Reflexión sobre la clandestinidad como consecuencia de la lucha

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Desde que la fiscalía sur y sus lacayos comenzaron con la caza de brujas entre quienes pertenecen al entorno anarquista, luego de la serie de acciones de sabotaje a los símbolos del poder que se vienen repitiendo desde 2004, muchos compañerxs confirmamos que esto de luchar para ser libre no es una opción de vida fácil.

Así, luego de conocerse la ida a la clandestinidad de Diego Ríos, en nuestro entorno hubo una doble proyección de cómo y qué queríamos ser como anarquistas. La inevitable idealización del compañerx luchador “ilegal” enfrentado al sistema de dominación del estado-capital-escuela. Porque esta idealización ocurre, no hay lugar a dudas, a pesar de que tenemos claro que uno demuestra su respeto hacia el compx y la forma en que decidió vivir la anarquía. Entre ellos Mauricio Morales, Claudia López o Sebastián Oversluij, por citar a los que ya no están. Hans Niemeyer, Nataly Casanova o Juan Flores, entre los que hoy están tras los muros que tiende el poder para tratar de reducir a nuestros compañerxs.

Pero la clandestinidad de Diego Ríos nos llevó a reconocer la voluntad de hierro que requiere romper de pronto con el entorno ante la cacería del estado y sus leyes. Muchos han roto con la familia, con los amigos que no comprenden -o le temen- la vida anárquica. Pero sumarle a esto al entorno de afinidades políticas y de vida debe ser un golpe difícil de soportar. Creo que cualquier anarquista que luche en la informalidad quisiera tener cojones/ovarios del peso de Diego Ríos.

“Decido huir, pues no soy culpable de nada, ni tampoco inocente… soy simplemente su enemigo. No recuerdo un día, ni un lugar, pero hace tiempo ya que me di cuenta que no puedo (ni quiero) vivir tranquilo ni en paz, había decidido complicar mi vida hasta el punto en el que no hay vuelta… Desde entonces soy enemigo declarado del orden existente, enemigo de la sociedad, de toda forma de autoridad y explotación, ya sea burguesa o proletaria; comprendí que la lucha por la libertad es la guerra de cada individuo por la recuperación de su vida, es negarse a formar parte de las masas, a que otros piensen por ti y te digan como actuar”, anunciaba el compañero en un comunicado de 2009.

No conocemos a Diego Ríos, sólo leímos algunos de sus escritos cuando decidió no reconocer la ley como una figura que lo sometía. Lo reconocemos como afín y campañero, por lo que nuestros corazones se emparejaron con el suyo.

Y pasaron los días, años y nuevos ataques del estado hacia los que luchan. Y todos nos preguntábamos ¿dónde estará Diego Ríos? ¿Cómo estará viviendo su clandestinidad? ¿Hasta cuándo logrará escapar de la sucia justicia de los poderosos?

No es lo mismo llevar a cabo acciones ocultando la identidad que huir de una policía que te busca con nombres y apellidos. Los torturadores saben que te posicionaste en guerra y por lo tanto no te vas a entregar ni a reconocer ni culpable ni inocente.

Todos los que se hacen llamar rebeldes conocen historias de vida sobre la clandestinidad. En ningún caso queremos idealizar esta alternativa para mantenerse en la calle (lejos estamos de ser libres), porque representa costos que no cualquiera está dispuesto a tomar.

El compañerx Hans Niemeyer nos contó en sus escritos cómo son los días huyendo de la garra del estado-capital, y sabemos que es tan duro como la prisión, porque aunque lejos de ser libre al menos se está en la calle para actuar y ofender al sistema de dominación. Esperamos algún día conocer la experiencia de Diego Ríos para nutrir el fuego que arde en nuestros corazones salvajes.

Que como tenemos acostumbrados a nuestros compxs, no deje de radiar el calor fraterno hacia lxs afines que están tras las rejas del sistema penitenciario.

Presos políticos y subversivos a la kalle!!!