Yo no les habría hablado de un movimiento inminente.

No me enfado con usted y no le hago reproches por saber que cuando usted está mintiendo, ocultando o silenciando la verdad, usted lo hace fuera de móviles personales, simplemente porque lo cree útil a la causa. Todos nosotros y yo le queremos con afecto y le respetamos profundamente porque precisamente todavía nunca hemos encontrado a un hombre tan alejado de sí mismo como usted y tan entregado a la causa.

Pero ni este afecto ni este respeto podrían impedirme de decirle francamente que su sistema de mentiras, que tiende cada vez más a ser su principal, su único sistema, su arma y medio principal, es mortal para la misma causa.

No obstante, antes de intentar, y espero lograr, demostrárselo, diré algo de mi actitud para con usted y su Comité. Buscaré explicar por qué, a pesar de los presentimientos y las dudas racionales e instintivas, que me avisaban cada vez más contra la verdad de sus palabras, no los creía aún. Hasta mi último viaje a Ginebra, yo hablaba y actuaba como si confiase del todo en usted.

Se puede decir que llevo 30 años alejado de Rusia, entre mis 40 y 51 años, estaba en el extranjero, al principio con un pasaporte, luego como emigrante. A los 51 años, tras dos años de encarcelamiento en fortalezas de Sajonia y Austria, fui entregado al gobierno ruso, que durante 6 años más me mantuvo, al principio en la fortaleza de Pedro y Pablo, en el revellín Alexis (2), luego en Shliselburgo. A los 57 años, fui mandado a Siberia, pasé dos años en el oeste y dos en el este. A los 61 años me fugué de Siberia. Desde entonces, por supuesto, no volví a Rusia. Así, durante 30 años, viví 4 años (hace 9), de los 57 a los 61, libre en Rusia, o sea en Siberia. Esto, desde luego, me dio la posibilidad de conocer de cerca al pueblo ruso, sus campesinos, sus burgueses, sus comerciantes, en especial en Siberia, pero no con su juventud revolucionaria. En mi época no había otros exiliados políticos en Siberia que algunos pocos dekabristas (3) y polacos. Conocí además, es verdad, a un grupo de cuatro Petrashevistas, Petrashevski, Lvov y Tol (4), pero esta gente representaba un tipo de transición entre los dekabristas y la juventud actual. Eran socialistas doctrinarios, librescos, fourieristas y pedagogos. Los jóvenes reales, en que creo, desclasados, sin hogar, […] este grupo de la revolución popular, de que hablé varias veces en mis escritos, no los conozco y sólo ahora empiezo poco a poco a relacionarme con ellos.

La mayor parte de los rusos que venían a saludar a Herzen (5) en Londres eran gente bien situada y hombres de letras u oficiales liberalizantes o democratizantes. El primer revolucionario ruso serio fue Potebnia (6), el segundo, usted. No voy a hablar de Utin (7) ni de los otros emigrados de Ginebra. Así, hasta nuestro encuentro, la verdadera juventud revolucionaria rusa quedaba para mí “terra incognita” [así en el original ruso].

Me bastó poco tiempo para comprender su seriedad, para confiar en usted. Me convencí y hasta ahora sigo convencido que aún si ustedes no son muy numerosos, representan una acción seria, la única acción revolucionaria seria en Rusia. Y hecha mi convicción, me dije que mi obligación era ayudarles con toda mi energía y mis medios, asociándome como pueda al movimiento ruso. Esta decisión fue más fácil de tomar puesto que su programa, por lo menos el año pasado, no sólo se parecía, sino que era incluso idéntico al mío elaborado constantemente […] sobre la base de la experiencia de una vida política ya larga. Definamos en pocos rasgos este programa sobre la base de que usted y yo nos aliamos a fondo el año pasado y del que se aleja, al parecer, ahora sensiblemente, pero al que, por mi parte, quedo fiel […] al punto que si sus sentimientos actuales y su alejamiento – o el de sus amigos – de este programa fueran definitivos, me vería obligado a romper todas las relaciones políticas e íntimas con usted.

Este programa se puede formular claramente en algunas palabras: liquidación total del mundo estatal y jurídico y de la llamada civilización burguesa por una revolución popular espontánea, invisiblemente dirigido de ninguna manera por una dictadura oficial, sino por la dictadura anónima y colectiva de los amigos de la emancipación completa del pueblo de cualquier yugo, sólidamente aunados en una asociación secreta y actuando siempre y por todas partes con un único objetivo y un programa único.

Tal es la idea y tal es el plan sobre la base de que me alié con ustedes. Para realizarlo les tendí la mano. Ustedes saben cómo quedé fiel a mi promesa de alianza. Ustedes saben cómo confié en ustedes desde que me convencí de su seriedad y de la identidad de nuestros programas revolucionarios. No les pedí quiénes son sus amigos, ni cuántos son, ni verifiqué sus fuerzas. Les creí bajo palabra.

¿Lo hice por debilidad, por ceguera, o por tontería? Ustedes mismos saben que no. Ustedes saben muy bien que nunca hubo en mí confianza ciega y que ya el año pasado durante charlas a solas con usted, y otra vez en casa de Ogarev (8) y en presencia suya, le hablé claro que no estábamos forzados a creerle, porque para usted no es nada mentir cuando le parece que la mentira puede ser útil a la causa. Por lo tanto, no tenemos otra garantía de verdad de sus palabras que su indudable seriedad y total entrega a la causa. Que sea importante esta garantía, no le salva, sin embargo, de los errores y resbalones si nos entregamos a usted con los ojos cerrados.

Pero a pesar de esta convicción, que le expresé varias veces, permanecí con todo en relación con usted y en todas partes le ayudé en cuanto podía. ¿Desea saber por qué lo hice? Primero, porque hasta su salida de Ginebra para Rusia, nuestros programas eran en el fondo los mismos. De esto me había podido convencer no sólo con nuestras charla diarias, sino además por el hecho que todos mis escritos concebidos y publicados en su presencia, suscitaban en usted una gran simpatía por los puntos que mejor y más claramente que otros traducían nuestro programa común, y también porque sus escritos editados el año pasado llevaban un carácter idéntico.

Segundo, porque reconocía en usted la energía real e incansable, la dedicación, la pasión […] y la reflexión, le creí y le creo capaz de reunir alrededor de usted, no para usted sino por la causa, verdaderas fuerzas. Y yo me decía y lo decía a Ogarev, que si no estaban todavía aunadas, seguramente lo serían pronto.

Tercero, porque de todos los rusos que conozco, usted me pareció el más apto para llevar a cabo esta empresa. Me dije y lo dije a Ogarev que no debíamos esperar la llegada de otra persona, que ambos éramos mayores, que era poco probable dar con alguien como usted, más dedicado, más capaz. Si por lo tanto deseábamos establecer vínculos con la causa rusa, teníamos que asociarnos con usted y no con otros. No conocemos ni su Comité ni su asociación y únicamente podemos juzgar por usted. Si usted es serio, ¿por qué no han de serlo sus amigos, presentes y futuros? Su indudable seriedad, era para mí una garantía que, por una parte, usted no iba a admitir a personas inservibles y, por otra, que ustedes no quedarían solos y que se esforzarían en constituir una fuerza colectiva.

Hay, es verdad, en usted un punto débil que me asombró desde los primeros días de nuestro encuentro, pero al que, lo confieso, no le di la debida atención: es su inexperiencia, su desconocimiento de la gente y de la vida, al que se une un fanatismo, no ajeno al misticismo. La ignorancia de las condiciones sociales, de las costumbres, caracteres, ideas y sentimientos ordinarios del llamado mundo culto, le hace aún hoy incapaz de obrar con éxito en este medio, incluso para destruirlo. Usted hasta ahora desconoce los modales que permiten adquirir influencia y fuerza, lo que le condena a errores fatales cada vez que para las necesidades de la causa entra en contacto con gente ilustrada. Se vio a las claras con su infeliz intento de publicar Kolokol (9) en condiciones imposibles. Pero hablaremos más lejos de Kolokol. El desconocimiento de la gente le acarrea forzosamente errores. Usted exige de ella demasiado y al mismo tiempo espera demasiado de ella, encargándoles tareas encima de sus fuerzas, en la medida en que toda la gente debe estar animada de la misma pasión que usted. Además, usted no confía en absoluto en la gente y por eso no tiene en cuenta la pasión que se va despertando en ella, la orientación que se va creando, así como la honradez de su aspiración a los mismos fines que usted. Y usted intenta sujetarla, aterrorizarla, atarla con un control exterior y a menudo insuficiente, para que una vez caída en sus manos no pueda escaparse nunca. Y no obstante huye y huirá constantemente la gente mientras usted no cambie su sistema de comportamiento con ella, mientras no se esfuerce en que ella encuentre principalmente la razón de su alianza con usted. Acuérdese de cómo se enfadó cuando le traté de “abrek” (10), y su catecismo (11), un catecismo de “abrek”. Usted dijo que en todos los individuos debía estar la renuncia total a sí mismo y a todos los deseos personales, satisfacciones, sentimientos, afectos y relaciones, como estado normal, natural y constante de todos los individuos sin excepción. Su dureza para con usted mismo, su auténtico y gran fanatismo, usted quiere que sea, desde ahora una regla de vida de la comunidad. Usted apunta a hechos absurdos, imposibles, la negación completa de la naturaleza del hombre y de la sociedad. Esta búsqueda es nefasta, porque le empuja a gastar sus fuerzas de modo baladí y le salen los tiros por la culata. Nadie, por mucha fuerza que tenga, y ninguna asociación, por perfecta que sea su disciplina y poderosa su organización, no lograrán nunca vencer la naturaleza. Sólo los fanáticos religiosos y los ascetas pueden intentar vencerla. Por eso me extrañé muchísimo de hallar en usted una suerte de idealismo místico y panteísta. Dadas sus inclinaciones, eso me pareció perfectamente claro, aunque perfectamente absurdo. Sí, querido amigo, usted no es un materialista como nosotros los pecadores, sino un idealista, un profeta, un monje de la Revolución, su héroe no puede ser ni Babeuf ni siquiera Marat, sino un Savonarola. Por su forma de espíritu usted resulta más próximo a [ilegible …], a los jesuitas que a nosotros. Usted es un fanático. De ahí su enorme fuerza de carácter y junto a ella, su ceguera, y la ceguera es una debilidad grande y mortal. La energía ciega divaga y tropieza; y cuanto más terrible es dicha energía, más irreparables y significativos son los errores. Le falta a usted muchísimo el espíritu crítico, y con esta carencia […] una apreciación de los individuos, de las situaciones, de los medios adecuados a las metas es imposible.

Todo eso lo comprendía y ya me lo decía el año pasado. Pero dos consideraciones equilibraban el todo en su favor. Primero, reconocía y reconozco en usted una fuerza considerable y, se puede decir, sumamente pura, sin ninguna mezcla de vanidad, una fuerza como no encontré ninguna igual en otros rusos. Segundo, me decía; y me lo digo, que usted es joven todavía, con tanta renuncia preciosa a lo personal, los caprichos vanidosos e ilusiones, que no puede mucho tiempo seguir una vía embustera y engañosa, funesta por la misma causa. Es aún mi convicción hoy por hoy.

En fin, veía y sentía bien que usted estaba lejos de hacerme plena confianza y que en muchos aspectos me trataba como un instrumento para fines inmediatos y desconocidos por mí. Pero no me inquietaba en absoluto.

Primero, me gustaba su mutismo sobre quienes participan en su organización, dada mi convicción de que en este tipo de asuntos incluso las personas de confianza más próximas, sólo deben saber lo que es en la práctica imprescindible para el éxito de su tarea. Y usted me va a reconocer esta verdad de que nunca le hice preguntas indiscretas. Incluso de citar usted nombres, en oposición a su deber, eso no me habría enseñado nada, por no conocer a la gente que los lleva. Tuve que juzgarles con sus palabras, y le creí y le creo. Un Comité compuesto de gente como usted y mereciendo toda su confianza, se merece de nuestro lado no menos que una confianza entera.

Se plantea una cuestión: ¿existió realmente su organización, o usted intentó únicamente lanzarla? Y si existió, ¿era numerosa y representaba por lo menos el embrión de una fuerza, o sólo era una mera esperanza? ¿Existió incluso el mismo Comité, su santo de los santos, con la forma indicada y con esta profunda cohesión que usted vincula a la vida y la muerte, o usted sólo se disponia a formarlo? En una palabra, ¿representaba usted una fuerza aislada, muy honorable por cierto, pero individual, o una fuerza colectiva real y existente? Y […] si la asociación y el Comité dirigente existieron de verdad – suponiendo que, en especial el Comité, estuviera compuesto exclusivamente de hombres dedicados, firmes, tan fanáticamente entregados y apartados de sí mismos como usted, se me ocurre otra pregunta: ¿tenían o tienen bastante espíritu práctico y conocimientos, bastante preparación teórica y aptitud como para comprender las condiciones y las relaciones dentro de la vida del pueblo y las clases en Rusia, para que el Comité revolucionario no sea de ninguna manera insignificante, sino auténtico, y para que abarque toda la vida rusa y penetre en todas las capas sociales de Rusia, como realmente una organización poderosa? De la ardiente energía de los participantes dependía la franqueza de la acción; del espíritu práctico y de los conocimientos de ellos, su éxito.

Para hacerme una idea tanto de la realidad como de las posibilidades y del espíritu de la empresa de ustedes, yo no paraba de hacerle una multitud de preguntas, y confieso que sus respuestas no me parecieron en absoluto satisfactorias. Como no esquivaba ni enredaba, usted a pesar suyo expresó lo siguiente: su asociación, dada su afiliación, era muy insignificante, y por sus medios materiales, lo era aún más. Le falta aún espíritu práctico, conocimientos y destreza. Pero el Comité, integrado por ustedes, es sin lugar a dudas compuesto de hombres como usted, y entre ellos usted es uno de los mejores, uno de los más firmes. Usted es el fundador y hasta ahora el dirigente de la asociación. Todo eso, estimado amigo, lo entendí y supe ya el año pasado. Eso no me impidió de ningún modo aliarme con usted, porque reconocí en usted […] un militante inteligente y dedicado con pasión, como los hay pocos, y porque yo estaba convencido que usted había conseguido descubrir por lo menos algunos hombres de su temple y agruparlos. Lo mismo que estuve convencido y lo sigo siendo hasta hoy, que par la vía de la experiencia y con esfuerzos incansables y ardientes, usted iba a adquirir rápidamente los conocimientos, la razón y el destreza, sin los cuales el éxito es imposible. Y como fuera de su círculo, yo no suponía y no supongo que pueda existir en Rusia otro tan serio como el suyo, a pesar de todo, decidí quedar unido con ustedes.

No me enfadaba de ninguna manera al verle sin cesar exagerar ante mí sus fuerzas: es una pose objetiva y muchas veces positiva, y otras corajuda de todos los conspiradores. Pero es verdad que noté en su intento de engañarme la prueba de su comprensión todavía insuficiente de la gente. Me pareció que con todas nuestras charlas, usted habría debido comprender que para entusiasmarme, no necesitaba darme pruebas de una fuerza ya existente y organizada, sino sólo la prueba de su inquebrantable e inteligente voluntad de crear dicha fuerza. Entendí también que tenía ante mí como a un representante y de alguna manera un embajador de una organización ya existente y bastante fuerte. Al portarse de esta manera, se puso usted en la posición de presentarme sus condiciones de parte de una poderosa organización, y no sólo como un individuo que juntaba fuerzas. Usted habría debido hablar conmigo de igual a igual, de persona a persona, y exponerme […] su programa […] y su acción.

Eso no entraba en sus cálculos. Usted quedaba demasiado fanáticamente apegado a su programa y a su plan para someterlos a cualquier crítica. Y segundo, usted no confiaba bastante en mi dedicación por la causa y en mi comprensión para mostrarme su empresa bajo su verdadera luz. Usted tuvo una actitud escéptica para con toda la emigración y tuvo razón. Usted lo fue quizás un poco menos conmigo, porque le di demasiadas pruebas de mi voluntad de servir la causa sin ninguna pretensión personal ni cálculos. Usted me tomaba sin embargo por un discapacitado cuyos consejos y conocimientos pueden a veces ser útiles, pero sin más […] cuya participación en su ardiente empresa sería inútil y hasta dañina. Lo vi muy bien, pero no me ofendí en absoluto. Usted mismo sabía […] eso y no podía inducirme a separarme de usted. Yo no tenia que demostrarle que no soy en absoluto una persona acabada e incapaz de tomar parte en una acción ardiente y seria como le parecía. Dejaba y dejo al tiempo y a su propia experiencia que le convenzan de lo contrario.

Existía y hay hasta hoy una circunstancia particular que me obligaba y me obliga aún a mostrarme muy cauto de cara a todos los asuntos y la gente de Rusia. Es mi falta total de dinero. Toda mi vida me peleé con la pobreza y cada vez que pude emprender y hacer algo útil, lo hice no con mis recursos sino con los ajenos. Esto me costó desde hace mucho tiempo, sobre todo de parte de la canalla rusa, un montón de calumnias y ataques.

Esos señores mancillaron del todo mi fama y con eso paralizaron sensiblemente mi actividad. Acudí a toda la verdadera pasión y la sincera voluntad que me animan (dicho sin jactancia, sino por experiencia) para no quebrarme y seguir actuando. Usted también […] sabe qué mentirosos y odiosos son los rumores que corren sobre mi lujo personal y mi inclinación a hacer dinero a expensas de los demás, a enredarles. En particular de las canallas de la emigración rusa, los Utin y Cía., se atreven a tratarme de tramposo y explotador interesado, yo que, desde que tengo memoria, nunca viví por mi satisfacción personal y que siempre me esforcé por emancipar a los demás. No lo tome por vanagloria, se lo digo a usted y a sus amigos, ya que siento el derecho y la necesidad de decírselo de una vez para todas.

Es evidente que para dedicarme por entero al servicio de la causa, debo tener los medios de existencia necesarios. Estoy envejeciendo; ocho años […] de detención provocaron una enfermedad crónica […] de ahí determinados cuidados, ciertas condiciones para servir útilmente a la causa. Además, tengo una mujer e hijos que no puedo condenar a morirse de hambre. Me esforcé en reducir mis gastos a lo mínimo, pero a pesar de eso no podría vivir sin recibir cada mes cierta suma. ¿Dónde tomarla si doy toda mi labor a la causa común?

Hay aún otras razones; por haber fundado hace algunos años la Alianza Internacional Revolucionaria Secreta (12), no puedo ni quiero abandonarla para dedicarme únicamente a la causa rusa. Por lo menos, en mi pensamiento, la causa rusa y la causa internacional sólo son una. Hasta ahora ésta no me dio medios de subsistencia, sólo me costó dinero. Tal es en pocas palabras la clave de mi situación. Usted comprende que esta pobreza, por una parte, y las calumnias rastreras propagadas por emigrantes rusos de la otra, me frenan en relación a la gente nueva y a todas las causas. Usted ve cuántos motivos tenía de no querer imponerme, no pedirle más confianza que la que a usted le parecía oportuno otorgarme. [Ilegible] esperar a que usted y sus amigos se convencieran de que era posible, útil y necesario confiar en mí.

Además, yo veía y entendía muy bien que al no tratarme de igual a igual, como a una persona de confianza, de acuerdo a su sistema y acatando, como se vio, su necesidad lógica, usted me consideraba como un objeto de experimentación, al 80 % ciego, para la causa, usando como herramienta mi persona, mi militantismo y mi nombre. De modo que, no disponiendo en realidad de la fuerza de que me hablaba, estaba usando mi nombre para organizar una más en Rusia, hasta tal punto que muchos creen efectivamente que estoy a la cabeza de una asociación secreta de que, como usted lo sabe, desconozco absolutamente todo.

¿Tenía yo que permitir que se sirvieran de mi nombre como medio de propaganda y reclutamiento para una organización con un plan de acción y objetivos inmediatos de la cual las tres cuartas partes me eran desconocidas? Sin vacilar respondo categóricamente: sí, lo podía y lo debía. He aquí mis razones:

Primero, siempre he estado convencido de que el Comité Revolucionario Ruso debe y sólo puede tener su actividad en Rusia, y querer dirigir la revolución rusa desde el exterior es un absurdo.

Si usted y sus amigos debieran quedar mucho tiempo en el extranjero, le explicaría que usted ya no es miembro del Comité. Si ustedes fueran emigrantes, deberían, como lo hice yo mismo, someterse en cuanto concierne las actividades rusas, a la dirección absoluta de un nuevo Comité en la misma Rusia, reconocido por usted sobre la base de un programa y un plan discutidos juntos. Ustedes formarían un Comité ruso en el extranjero con plena autonomía para administrar todas las actividades, a la gente y los círculos rusos fuera de Rusia, en plena conformidad de vistas con el Comité [de allá], y con autonomía e independencia que corresponde para la elección de los modos y medios de acción, y sobre todo en pleno acuerdo con la Alianza Internacional. En este caso, yo tendría el deber y el derecho de exigir que yo integrase en plano de igualdad este Comité ruso en el extranjero. Es lo que por otra parte habría pedido en mi última carta que dirigí al Comité y a usted (13), reconociendo que éste debe estar en Rusia. Por supuesto, no tuve ni la posibilidad ni la intención de regresar a Rusia, y tampoco tengo la pretensión de entrar en el Comité que allí está. Por usted tuve conocimiento del programa y de los objetivos de la actividad de este Comité. Como yo estaba del todo de acuerdo con ustedes, le comuniqué estar dispuesto y con la firme resolución de ayudar al Comité y servirlo por todos los medios a mi disposición. Puesto que mi nombre le parecía útil para atraer a nuevos adherentes a su organización, le autoricé para usarlo. Sabía yo que ello iba por la causa (nuestro programa común y el carácter suyo eran mi garantía) y no temí verlo expuesto, en caso de errores o fracasos, a las críticas públicas, porque estoy acostumbrado a las injurias.

Pero acuérdese de que ya el verano pasado convenimos entre los dos que se me comunicarían todas las empresas, actividades y [contactos con] rusos en el extranjero y que todo lo que se haga o intente allí no se haría sin que lo supiera y sin mi aprobación. Era una condición necesaria. Primero, porque conozco el extranjero mucho mejor que cualquiera de ustedes; y segundo, porque una solidaridad ciega y no dependiente de usted para las acciones y las publicaciones en el extranjero podría colocarme en una situación contraria a mis deberes y a mis derechos como miembro de la Alianza Internacional. Esta condición, como lo vamos a ver, no fue cumplida de parte suya, y de no aplicarse del todo, estaría yo en la obligación de romper todas las relaciones políticas e íntimas con usted.

Ante todo, mi sistema difiere del suyo en que no admite ni el interés ni siquiera la posibilidad de una revolución otra que la revolución espontánea, o sea popular y social. Cualquier otra revolución, es mi profunda convicción, sería deshonesta, dañina y mortal para la libertad y el pueblo, porque le aseguraría una miseria nueva y una nueva servidumbre. Y lo esencial es que toda otra revolución resulta desde ahora imposible, fuera de alcance e irrealizable. La centralización y la civilización, los ferrocarriles, el telégrafo, los nuevos armamentos y la nueva organización del ejército, en fin la ciencia administrativa, es decir la ciencia de la supeditación y de la explotación sistemáticas de las masas, la ciencia de la domesticación de todo tipo de sublevaciones populares, está tan cuidadosamente elaborada, verificada por la experiencia y perfeccionada en el decurso de los setenta y cinco últimos años de historia contemporánea, añadido al hecho de que el Estado y su armamento representa hoy por hoy una fuerza tan enorme, que todas las tentativas artificiales, los complots secretos fuera del pueblo, los ataques y los asaltos por sorpresa vendrían a estrellarse contra esta fuerza que sólo podrá ser vencida y destruida por la revolución espontánea, popular y social.

Así, el único objetivo de la asociación secreta debe ser no el de constituir una fuerza artificial fuera del pueblo, sino despertar, agrupar y organizar las fuerzas populares espontáneas. En estas condiciones, el ejército de la revolución, el único capaz y real, no está fuera del pueblo, es el mismo pueblo. No se le despertará con medios artificiales. Las revoluciones populares son engendradas por la fuerza misma de las cosas o por esta corriente histórica que, invisible y subterránea, incesante y la mayor parte del tiempo lenta, corre por entre las capas populares, abarcándolas cada vez más, penetrando gota a gota, hasta que se escape desde abajo hacia fuera su salvaje corriente, hasta que rompa todos los obstáculos, que encuentra al pasar.

Tal revolución es imposible artificialmente. Ni siquiera se la puede adelantar significativamente, aunque no dudo que una organización dirigida debida e inteligentemente pueda facilitar el estallido. Hay periodos en la historia en que las revoluciones son totalmente imposibles; otros existen en que ellas son ineluctables. ¿En cuál de estos dos tipos de periodos estamos en la actualidad? A mi parecer, y es mi profunda convicción, en un periodo de revolución popular generalizado e inevitable. No trataré aquí de probar la justeza de esta opinión, me llevaría demasiado lejos. Tampoco es necesario dado que me dirijo a alguien y a gente que, estoy seguro de ello, la comparten por entero. Digo pues que por doquier en toda Europa, la revolución social y popular es inevitable. Estallará pronto, ¿y dónde se encenderá primero: en Rusia, en Francia o en otro país de Occidente? Nadie puede preverlo. Quizás estalle dentro de un año, acaso más temprano, o ni siquiera antes de diez o veinte años. Esta no es la cuestión, y quienes quieran servir lealmente a la revolución no lo harán por mero placer. Todas las asociaciones secretas que quieren de verdad obrar por ella, deben primero dejar todo nerviosismo, toda impaciencia. No deben dormirse, al contrario, deben mantenerse dispuestas en lo posible en cualquier momento, estar por tanto en alerta y siempre capaces de agarrar toda ocasión favorable. Pero al mismo tiempo hay que formarlas y organizarlas no para un alzamiento próximo, sino para una labor clandestina paciente y de larga duración como sus amigos, los padres jesuitas.

Limitaré mis reflexiones a Rusia. ¿Cuándo pues va a estallar la revolución rusa? Lo ignoramos. Muchos, y el pecador de mí entre otros, esperaban la sublevación del pueblo en 1870; pero el pueblo no se despertó (14). ¿Debe deducirse de ello que el pueblo ruso podrá prescindir de la revolución, evitarla? No, tal deducción no es posible, sería absurda. Quien conoce la situación sin salida y de hecho crítica de nuestro pueblo, por una parte, en el plano económico y político y, por otra, la incapacidad decidida de nuestro Gobierno y del Estado, no sólo de modificar, sino de suavizar un tanto su situación (incapacidad que procede no de tal o tal rasgo especifico de nuestros gobernantes, sino de la misma índole de nuestro sistema estatal en particular y de cada Estado en general), debe inevitablemente llegar a la conclusión que la revolución popular rusa es inevitable. Lo es en negativo y en positivo porque en nuestro pueblo, en pesar de su ignorancia, se fraguó con la historia un ideal que él se esfuerza, a sabiendas o no, por cumplir. Aquel ideal es la posesión comunitaria de la tierra con una emancipación completa de cualquier opresión estatal y sevicias. A ello apuntaba el pueblo en la época de los falsos Dmitri, de Stenka Razin y Pugachev (15); a esto tiende aún hoy con revueltas incesantes, pero dispersas y siempre reprimidas.

Sólo he señalado dos rasgos principales del ideal popular ruso, sin pretender definirlo por entero con algunas palabras. ¿Acaso es poco lo que está viviendo todavía el pueblo ruso en sus aspiraciones intelectuales y lo que saldrá con la primera revolución? Eso me basta ahora para demostrar que nuestro pueblo no es una hoja en blanco en la que cualquier asociación secreta puede escribir lo que se le ocurra, el programa comunista de usted por ejemplo (16). El pueblo elaboró, en parte conciente y casi todo inconcientemente, su propio programa, que cada asociación secreta debe conocer, adivinar, y al que tendrá que conformarse si quiere vencer.

Es un hecho indudable y conocido de nosotros que en la época de Stenka Razin y de Pugachev, cada vez que un levantamiento popular se producía, por lo menos durante cierto tiempo, nuestro pueblo hacía una única cosa: se adueñaba de toda la tierra para ponerla en común, mandando al diablo a los nobles, los grandes terratenientes, los funcionarios del tsar y algunas veces hasta los popes, y organizaba su comuna libre. Eso significa que nuestro pueblo guarda en su memoria y en su ideal un valioso elemento para la organización futura, elemento que no existe aún entre los pueblos occidentales: la comuna económica libre. En la vida y en el pensamiento popular hay dos factores, dos hechos en que podemos apoyarnos: las frecuentes rebeliones y la comuna económica libre. Pero existe un tercer factor, un tercer hecho: es el pueblo cosaco o el mundo de los bandoleros y ladrones, que reúne en sí mismo una protesta contra la opresión del Estado y la del patriarcado comunitario, lo que entronca con los dos primeros.

Las frecuentes revueltas, aunque siempre provocadas por circunstancias fortuitas, provienen no obstante de causas generales y traducen el hondo descontento general del pueblo entero. Son de cierto modo un fenómeno corriente y natural de la vida popular rusa. No existe en el campo ruso un pueblo que no esté profundamente descontento de su situación, que no padezca de escasez, de asfixia, de deseo de cambio y no oculte en el fondo de su alma colectiva el anhelo de apoderarse de toda la tierra señorial, luego de la de los kulaks [campesinos ricos], con el sentimiento de que está indudablemente en su derecho. No hay aldea que, de poderlo, no vaya al levantamiento. Si el campo no se alza más a menudo, es únicamente por el miedo, por el saberse indefenso. Este sentimiento proviene de la desunión de las comunas, la ausencia de solidaridad real entre ellas. Si en cada aldea se supiera que en el momento en que se alce todos los otros pueblos harán lo mismo, se podría decir por cierto que no habría un solo pueblo en Rusia que no se subleve. De ahí se desprende el primer deber, la orientación y el objetivo de la organización secreta: despertar en todas las comunas rurales el sentimiento de su infaltable solidaridad, y así despertar en el pueblo ruso el sentimiento de su poder; en una palabra, aunar las múltiples revueltas campesinas en un levantamiento popular.

Uno de los medios importantes de alcanzar ese objetivo, de acuerdo a mi profunda convicción, es y debe ser valerse de nuestros cosacos libres, la multitud de nuestros vagabundos (los santos y los otros), los peregrinos y los beguny (17), los ladrones y los bandoleros, todo ese amplio y clandestino mundo, que desde siempre está protestando contra el Estado y el estatismo y contra la civilización knutogermánica. Eso ya fue expuesto en un volante anónimo: “La cuestión revolucionaria y el modo de plantearla” provocando un grito de indignación en toda la gente de bien y charlatanes vanidosos que toman su verborrea doctrinaria y bizantina por acción. Pero todo eso es absolutamente verdadero y está confirmado por toda nuestra historia. El mundo de los cosacos, ladrones, bandoleros y vagamundos, jugó precisamente el papel de vínculo para unir las frecuentes revueltas de las comunas aisladas; y en tiempo de Stenka Razin y Pugachev, los vagamundos fueron los mejores y los más fieles intermediarios de la revolución popular, preparadores de la agitación popular, precursores del alzamiento del pueblo entero; ¿Quiénes ignoran que los vagamundos, de presentarse el caso, se convierten fácilmente en ladrones y bandoleros? ¿Y quién, entre nosotros, no es bandolero o ladrón? ¿Acaso no lo es el Gobierno? ¿Nuestros especuladores y negociantes estatales y privados? ¿Nuestros latifundistas y comerciantes? Por mi parte, no soporto, no admito ni el bandolerismo, ni el robo, ni cualquier otra violencia contra la gente. Pero reconozco que si tengo que elegir entre el bandolerismo y el robo desde el trono, el valerse de todos los privilegios, entre el robo o el bandolerismo del pueblo, sin la menor vacilación tomo el partido de éste, lo encuentro natural, necesario y hasta en cierto sentido, legitimo. El bandolerismo popular, lo reconozco, desde el punto de vista de la verdad humana, dista muchísimo de ser bello. ¿Pero qué es bello en Rusia? ¡Puede haber algo más sucio que el mundo de la gente de bien, funcionarios, pequeños burgueses cultos y pulcros, ocultando bajo sus brillos occidentales la más terrible perversión de pensamiento, sentimientos, acciones! O, en el mejor de los casos, un vacío triste y sin salida. En la perversión del pueblo, en cambio, hay la naturaleza, la fuerza, la vida, hay al final el derecho, dados los sacrificios durante muchos siglos de historia. Existe una poderosa protesta contra la base principal de toda perversión, contra el Estado, por eso es una posibilidad de porvenir. Por eso tomo el partido de los bandoleros populares y veo en ellos una de las principales palancas de la futura revolución popular en Rusia.

Entiendo que esto puede indignar a nuestros pulcros o no pulcros idealistas, idealistas de cualquier color, de Utin a Lopatin (18 ), que se imaginan que podrán por la violencia, por una organización secreta artificial, imponer al pueblo su propio pensamiento, su voluntad y su modo de actuar. No creo en esta posibilidad, estoy convencido al contrario que con la primera gran derrota del Estado de toda Rusia, sean cuales sean las causas, el pueblo se alzará no por el ideal de Utin o Lopatin, ni siquiera el de ustedes, sino por el suyo, y ninguna fuerza estará en condición de parar y modificar su movimiento natural, porque no existe dique capaz de contener al océano furioso. Ustedes todos, mis queridos amigos, estarán barridos como astillas si no saben nadar en el sentido del pueblo. Creo que con el primer gran empuje del levantamiento del pueblo, el mundo de los vagabundo, bandidos y ladrones, profundamente arraigado en nuestra vida popular y uno de sus principales fenómenos, se pondrá en marcha poderosa y masivamente.

Bueno o malo, es un hecho indiscutible e inevitable, y quien desee realmente la revolución popular rusa, quien quiera servirla, sostenerla, organizarla, no sólo en el papel, sino en los actos, debe conocer este hecho. Debe tenerlo en cuenta, sin tratar de esquivarlo, tener una actitud consciente y práctica, usándolo como un medio poderoso para el triunfo de la revolución. Allí no se puede ser puro. Quien quiera preservar su pureza ideal y virginal, que se quede en su gabinete, que sueñe, piense, escriba sus reflexiones o versos. Pero quien quiera ser un auténtico militante revolucionario en Rusia, que tire sus guantes, porque no existen guantes que puedan protegerle de la incalculable suciedad rusa generalizada. El mundo ruso, estatal y privilegiado o popular, es un mundo horrible. La revolución rusa será sin lugar a dudas una revolución horrible. Quien tema los horrores o el fango que se aleje de ese mundo y de esa revolución; pero quien desee servirla, sabiendo lo que le va a suceder, que consolide sus nervios y esté dispuesto a todo.

Valerse del mundo de los bandidos como instrumento de la revolución popular, como medio de vínculo entre las sublevaciones de masas aisladas, es una tarea difícil. Admito que es necesaria, pero al mismo tiempo sé que soy del todo incapaz de dedicarme a ella. Para emprenderla y llevarla a cabo, es preciso tener nervios sólidos, una fuerza colosal, convicciones apasionadas y una voluntad férrea. Tales hombres pueden hallarse en los rangos de ustedes. Pero la gente de nuestra generación y con nuestra educación es incapaz de ello. Ir entre los bandoleros no significa hacerse uno mismo un bandolero y sólo un bandolero. Esto no significa compartir sus pasiones, sus miserias, sus móviles a menudo detestables, sus sentimientos y sus actos. Esto significa darles un alma nueva y despertar en ellos la necesidad de un objetivo diferente, de un objetivo popular. Esta gente salvaje y dura hasta la crueldad tiene una naturaleza fresca, fuerte, intacta y en plena vitalidad, y por consiguiente abierta a una propaganda viviente, siempre que una propaganda por supuesto viviente y no doctrinaria se atreva y pueda acercarse a ellos. Estoy dispuesto a hablarle más sobre este tema caso de proseguir esta correspondencia con usted.

Otro elemento valioso de la vida popular futura en Rusia, le decía, es la comuna económica libre. En efecto es un elemento muy valioso y que no existe en Occidente. La revolución social en Occidente deberá crear ese embrión indispensable y fundamental de la organización futura, y esta tarea le costará a Occidente muchos esfuerzos. Entre nosotros ya está hecho, en cuanto estalle la revolución en Rusia, en cuanto el Estado – con todos sus empleados – se desmorone, el campo ruso se organizará sin ningún problema por sí mismo, en el acto. En Rusia, en cambio, existe una dificultad que no existe en Occidente. Nuestras comunas son terriblemente desunidas; casi no se conocen y se oponen a menudo como enemigas según la vieja habitud rusa. Últimamente, a causa de las medidas financieras del Gobierno, las comunas empiezan a acostumbrarse a la unión en el plano comarcal, de modo que la comarca está adquiriendo un significado y una consagración populares, pero no va más allá. Cada comarca no sabe y no quiere saber nada de la comarca vecina. Pero para preparar la victoria de la revolución, para organizar la futura libertad del pueblo, es necesario que las comarcas, por su propio movimiento popular, se unan en distritos, los distritos en regiones, y que las regiones formen entre ellas una Federación Rusa Libre.

Despertar en nuestras comunidades rurales la consciencia de esta necesidad por su propia libertad y por su bien, es igualmente la tarea de la organización secreta, porque nadie fuera de ella querrá emprender este deber, al que se oponen directamente los intereses del Gobierno y de todas las clases privilegiadas. ¿De qué modo actuar, qué hacer y cómo proceder para despertar en las comunas esta consciencia, la única de que se puede decir que es de verdad saludable? No es el lugar para profundizar el tema.

Tal es, estimado amigo, en sus grandes líneas todo el programa de la revolución popular rusa, profundamente enraizado en el instinto histórico y en la condición de nuestro pueblo. Quien desea ponerse a la cabeza del movimiento popular debe aceptar este programa por entero y ser su realizador. Quienes quieran imponer al pueblo su propio programa se ponen del lado de los tontos.

El mismo pueblo, ya lo vimos, por su ignorancia y desunión, no está en condición de formular este programa, sistematizarlo y unirse en su nombre. El pueblo necesita pues ayudantes. ¿Dónde tomarles? En todas las revoluciones este problema es el más difícil. Hasta ahora, en todo el Occidente, los auxiliares de la revolución procedían de las clases privilegiadas y casi siempre se convertían en sus beneficiarios. En este ámbito también Rusia tiene más suerte que Occidente. Existe dentro del país una masa enorme de gente instruida y capaz de pensar, a la que al mismo tiempo le falta totalmente una situación, carrera y salida: las tres cuartas partes al menos de nuestra juventud universitaria se encuentra precisamente en esta situación. Les seminaristas, los hijos de campesinos y burgueses, los hijos de pequeños funcionarios y nobles arruinados, pero para qué hablarle de ello: usted conoce ese mundo mejor que yo. Tomando al pueblo como ejército revolucionario y a estos últimos como nuestra plana mayor, se constituye el valioso material de la organización secreta.

Pero ese mundo, es preciso organizarlo y moralizarlo. Usted, a causa de su sistema, lo está pervirtiendo y preparando por dentro a traidores y explotadores del pueblo. Recuerde que en todo ese mundo hay muy poco sentido moral, excepto un escaso número de naturalezas férreas y de gran moral, formadas según la teoría darvinista en medio de una opresión inmunda y una miseria inaudita. Los virtuosos, o sea quienes aman al pueblo, toman partido por la justicia contra toda injusticia y por todos los oprimidos contra todos los opresores, lo son únicamente a causa de su propia situación y no por consciencia ni voluntad. Elija en ese mundo a cien personas al azar y colóquelas en una situación que les permita explotar y oprimir al pueblo: se puede afirmar sin lugar a dudas que le explotaran y le oprimirán con plena tranquilidad. Hay por lo tanto en la gente poca virtud espontánea. Aprovechando la miserable situación que la hace virtuosa a pesar suyo, es preciso despertar, educar y fortalecer en la gente esta virtud involuntaria, para que se vuelva apasionada y consciente por medio de una propaganda constante y por la organización. Pero usted hace exactamente lo contrario: al copiar el sistema jesuítico, usted apaga sistemáticamente en la gente todo sentimiento humano y todo sentido personal de la justicia (¡como si el sentimiento humano y el sentido de la justicia pudieran ser impersonales!), usted cultiva en ella la mentira, la desconfianza, el espionaje y la delación, y usted cuenta mucho más con las presiones exteriores, mediante las cuales usted la enreda, que con la valentía interior de la gente. De modo que bastará con que cambien las circunstancias para que se percate la gente que su temor al Gobierno es más terrible que el que usted le infunde, y para que se convierta, gracias a sus lecciones, en excelentes servidores y espías de las Autoridades. En efecto, estimado amigo, ahora es seguro que la mayor parte de sus compañeros caídos entre las manos de la policía, sin gran esfuerzo de parte del Gobierno y sin tortura, lo delataron todo y a todos. Este hecho penoso, si usted se sabe corregir, debería abrirle los ojos y obligarle a cambiar su actuación.

¿Cómo moralizar ese mundo? Despertando en él franca y conscientemente, excitando en su espíritu y en su corazón la única y absorbente pasión de la emancipación del pueblo entero y de toda la humanidad. Esta es la religión nueva y única, cuya fuerza mueve el alma y crea un empuje colectivo salvador. Tal deberá ser en adelante el único contenido de nuestra propaganda. Su objetivo inmediato: articular la organización secreta, una organización que deberá a la vez constituir una fuerza popular auxiliar y ser una escuela práctica para la educación moral de todos sus miembros.

Definamos ante todo el objetivo, el sentido, la finalidad de esta organización. En mi sistema, como ya lo apunté varias veces, ésta no debe ser el ejército revolucionario. Para nosotros sólo hay un ejército revolucionario: el pueblo. La organización no debe ser más que la plana mayor de este ejército, la organizadora no de su propia fuerza sino la del pueblo, como intermediario entre el instinto popular y el pensamiento revolucionario. Y este pensamiento sólo es revolucionario, viviente, real y auténtico, cuando expresa, en cuanto da forma a los instintos populares moldeados por la historia. Intentar imponer a las masas el pensamiento de la organización, banal o ajeno a sus instintos, significa querer supeditarlas a un nuevo Estado. Por eso una organización que desee sincera y únicamente liberar la vida del pueblo debe adoptar un programa que sea la expresión integral de las aspiraciones populares. Me parece que el programa expuesto en el primer número de Narodnoe Delo [Acción popular] corresponde del todo a este objetivo. No impone al pueblo nuevas reglamentaciones, órdenes o modos de vida, sino que libera su voluntad abriendo amplios horizontes a su autodeterminación y a su organización económica y social, que debe crear por sí mismo, de abajo hacia arriba y no de arriba hacia abajo. La organización debe francamente penetrarse de la idea que es la servidora, la auxiliar del pueblo y no su dueña, y en ningún caso ni bajo ningún pretexto, ni siquiera el del bien popular.

Una tarea enorme le corresponde a la organización: no sólo preparar el triunfo de la revolución popular por la propaganda y la unión de las fuerzas populares; no sólo destruir en totalidad, con el poder de esta revolución, todo el orden económico, social y político existente; sino que además, tras vivir el triunfo de la revolución, al día siguiente de la victoria popular, debe imposibilitar el establecimiento de todo poder estatal sobre el pueblo, hasta un poder que sería en apariencia el más revolucionario, incluyendo el suyo. Todo poder, cualquiera sea el nombre que se pone, inevitablemente impondrá al pueblo su antigua servidumbre bajo una nueva forma. Nuestra organización deberá por tanto ser lo bastante fuerte y viable para superar la primera victoria del pueblo, lo que no es nada fácil, y deberá estar tan hondamente penetrada de sus principios como para que se pueda esperar que incluso en plena revolución no modifique ni su pensamiento, ni su carácter, ni su orientación. ¿Qué ha de ser esta orientación? ¿Qué serán el objetivo principal y la tarea de la organización? Ayudar al pueblo a decidir él mismo sobre la base de una igualdad absoluta, una libertad humana completa y universal, sin la menor intromisión de cualquier poder, hasta provisional o de transición, es decir sin intermediario de cualquier sistema estatal.

Somos los enemigos declarados de todo poder oficial, incluso si es un poder ultra revolucionario, de toda dictadura reconocida públicamente. Somos anarquistas socialistas revolucionarios. Pero si somos anarquistas, preguntará usted, ¿con qué derecho queremos actuar sobre el pueblo y con qué medios lo haremos? Rechazando todo poder, ¿con qué autoridad, con qué fuerza vamos a administrar la revolución popular? Mediante una fuerza invisible que no tendrá ningún carácter público y que no se impondrá a nadie; mediante la dictadura colectiva de nuestra organización que será tanto más poderosa que quedará invisible, no declarada y privada de todo derecho y sentido.

Imagínese en pleno triunfo de una revolución espontánea en Rusia. El Estado y con él todo el orden social y político fueron aniquilados. El pueblo entero se alzó, adueñándose de todo lo que necesita y expulsando a todos sus enemigos. No hay ya ni ley ni poder. El océano de la rebelion rompió todos los diques. Toda esta masa, lejos de ser homogénea es al contrario sumamente variopinta está cubriendo la inmensa extensión del imperio ruso, ha empezado a vivir y a actuar por sí misma, a partir de la realidad, y no de lo que se le imponía por fuera, y lo hace por doquier a su manera: es la anarquía (19) general. La suciedad removida, amontonada en gran cantidad dentro del pueblo, vuelve a la superficie. En determinadas partes surge una multitud de hombres nuevos, audaces, inteligentes, sin escrúpulos y ambiciosos que buscan, por supuesto, cada uno a su manera, ganarse la confianza popular y usarla en provecho suyo. Esas gentes se enfrentan, luchan y se destruyen unos a otros. Es como una anarquía espantosa y sin salida.

Pero represéntese, en medio de esta anarquía popular, una organización secreta que dispersa a sus miembros en grupos pequeños por toda la superficie del imperio, pero están firmemente unidos, animados por una misma idea y un mismo objetivo, aplicados por todas partes, de acuerdo por supuesto a las circunstancias, y según un mismo plan. Estos grupos, que nadie conoce como tales, no detentan ningún poder reconocido oficialmente. Pero con la fuerza de su pensamiento, que expresa la naturaleza misma de los instintos, deseos y necesidades populares; con la clara consciencia de su objetivo en medio de la muchedumbre que lucha sin objetivo ni plan; con la fuerza al fin de esta estrecha solidaridad que vincula todos los grupos oscuros en un todo orgánico; con la fuerza de la inteligencia y de la energía de los miembros que constituyen esos grupos y logran aunar en torno suyo a hombres más o menos apegados a la misma idea y naturalmente sometidos a su influencia, dichos grupos, que no buscan nada para ellos mismos, ni provechos, ni honores, ni autoridad, estarán capacitados para dirigir el movimiento popular contra todos los ambiciosos, desunidos y opuestos unos a otros, y encaminarlos hacia la realización tan integral como sea posible del ideal social y económico, y hacia la organización de la libertad popular más completa. Es lo que llamo la dictadura colectiva de la organización secreta.

Esta dictadura no conoce ni codicia, ni vanidad, ni ambición, porque es impersonal, invisible y porque no aporta a ninguno de quienes constituyen los grupos, tampoco a los mismos grupos, ni provechos, ni honores, ni reconocimiento oficial de un poder cualquiera. No amenaza la libertad del pueblo dado que por carecer de todo carácter oficial, no se presenta como un poder estatal sobre el pueblo, sino que su sola meta, definida por su programa, es conseguir la realización más completa de las libertades populares.

Tal dictadura no es en absoluto contraria al libre desenvolvimiento y a la autodeterminación del pueblo, ni a su organización desde abajo hasta arriba de acuerdo a sus usos e instintos, dado que obra exclusivamente por la única influencia natural y personal de sus miembros, que están desprovistos de todo poder y dispersados, por medio de su red invisible, en todas las regiones, distritos y municipios. Ellos se esfuerzan, de común acuerdo y cada uno en su población, por orientar el movimiento revolucionario espontáneo del pueblo según un plan determinado de antemano y bien definido. Este plan que organiza la libertad popular debe ser, primero, preparado con bastante solidez y claridad en sus principios y objetivos esenciales con el fin de descartar cualquier posibilidad de desacuerdos y choques de parte de los miembros de la organización que lo apliquen. Y segundo, debe ser lo bastante amplio y natural para abarcar y aplicar los inevitables cambios procedentes de circunstancias diversas, y movimientos variopintos de la diversidad de la vida popular.

Así toda la cuestión es cómo organizar, con los elementos disponibles y conocidos, tal dictadura colectiva secreta colectiva y tal fuerza que podría primero desde ahora hacer una amplia propaganda popular, una propaganda que penetre realmente dentro de las masas; por la fuerza de esta propaganda, y también por la organización del mismo pueblo, reunir las energías desparramadas del pueblo en un todo poderoso, capaz de destruir el Estado. Y segundo, la cuestión es cómo se podría mantener la organización durante el proceso revolucionario, sin perder su ardor y sin cambiar su orientación al día siguiente de la libertad popular.

Tal organización, y en particular su núcleo central, la debe integrar la gente más firme, más inteligentes y dentro de lo posible con instrucción (o sea con una inteligencia a base de la experiencia), más apasionada, con una dedicación sin titubeos ni modificaciones, habiendo renunciado en la medida de lo posible a todo interés personal y rechazado de una vez para todas, en su vida y hasta la muerte, a cuanto cautiva a los individuos: las comodidades y los goces sociales, las satisfacciones de la vanidad, del ascenso social y la fama. Esta gente estaría concentrada únicamente y enteramente en la sola pasión de la emancipación del pueblo, sin búsqueda de un papel histórico en su vida y hasta de un rastro personal en la historia tras su muerte.

Esta abnegación total sólo es posible con la pasión. Usted no estimula la conciencia del deber absoluto, y aún menos con el sistema de control exterior, manipulación y obligación. Sólo una pasión puede motivar en un individuo este milagro, este poder, sin esfuerzo. ¿De dónde procede y cómo nace tal pasión en los individuos? Se encuentra en la vida y nace de la acción conjunta del pensamiento y de la vida; de modo negativo, como odio y protesta contra cuanto existe y oprime; de modo positivo, por la convivencia con quienes piensan y sienten de forma similar, como creación colectiva de un nuevo ideal. Por lo tanto, hay que ver que esta pasión sólo es eficiente, salvadora cuando en ella se hallan en la misma medida, estrechamente vinculados los dos componentes, el negativo y el positivo. Una pasión negativa, el odio, no crea nada, ni siquiera la fuerza necesaria para la destrucción, y por lo tanto no destruye nada; la pasión positiva no quiebra nada, dado que la creación de lo nuevo es imposible sin destruir lo antiguo, ella tampoco crea nada, quedándose siempre como un sueño doctrinario o una doctrina basado en el sueño.

La pasión profunda, la pasión indesarraigable y sin vacilaciones es la base de todo. El que no la tiene, incluso si tiene una inteligencia muy elevada, incluso si es muy honesto, no será capaz de aguantar hasta el final la lucha contra el terrible poder social y político que nos agobia a todos. No será capaz de resistir todas las dificultades, las imposibilidades y sobre todo todas las decepciones que le esperan y con las que chocará sin duda alguna durante esta lucha desigual y diaria. El hombre sin pasión no tendrá ni fuerza, ni fe, ni iniciativa, ni valentía, y sin valentía tal obra no se cumple. Pero la pasión sola no basta; la pasión engendra energía, pero la energía sin una dirección clara resulta estéril y absurda. Por eso, al mismo tiempo que la pasión, hace falta la razón fría, calculadora, realista, práctica ante todo, y también teórica, conformada ampliamente por el conocimiento y la experiencia; sin perder de vista ningún detalle; capaz de comprender a la gente y diferenciarla, captar la realidad, las relaciones, las condiciones de la vida social en todas sus capas y manifestaciones, su verdadero aspecto y sentido, no con el sueño y de modo arbitrario, como se hace bastante a menudo, amigo mío, y usted en especial. Es necesario al fin conocer bien a Rusia y Europa, su verdadera situación política y social así como el estado de espíritu en una y otra parte. Es decir que la pasión misma, si bien es siempre el elemento principal, debe guiarse con la razón y el conocimiento, debe dejar de agitarse, y sin perder su llama interior y su inquebrantable firmeza, convertirse en una pasión fría y por eso más fuerte.

Tal es el ideal del conspirador llamado a formar parte del núcleo de la organización secreta.

Me va a preguntar dónde tomar a semejante gente, si la hay mucha en Rusia e incluso en toda Europa. En este asunto, en mi sistema, no es necesario que haya muchos miembros. Acuérdese que usted no debe organizar el ejército, sino sólo la plana mayor de la revolución. Personas así, las hay casi del todo preparadas. Quizás usted dé con diez. De las capaces de serlo y que ya se preparan a ello, a lo sumo cincuenta o sesenta, y a ojo de buen cubero es bastante. Usted mismo, estoy profundamente convencido de esto, a pesar de todas sus torpezas, sus errores lamentables y funestos, a pesar de todas sus supercherías vulgares y tontas, dentro de un sistema tan mentiroso, usted no tiene de ninguna manera ambición personal, vanidad o codicia (como muchos, demasiados, tienden a creerlo). Usted mismo, de quien tendré que separarme y con quien decidí romper, si usted no renuncia a ese sistema, usted mismo, forma parte de esta gente tan poco numerosa. Esta es la única razón de mi afecto por usted, de mi confianza en usted a pesar de todo, de mi larga paciencia, que con todo está por acabarse. Pese a sus terribles defectos y reflexiones insuficientes, veía y reconozco en usted una persona inteligente, firme, enérgica, capaz de obrar con sangre fría, a pesar de la inexperiencia y la ignorancia, pese muchas veces al uso de los embustes, con una total abnegación y apasionadamente, hondamente apegado y entregado a la causa de la emancipación del pueblo. Tire fuera de usted su sistema y se volverá un ser valioso. Si usted no lo quiere tirar, se convertirá seguramente en un ser dañino y sumamente destructor, no para el Estado sino la causa de la libertad. Pero tengo la gran esperanza de que los últimos eventos ocurridos en Rusia y en el extranjero le hayan abierto los ojos, y de que desea, encuentra imprescindible tendernos la mano sobre bases sinceras. Entonces, lo repito, veremos en usted a una persona valiosa y le reconoceremos con alegría como nuestro jefe para todas las actividades en Rusia. Y si usted es realmente un hombre de esta naturaleza, entonces sin duda alguna encontrará en Rusia por lo menos diez hombres como usted. Si no da con ellos, busque y los hallará y forme con nosotros una nueva asociación sobre las bases y las siguientes condiciones recíprocas:

1) Reconocimiento completo, entero y apasionado del programa, mencionado más arriba, de Narodnoe Delo (Acción Popular), con los complementos y aclaraciones que le parezcan necesarios.

2) Igualdad de derechos de todos los miembros y solidaridad incondicional y absoluta – uno por todos y todos por uno -, con la obligación de todos y de cada uno de ayudarse, de sostenerse y salvar a cada miembro hasta la última posibilidad, dentro de lo que es factible, sin poner en peligro la existencia misma de la asociación.

3) Sinceridad absoluta entre los miembros. Exclusión de todo jesuitismo en las relaciones, la desconfianza ruin, el control pérfido, el espionaje y las delaciones recíprocas, ausencia y prohibición terminante de rumores e indirectas. Cuando un afiliado tiene algo que reprochar a otro, debe hacerlo en la asamblea general y en su presencia. Control fraterno colectivo de cada uno por todos, control en ningún caso molesto, mezquino y sobre todo malévolo, el cual debe sustituir su sistema de control jesuítico, y debe hacerse con la educación moral, con el pilar de la fuerza de cada miembro, con la base de la confianza fraterna mutua, en la que se fundará toda la fuerza interior y por tanto exterior de la asociación;

4) Quedan excluidos de la asociación todos los nerviosos, miedosos, vanidosos y ambiciosos. Pueden servir, sin saberlo ellos, como instrumentos de la asociación, pero no deben en absoluto formar parte del núcleo de la organización;

5) Al adherir a la asociación, cada miembro se condena para siempre a no ser conocido ni destacar. Toda su energía y su inteligencia pertenecen a la asociación y debe tender, no a crear su fuerza social personal, sino la fuerza colectiva de la organización. Cada uno debe convencerse que el prestigio individual es impotente y estéril y que la solo fuerza colectiva podrá derribar al enemigo común y alcanzar el objetivo positivo común. Por eso, las pasiones individuales de cada afiliado deberán irse borrando ante la pasión colectiva;

6) La inteligencia individual de cada uno se pierde, como un río en el mar, en la razón colectiva, y todos los miembros obedecen absolutamente las decisiones de ésta;

7) Todos los miembros son iguales en derechos, conocen a todos sus compañeros y con ellos discuten y deciden de todas las cuestiones esenciales con relación al programa de la asociación, así como su actividad general y su andadura. La decisión de la asamblea general es una ley absoluta;

8 ) Cada afiliado tiene de hecho el derecho de enterarse de todo. Pero se descarta toda curiosidad baladí en la asociación, así como los comentarios hueros sobre la actividad y los objetivos de la asociación secreta. Informado del programa común y de la orientación general de la acción, ningún miembro pedirá ni tratará de conseguir detalles innecesarios para la buena ejecución de lo que le está encargado; y sin necesidad práctica no hablará a ningún compañero suyo de la tarea que le fue encomendada;

9) La asociación elige entre sus afiliados un Comité ejecutivo de tres o cinco miembros que, sobre la base del programa y del plan general de actividad adoptados por la misma, debe organizar sus ramas y dirige su labor en todas las regiones del imperio;

10) Este Comité se elige por un periodo ilimitado. Si la asociación, que pienso llamar Fraternidad Popular, si la Fraternidad Popular está satisfecha de la actividad del Comité, lo mantiene en sus funciones, y mientras las ejerza cada miembro de la Fraternidad popular y cada grupo regional deben obedecerle de forma absoluta excepto los casos en que las órdenes del Comité contradigan el programa general, los principios fundamentales, o el plan conjunto de la acción revolucionaria, conocidos de cada uno puesto que todos los hermanos participaron en igual medida en su examen y en las decisiones;

11) En este caso, los miembros y los grupos deben dejar de ejecutar las órdenes del Comité y enjuiciarlo ante la asamblea general de la Fraternidad popular. Si la asamblea no está satisfecha del Comité, siempre podrá sustituirlo por otro;

12) Cada miembro, así como cada grupo, puede ser juzgado por la asamblea general de la Fraternidad Popular.

13) Puesto que cada hermano está al corriente de todo, incluso de la composición del Comité, la admisión de todo nuevo miembro debe ir de la mano de la más gran cautela, reflexión y restricción, una sola mala elección puede arruinarlo todo. Ni un nuevo adherente será admitido de otro modo que con el acuerdo de todos los hermanos o en última instancias y de ninguna manera que al menos por las tres cuartas partes de los miembros del conjunto de la Fraternidad Popular;

14) El Comité reparte a los miembros por región y forma grupos o mandos regionales. Caso de haber un número insuficiente de miembros tal mando quedará reducido a un único hermano;

15) El mando regional está encargado de constituir una asociación de segundo grado – la Fraternidad Regional – sobre la base del mismo programa, de las mismas reglas y del mismo plan revolucionario;

16) Todos los miembros de la Fraternidad Regional se conocen unos a otros, pero ignoran la existencia de la Fraternidad Popular. Sólo saben que existe un Comité Central, que les transmite sus órdenes para ser ejecutadas a través del Comité Regional, designado por el Comité Central;

17) El Comité Regional está constituido, de ser posible, sólo de hermanos populares designados y remplazados por el Comité Central, o en última instancia de un único hermano popular. En dicho caso, éste designa, con el acuerdo del Comité Central, los dos mejores miembros de la Fraternidad Regional y forma con ellos el Comité Regional. Pero no hay igualdad con todos sus miembros dado que sólo el hermano popular está en relación con el Comité central, del que transmite las órdenes a sus compañeros del Comité Regional;

18 ) El o los hermanos populares que se encuentran en las regiones, buscan en la Fraternidad Regional la gente capaz y digna de ser admitidos en la Fraternidad Popular presentándoles a la asamblea general de la misma a través del Comité Central;

19) Cada comité regional organiza Comités de Distrito compuestos de miembros de la Fraternidad Regional, nombrados y sustituidos por el Comité Regional;

20) Los Comités de Distrito pueden fundar, en caso de necesidad, pero no sin la aprobación del Comité Regional, una organización del tercer grado, la Fraternidad de Distrito, cuyo programa y estatutos deberán aproximarse lo más posible al programa general y de los estatutos de la Fraternidad Popular. El programa y los estatutos de la Fraternidad de Distrito sólo serán vigentes tras ser discutidos y aprobados por la asamblea general de la Fraternidad Regional y confirmados por el Comité Regional;

21) El control jesuítico, el sistema de manipulación policial y de mentira se excluyen decididamente de los tres grados de la organización secreta, así como de las Fraternidades Regionales, de distrito y de la Fraternidad Popular. La fuerza del conjunto de la asociación igual que la moral, la lealtad, la energía y la dedicación de cada miembro se fundan exclusiva y enteramente en la verdad, la franqueza y la confianza recíprocas y en el control fraterno abierto de todos por cada uno.

Así son los grandes trazos del plan de la asociación como la entiendo. Desde luego dicho plan debe ser desarrollado, completado, algunas veces modificado de acuerdo a las circunstancias y la índole del medio, y hasta definido de modo mucho más claro. Pero estoy convencido de que lo esencial debe guardarse, si usted desea crear de verdad una fuerza colectiva, capaz de servir la causa de la emancipación del pueblo, y no una explotación nueva de éste.

El sistema de manipulación y de mentira jesuíticas se excluye totalmente de ese plan, por ser medios y principios dañinos, disolventes y degradantes. Pero quedan también excluidos el palabreo parlamentario, la agitación por vanagloria. Se observa una estricta disciplina de todos los miembros para con los Comités y todos los Comités locales respecto del Comité Central. El juicio y el control de los miembros pertenecen a las Fraternidades y no a los Comités. El nuevo poder ejecutivo está en manos de estos últimos. El derecho de juzgar los Comités, incluido el Comité Central, pertenece únicamente a la Fraternidad Popular.

La Fraternidad Popular, en mi plan, nunca tendrá más de cincuenta a setenta miembros. Al principio es posible que no haya más de diez afiliados e incluso menos, luego se irá extendiendo, de uno a uno, y sometiendo a cada uno a un examen previo sumamente minucioso, de ser posible, con la admisión por decisión unánime de todos los miembros de la Fraternidad Popular o de las tres cuartas partes al menos de estos. No es posible que en dos o tres años no se encuentren treinta o cuarenta hombres capaces de ser hermanos populares.

Represéntese usted la Fraternidad Popular en toda Rusia, con cuarenta o a lo sumo setenta miembros. Luego algunos centenares de miembros de la organización del segundo grado – los hermanos regionales -, y se recubre a toda Rusia con una red realmente poderosa. Su plana mayor está formada, y como ya se dijo, en ella se asientan, al mismo tiempo que una extrema prudencia y la expulsión de cualquier palabrería y charlatanería parlamentaria, la verdad, la franqueza y la confianza reciprocas, por fin la solidaridad real, en tanto que elementos de moralización y de unión.

La asociación entera forma un cuerpo, un todo sólido unido, dirigido por el Comité Central y lleva una guerra subterránea permanente contra el Gobierno y contra las otras organizaciones que la combaten o que simplemente obran fuera de ella. Y donde hay guerra, hay política, ahí se imponen la violencia, la astucia y la manipulación.

Las asociaciones con objetivos próximos a los nuestros deben ser presionadas para que se unan con nosotros o, por lo menos, a quedarnos subordinadas, sin que lo sepan y apartando a todos los elementos dañinos. Las asociaciones contrarias y propiamente nefastas deben ser anuladas. Por fin el Gobierno debe ser aniquilado. Todo ello no se hará por la mera propaganda de la verdad; la astucia, la diplomacia, la mentira serán necesarias. Allí el jesuitismo y hasta la manipulación tienen su lugar; la manipulación es un bueno y excelente medio para caracterizar y anonadar al enemigo, pero ella no es en absoluto un modo útil para ganarse y atraer a nuevos afiliados.

Así en la base de nuestra actividad, debe haber esta simple ley: verdad, honestidad, confianza entre todos los hermanos y con toda persona capaz y que quiera afiliarse. La mentira, la astucia, la manipulación y, si hace falta, la violencia, son contra los enemigos. Obrando de este modo, usted moralizará, potenciará, unirá más estrechamente a los suyos y usted destruirá y anulará las relaciones y las fuerzas ajenas.

En cuanto a usted, mi estimado amigo, – y es su principal, su inmenso error -, usted se dejó seducir por el sistema de Loyola y de Machiavel, el primero se proponía esclavizar a la humanidad entera, el segundo crear un poderoso Estado (monárquico o republicano, poco importa), o sea la esclavitud del pueblo. Con su gusto por los principios y los procedimientos jesuíticos y policiales, usted pensó fundar en ellos su propia organización, su fuerza colectiva secreta, el alma – para decirlo así – de toda su asociación. En consecuencia, usted obra para con sus amigos como si fueran enemigos: trampea con ellos, miente, se esfuerza por separarles, incluso que se enemisten entre ellos, de modo que no puedan unirse contra su tutela. Usted busca la fuerza, no para la unión de ellos, sino la desunión, y no confiando en ellos en absoluto, intenta conseguir en contra de ellos hechos, cartas que a menudo usted lee sin estar autorizado y hasta roba. Siempre los enreda por todos los medios posibles para que dependan de usted como esclavos. Por añadidura, usted obra de modo tan torpe, tan zafio, indiscutible, imprudente e irreflexivo, que todas sus manipulaciones, sus artimañas y ardides parecen al rato en plena luz. Tanto se impregnó de jesuitismo que se olvidó de todo lo demás, se olvidó hasta del objetivo y del deseo apasionado que le atrajo a la emancipación del pueblo. Tanto se impregnó de jesuitismo que está dispuesto a predicarlo como imprescindible a todos, hasta a Sukovski (20). Usted quiso incluso dedicarle artículos y llenar con sus enseñanzas el Kolokol, recordando el refrán de Suvorov: “Gracias a Dios, no es listo el que todos pensaban serlo.” En una palabra, usted se puso a jugar al jesuitismo, como un niño con naderías u Utin a la revolución.

Veamos ahora qué alcanzó y qué logró hacer en Ginebra con la ayuda de su sistema jesuítico. El fondo Bajmetev (21) le fue entregado. Es el único resultado real e importante que consiguió. Pero Ogarev le transmitió este fondo y le aconsejé con vigor a que lo hiciera, no porque usted se condujera con él de modo jesuítico, sino porque, a pesar del jesuitismo de usted demasiado simplista, ambos sentimos y reconocimos en usted a un hombre profunda, ardiente y seriamente dedicado a la causa rusa. Pero sepa – y es de mi parte una amarga constatación -que casi comienzo a arrepentirme haber aconsejado a Ogarev a que le entregue este fondo, no porque pienso que usted podría emplearlo de modo deshonesto y con fines personales – que me preserven todos los santos de tan vil idea y realmente absurda, y me quiero morir si pienso que usted puede usar ni siquiera un céntimo para usted mismo-, no, empiezo a arrepentirme porque, observando todos sus actos, he dejado de creer en su madurez política, en su seriedad y en la existencia de su Comité y de toda su asociación. La suma no es enorme, pero es lo que teníamos y va a ser despilfarrada en vano, de modo inútil, descarado, en tentativas disparatadas e imposibles.

Pero con esta suma reducida y la ayuda de poca gente, expresándole con mucha sinceridad su intención de servir a la causa común, sin exigencias ni pretensiones, sin vanidad ni vanagloria, habría podido hacer no pocas cosas útiles en Ginebra. Usted habría podido crear un órgano serio, con un programa francamente social revolucionario y asociado al periódico, un Buró en el extranjero para la conducción de nuestra acción fuera de Rusia, con cierta autonomía aunque no absolutamente completa, pero no obstante real. Fue con este fin que fui llamado la primera vez a Ginebra por su Comité, es decir por usted. ¿Y qué encontré en Ginebra? Primero el programa deformado de Kolokol, del que el Comité y usted pedían directamente absurdos y hechos imposibles. Ha de saber que puedo admitir mi debilidad que me indujo a cederle en esta cuestión. Voy a tener que responder por este infeliz Kolokol y en general por mi solidaridad con usted ante todos mis amigos internacionales, por una parte, a causa de Utin, y por otra, de Sukovski, que, el primero con su odio, el segundo con su buena voluntad, nos van calumniando.

A propósito de Sukovski: usted le demostró su gran desconocimiento e incomprensión de la gente y su incapacidad de atraerla a su causa con una actitud directa, honesta, es decir fuerte. Conociendo muy bien a Sukovski, le había descrito a usted en detalle su carácter, sus capacidades e inaptitudes, de modo que le habría debido de ser fácil incitarle a entablar relaciones serias con usted. Se lo presenté como un hombre muy bueno, capaz, lejos de ser necio, aunque sin espíritu de iniciativa, pero asimilando bien las ideas ajenas y pudiendo propagarlas y difundirlas con bastante elocuencia, menos en el papel que por la palabra. Es un hombre impresionable como un artista, entregado con bastante fuerza a una tendencia, pero falto de carácter en la medida en que no le gusta el peligro, ante una oposición categórica cede fácilmente a las influencias más diversas. En una palabra, es un hombre muy capaz de llevar la propaganda, pero de ninguna manera para formar parte de una asociación secreta. Usted habría debido creerme y no me creyó, y en lugar de ganarse a Sukovski a nuestra causa, usted le apartó de usted y de mí. Usted intentó enrolarle, embaucarle para que se convierta en su esclavo. Con este fin usted se puso a reñirme, reírse de mí, pero hubo en Sukovski un espíritu de honestidad que se rebeló. Me contó todo lo que usted le dijo de mí, con indignación y repugnancia, y de ser yo más orgulloso y más débil, habría bastado para que yo rompiera mi relación con usted. Se acordará de que me contenté con repetirle, sin comentarios, las palabras de Sukovski. Y usted nada respondió y no me pareció útil proseguir la charla. Luego usted le expuso a Sukovski su teoría preferida de comunismo estatal y de jesuitismo policial, y lo apartó definitivamente de usted. En fin, hubo los miserables chismes de Henry (22) que hicieron de Sukovski su enemigo mortal, y no sólo el suyo, pero se puede decir también el mío. Y sin embargo, a pesar de todos sus puntos débiles, Sukovski habría podido ser útil.

Reconozco también, estimado amigo, que su sistema de chantaje, de trampa e intimidación con Tata (23), me disgustaron sumamente, ya se lo expuse varias veces. El resultado es que usted le infundió una profunda desconfianza para con nosotros todos y el sentimiento que usted y yo teníamos la intención de explotar sus recursos, sonsacárselos, desde luego, no por la causa, sino para nosotros mismos. Tata es en toda la acepción del término una persona honesta y sincera, pero incapaz, a mi parecer, de consagrarse por entero a sea lo que sea. Es por tanto una diletante, no por naturaleza sino por mentalidad, diletante tanto desde el punto de vista moral como intelectual, pero se puede confiar en su palabra y era posible que se convirtiera sino en nuestra amiga, por lo menos en una compañera fiel. Había que portarse con ella franca y lealmente, sin acudir a estratagemas en que usted cree sacar su fuerza, pero que revelan su debilidad. Mientras creí posible y útil hablarle a ella directa y francamente para actuar sobre su libre pensamiento, lo hice. No quise ir más lejos con usted, estaba asqueado. Y sólo cuando por usted me enteré de que Natalia Alekseevna (24) propagaba calumnia sobre mí afirmando que yo apuntaba al dinero de Tata y cuando vi que ésta estaba perpleja, me aparté decididamente de ella.

A propósito, usted me afirmó muchas veces haber sabido por Tata que Natalia Alekseevna y Tchórzewski gritaban por todas partes, contaban a todos, escribían que yo buscaba aprovechar los recursos de Tata. Pero Natalia Alekseevna y Tchórzewski (25) afirman al contrario que no dijeron nunca a nadie o escribieron semejante cosa y Tata me lo confirmó. Durante mi última estancia en Ginebra, usted me dijo saber de Serebrennikov (Semen) (26) que Sukovski habría declarado a este último que yo explotaba a Tata. Hice la pregunta a Serebrennikov y supe que Sukovski lo dijo al hablar de usted y no de mí. Usted me contó también que la mujer de Sukovski le habría pedido que usted se sumase a Utin, afirmándole que toda alianza conmigo es inútil, imposible y malsana. Pero dijo lo contrario: no le habló de mí, no le propuso que fuese con Utin, con quien me dijo que había roto más o menos, y no fue ella sino usted quien le propuso buscar fondos para unirse, y es de usted que esperaba dichos fondos.

Ya ve usted cuánto la mentira necia es inútil y cómo sale fácilmente a la luz. Confieso que ya desde mi primer viaje a Ginebra fue una fuerte decepción y quebró mi confianza en sólidos vínculos y en una acción con usted. Sobre el asunto por el que había sido llamado a Ginebra y que era la única razón de mi viaje, no intercambiamos ni una sola palabra concreta. Varias veces empecé a orientar la charla sobre el buró en el extranjero y usted la soslayó. Usted esperaba no sé qué respuesta definitiva del Comité, que nunca llegó. Terminé por irme tras remitir a través de usted cartas al Comité (en la que pedía que se expusiera y se precisara claramente el asunto por el que se me había llamado) y declaré estar firmemente decidido a no volver ya a Ginebra mientras no recibiera una respuesta satisfactoria.

En mayo, usted me volvió a llamar a Ginebra. Me negué varias veces a hacer el viaje, al final salí. Este último paso confirmó todas mis dudas y arruinó mi confianza en la lealtad y la veracidad de su palabra. La charla en mi presencia entre usted y Lopatin, la misma tarde de mi llegada, las acusaciones precisas, duras de éste en contra de usted, con una confianza que no dejaba lugar a ninguna duda sobre la verdad de sus palabras, que convertían las suyas en otras tantas mentiras. Su rechazo total de todos los detalles que figuran en el relato de su evasión tal como usted la publicó (27), sus acusaciones directas contra los compañeros más próximos de usted, acusaciones de cobarde y necia traición ante la comisión indagatoria, acusaciones no vanas sino fundadas en sus confesiones escritas, que Lopatin, según las palabras de usted, que me confirmó más tarde, tuvo la oportunidad de leer, en particular su desprecio por las actuaciones, maniobras y denuncias totalmente inútiles de Pryzov (28 ), que siempre me pintó como un de sus mejores y más firmes compañeros. En fin, la negativa directa y decidida de Lopatin de la existencia de su Comité y en estos términos: “Nechayev le pudo contar eso, porque usted está lejos de Rusia. Pero no intentará repetirlo ante mí, por saber muy bien que estoy enterado de todo y que conozco todos los grupos, las personas, las relaciones entre unos y otros y lo que pasó allá. Usted ve que con su silencio confirma la exactitud de todo lo que le dije sobre su evasión, cuyos menores detalle y circunstancias, él sabe que los conozco demasiado bien, como sus compañeros y su Comité ficticio”. Y en efecto, a todo esto usted contestó por el silencio y ni siquiera trató de defender ni a sí mismo, ni a ninguno de sus compañeros, ni siquiera la realidad de su Comité.

Lopatin triunfaba y usted ante él se hundía. No podría decirle, estimado amigo, cuánto me era penoso por usted y por mí. Yo no podía ya poner en duda la verdad de las palabras de Lopatin. Significaba que usted nos había mentido sistemáticamente. Significaba que toda su acción estaba empapada, podrida por la mentira y basada en la arena. Significaba que su Comité era unipersonal, por lo menos para las tres cuartas partes, con dos, tres o cuatro compañeros a lo sumo que le quedan supeditados o sobre quienes usted ejerce una influencia predominante. Toda la acción por la que usted dio su vida se desmoronó, se esfumó a causa de una orientación mentirosa y tonta de su sistema jesuítico, que le envileció a usted y más aún a sus compañeros. Le quería profundamente y le sigo queriendo Nechayev, tenía por usted una grande, demasiada gran confianza y al verle en tal situación, en tal humillación ante este parlanchín de Lopatin, sentí una indecible amargura.

Me era penoso y por mí. Incitado por la confianza en usted, le entregué mi nombre y me solidaricé públicamente con su acción. Intenté con toda mi energía atraerle la simpatía de Ogarev y su confianza en su empresa. Le aconsejé siempre a que le entregase el Fondo en su totalidad. Le gané a Ozerov (29) y lo hice todo por convencer a Tata para que se sumara a nosotros, o sea a usted, y que se entregara por entero a la acción. Por fin, contra mi convicción, persuadí a Ogarev a que republicara Kolokol en base al programa de usted fantasioso, absurdo, imposible. En una palabra, confiando en usted sin reserva, cuando usted me enredaba sistemáticamente, me porté como un tonto rematado (lo que es tan amargo como vergonzoso para un hombre como yo, dada mi experiencia y mi edad) y, lo que es peor, comprometí mi posición ante la causa rusa y la causa internacional.

Cuando Lopatin salió le pregunté: “¿Habrá dicho la verdad? ¿Será posible que todo lo que usted me dijo sólo fuera mentira?” Usted eludió la respuesta. Era tarde. Me fui. Y todas las conversaciones y discusiones del día siguiente con Lopatin me convencieron que él decía la verdad. Usted guardó el silencio. Yo esperaba el resultado de su último encuentro con él, usted no me lo comunicó. Pero acabo de saberlo por la cartas de Lopatin que Ozerov le leerá.

Lo aprendido me basta para tomar medidas contra nuevos intentos suyos de explotarme a mí y a mis compañeros. En consecuencia, redacté un ultimátum que le leí de prisa en casa de los turcos (30) y me pareció que usted lo aceptaba. Desde este encuentro, no nos volvimos a ver.

Al fin, recibí anteayer una carta de Lopatin que me enseñó dos hechos tristes: primero, usted mintió… (No voy a emplear superlativo) contándome su charla con él. Todo lo que usted me transmitió como sus dichos era pura mentira. No le dijo que le devolví las cartas de Liubavin (31), y tampoco; “El viejo no resistió la prueba, ahora es nuestro preso, ya no puede hacer nada contra nosotros …”; a esto usted le habría respondido: “Si Bakunin tuvo la debilidad de devolverle las cartas de Liubavin, tenemos otras de los demás, etc.” Usted mintió, calumnió a Lopatin, usted me engañó adrede. Lopatin se asombra de que yo haya podido creerle y con palabras corteses, saca conclusiones poco halagadoras sobre mis capacidades mentales. No está equivocado, en este caso fui un tonto total. Pero no me habría juzgado con tanta severidad de saber él ¡cómo le quise y le creí con pasión y ternuras profundas! Usted decidió arruinar dicha confianza, peor para usted. ¿Podía yo suponer que un hombre inteligente y dedicado a la causa, como usted lo queda a mis ojos, a pesar de todo cuanto sucedió, podía yo imaginar que podría mentir de un modo tan descarado y estúpido ante mí, cuando mi dedicación no le dejaba lugar a dudas? ¿Cómo no se le ocurrió que su insolente mentira saldría a la luz y que yo pediría, debería pedir explicaciones a Lopatin, cuanto más que en mi ultimátum se indicabala petición de tratar con plena claridad el asunto Liubavin?

El segundo hecho: Liubavin no recibió mi respuesta a su carta descarada; por lo tanto, tampoco tuvo el recibo adjunto. Cuando le enseñé a usted mi respuesta y el recibo, usted me pidió que esperara y que no se lo remitiera. Lo rechacé y entonces usted se encargó de echar mi carta y usted no lo hizo. Basta con todo eso, Nechayev, se acabaron nuestras antiguas relaciones y nuestros compromisos recíprocos. Usted mismo los destruyó. Si usted creyó y cree todavía obligarme y enredarme moral y materialmente, muy equivocado está. Nada en el mundo me puede atar contra mi consciencia, mi honor, mi voluntad, mi concepción y mi deber revolucionarios.

Es verdad que en el plano financiero, me encuentro hoy, a causa de usted, en una situación muy difícil. No tengo medios de existencia y mi única fuente de ingreso – la traducción de Marx y la esperanza que pueda recibir otras obras literarias – se agotó ahora. No tengo un céntimo y no sé cómo saldré de apuro, pero es la última de mis preocupaciones.

La verdad es que me equivoqué frente a mis compañeros y quedo mal parado ahora. Están lloviendo las calumnias sobre mí por el Fondo, la historia con Liubavin, con Tata, en fin por todo cuanto pasó últimamente en Rusia.

Pero todo eso no me va a parar. Estoy dispuesto, si falta hace, a confesar mi necedad y arrepentirme públicamente. De seguro, será para mí una vergüenza grande, pero de que se recompone uno. No quedaré más su aliado forzado.

Le declaro por tanto decididamente que todas mis relaciones hasta ahora malsanas con usted y todos mis lazos con su acción se rompieron. Pero rompiéndolos, le propongo establecer entre nosotros nuevos vínculos sobre otras bases.

Lopatin, que no le conoce tan bien como yo, se extrañaría de tal propuesta de mi parte después de todo lo que pasó entre nosotros. No será para usted una sorpresa ni para mis compañeros más próximos.

Sin duda alguna usted hizo muchas tonterías y suciedades de veras dañinas y desastrosas por la misma causa. Pero para mí es cierto que todos sus actos estúpidos y sus tremendas torpezas no tenían como meta ni el interés personal, ni la codicia, ni la vanidad o el amor propio, sino únicamente su falsa concepción de la acción. Usted tiene una dedicación apasionada y pocos hay como usted, de ahí su fuerza, su valentía, su derecho. Usted y su Comité (si de verdad existe) están llenos de energía y dispuestos a cumplir sin frases hueras cuanto estiman válido por la causa, y esto es valioso. Pero a su Comité y a usted mismo les falta equilibrio, es evidente ahora. Como niños, ustedes se agarraron del sistema jesuítico viendo en esto toda su fuerza, su éxito y su salvación. Ustedes se olvidaron de lo esencial y del objetivo de la asociación: emancipar al pueblo no sólo de los dirigentes, sino también de ustedes mismos. Por adoptar este sistema, ustedes lo llevaron a extremos monstruosos y estúpidos, envileciéndose y deshonrando a la asociación en el mundo entero; con ardides muy torpes y sandeces increíbles como sus cartas de amenazas a Liubavin, a Natalia Alekseevna, y su larga y amable paciencia con Utin, (cuando nos estaba difamando fuerte a todos con insolencia), así como su necio programa comunista y un montón de manipulaciones de sinvergüenza. Todo esto testimonia una ausencia completa de inteligencia, saber y conocimiento de los individuos, de las relaciones y de las cosas. Por lo tanto es imposible, al menos de momento, contar con su razón, si bien usted es sumamente inteligente y capaz de adquirir más juicio ulteriormente, pero es una esperanza para el futuro. Para el presente, usted se mostró torpe y ridículo como un niño.

Hecha definitivamente mi convicción, estoy en la siguiente situación:

Sus palabras, sus afirmaciones y sus promesas hueras, sin confirmación con hechos, ahora no las voy a creer para nada por saber que no le importa mentir si le parece útil a la causa. Tampoco creo en lo que le parece justo y racional, porque usted y su Comité me dieron demasiadas pruebas de insensatez. Pero si niego su visión de la realidad y de las posibilidades, no rechazo su energía y su dedicación absoluta a la causa, pienso que en este ámbito, pocos hombres hay en Rusia como usted. Era esto, lo repito, una vez más, es la principal, incluso la única razón de mi afecto por usted y de mi confianza. Hasta hoy me queda la convicción de que usted es – más que todos los otros rusos que conozco – capaz y llamado a servir la causa revolucionaria rusa, únicamente, por supuesto, si quiere y puede modificar todo su sistema de actividad en Rusia y en el extranjero. Si usted no lo quiere cambiar, se convertirá inevitablemente, en razón de las cualidades que hacen su fuerza, en un hombre eminentemente peligroso para la causa.

Con estas consideraciones y a pesar de todo lo que pasó entre nosotros, desearía no sólo estar unido con usted, sino también serlo aún de modo más estrecho y firme, suponiendo, naturalmente, que usted cambie por completo de sistema y ponga como base de nuestras futuras relaciones la confianza mutua, la franqueza y la verdad. En el caso contrario, nuestra ruptura es inevitable.

Ahora vienen mis condiciones de orden personal y general. Empiezo por lo personal:

1) Usted me pondrá fuera de causa y reconocerá que no tengo nada que ver en la historia con Liubavin; y escribirá una carta colectiva a Ogarev, Tata, Ozerov y a S. Serebrennikov, en la cual usted declarará, de acuerdo a la verdad, que yo ignoraba todo de la carta del Comité y que fue escrita sin saberlo yo y contra mi voluntad;

2) Que usted leyó mi respuesta a Liubavin a la que se adjuntaba el recibo de 300 rublos, y que, encargado de echar la carta a Correos, la echó o no en el buzón;

3) Que nunca tuve directa o indirectamente una intervención en la gestión del Fondo Bajmetev. Que usted recibió la totalidad del Fondo en fechas distintas, primero de manos de Herzen y Ogarev, luego, la mayor parte que quedaba, de Ogarev que, tras la muerte de Herzen, era el único con derecho a administrarlo, y que usted lo aceptó en nombre del Comité de que usted era el representante;

4) Si usted no dio aún recibo a Ogarev por la entrega del Fondo, usted deberá dárselo;

5) Usted deberá devolver, cuanto antes, el mensaje de Danielson (32), por nuestro intermediario y el de Lopatin. Si no está en sus manos (pero estoy seguro de que usted lo tiene), usted se comprometerá en esta misma carta a remitírnoslo lo más rápidamente posible;

6) Usted abandonará las tentativas, que no llevan a nada e que son indignas para la causa, de acercamiento y reconciliación con Utin que nos calumnia a ambos así como a todos los suyos en Rusia, de un modo sumamente repugnante. En cambio, usted se comprometerá, eligiendo la hora y la ocasión para no perjudicar a la causa, a combatirle abiertamente.

Estas son las condiciones mías: el rechazo de uno de estos puntos, y en particular de los cinco primeros y de la primera mitad del sexto, o sea el cese de todas las relaciones con Utin, será par mí un motivo suficiente para romper cualquier vínculo con usted. Y todo esto usted lo debe cumplir de modo amplio, directo, honesto, sin malentendidos mezquinos, reticencias, alusiones y equívocos. Ya es tiempo que tengamos un juego limpio.

Ahora vienen las condiciones globales:

1) Sin dar los nombres, que no necesitamos, nos enseñará la situación real de su organización y su acción en Rusia, sus esperanzas, su propaganda, su movimiento, sin exageraciones y engaños;

2) Quitará de su organización cualquier uso de sistema policial y jesuítico, conformándose con emplearlo sólo en caso de necesidad práctica extrema, principalmente con sensatez, sólo contra el gobierno y los partidos enemigos.

3) Usted dejará el pensamiento absurdo que se puede hacer la revolución fuera del pueblo y sin participación popular, y tomará como base de toda su organización la revolución popular espontánea, en que el pueblo será el ejército, y la organización únicamente la plana mayor.

4) Adoptará como base de la organización el programa social revolucionario, expuesto en el primer número de Narodnoe Delo [Acción Popular] el plan de organización y de propaganda revolucionaria, presentado por mí en mi carta, con los añadidos y las modificaciones que juntos en asamblea general consideremos necesarias.

5) Todo lo que adoptemos por discusión en común y decisiones unánimes, le será sometido a usted y a todos sus compañeros en Rusia y en el extranjero. Si rechazan nuestras decisiones, usted tendrá que determinar solo si quiere ir con ellos o con nosotros, romper las relaciones con nosotros o con ellos.

6) Si aceptan el programa nuestro, el plan de organización, el reglamento de la asociación y el plan de propaganda y acción revolucionaria, usted por ellos y en su nombre nos dará la mano y su palabra de honor que en adelante este programa, plan de organización, de propaganda y acción serán la ley absoluta y la base imprescindible de su asociación en Rusia.

7) Confiaremos en usted y sobre nuevas bases estableceremos con usted nuevos y fuertes vínculos, nosotros Ogarev, Ozerov, S. Serebrennikov, yo y quizás Tata, si lo desea, y si usted y todos los otros están de acuerdo, seremos de verdad hermanos populares, viviendo y militando en el extranjero. Por eso sin manifestar nunca una curiosidad superflua, tendremos el derecho de saber y sabremos de modo positivo, con todos los detalles deseados, la situación clandestina y los objetivos inmediatos en Rusia.

8 ) Luego, todos los ya mencionados formaremos un Buró en el extranjero para la conducción sin ninguna excepción de todos los asuntos rusos en el extranjero conformándonos a las indicaciones políticas generales de Rusia, pero eligiendo libremente los métodos, la gente y los medios.

9) Además, se publicará Kolokol con un programa revolucionario socialista claro, de ser necesario y de haber los fondos suficientes.

Tales son, Nechayev, mis condiciones para con usted. Si [se le fue] la reflexión ciega, si se le ha vuelto un ánimo de comprensión sensata de la acción y si el amor por la acción es efectivamente más fuerte en usted que todo lo demás, entonces usted las aceptará.

Si no las acepta, mi decisión es inquebrantable, tendré que romper toda relación con usted y sin ajustarme a nada más que a mi propia conciencia, mi enfoque y mi deber obraré con independencia.

Mijaíl Bakunin, 2 de Junio de 1870

Traducción de Frank Mintz del texto ruso, cotejado con la versión francesa del CD ROM del Instituto de Historia Social de Amsterdam.

Notas.

(1) El texto ruso y su traducción francesa están en el tomo 5 de Bakounine Oeuvres complètes (NDT).

(2) Los zares tenían prevista una parte más fría y más húmeda de la fortaleza Pedro y Pablo de Petersburgo – el revellín Alexis -, para los opositores y enemigos peligrosos. Allí fueron ejecutados algunos insurrectos de diciembre de – dekabristas, ver la n° 3 -; estuvieron presos Chernichevski, los miembros del grupo de Petrachevski en 1849, uno célebre después, Dostoyevski. “Esta era, pues, la terrible fortaleza donde tanta de la verdadera vitalidad de Rusia había perecido durante los dos últimos siglos, y cuyo nombre se pronuncia siempre a media voz en Petersburgo. […] Aquí, en cierta parte del revellínde Alexis, aún se halla aprisionado Niechayev, entregado por Suiza a Rusia como un criminal cualquiera, siendo después tratado como preso político peligroso y no volverá a ver más la luz.” Asífue como lo escribióKropotkinen1898 a propósito de su propia detención en 1874, en “Memorias de un revolucionario”, Madrid, 1973, p.289. Nota del traductor (NDT).

(3) “Dekabristas” Insurrectos de diciembre de 1825 que querían apartar al zar Nikolay I° con un pronunciamiento en Petrogrado, pero el zar reprimió (NDT).

(4) Petrashevski organizador de círculos socialistas – ver la n ° 2 -, Lvov y Tol frecuentaban estos círculos (NDT).

(5) Herzen, gran intelectual emigrado, con ideas burguesas de izquierda, editor de un periódico crítico antizarista en la emigración, con su amigo Ogarev, “Kolokol” (la Campana), entre 1857 y 1865 (NDT).

(6) Potebnia, revolucionario ruso que participó en la insurrección antirrusa de los polacos en 1863 (NDT).

(7) Utin (Nikolay Isaakovich) era un partidario de Marx en Ginebra y le proporcionaba informaciones; regresó a Rusia y terminó como confidente de la policía zarista (NDT).

(8 ) Ogarev (Nikolay Platonovich) revolucionario, poeta y filosofo, detenido como estudiante con Herzen en 1834, nueve meses de cárcel, se exilió en 1856 y participó en la prensa antizarista de la emigración (NDT).

(9) “Kolokol”, el periódico de Herzen, ver la nota 4; Bakunin le encontraba luchas insuficiencias (NDT).

(10) “Abrek”, un guerrero del Cáucaso, un combatiente solitario y terco, enemigo de parte de su clan y de los rusos (NDT).

(11) Ver los extractos en la presentación (NDT).

(12) Alianza internacional revolucionaria secreta (NDT).

(13) Documento perdido (NDT).

(14) ver la presentación (NDT).

(15) los falsos Dmitri eran caudillos de rebeliones en los siglos XVII y XVIII. Stenka Razin “hombre férreo, sin piedad por sí mismo ni los demás. Era sólo hijo de un cosaco del Don” (Bakunin en “Oeuvres”, V, p. 445) caudillo de rebeliones campesinas del siglo XVII. Pugachev (Emilian Ivanovich) encabezó una rebelión campesina, con cosacos del Don y del Ural, Bashkires del Volga, con un ejército de unos 25.000 hombres que venció a varios generales y se apoderó de las ciudades de Kazan y Orenburgo. Vencido al final, fue decapitado y despedazado en 1775 en Moscú. (NDT).

(16) El comunismo para Bakunin remitía al verticalismo marxista, él sustentaba el colectivismo, con una estructura desde la base que es la base del “comunismo libertario” aplicado en Ucrania y en España en los periodos revolucionarios de 1918-1921 y 1936 1939 (NDT).

(17) “Beguni”, miembros de una secta religiosa opuestos al Zar y a sus leyes (NDT).

(18 ) Guerman Alexandrovich Lopatin, organizador de formaciones técnica para los campesinos, detenido por eso en 1868. De nuevo detenido en 1869 por el affaire Nechaev, fugándose en 1869. Organizador de la evasión del político disidente Lavrov en 1870. Regresó clandestinamente a Rusia en 1871 y fue arrestado varias veces. (NDT).

(19) “anarquía”, Bakunin usa aquí la palabra en el sentido peyorativo (NDT).

(20) Sukowski Polaco llamado “Nikolaj Žukowskij”, amigo de Bakunin (NDT).

(21) Fondo Bajmetev, en 1858 P. A. Bajmetev entregó a Herzen y a Ogarev una suma de 20.000 francos para la labor revolucionaria. Herzen no tomó nada y la colocó en un banco con un 5% de interés. Una parte importante – 10.000 – fue dada a Nechaev por Herzen en 1869, a petición de Bakunin y Ogarev. Tras la muerte de Herzen, Ogarev era el apoderado (NDT).

(22) Henry Sutherland, ahijado por Ogarev, pintor y miembro de la Alianza (NDT).

(23) Tata, sobrenombre de la hija mayor de Herzen, Natalia Herzen (NDT).

(24) Natalia Alekseevna (Tuchkova Ogareva), esposa de Ogarev (NDT).

(25) Tchórzewski, amigo polaco de Bakunin (NDT).

(26) Serebrennikov (Semen), estudiante e impresor en contacto con Nechayev en Rusia, luego emigró en 1869. (NDT).

(27) “evasión”, Nechaev pretendió que se había fugado de una fortaleza rusa en 1869, cuando salió legalmente. (NDT).

(28 ) Pryzov, miembro del grupo de Nechayev y detenido por la policía (NDT).

(29) Ozerov, ex oficial ruso, amigo de Bakunin (NDT).

(30) Nombre familiar de la casa en que residía Bakunin (NDT).

(31) Liubavin (Nikolay), encargado de la traducción del Capital de Marx al ruso y en relación con Bakunin para que la hiciera; Nechayev le mandó una carta de su presunto Comité para anular esta labor, sin que lo supiera Bakunin (NDT).

(32) Danielson, detenido en enero de 1870 por en el caso Nechaev y liberado en febrero del mismo año (NDT).

Fuente: http://miguelbakunin.wordpress.com/2008/06/17/carta-de-bakunin-a-nechayev/