instituciones ilegitimas, que sustentan una legalidad, en esencia y origen, hipócrita, dejando entre ver el legado del nacional-catolicismo en sus acciones; sencillo es evangelizar, catequizar o sermonear, al igual que exhortar, en el caso de no acatar, castigar. Normativas, reglamentos, estatutos, legislaciones o constituciones, con el fin de amaestrar y legalizar su autoridad, de esta manera, constituyen una moralidad común, que se ve materializada, por un lado, en el buen nacional-católico o por otro lado, en el cívico ciudadano, que se somete al reconocimiento de la condición, en pocas palabras, del siervo moderno de la ley y el orden. Sin embargo, a pesar de tanta normativa, constitución, ley, orden y moralidad, quienes forman y ejercen el poder y la autoridad, son ajenas a éstas limitaciones y condicionamiento de derechos y libertades individuales, al igual que a las “sanciones” que conlleva desobedecer el orden establecido por el estado-capital. Es así, como infunden el terror, para desviar la atención del verdadero terrorista, el estado-capital, que en nombre de una democracia que legitima la invasión de países como los respectivos genocidios que se llevan a cabo con total impunidad, por un único interés, el enriquecimiento de la enfermiza élite que conforma el nuevo orden mundial, a su vez los medios de comunicación sirven a ésta distorsión de la realidad, unidos todos en ofrecer las perfectas calumnias previamente establecidas que sirven al interés estatal: se crean nuevas cadenas, nuevos programas de actualidad política, unos con un carácter conservador, y otros con un carácter más progresista, sin embargo, todos bajo la misma estela, la del poder, la autoridad y el capital. Todo esto se ve reflejado en las últimas actuaciones represivas por parte de las fuerzas coercitivas estatales, por las cuales, la persecución ideológica es cada vez más evidente, quien no desee verlo, sirve al régimen:
el último de los comodines estatales, el siempre utilizado por éste es la criminilización-persecución del movimiento antiautoritario, cuando no funciona la instauración de la xenofobia y el miedo para apaciguar el descontento de la muchedumbre, conducidas cual pastor al rebaño a un perpetuo estado caracterizado por el temor, descontento y frustración, sin embargo, éstos son en su mayoría, gregarios y cuyo marco de actuación se ve delimitado por el estado y el capital, incapaces de concebir una existencia al margen de representacionismos o dirigismos: heredera de la Operación Pandora, se abre la “Operación Piñata”, un nuevo ataque represivo, donde se persigue nuevamente el “terrorismo anarquista”, como era de esperar, los delitos que éstos incriminan, es la capacidad de individuos afines, de asociarse libremente, rompiendo con el engranaje que beneficia, legitima y sustenta al estado-capital. Los miserables cínicos que forman, ejercen y practican el poder y la autoridad junto con los medios de comunicación hablan de “terrorismo anarquista” debido a que nuestra mera existencia, sin concebir como propias, factores ajenos y artificiales como las ideas de religión, estado, ley, orden, paz social, dinero, democracia, representacionismos, jerarquías, sumisión u obediencia, suponen la implantación del terror, pero dentro de las concepciones, los límites preestablecidos por la burguesía moderna: éstos, utilizarán todos los medios necesarios para erradicar la disidencia libertaria, la única que no sirve a ningún interés ajeno a la voluntad de poder del individuo.
¡Libertad compañeras secuestradas por el Estado!
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