El 22 de mayo de 2009, una bicicleta que recorría cuidadosa la oscuridad de algún rincón de Santiago de Chile, estalla envuelta en llamas. Un compañero, Mauricio Morales, más conocido como “el Punky Mauri” por sus amigxs y afines, muere, como fulminado por un relámpago repentino, al detonar inesperadamente el artefacto que transportaba en su mochila, y que pensaba colocar en la infame Escuela de Gendarmería, uno de esos centros de poder dedicados a adiestrar a las fieras deshumanizadas, cobardes y miserables que se encargan de torturar en las prisiones cotidianamente a todxs aquellxs que no se adaptan ni se someten al orden social y económico de los ricos, ni a los planteamientos de la Dominación ejercida por el ser humano sobre el resto de especies y sobre el propio equilibrio natural, ni al ordenamiento de los cuerpos según géneros marcados por los aparatos y las sucias normas ensangrentadas de la misoginia civilizada, que continúa persiguiendo hoy la esencia de lo que éramos, transformándonos en seres individualizados, solitarios, tristes, gregarios y sin autoestima ni sueños.
Mauricio Morales fue un anarquista que a lo largo de su salvaje vida se involucró en numerosos proyectos, sin dejar aparte ni olvidar la importancia de tomar en sus manos las negaciones para hacer de ellas amenazas a la calma nocturna de la urbe. Desde sus canciones, hasta su trabajo con lxs jóvenes más precarixs de las poblaciones azotadas por la miseria, las okupaciones y todos los proyectos que ayudó a impulsar, pasando por innumerables conversaciones, escritos y momentos arriesgados de enfrentamiento con la policía o de ataque a los símbolos y sedes del Poder, la estela de Maury no deja de iluminar los cielos oscuros tras aquella noche maldita. Al contrario, estalla, y todas sus esquirlas se clavan en los corazones de quienes hace tiempo tomaron la decisión de luchar por su libertad, de encontrarse en el camino de sus búsquedas individuales y colectivas de la libertad, porque saben que cuando el miedo es compartido, todo cuesta menos, y que haciendo frente al dolor nos fortalecemos y nos volvemos más y más valerosxs. Y es entonces cuando una vez más diez, cien, mil anónimxs llenxs de amor, de rabia, de energía y de unos deseos maravillosos de ver arder lo existente, ocultan su rostro, se cogen de la mano y devuelven un poco de la frustración y la violencia a la que este mundo nos condena diariamente…
Los lacayos periodistas pueden ensuciar tu nombre, pueden manipular tu convicción y hasta vaciar de arrojo aquella caída en picado que te lanzó al vacío una inolvidable madrugada, pero en cualquier rincón en revuelta de este planeta seguirán sonando los ecos de aquel estruendo, y entre sombras negras y fieles mercenarios al servicio del orden de la Muerte, cada segundo de insolencia se convierte en un homenaje. Tu nombre ya no volverá a ser un mero conjunto de letras, y las bandadas libres seguirán revoloteando por ti, como bellas aves rapaces buscando presa, incluso cuando el cielo esté lleno de humo…
Desde algún rincón del territorio dominado por el maldito Estado español…
¡Fuerza para Mónica Caballero y Francisco Solar!
¡Fuerza y determinación para Nataly Casanova, Juan Flores y Guillermo Durán, en huelga de hambre desde el 14 de abril, y para Enrique Guzmán!
¡Fuerza para Natalia Collado y Javier Pino!
¡Fuerza para Marcelo Villarroel, Freddy Fuentevilla, Juan Aliste y Carlos Gutiérrez!
¡Fuerza para Hans Niemeyer!
¡Fuerza para Alejandro Astorga!
¡Fuerza para Alfredo Canales!
¡Fuerza para Tamara Sol Farias!
¡Fuerza para lxs encarceladxs por la Operación Piñata, y para lxs que esperan juicio en el 4º grado por la Piñata y por la Operación Pandora!
¡Para todxs lxs presxs en revuelta de Grecia, Italia, EE.UU., México y más allá!
¡Para lxs que aman, sonríen y se vengan!
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