Las luchas anticarcelarias –sobre todo aquellas abolicionistas- han sido históricamente criminalizadas. Se ha tratado de luchas marginales en las que siempre ha sido difícil contar con la solidaridad activa y el apoyo social. Por lo general, las redes que se generan para asistir a las personas presas, suelen estar compuestas por las mujeres (madres, esposas, hermanas…) que quedan fuera, pero sobre las que recae de igual modo la condena impuesta a sus familiares.
Se tiene la idea generalizada de que en las prisiones y centros de internamiento se encuentran «las malas personas», aquellas que, de algún modo, han dañado a la sociedad y que, por lo tanto, deben ser separadas, encerradas, vigiladas y castigadas, en pos de un supuesto «bien común».
Nosotras afirmamos que las prisiones son producto de la propia lógica absolutista del sistema capitalista y hetero-patriarcal. Para que existan las poseedoras, deben existir las desposeídas, y se debe anular toda posibilidad de que se desarrollen estrategias de supervivencia y lucha contrarias a este hecho. Las normas penales –que condenan a unas personas y a otras no- no son estáticas, sino que mutan y se adecúan perfectamente a los contextos económicos, sociales y políticos en los que se aplican. Por ejemplo, la inminente reformulación del Código Penal en el Estado Español recrudecerá el castigo sobre todo aquello que tenga que ver con la movilización social, de este modo, las prácticas y las ideas volverán a ser criminalizadas, como lo son la pobreza y la diferencia. Y cada vez seremos más las mujeres presas.
Las cárceles son además cajas de resonancia en las que se reflejan- y se incrementan- las desigualdades sociales y el patriarcado. Alcalá de Guadaira es una de las pocas cárceles de mujeres en el Estado Español porque, en la mayoría de los casos, las mujeres ocupamos los módulos más pequeños, menos equipados y en peores condiciones dentro de las cárceles para hombres. Las mujeres presas suponen un 8% de la población reclusa, es decir, son la minoría dentro de la minoría.
Las mujeres delinquimos menos, aunque seamos más pobres. Además cometemos menos delitos violentos, no porque no seamos capaces de llevarlos a cabo, sino porque hemos desarrollado otras estrategias de supervivencia que suponen menos riesgos para las responsabilidades de cuidado que se nos asignan. Las redes de apoyo entre mujeres, la economía sumergida o el trabajo sexual –actualmente no penado pero sí represaliado- son ejemplo de ello.
Aun así, se nos castiga incluso más duramente que a los hombres porque, cuando delinquimos, no sólo rompemos con las normas legales sino que además, transgredimos las normas de género que nos son impuestas. Nos convertimos de nuevo, en «las mujeres malas» de la sociedad. En «las malas madres». A través del sistema penitenciario, la cultura patriarcal y el estado se legitiman, se institucionaliza la «desviación» y se castiga a todas aquellas personas que no se consideren útiles, dóciles y obedientes. Las mujeres presas están invisibilizadas, están olvidadas y doblemente condenadas: por las leyes y por la sociedad.
En el contexto actual parece que son muchos los focos de conflicto, muchas las batallas y no tantas las personas dispuestas a posicionarse, cuanto menos en el bando de «las malas». Dentro de las cárceles están las mujeres pobres, las migrantes, militantes, gitanas, madres, putas, desviadas, enfermas, etc. que han sido castigadas y silenciadas mediante el encierro y el aislamiento. Nosotras queremos levantar nuestra voz y decirles que no están solas. Que no creemos en este sistema represivo ni en sus supuestos métodos de «rehabilitación» que se aplican a través de la autoridad, la disciplina y el miedo. Por eso, una vez más, queremos mostrar nuestro absoluto rechazo a las instituciones de control social y a las lógicas hetero-patriarcales y capitalistas que las sostienen. Desde las luchas feministas y anticarcelarias no nos olvidamos de las mujeres presas por lo que queremos mostrar nuestra solidaridad y sororidad con ellas el 31 de Mayo llevando a cabo una marcha a la Cárcel de mujeres de Alcalá de Guadaira (Sevilla). Porque tenemos muy claro que:
¡¡¡NO ESTAMOS TODAS; FALTAN LAS PRESAS!!!