Existe un lugar en nuestra patria, un lugar donde yacen los más puros ideales de la justicia, un reservorio moral de los altos valores republicanos y del estado de derecha. ¡Gracias al cielo que existe la fiscalía metropolitana sur! En este lugar, abnegados funcionarios públicos laboran por casi nada, embarcados en la más peligrosa tarea que les ha sido asignada: la lucha contra el terrorismo. Para ello trabajan en su sede de Gran Avenida y en un bunker secreto construido por las autoridades de turno.
Es temprano en la mañana cuando el fiscal Héctor Barrios, lentes oscuros, terno azul y corbata gris, se baja al trote junto con Waldo, su guarda espaldas. Camina rápido por el estacionamiento en dirección a las escaleras, cuando nuestro héroe siente unas ganas irrefrenables de tirarse un pedo. Barrios, siempre ocurrente le dice a Waldo que se adelante mientras él se devuelve al auto oscuro de vidrios polarizados y blindaje. ¡Cómo le gustaba que tuviera blindaje! Cuando pensaba en ello como que se excitaba. Pero prefería no pensar mucho en eso, tenía miedo a convertirse en un degenerado, es cierto que era caliente pero de ahí a que “le pasaran cosas” con un automóvil blindado era como “too much”, como decían sus amigas. Mientras abría el maletero y hacía como que buscaba algo levantaba levemente su pierna derecha en un perfecto gesto técnico y se pedorreó alegremente, luego se agitó dando saltitos y sacudiendo las piernas (para no llevárselo, pensó riéndose) y volvió caminando con gesto serio, el ceño fruncido y una carpeta en la mano con información estratégica. Waldo, siempre atento lo vigilaba desde la entrada de los calabozos del subterráneo que conducían a la escalera. ¡Ah, los calabozos! –pensó Barrios- y recordó la belleza de las mazmorras. ¡Pero no podía perder más tiempo! Debía luchas contra el terrorismo y apresuró el paso, seguido de Waldo.
Entró a las oficinas caminando con un pasito como bailando. “Buenos días personal” dijo haciéndose el lindo con las secretarias en un personal homenaje a uno de sus ídolos de juventud: Jaime Canitrot cuando entraba a la oficina. Qué gran programa –pensó- ahí sí que la televisión era grande y no la mierda que daban ahora, el programa tocaba fibras universales del ser humano pensaba Barrios, literato, ya no había obras de teatro como aquellas. En sus profundos pensamientos el fiscal Barrios siempre se preguntaba si se identificaba más con Canitrot o con el Señor Zañartu cuando reprendía a Gertrudis…
En fin, tuvo que dejar de lado sus reflexiones y acudir al templo de la persecución penal y la justicia, que requerían su enorme talento contra el enemigo más temible que había enfrentado: los terroristas. Qué lejanos tiempos en que combatían a los grandes narcos de la zona sur de Santiago, cuando entraron disfrazados de deudos a un funeral en la Población La Legua. ¡Qué idea genial del chico Peña! Las largas condenas por asociación ilícita sin un gramo de droga- como le gustaba jactarse- sólo con escuchas telefónicas. Los buenos tiempos en que se habían forjado los rottweilers de la fiscalía sur y lanzó un gruñido en su oficina mientras encendía el computador. Vio la foto del protector de pantalla: J. Edgar Hoover, jefe del FBI, otro pro hombre, un incomprendido, igual que él, pensó con los ojos cerrados el fiscal Barrios mientras soñaba despierto, aún le faltaba coronar su carrera y ahora se presentaba la oportunidad ideal luego de los últimos atentados en el Metro y que el gobierno les había dado carta blanca en su lucha contra el terrorismo. ¡El conjunto de la sociedad los apoyaba! Incluso los parlamentarios que los habían denostado, incluso la prensa –tan caprichosa- que siempre los había apoyado y les dio la espalda en el Caso Bombas. ¡Tanto color por el poster de Axel Rose y las aceitunas! Al final habían permitido salir libres a los terroristas. Pero ahora sería distinto, pondría punto final a la seguidilla de atentados que amenazaban la paz social del país…
-¡Acabaría con los terroristas!- Dijo dando un puñetazo en el escritorio mientras miraba con ojos grandes y fijos, como de loco, hacia adelante. Se preparaba para una reunión importantísima con el oficial de inteligencia de carabineros, el capitán Mediamilla y el otro fiscal asignado al caso, el fiscal Christian Toleso, funcionario eficiente pero un poco incómodo. Le molestaba que fuera tan mateo y ese aire de geniecillo y sabelotodo. Debía prepararse para la reunión pero aún tenía tiempo para ocuparse de algunas cosas pendientes que había dejado del día anterior. En el computador terminaría de ver la galería de fotos de Maura Rivera… qué estupenda ella, la seguía desde el tiempo de “las cocoteras”, al final hasta los hombres de estado como él tenían derecho a tener su lado superficial. Lástima que no fuera viernes para ver algún “Mickey” que trajera La Cuarta. Estaba en eso, pensando en un poto de la farándula, cuando tuvo un arrebato de genialidad tan propio de él, que le venían en cualquier momento, una especie de iluminación jurídico-periodística. ¡Ya sabía lo que diría cuando perdieran el próximo juicio y los jueces marxistas-garantistas-leninistas-anarquistas, todas tendencias de la misma ideología dejaran libre a algún terrorista! –Lo que pasa es que en juicios como este los jueces nos piden poco menos que la foto del sujeto poniendo la bomba…- ¡Qué gran declaración! La guardaría por si la necesitaba y sus amigos los periodistas la reproducirían.
La reunión era a las 9 en punto. Faltando un minuto golpearon la puerta y entraron el fiscal Toleso y el capitán Mediamilla, quien venía vestido con zapatos artesanales con suela de neoprén, jeans gastados y medio sucios y con un chaleco artesanal café con una cadena de llamas negras, estilo boliviano. Su corte de pelo era una melena que le llegaba casi ahsta los hombros. Barrios lo miró como si viera un anatema o a un marciano.
-¿Por qué andas vestido como terrorista, Mediamilla?- dijo Barrios con cara de asco.
Mediamilla se sentó sin que lo invitaran y como si tuviera que explicar algo muy obvio, dijo con desgano: -Es propio de las labores de inteligencia, fiscal, realizar operaciones encubiertas y camuflarse como el enemigo-.
-Pero no estará un poco anticuado, capitán- intervino Toleso- esa más bien parece una vestimenta de jóvenes contestatarios de los años ochenta…
-¡Cállese Toleso! ¿Qué acaso no ve que el capitán Mediamilla es experto en inteligencia, contra insurgencia y terrorismo? Lo que dice el capitán es cierto, una vez cuando estuve asignado en La Serena y donde –modestia aparte- inicié mi gloriosa carrera al servicio de la justicia, fui a una feria artesanal que estaba atestada de terroristas y todos vestían como el capitán –dijo indicando a Mediamilla y echándose hacia atrás en su asiento- además, Toleso, la palabra “contestatario” no existe, se dice “contestador”.
-Sí existe Barrios, búsqueda en el diccionario de la RAE…
-¿La RAE? Eso parece el nombre de una organización terrorista –dijo Barrios muy serio- Ten cuidado Toleso, estás leyendo mucho esas huevás anarquistas, te están convenciendo, Toleso.
-No es eso, Barrios, hay que entender al anarquismo, comprender sus motivaciones, objetivos, discurso, para desentrañar sus lógicas, capturarlos y neutralizarlos. ¿Por qué han crecido en los últimos años? Comprender no es justificar- dijo Toleso.
-Hay que condender shush motivashionesh- dijo imitándolo burlesco Barrios. ¡Te das cuenta Mediamilla! Tenemos al enemigo infiltrado en la casa…
-Tiene razón, Barrios- dijo el capitán calmando la situación- hay que estudiar y comprender al enemigo para destruirlo, hay abundante experiencia histórica al respecto. Lo que necesitamos es inteligencia humana, señores, no inteligencia electrónica, los terroristas no hablan por teléfono. Debemos infiltrarnos en los grupos, ahí está la clave… de hecho el sábado tengo una tokata –dijo echándose el pelo hacia atrás- lástima que tendré que comer esa mierda vegetariana.
Barrios lo miraba con la boca entreabierta y asintiendo con la cabeza: -¡Pero si eso es siempre lo que he dicho yo! Pero los burócratas de La Moneda nos tienen más manos atadas y no nos dejan ganar la guerra –vocifera Barrios con la cara roja de rabia- y tomar por asalto la Academia de Humanismo Cristiano y el Arcis, el Pedagógico, la facultad de Filosofía de la Chile, Playa Ancha, la Universidad de Concepción, La UFRO, el hogar mapuche, las Universidades en general, las casas okupa, la población La Victoria, Cerro Navia, Villa Francia, La Pintana, La Pincoya, el barrio Brasil, etc.
-¿No le parecen un poco amplios los objetivos, fiscal?- dijo Mediamilla.
-¡Faltan pantalones, capitán! Igual que cuando a Rambo no lo dejaron ganar la guerra contra los vietnamitas. ¿Quién no lo dejó ganar? ¡Los burócratas de Washington! Igual que los de acá de La Moneda. Que los derechos humanos que la cacha de la espada. Nosotros también quisimos infiltrarnos, con un agente cubano más encima, cuando tuvimos a los terroristas en la cárcel…
-Pero lo del cubano –dijo Toleso- fue un acto muy torpe Barrios, que nos trajo desprestigio y nada de información relevante. Además Rambo no existió en realidad, es un personaje ficticio…
-¡¡ Cállate pusilánime, garantista!!- gritó Barrios, mirando de reojo a Maura Rivera teñida rubia y en bikini. Minimizó la pantalla y abrió un documento de la Dipolcar con sus excelentes análisis que echaban la culpa de todo al Colectivo Kamina Libre, firmado por el Coronel Luigi Lopresta.
Se produjo un silencio tenso que fue roto por la secretaria de Barrios que entró con una bandeja ofreciendo café. La secretaria se acercó al regordete fiscal y éste le dijo al oído: “supongo que hoy día comemos comida china como todos los jueves”, con su sonrisa picarona y de galán barato.
La secretaria ofreció café, Toleso con azúcar, Barrios con endulzante, “estoy a dieta”, dijo. Mediamilla, muy serio, “yo lo tomo amargo, los hombres de inteligencia somos así”.
Cuando salió Barrios no pudo evitar mirarle el culo a la secretaria que lucía un pantalón blanco transparente. Barrios puso los dientes superiores sobre el labio inferior, entornando los ojos con cara de caliente y estúpido miró a Mediamilla y Toleso, buscando risas que no encontró. Lo único malo era el aliño de la carne mongoliana “al velador” y la incontenible flatulencia que tendría al exponer en la tarde ante el director de la ANI y el fiscal Raúl Guzmal sobre su plan de acción para aplastar al enemigo terrorista.
Toleso rompió el incómodo silencio:
-Espero que no sea un mal augurio pero anoche soñé que me ponían una bomba en mi casa- dijo sonriendo.
-¡Cállate maldito pelmazo!- gritó Barrios.
Mediamilla, en tanto, prorrumpió en una sonora y delirante carcajada.
-Mira Toleso- dijo Barrios- ya me tienes aburrido de tus estupideces y que le hagas el juego a los terroristas bajándonos la moral. ¿Sabes cuál es el objetivo de los terroristas, sabelotodo? Yo te lo voy a decir: el objetivo de los terroristas es que tengamos terror, o sea que nos terroristiemos, que todo el cuerpo social sienta terror, o sea que se aterrorice, buscan el terror, entiéndelo, por eso es que son terroristas, ¿es tan difícil de entender?- dijo dejando caer los brazos, cansado de explicar tan complejos asuntos de ciencia política.
En ese momento un fuerte ruido se escuchó en la calle: ¡PUM! y la cara de terror se evidenció en los presentes, excepto en el capitán Mediamilla que de su cinturón extrajo una pistola Taurus 9 mm gritando: -¡Ataque al Ministerio Público! Ustedes tírense al suelo, son civiles, déjenme esto a mí. Y adoptó posición de tiro.
Toleso se tiró al suelo y Barrios se metió debajo de su escritorio dejando escapar una ventosidad, “el café con leche” pensó con su rapidez característica.
Pasaron minutos de tensión mientras esperaban tiros y explosiones. Barrios notó que una pequeña mancha había en sus calzoncillos Calvin Klein que hoy estrenaría en su idilio. Bueno, qué se le va a hacer, gases del oficio se dijo a sí mismo. Sintió unas ganas irrefrenables de lanzar uno de sus agudos análisis de contingencia: -¡Debe ser la Conspiración de las Células del Cuello, esa organización terrorista internacional!
-Se llama Conspiración de las Células del Fuego, fiscal, es una coordinación internacional de grupos anarco insurreccionalistas –explicaba Toleso- cuya expresión es la Federación Anarquista Informal/ Frente Revolucionario Internacional. Es lo que se denomina la nueva guerrilla anarquista, dan un horizonte político y los distintos grupos se coordinan en función de campañas y objetivos comunes sin necesariamente conocerse. Si lo piensa bien, y no es por encontrarles la razón, es un tipo organizativo en red extraordinariamente difícil de desarticular, y si se da en contextos de crisis del sistema de representación política y altos índices de inequidad, concentración de la riqueza o crisis económica se corre el riesgo que ganen terreno en legitimidad y operatividad. En Grecia por ejemplo…
– ¡Cállate un rato Toleso, cómo tanta “incompetencia” verbal! Te das cuenta de lo que tengo que aguantar Mediamilla, a un garantista en nuestra propia institución.
– No soy garantista jefe, sólo me gusta estudiar a nuestro enemigo, además se dice “incontinencia” verbal, significa la imposibilidad de…
– ¡Me importa una mierda, Toleso! La weá es como yo digo y se acabó.
Mientras tanto, el valiente capitán Mediamilla avanza pistola en mano y mira por la ventana.
– ¡Atención, hay sospechosos avanzando hacia acá! ¡Andan disfrazados de escolares!… Cobardes… ¡Voy a llamar a Gope!
Mediamilla tomó la radio y con frialdad del policía experimentado habló: -Atención Cenco, clave rojo dos en fiscalía metropolitana sur, sospechosos avanzan disfrazados de escolares, veo poleras de los Misfits, al parecer serían anarquistas. Pido refuerzos, Cenco, unidades del Gope ya que se produjo una explosión. Habla el capitán Mediamilla, repito, ataque a la fiscalía sur, sólo yo resisto, los fiscales se cagaron enteros pero son civiles, es comprensible, yo los estoy protegiendo.
Mediamilla se asoma por la ventana y realiza varios disparos. Entre los tiros grita eufórico: -¡Esto es lo que quería, enfrentarlos cara a cara! ¡Y que se dejaran de sus mariconadas de bombas!
Al dejar de disparar miró a los aterrorizados funcionarios públicos y les dijo remarcando cada sílaba: -La patria prevalecerá sobre el caos-.
De pronto por la puerta entra alarmado el fiscal Chortusteguy: -¡¿Qué pasa, porqué hay disparos?!
-¡Tírese al piso Chortusteguy, están atacando el cuartel!… o sea, la fiscalía, recién hubo una explosión-
-No hay ninguna explosión, capitán, fue un reventón de neumático, está todo el mundo mirando pa’ Gran Avenida…
Y mientras abría su portafolio de cuero, sonriendo ridículamente con aire de autosuficiencia dijo: -Yo en cambio, venía a ofrecerles unas excelentes corbatas italianas que me acaban de llegar… son una ganga- dijo provocando las risas de todos (menos del capitán que miraba muy serio hacia la calle) distendiendo el ambiente en la estratégica repartición pública.
Continuará…