La historia nunca antes contada sobre la Cruz Negra Anarquista Latinoamérica. Entrevista exclusiva con Gustavo Rodríguez.
Son pocas las personas que dejan una huella de fuego en mis memorias, una de ellas, sin duda, es Gustavo Rodrigues, un anarquista descendiente de cubanos con muchísimos años en las trincheras por un mejor porvenir. Con una mirada vivaz y el clásico temperamento fuerte de los irreductibles. Tuve el placer de conocerlo durante el Foro Social Alternativo (FSA) celebrado en Caracas paralelo al Foro Social Mundial (FSM) que había sido cooptado desde sus inicios por un puñado de voceros del gobierno de turno para hacer propaganda oficialista y secuestrando cualquier vestigio de autonomía y debate.
Durante ese encuentro al cual asistió como delegado del mítico Movimiento Libertario Cubano en el Exilio (MLC-E), tuve la oportunidad de entrevistarlo sobre un “fósil histórico” que perturbaba mi tranquilidad. La Cruz Negra Anarquista de Latinoamérica (CNA-Latinoamérica) aquí les va su historia…
¿Cuándo surge y por qué nace la Cruz Negra Anarquista Latinoamérica?
La CNA Latinoamericana carece de certificado de nacimiento; así tal cual, con una fecha exacta que indique su primer día de vida. Más bien, fue una iniciativa que surgió a partir de la necesidad específica que comenzó a nuclearnos a varios compañeros latinoamericanos en torno a la situación del sistema de prisiones, en busca de respuestas concretas a esta lista de oprobios y, en aras de hacer viable la solidaridad a los presos y presas anarquistas y, a los presos y presas políticos y sociales, con especial énfasis en los presos de origen latino en las mazmorras de Estados Unidos, quienes, además de todas las restricciones y las ignominias propias del régimen de castigo, tenían el agravante del choque cultural y, sobre todo, el problema del idioma y todo lo que eso trae implícito. Y bueno, estas inquietudes que ya traíamos puestas y que nos llevaban a participar en otras iniciativas que dentro de su concepción estaban relacionadas al tema de las prisiones pero desde una postura legalista y con la óptica burguesa de derechos y toda la retórica de los derechos civiles y los derechos humanos; nos encaminaron a la creación de un colectivo con motivaciones y objetivos propios y, es así que toma cuerpo la iniciativa como Cruz Negra Anarquista Latinoamericana.
Más o menos ¿de qué años hablamos? ¿de qué década?
Hablamos de los ochenta. Ya para mediados de la década habíamos conformado una suerte de sección en el estado de Florida del Anarchist Black Cross, con un par de compas de Miami, otro de Fort Lauderdale, una pareja de Tampa y, otro compa de Saint Petersburg. Los compañeros de Miami, el compa de Fort Lauderdale y yo, éramos de procedencia latinoamericana. Pero, realmente era algo inoperante, en aquellos tiempos el acceso a Internet era una cuestión de ciencia ficción, muy pocas personas lo usaban; la comunicación era telefónica o vía fax cuando era de carácter urgente o a través del correo postal que demoraba de tres a cinco días cuando era correspondencia local. Esto hacía difícil o tortuosa la coordinación. Poco tiempo después el compañero chileno exilado en Fort Lauderdele se muda a la ciudad de Miami y, esto nos permitió no sólo estrechar los vínculos y la comunicación sino dar inicio a un colectivo que, en poco tiempo, se convirtió en CNA Latinoamericana.
¿Por qué deciden tomar las viejas siglas para esta iniciativa en vez de usar otras?
Como te comento, por esos años había un resurgir de esta propuesta, retomando su nombre original de Anarchist Black Cross o Cruz Negra Anarquista, especialmente en Estados Unidos, Canadá y varios países de Europa. Que recuerde había varias secciones en Reino Unido, creo que en Dinamarca y Finlandia, realmente no me acuerdo si ya para esas fechas había una sección Finlandia pero, en Estados Unidos habían comenzado a aparecer secciones como hongos en temporada. Lo que me parece importante señalar aquí es que este resurgir de la CNA no fue producto de un capricho nostálgico sino que respondía a una necesidad específica: el significativo aumento de compañeros y compañeras anarquistas tras las rejas víctimas de la represión estatal –bueno, vale señalar que cuando digo víctimas no es que intente presentarlos como mártires inocentes sacrificados por las ideas que los Estados mantenían en sus cárceles para sentar el ejemplo etc., NO, así con mayúsculas. Precisamente ese era el motivo principal por el que se retomaban las viejas siglas de la CNA. A diferencia de las organizaciones burguesas legalistas y en pro de los derechos humanos, del tipo de Human Right Watch, Amnistía Internacional, Americas Watch y otras organizaciones religiosas, nosotros no exigíamos la condición de preso de conciencia; al contrario, hacíamos hincapié en que eran compañeros presos por atacar en lo concreto al estado-capital, lo que los convertía en presos políticos y en prisioneros de guerra pero, tampoco subrayábamos esta “categoría” con la intención de apegarnos a los tratados internacionales en materia de guerra, tipo el tratado de Ginebra, sino con la intención de presentar de manera enfática la lucha a muerte contra el Estado-capital. No podemos olvidar que para finales de la década del setenta y durante todos los ochenta, el accionar contestatario anarquista tomo auge de manera significativa a nivel internacional, sobran ejemplos en Italia, Francia, España, Grecia, la misma Alemania pese a lo difuso del denominado movimiento autónomo, igualmente, sucede con Holanda, Suiza, Suecia y Austria. Lógicamente, se tradujo en un aumento de compañeros y compañeras encarceladas.
¿Aparte de ustedes tenían referencia de otras CNA en Latinoamérica para la época?
No. Es curioso pero en Latinoamérica no existía ningún colectivo de la CNA entonces pese a que también se produce un resurgir del accionar contestatario ácrata por las mismas fechas –igualmente propensos a la acción directa y a la propaganda por los hechos– especialmente en Uruguay, Argentina y, hasta cierto punto, en Chile. Personalmente, considero que se debió a las características propias del revivir de la tensión anarquista en esta región que, salvo raras excepciones y colectivos e individuos de claro signo ácrata, en la mayoría de los casos lo que se puso de manifiesto fue una especie de híbrido muy particular, bajo premisas de síntesis o de plano, dentro de la óptica izquierdista de la lucha armada y el foquismo, con una lógica burguesa frentista y jugando el ajedrez de la polarización Este-Oeste y la denominada “Guerra Fría”. Muchos de los “anarquistas”, así entre comillas, presos por esas fechas en Latinoamérica se asumían “en transición hacia el marxismo” –repito, salvo honrosas excepciones, de compañeros presos por expropiación y ataque directo al Estado-capital– por eso, no se van a crear comités o colectivos específicamente anarquistas de solidaridad sino que van a formarse organizaciones de defensa de los derechos humanos y/o por la excarcelación o la presentación con vida de estos combatientes, del tipo de Madres de la Plaza de Mayo, uniones de familiares de presos y desaparecidos políticos, etc., etc.
¿Bajo qué contexto represivo específico deciden reagruparse?
Por esos años, en Estados Unidos, vivíamos un contexto represivo muy particular que, sin duda, dio paso al actual y, a toda esa bola de leyes draconianas, como el Acta Patriótica y otras linduras –verdaderos paradigmas del Orden en democracia– Fue la Era Reagan-Bush, el padre (desde luego), que puso a flote lo peor del conservadurismo y la ultraderecha norteamericana. Lo que se traducía en los hechos en un clima de represión y hostigamiento, no sólo contra el accionar anarquista sino contra todo lo diferente. Fue una época de cacería de brujas, contra los homosexuales y las lesbianas, contra los activistas sociales, contra las denominadas “minorías”, contra la gente Negra, contra los latinos, los inmigrantes, los pueblos originarios. El clima era propicio: Rambo era ejemplo del americano políticamente correcto, la Contra nicaragüense, los Escuadrones de la Muerte en El Salvador, los Kaibiles en Guatemala y, los paramilitares en Colombia, eran la salvación de América. Todo esto, claro está, permitía que el Estado te controlara hasta en tu casa y se justificaba con la lucha contra el “Comunismo”en el contexto internacional y, la Lucha contra las Drogas, en el ámbito local. Se intervenían los teléfonos, comenzaban a proliferar las cámaras de vigilancia. Todo esto conformó una opinión pública conservadora que, mayoritariamente, aplaudía la represión y daba paso a la formación de grupos neo-nazis que asumían de manera voluntaria las tareas represivas del Estado.
¿Cómo iniciativa tenían contacto con otros grupos afines de la época?
Desde luego, desde que éramos parte de la CNA Florida, ya estábamos en contacto con infinidad de secciones, también como CNA Latinoamericana. Recuerdo que como CNA Latinoamericana manteníamos contacto de manera estrecha con la CNA New York –La compañera Jane era el eje de la CNA New York, por no decir que ella era la CNA New York– pero también manteníamos lazos con CNA California que se ubicaba en la ciudad de San Lorenzo; la CNA Knoxville, la CNA de Dinamarca, la CNA de Toronto; la CNA Vancuver; con la CASPA, Coordinadora de Ayuda y Solidaridad a los Presos Anarquistas en Madrid en el Estado español, con la Iniciativa de Solidaridad con los Trece de Atenas, con el colectivo anticárceles de Palermo, etc. También tengo que incluir a los compañeros de Neither East Nor West, que realizaban una labor de denuncia de la situación de las cárceles de la llamada Europa del Este y las campañas de excarcelación de compañeros anarquistas bajo los Estados socialistas. Y, claro, manteníamos contacto con infinidad de proyectos e iniciativas anticarcelarias de la época, muchas de ellas, con presencia tras las rejas, como el Proyecto 1313 que llevaba desde la Penitenciaria de Kansas el compañero Tim Goodwing, el Proyecto PURE, Prisoners United for Revolutionary Education, el Comité contra la Represión en la Prisión de Monroe. También manteníamos contacto con The Anarchist Black Dragon o El Dragón Negro Anarquista, en castellano; publicación de denuncia anticarcelaria que se produjo de 1978 a 1982, al interior de la Penitenciaría del Estado de Washington, por un colectivo de presos anarquistas, que culminó con el asesinato en prisión de Carl Harp en 1981 y el traslado a diferentes cárceles de Estados Unidos del resto de los miembros del colectivo, con la intención de separarlos y desarticular la iniciativa. Sin embargo, para 1988, Shane Green, uno de sus editores, intentó continuar la producción de la publicación desde la Penitenciaría de Utha, reimprimiendo algunos números atrasados.
¿Qué actividades realizaban?
Nosotros dividíamos las actividades en dos rubros: Denuncia y solidaridad. Dentro de las actividades del primero, editábamos la publicación bilingüe A Mayor, que se hacía eco de todas las denuncias que salían de las cárceles, de cualquier parte del mundo, del Estado español a Grecia o de Estados Unidos a Cuba, además de la difusión de la Anarquía. Y, el segundo rubro, comprendía un amplio espectro que atendía desde la solidaridad directa, realizando campañas internacionales por la excarcelación de compañeros, colectando dinero para casos que lo requerían, haciendo bancos de literatura anarquista para presos, hasta acciones concretas contra el sistema carcelario específicamente y contra el Estado-capital, en general, que se tradujeran en acciones de propaganda contra el sistema de prisiones y sus representantes.
¿Recuerdas alguna campaña por la liberación de algún compañero de entonces?
Claro. Ahora mismo me viene a la mente, muy al principio de los ochenta –como 1982, 1983, por ahí, más o menos– la campaña por Lorenzo Komboa Ervin, anarquista ex Pantera Negra, preso por secuestrar un avión y desviarlo a Cuba; primero lo tuvieron en las cárceles en Cuba, después en Checoslovaquia y, por último, en Estados Unidos. Fue una campaña muy fuerte, a nivel internacional… Otra que recuerdo muy bien fue la campaña por la excarcelación del compañero Pablo Serrano, de Valencia, por una serie de atentados dinamiteros que había realizado en el Estado español. Me acuerdo que uno de los cacharros había explotado en un bar cercano a una base militar de la OTAN y, desde luego, ninguna de las típicas organizaciones de derechos humanos toman estos casos –como te comentaba anteriormente– y, claro está, también estaba ese sector del denominado “movimiento libertario” que siempre sale con su discurso hediendo a mirra oponiéndose a la vitalidad de la Anarquía y, tampoco se hacen eco de estas campañas –Es ese “anarquismo” que tanto daño le hace a la Anarquía– Pasaba igual con las campañas por la excarcelación del compañero Alfredo Bonanno. En las dos campañas fue lo mismo. Una en que había sido encarcelado por el delito de opinión, por la publicación de un folleto, creo que fue el Placer Armado; no recuerdo bien. Y, una segunda campaña, en la que exigíamos la liberación de Alfredo y la del compañero Giuseppi Stasi, que también había caído prisionero junto a él durante una expropiación en Bergamo. La experiencia no fue diferente: sólo las CNAs se ocuparon de las campañas por su excarcelación. Y bueno, recuerdo también la campaña del compa Ojore Lutalo, anarquista ex BLA (Black Liberation Army)… que aún continúa en la lista de anarquistas presos de la CNA, con cadena perpetua por expropiación. La campaña por la conmutación de la pena de muerte de Barry Gibbs; la campaña por la excarcelación de los trece de Grecia; por la excarcelación de Tim Goodwin y, de John Perotti, en Estados Unidos; la de Juan Manuel Fernández Asencio, de José Granado Martínez, Matías Ripol y Alejandro Mata Camacho, en el Estado español y, de Mario Inés Torres de Acción Directa, preso primero en España, después en Francia y, por último, en Finlandia, país éste al que había llegado en busca de asilo. La campaña por la excarcelación de los compañeros y compañeras canadienses de Acción Directa; presos por un atentado contra una fábrica de componentes para misiles. No me acuerdo ahora del nombre de todos; sólo recuerdo a Brent Taylor y a Ana Hansen pero, eran cuatro o cinco compañeros presos por la misma causa. En fin, eran muchísimas las campañas porque eran muchísimos los compañeros y compañeras en prisión entonces. Igual que ahora: tenemos muchísimos compañeros y compañeras presas en Estados Unidos, en Canadá; un sinnúmero en el Estado español, infinidad en Italia, Grecia. La lista es larga.
¿Por qué deciden separarse?
Bueno, de la misma manera que nunca tuvimos un acta de nacimiento propiamente dicha, carecemos de un acta de defunción (Risas). Nunca se llegó a una decisión de separarse; jamás hubo tal decisión sino más bien, las necesidades fueron otras al proliferar y multiplicarse los colectivos y las iniciativas anticarcelarias y de solidaridad con los presos anarquistas y los presos sociales. Continuar aferrados a unas siglas en sí, no tenía el menor sentido ni respondía a necesidades concretas: la mayoría de los que animábamos la CNA continuamos inmersos en diversas iniciativas anarquistas y, lógicamente, involucrados en la solidaridad con nuestros compañeros presos y en la lucha por la destrucción de las cárceles.
¿Viendo en retrospectiva consideran como positivo el legado de ustedes como grupo?
Creo que los presuntos implicados somos los menos indicados para llegar a tales conclusiones; además de que nuestra experiencia está aún muy cerca en el tiempo como para poder hablar seriamente de valorar dicha iniciativa. Quizá lo único que podría comentar como positivo de aquella experiencia podría ser el haber roto con infinidad de tabúes que eran constantes en los medios contaminados por la verborrea izquierdista y que no permitían denunciar los oprobios de las mazmorras en Cuba, ni hablar de compañeros anarquistas presos en las cárceles de los hermanos Castro ni en las prisiones de la exURSS o la exRDA o Polonia –Con la excepción de los compañeros de Neither East Nor West– Definitivamente, fue un parte aguas que permitió, en 1982, por citar un ejemplo, denunciar al mundo –con su respectivo eco en varios idiomas en diferentes publicaciones anarquistas– la encarcelación de los activistas agro-sindicalistas del Movimiento Zapata, el asesinato bajo torturas de una de sus integrantes, Caridad Pavón, en Villa Marista en las salas de interrogatorio del Departamento de Seguridad del Estado en La Habana y, la condena a muerte de cinco de sus miembros.
¿Para las nacientes iniciativas de CNA que surgen actualmente en Latinoamérica (Argentina, Colombia, México, Venezuela) que les aconsejarías como parte de su experiencia?
Realmente considero que “aconsejar” no es la manera y, en ese sentido, no tengo nada que aportar; prefiero hablar de la experiencia colectiva que hemos acumulado durante los últimos 25 años de lucha anticarcelaria y, de las mil y una manera de ser solidarios con nuestros compañeros presos. Lo que nos demuestra esta experiencia colectiva es que no debemos limitar JAMÁS nuestra lucha a las cuestiones legales ni agotar todos nuestras fuerzas en pro de este tipo de recursos burgueses o dedicarnos a la denuncia como única arma en la lucha por la destrucción de las cárceles; debemos estar conscientes, consecuentemente con nuestras ideas, que cualquier ataque concreto al Estado-capital es un acto de solidaridad con nuestros compañeros y compañeras presas y, un golpe audaz en la lucha por la destrucción de las cárceles.
¿Algunas palabras finales?
Creo que ya he dicho muchas pero, quizá, faltaría plantear de manera concreta cuál debe ser realmente la práctica anárquica de solidaridad con nuestros compañeros y compañeras presas y cómo podemos atacar, en lo concreto, al sistema de prisiones ¿cómo comenzar a destruir las cárceles en la práctica? Eso da para otra entrevista pero, de momento, podemos releer a los compañeros italianos que han hecho bastantes aportes al tema. Y, bueno, por último haría un llamado a ser críticos y severos con toda la bola de liberales que en la actualidad intentan adueñarse de estas siglas y desvirtuar el sentido contestatario y refractario de la Cruz Negra Anarquista incluyendo en sus listas a agentes del aparato militar y de contrainteligencia de cualquier Estado, como el caso de los cinco agentes cubanos presos en Estados Unidos. Una cosa es que estemos contra el sistema de prisiones o sea, por la destrucción de las cárceles y, otra muy diferente que hagamos campañas por la excarcelación de agentes de contrainteligencia cubanos, israelitas, chinos o gringos. Que mañana encarcelen a cinco o diez agentes secretos colombianos en las prisiones de Chávez o, viceversa, que agarren a un grupo de agentes secretos venezolanos y los metan en las mazmorras de Uribe ¿Y…? ¿qué carajos tiene que ver eso con nosotros? ¿desde cuándo tomamos partido por algún Estado?
Bueno, ya sabemos que hay un sector de liberales que siempre salen con que hay Estados malos y Estados menos malos, desde los tiempos de Grave y Kropotkin, hemos tenido que cargar con eso. Pero, para los anarquistas no hay ni puede haber ese tipo de diferencias. Entonces, ocupémonos primero de las necesidades de nuestros compañeros y compañeras presas por confrontar al Estado-capital, donde quiera que se enmarque su lucha. Agotemos todas nuestras energías y nuestra creatividad por excarcelarlos, por realizar acciones de solidaridad con las compañeras y compañeros anarquistas presos, por los millones de presos y presas sociales en el mundo. Después, cuando nuestro sueño de demoler las cárceles se haga realidad, entonces, que salgan todos; aún corriendo el riesgo de que muchos de estos lacayos de cualquier Estado quieran construir nuevas mazmorras para colocarnos a todos tras las rejas. No importa: aceptamos el reto, siempre estaremos dispuestos a darle rienda suelta a las pasiones, a brindarle esas efímeras bocanadas de vida a la Anarquía. A vivir la Anarquía no a soñarla ¡Salud!