El juez Bermúdez ha metido a siete personas en la cárcel. La audiencia nacional, nada menos, repite el bochornoso espectáculo que dio con el encarcelamiento de Mónica y Francisco en noviembre de 2013. A ambos, –recordemos–, les atribuyeron los petardos que estallaron en las catedrales de El Pilar y de La Almudena. ¿Pruebas? en rigor, ninguna. No fueron pillados con las manos en la masa. No les encontraron explosivos. No les grabaron poniendo los cohetes. No hay testigos. Cinco días fueron interrogados aplicándoles la antiterrorista, ¿y qué les sacaron? Que son inofensivos y honrados inmigrantes. Pues bien, un año llevan ambos en prisión mientras el juez Bermúdez intenta hallar la cuadratura del círculo, y la policía se afana buscando algún indicio que dé solidez a la acusación, más allá de lo que puede considerarse habitual en una dictadura militar.
Fruto de estas inquietudes, los mossos han determinado que personas que se han solidarizado con ellos, que escriben panfletos subversivos, que leen libros radicales o que usan correos encriptados, son sospechosos. Con lo cual estamos ante una justicia surrealista, que no solo carece de independencia, si no de criterio objetivo y de profesionalidad. En lugar de ceñirse a las reglas del juego que ellos mismos imponen, se salta el juez a la torera las garantías procesales que conceden a millonarios y políticos sistémicos. Aplican a los disidentes prisión no por lo que uno hace, si no por si acaso, por pertenecer a organizaciones de las que no existe actividad… y poseer bombonas de butano, que pueden servir para fabricar bombas. Toma castaña.
El Juez Bermúdez afirma que él no está juzgando delitos realizados, si no esclareciendo la pertenencia a grupos anarquistas y la posibilidad de que realicen daños en el futuro. Portentoso ejercicio de videncia el de este señor, que interroga a detenidos sin que sepan ellos de qué cuernos se les acusa en concreto. Un ejercicio que debiera merecer una medalla olímpica en la modalidad de pufo, porque aquí no se están juzgando delitos, si no conductas, formas de ser y de pensar, maneras de relacionarse con otras personas. Han registrado locales y domicilios, se llevan libretas, panfletos, carteras, ordenadores, teléfonos… ¿Dónde están los edificios destruidos, las muertes causadas, dónde radica el terror?
Por comparar, se lanzó un empresario arruinado contra la sede le PP, con su coche cargando dos bombonas de butano y un saco de fertilizantes. Un desequilibrado, ha dicho la prensa. En cambio, una persona que le guste hacer excursionismo, y que tenga una bombona de gas de las pequeñas, que te las venden por doquier, si se le une la ideología de “anarquista”, se presume de inmediato que va a fabricar una bomba.
Un tiempo oscuro requiere decisiones heroicas. Anarquista: fuera el gas, usa vitrocerámica. Y si haces excursiones, latas y bocatas. Lo que es de uno es de todos, lo que es de todos es de nadie, lo que es de nadie es de uno.
Fuente: indymedia barcelona.