Francesc Sabaté, nació el 30 de marzo de 1915 en L’Hospitalet, (Barcelona) segundo de los cinco hijos del guardia municipal Manuel Sabaté. A los siete años, su padre le interna en el reformatorio de Barcelona. Allí conoce el “Marianet”, que con el tiempo será secretario general de la CNT durante la guerra civil. Quico se escapa del reformatorio y vuelve a L’Hospitalet, prometiendo a sus padres hacerse un hombre de provecho.
A los diez años se coloca como aprendiz de fontanero. Al proclamarse la Segunda República, Quico se afilia al Sindicato de Oficios Varios de la CNT de L’Hospitalet. Es protagonista, aunque no muy destacado por su corta edad, en la revolución anarcosindicalista de la cuenca del Llobregat. Con su hermano José, el primogénito y tres más, forman el grupo de acción “Los Noveles”, afecto a la FAI.
En 1935, Quico fue llamado a filas por su reemplazo, pero no se presentó. Declarado prófugo, atraca un Banco en Gavá, el dinero lo entrega a la Organización para ayudar a los presos anarquistas.
Después del 18 de julio marchan hacia el frente de Aragón enrolados en la columna “Los Aguiluchos”, organizada por Joan García Oliver. Sabaté presta servicios como maestro armero en la División Ascaso. Quería hacerse piloto, pero esta clase privilegiada de combatientes, estaba controlada en su totalidad por el PCE, lo que le impidió realizar sus deseos.
Tras la reconquista de Teruel por los nacionalistas, Quico y tres compañeros discutieron con el comisario político Ariño y de las palabras pasaron a los hechos y al tiroteo que se produjo Ariño resultó muerto.
Sabaté y sus tres amigos han de desertar y se esconden en Barcelona al amparo del Comité de Defensa de las Juventudes Libertarias. Sabaté conoce entonces a un compañero llamado Jaume Parès “l’abissini”, con el que realizará en el futuro no pocas acciones de guerrilla, luego marchó al frente integrándose en la Columna Durruti, con la que después de combatir en el Montsec , pasa la frontera francesa el 10 de febrero de 1939 por Puigcerdà y es internado en el campo de concentración para peligrosos de Vernet de Ariege.
En diciembre (1939) Sabaté es liberado y destinado a la construcción de una fábrica de polvos en Angulema, después pasará a otra de gasógenos.
En 1943 se traslada con su mujer y su hija a Perpiñán. El alcalde de Prades, de filiación anarquista, le facilita una documentación en regla y la Organización le concede un préstamo con el que compra las herramientas necesarias de fontanería y alquila el Mas Casenove Loubette, en el término de Coustouges, a menos de un kilómetro de la raya fronteriza con la provincia de Girona. Desde este punto, Sabaté planifica diferentes acciones que lo hicieron famoso.
Su nueva ocupación de agricultor le obliga a hacer algunos viajes a Céret, Saint Laurel, Arlés-sur-Tech y finalmente Perpiñán, donde la Organización lo pone en contacto con un viejo camarada, el Roseta, otro anarquista de acción, ex de la Columna Durruti.
Es a partir de este momento, comienzos de 1945, cuando el Quico se convertiría en el guerrillero urbano más audaz de la CNT-FAI. Su profundo conocimiento del terreno, le permitía la huida hacia su Mas Casenove Loubette, o bien le facilitaba la infiltración en Barcelona.
Los grupos de acción y las partidas permanecían el tiempo preciso para descansar en algún punto de apoyo, proveerse de alimentos, dejar o tomar las armas, según les conviniera, o guarecerse en algún seguro escondite, a la espera del momento oportuno para saltar o bien hacia Francia, o bien hacia Barcelona, su campo de acción preferido.
La primera vez que entró en España después de la guerra, lo hizo para guiar y proteger una delegación cenetista. Le acompañaban Jaume Parés Adán “Abissini” y Joan Sales Millón “Roget”, responsable este último que Sabaté retomara el camino de la lucha antifranquista. Llegaron hasta L’Hospitalet, contactaron con los grupos libertarios y, realizaron los primeros atracos. En uno de ellos, dejaron escrito su mensaje: “No somos atracadores, somos resistentes libertarios. Eso que nos llevamos servirá para dar de comer a los hijos de los antifascistas que han fusilado, que se encuentran abandonados y sufren hambre. Somos los que no hemos claudicado, ni claudicaremos y seguiremos luchando por la libertad mientras tengamos un soplo de vida. “. También se dedicaron a reconstruir puntos de apoyo, tanto en Barcelona como en el campo y a distribuir depósitos de armas.
Alcanzados los objetivos, retornaron a Francia. De vuelta a Barcelona Quico en compañía del abissini se presenta en L’Hospitalet, donde en dos atracos obtienen 90.000 pesetas y una máquina de escribir, a continuación reciben el encargo del Comité de Defensa de la CNT, de liberar a tres compañeros que habían sido detenidos. El 20 de octubre, cuando eran trasladados a la cárcel, Sabaté y Roset, atacan la pareja de la Policía Armada que los custodiaba, mientras el abissini permanecía al volante de un coche para facilitar la huida.
A continuación se presentó en Toulouse, donde el Comité Nacional en el exilio le encomendó la misión de introducir en España una importante cantidad de armas para incrementar los grupos de acción. Esta vez con Ramon Vila, residente en Francia desde hacía algunas semanas.
Posteriormente se produce la detención en Girona de un importante enlace. Por interrogatorios la policía se entera de que el grupo de Sabaté, tenía un punto de apoyo en Barcelona en una lechería de la calle Santa Teresa. Quico que había hecho el viaje a pie de Girona a Barcelona donde llegó el 2 de mayo, ignoraba que la lechería estaba vigilada. Detenido el dueño por la Policía pudo conocerse la situación de los escondites de la Abissini, del Roset y de Quico.
El 9 de mayo, Jaume Parés Adán el Abissini, al entrar en casa de su hermana, en la Travessera de Gràcia, fue muerto por la Policía, un segundo anarquista fue detenido al entrar a la lechería de la calle Santa Teresa. Quico y Roset, se escondieron por algún tiempo. El primero fue a L’Hospitalet donde le esperaba su hermano José.
Pasados unos días el Roset también fue detenido en su domicilio. La muerte del abissini bajo una ráfaga de disparos el 8 de mayo de 1946 cuando entraba en su casa barcelonesa, inició simbólicamente el importante listado de muertos confederales. A las bajas libertarias influyó en gran medida las actividades de los confidentes policiales al servicio del jefe de la BPS, el comisario Eduardo Quintela Bóveda, que había conseguido engañar Eliseo Melis Díaz y Antonio Seba Amores. En la posguerra, Melis, auxiliado por Seba, había logrado dominar el comité regional de Cataluña de acuerdo con el comisario Quintela, el máximo responsable de la lucha antiguerrillera en Barcelona junto con Pedro Polo Borreguero, que estaba al frente de la Brigada de Servicios especiales de la policía. El corolario de estas infiltraciones fueron las detenciones continuadas de militantes anarquistas, incluidos comités en pleno. Como consecuencia de las sucesivas caídas, los confidentes se convirtieron en un objetivo prioritario de los resistentes confederales.
Los hermanos Sabaté (Josep y Quico) vuelven a Francia. La plana mayor anarquista estudia a fondo las causas del fracaso de su mejor grupo de acción y descubre que han sido posiblemente traicionados por Elíseo Melís Díaz, a quien deciden eliminar. Manuel Pareja entra en España con un nutrido grupo hacia el mes de febrero de 1947. La infiltración la hacen ahora desde Prats de Molló, en Sant Pau de Seguries la Guardia Civil mantiene una refriega con ellos. Cae muerto uno y capturan heridos a dos. Pero Pareja y Antonio Gil, consiguen escapar. El 26 de abril, la Policía, continuando las investigaciones derivadas de la detención del enlace de Girona, descubre en Servià del Ter un arsenal de 100 cartuchos de dinamita, varias pistolas, lápiz explosivos, 15 escopetas, un fusil, una metralleta , un teléfono de campaña, una emisora y varios sellos de la Organización.
La eliminación de Melis había preparado con detalle. El 12 de julio. Pareja y Gil acuden a unas salas de billar en la plaza Bonsuccés. Invitan Melis para que los acompañe. Cuando se dirigen a la calle Montalegre, al grupo se unen El Yago y Ramón González que moriría meses más tarde, el 13 de junio de 1948 en Barcelona en un tiroteo con la Policía. En la calle Montalegre, Melis da un empujón a Pareja y se mete en un portal, al mismo tiempo lo hiere mortalmente con su pistola. Pareja, pudo dispararlo y Gil lo remató instantes después.
Después de ejecutar Melis un atentado fallido contra Seba, los libertarios lograron ponerse de acuerdo para eliminar el perseguidor por excelencia de los anarquistas, el comisario Quintela. La fecha quedó fijada para el 2 de marzo de 1949 y participaron acción los hermanos Francesc y Josep Sabaté Llopart, Carlos Vidal, Mariano Aguayo, Wenceslao Jiménez Orive, José López Penedo y Simón Gracia. Quintela estuvo de suerte. Aunque su coche fue repetidamente ametrallado, ese día ocupaban el vehículo Manuel Pinol Ballester, secretario del Frente de Juventudes del distrito universitario, y José Tella Bavoy, jefe de deportes del mismo organismo. Murieron Pinol y el chófer, Antonio Norte Juárez, mientras que Tella resultó herido.
Estos hechos hicieron aumentar el odio entre Quintela y los guerrilleros. Por parte del policía su animadversión llegó a niveles patológicos. La captura de Francisco Sabaté Llopart, Quico, rebasó los límites profesionales para convertirse en una verdadera obsesión personal. Hasta tal punto que, cuando el Quico fue cercado y herido, este antiguo comisario, jubilado en Galicia, se desplazó a Barcelona con su perro “Bloodhound” para asistir al desenlace. Era como rematar una tarea inacabada que consideraba personal.
En marzo caía herido Josep Sabaté, el hermano mayor de Quico, y fue evacuado a Francia -previos cuidados en Martorell y Abrera-, acompañado por Francisco Martínez Márquez (Paco), Santiago Amir Grueñas (el Sheriff) y otro compañero .
El primero de los Sabaté que fue asesinado fue el hermano pequeño, Manuel, de veinte años de edad, el cual aprovechando el encarcelamiento de Quico en Francia, y la ausencia de José, cruzó la frontera, con el grupo de Ramón Vila , en junio de 1949. Poco después de entrar en territorio catalán los guerrilleros sostuvieron una refriega con la Guardia Civil y Manel fue capturado cerca de Moià (Barcelona), pueblo que, con Banyoles, fue uno de los refugios más seguros de la guerrilla libertario. Manel Sabaté fue juzgado y fusilado en el Camp de la Bota, el 24 de febrero de 1950, con otro guerrillero llamado Culebras.
En octubre del mismo año, José fue muerto por la policía en las calles de Barcelona. Estas muertes afectaron profundamente desde ahora la vida de Quico y el dolor de estas pérdidas se unió un nuevo motivo de aflicción. Como consecuencia de las torturas y de su inexperiencia en la clandestinidad, el pequeño de los Sabaté había facilitado información a la policía, actitud que le valió el desprecio y el olvido de su hermano,
La desaparición de sus hermanos fue el argumento utilizado por Federica Montseny para descalificar la acción subversiva de Quico, aduciendo que confundía ideales con venganza. Una explicación similar utilizó años después Marcelino Massana: “Creo que vivió excesivamente obsesionado por la muerte de sus hermanos José y Manuel. Sus muertes le impedían aceptar su destierro en Dijon.”
Se estableció en Barcelona un contacto entre Facerias y Quico. Facerias y ADROVER colocaron una bomba en el consulado de Bolivia, situado en la calle Girona, 148. Quico, Paco y otro más, lo hicieron en los de Perú y Brasil, situados en la calle Muntaner, 273 y en la Rambla de Cataluña, 88 respectivamente.
Poco después, Francisco Denís “Catalán”, era detenido en Gironella. Veterano anarquista, poseedor de muchos secretos sobre la acción directa violenta ácrata, se los llevó para siempre. Mientras era conducido a Manresa, se envenenó con una botella de cianuro que llevaba encima.
En junio de 1949, Quico vuelve a su Mas de Casenove Loubette, había solicitado de] a Organización unas vacaciones. Creyó que los franceses habían olvidado sus cuentas pendientes (tenencia ilícita de armas) con las autoridades del país vecino. Detenido por los gendarmes, el tribunal de apelación de Montpellier le condenó a seis meses de prisión y cinco años de destierro en Dijón.
Hasta el 1955, Quico no vuelve a aparecer por Barcelona. Por entonces, la opinión sobre España en el extranjero, había cambiado bastante. Tanto Quico como los de su grupo disponían de buen armamento. Habían impreso un diario, “El Combate”, portavoz de los Grupos Anarco-sindicalistas. El primer ejemplar es de mayo de 1955.
Quico entra en España con tres compañeros más. El 3 de mayo los cuatro suben a un taxi en la avenida José Antonio. Amenazan el taxista con una pistola y éste los transporta hasta la calle Mallorca. El taxi para frente a la sucursal del Banco de Vizcaya. Bajan del vehículo Quico y dos más. Cerca hay una pareja de Policía Armada que no se da cuenta de nada de lo que está pasando en el Banco. En un instante, se apoderan de 700.000 pesetas.
Quico conectó con el secretario del Comité Regional de Cataluña, un confederal pacífico. La entrevista quedó fijada para las tres de la tarde en un punto determinado del Poble Nou. Astutamente, Sabaté desde un taxi dio unas vueltas por la zona de la entrevista unos minutos antes de la hora fijada. Cuando llegó el secretario del Comité Regional, Quico se dio cuenta de que alguien los seguía. Sabaté, ante la sorpresa de su acompañante, con la culata de la metralleta, rompió el cristal de atrás del coche y se dispuso a hacer fuego sobre el vehículo. Quico mandó parar el taxi cerca del Hospital de la Santa Cruz, momento que aprovechó el secretario del Comité Regional de la CNT de Cataluña para salir corriendo y desaparecer. Quico montó la metralleta y apoyado en una esquina, de espaldas a la pared espera la llegada del coche de la Policía que le ha seguido y le dispara una ráfaga. El conductor es herido. Quico logra escapar a la persecución.
El 28 de septiembre Franco llega a Barcelona en viaje oficial. Quico aprovecha la importancia del día para utilizar su mortero lanzador de propaganda. Sube a un taxi con ventana en el techo. Explica al conductor que se trata de hacer campaña afecta al régimen, invitando a los barceloneses que vayan a los actos. Y Sabaté, desde el taxi tira unas cargas de octavillas donde se puede leer: “Pueblo antifascista: Son ya demasiados los años que soportas Franco y sus sicarios. No basta con hacer la crítica de este corrompido régimen de miseria y de terror. Las palabras son palabras. La acción es necesaria. Fuera la tiranía! Viva la unión del pueblo! Movimiento Libertario. Comité de Relaciones “
En febrero de 1956, Sabaté había presentado la Alianza Democrática de Resistencia Antifranquista (ADRA), mediante la cual se dirigía todos los antifranquistas, con la excepción habitual de los comunistas, y en la que se especificaba el objetivo de la misma: el derrocamiento del régimen.
El 21 de marzo de 1956 eliminó a un policía que le iba detrás, y seguidamente tuvo que volver a Francia.
En noviembre de 1956 volvió de nuevo a España con el Ángel Marqués Urdí il’Amadeo Ramón Valledor. El 22 de diciembre realizaron un atraco a la empresa Cubiertas y Tejados y consiguieron cerca de un millón de pesetas. En esta acción Marqués Urdí resultó detenido. Con muchas dificultades, Sabaté y Ramón Valledor, tras permanecer escondidos durante un mes en un piso de la ciudad, lograron llegar a Francia en febrero de 1957, acompañados de una joven amiga del primero.
Detenido el 12 de diciembre de 1957 en Francia, los jueces lo condenaron a ocho meses de prisión y cinco de confinamiento. Pasó por penales de Perpiñán y Montpellier, y salió en libertad el 12 de mayo de 1958. Le quedaban los cinco años de confinamiento, que comenzó a cumplir en la ciudad de Dijon.
Dentro de la cárcel en Francia y la lucha en Cataluña, decidió continuar la resistencia en Barcelona y no hacer caso de los consejos de quienes le pedían que fuera a América. Parece ser que por aquellas fechas, Sabaté recibió ofertas de colaboración armada y táctica por parte de los comunistas de Yugoslavia y Argelia, pero Quico nunca se fió de los comunistas por su propia experiencia durante la guerra civil y la revolución, no las aceptó sin la conformidad del Comité Confederal. Cuando este aceptó la oferta, Sabaté ya estaba embarcado en su última misión sin otra ayuda que sus propios medios y la de algunos compañeros de CNT y las Juventudes libertarias.
La situación de Sabaté era critica. Al margen de Vila Capdevila, que hacía la guerra por su cuenta en las montañas catalanas, era el único que permanecía abiertamente en la lucha. Las redes de apoyo ya no eran fiables, y existía la certeza de una colaboración estrecha de las policías francesa y española con el propósito de eliminarlo.
El biógrafo de Sabaté, Antonio Téllez Solá, sostiene la hipótesis de que la policía francesa tenía bajo estrecha vigilancia el maquis catalán y que le permitía pasar a España para que fuera liquidado definitivamente por las fuerzas de represión franquistas.
La ratonera de Mas Clarà
Desde 1947, los servicios de información franceses pasaban los españoles informes sobre los guerrilleros instalados en el país vecino: muchos resistentes comprobaron que los estaban esperando a cruzar la frontera, Además, la sede de la CNT estaba vigilada por los servicios de información franquistas, sobre todo desde la llegada a París del policía Pedro Polo Borreguero, nombrado adjunto de la Embajada española en París.
Quico Sabaté entró el 17 de diciembre de 1959 en territorio catalán, y la Guardia Civil ya estaba avisada. Ese sería su último viaje al país que tanto quería. Iban con el Quico en este último viaje Antoni Miracle Guitart, Roger Madrigal Torres, Francisco Conesa Alcaraz y Martín Ruiz Montoya. El 3 de enero fueron detectados en el Mas Clará debido a una delación de un servicio de la Mota, entre Banyoles y Girona, y allí fueron rodeados. Sólo tenían dos opciones: o esconderse en un bosque o refugiarse en una masía. Esta primera hubiera sido la mejor solución. Pero no fue así: increíblemente optaron por meterse en esa ratonera que era el Mas Clará, una casa situada al fondo de una hondonada. Instalados allí, pedir comida para reparar fuerzas y para avituallarse para seguir el camino, en vista de la miseria de aquella gente, que apenas tenían para ellos, enviaron la mujer al pueblo para que llevara víveres suficientes para el grupo. Aunque la buena señora cumplió la orden de no delatarlos, pues tenían como rehén a su marido, la insólita cantidad de alimentos que compró levantó las sospechas de los comerciantes los que explicaron sus sospechas al alcalde , quien a su vez las puso en conocimiento de la Guardia Civil, en poco más de dos horas rodearon la masía unos trescientos hombres. Dirigió el sitio el teniente coronel Rodrigo Gayet Girbal, jefe de la comandancia. Dentro de la masía había mucho nerviosismo y la mayoría de los guerrilleros-el único que no despegó los labios fue el más joven-eran partidarios de no seguir adelante y de volver a Francia. Sabaté repitió varias veces aquello de: “Yo no retengo nadie …” Pero quizá ya era demasiado tarde pues el cerco se estaba cerrando. Cuando la fuerza pública les conminó a rendirse, Quico distribuyó a sus hombres por la planta baja y el piso, ordenando la joven pareja que se escondiera en un rincón y que no se moviera de allí. Y empezó el tiroteo, que duraría hasta las seis de la tarde. Por la noche, Quico dijo que había que salir, y tratar de pasar a través de las líneas enemigas. Salieron dos: el más joven y otro. Enseguida se escuchó un tiroteo y los dos volvieron heridos. El joven, en un brazo, levemente, el otro con un disparo en la cabeza. Quico salió y recuperó el compañero, también mal herido, que no hacía más que gritar, delirante ya: “No salgas Quico, no salgas, que te matarán”. Quico asomaba por una ventana de vez en cuando, disparaba una ráfaga, y después hacía de enfermero. El herido le dijo que llamara que se rendían y que él-Quico-aprovechara la ocasión para escapar. Le decía que los dejara que, como estaban heridos, no les pasaría nada. Quico no hacía más que repetir: “No digas tonterías, como quieres que te deje en este estado?” Pero por fin lo venció el sentido común e intentó la salida. Antes de abandonar la casa, al más joven, después de vendarle el brazo, y como vio que podía valerse por sí mismo, le ayudó a esconderse en el horno de piedra, lo que le aconsejó que no saliera hasta que no hubiera pasado el peligro. Quico soltó primero una vaca y se protegió con ella, pero la bestia cayó fulminada a pocos pasos de la casa y Quico volvió con un arañazo en el cuello, se aplicó una gasa con esparadrapo y probó otra vez con la segunda y última vaca del establo. Y consiguió pasar, tras un breve tiroteo, en el que resultó herido en una nalga y en el pie izquierdo, mientras resultaba muerto un capitán de la Guardia Civil. Quico consiguió escapar de aquel enjambre de guardias, y escapó del cerco. Pero la muerte le esperaba unos días después.
La huida espectacular de Quico Sabater
A partir de aquí la historia de su huida se hace cada vez más increíble. La Guardia Civil le ha perdido el rastro. Ni siquiera dio resultado el trabajo de un perro policía después de oler un pañuelo que el Quico había perdido. Sin embargo, la pista se orientó de forma marcada hacia Girona. Debido a su estado, no podía estar muy lejos. En la noche del 4 al 5, Sabate cruza el río Ter aguas arriba del Puente de la Devessa de Girona. Esto se pudo comprobar posteriormente por manifestaciones del personal ferroviario, que declaró que cuando subió al tren en la estación de Fornells de la Selva, tenía la ropa mojada. Sobre las tres de la madrugada del día cinco, llamó a una casa cercana en Fornells de la Selva, pero no le abrieron la puerta. Sabaté se subió a un tren de viajeros con destino a Barcelona. Amenazó con pistola y metralleta el maquinista y el fogonero para que no pararan el tren hasta la Ciudad Condal. El maquinista le dijo que era totalmente imposible. Los viajeros deberían bajar en las estaciones intermedias y acabarían por accionar el aparato de alarma deteniendo automáticamente el tren. Por otra parte en Massanet-Massanes había que cambiar la máquina de vapor, por otra de eléctrica. Sabaté que a la locomotora, ordena el maquinista que en las detenciones rebase al máximo los puntos donde haya luz, con el objeto de evitar ser descubierto. Como no había comido desde el mediodía del día 3, obligó al maquinista y el fogonero que le entregaran sus bocadillos. Después subió la escalerilla trasera de la máquina para encañonar más cómodamente ambos ferroviarios. Llegado el momento del cambio de máquina, Sabate aprovechó el instante que ambas quedaban una frente a la otra y de un salto pasó el tren eléctrico. Los ferroviarios alertan toda la línea férrea. Los conductores de la máquina eléctrica no se dieron cuenta al principio de la presencia del Quico. Al pasar el tren por Hostalric, donde no había parada, Sabaté, a pesar del dolor de sus heridas, iba tumbado sobre el techo del vagón de equipajes. En la estación de Gualbes, Quico Sabaté que ya había bajado hasta la máquina, se introdujo en su pasillo y, cuando el ayudante del conductor se disponía a cerrar la puerta, muy sorprendido ve que alguien le encañona con una pistola por la espalda. Sabaté le pidió por algún lugar donde esconderse. Pero eso no era factible, ya que había muchos puntos peligrosos, debido a la alta tensión de la línea. El ayudante informó el maquinista sobre el inesperado viajero, Sabaté le dijo pertenecía a la resistencia y que esperaban refuerzos de América. Dada la circunstancia de que en Sant Celoni había que efectuar un cruce, cuando el tren disminuyó la marcha, un kilómetro antes de llegar a la estación, Sabater abandonarlo. Al detenerse, el maquinista informó de la presencia de Sabaté al sargento comandante del puesto de la Guardia Civil de San Celoni, de servicio con dos guardias en los alrededores de la estación. Malherido a una nalga, a una pierna y el cuello, apenas podía mantenerse en pie debido a la fiebre y la gangrena. En busca de un médico, desesperado, acabó forcejeando con un vecino, Francesc Berenguer Rosa, que notó la metralleta bajo su ropa. Los somaténs de Sant Celoni habían sido puestos en alerta y una patrulla integrada entre otros, por el jefe del somatén local y secretario de la CNS, Abel Rocha Sanz, escuchó las voces de Berenguer. Rocha, el guardia civil Antonio Martínez Collado ex-legionario Pepito Sebino asesinaron a Quico en la calle de Santa Tecla, no sin antes producirse un fuerte tiroteo con Sabaté, que se defendió hasta la muerte. En un pacto de sangre mantenido aún hoy, en un pacto de silencio mantenido por los tres asesinos el somatén descargó su metralleta en la cabeza del Quico después de muerto, desfigurando el ratón hasta el punto que ni su hermana no lo pudo identificar. Eran las 8 de la mañana del 5 de enero de 1960.
Aquí termina la vida de un hombre que luchó por sus ideales de la única manera que sabía hacerlo, a pecho descubierto y con el arma en la mano. Mientras muchos, muchísimos, llevaban una vida cómoda y regalada en la “dulce” Francia ganando batallas con la mejor estrategia de café, Sabaté se recorría los caminos de Cataluña para acudir puntual a los puntos donde era necesaria su presencia. Cuántas cosas se hubieran logrado con menos “escrúpulos” de pureza ácrata y una ayuda más generosa. De toda aquella lucha nada material consiguió para él, su mujer subsistía gracias a su trabajo fregando suelos, vivió la dureza de la montaña y la peligrosidad de las ciudades.
Francesc Sabaté, reposa en una sencilla tumba en el cementerio de Sant Celoni, fuera de la tierra “consagrada”, condena inquisitorial reservada a los agnósticos, suicidas, apóstatas, masones y otros “enemigos” de la fe.