: Entrevista realizada por el colectivo editorial de Conspiración Ácrata al compañero Gustavo Rodríguez. Publicado originalmente en septiembre de 2012.
Gustavo Rodríguez
Diálogos anarquistas
Un coloquio sobre teoría y práctica en torno a la denominada Tendencia Informal Anarquista
Continuando con la serie de entrevistas que hemos venido publicando bajo el sugestivo título “Diálogos Anarquistas”, en esta ocasión les presentamos una “conversación” entre l@s miembr@s del colectivo editorial de Conspiración Ácrata y el compañero Gustavo Rodríguez. Una vez más, expresamos nuestro agradecimiento a tod@s l@s compas que hacen posible estos intercambios de ideas y experiencias.
C.A: Con la reciente captura y posterior encarcelamiento de nuestro compañero Mario Antonio López “Tripa”, se suscitó una cadena de reacciones al interior del denominado “movimiento” anarquista en México; asimismo, se produjo una ola de solidaridad inusitada en la que se han logrado articular diferentes tendencias del pensamiento ácrata, incluso algunas muy distantes (teórica y prácticamente hablando). Lógicamente, también se han manifestado tras el telón severas críticas y condenas al modelo prevalente de acción anárquica, responsabilizándolo —de antemano— de un posible embate represivo contra el anarquismo en general. Vale aclarar oportunamente que desde el exterior sólo hemos recibido mensajes afectivos de total respaldo, por parte de incontables grupos y compañer@s afines, así como, algunos comunicados reivindicando acciones de solidaridad directa con el compa Mario y la compañera Felicity, contra quien pesa una orden de búsqueda y captura. Dicho esto, nos gustaría que nos compartieras tu opinión sobre los hechos.
Ante todo, quiero enviar un gran abrazo rabiosamente anárquico al compañero Mario y la compañera Felicity y expresarles toda mi solidaridad, en estos momentos difíciles por los que atraviesan. Además, tengo que manifestar mi profundo pesar por su encarcelamiento. Definitivamente, la prisión es el único lugar donde no debe de ir a parar nunca un anarquista, aunque, paradójicamente, las cárceles sean tan frecuentadas por los amantes de la Acracia. Para los anarquistas, vernos privados de la libertad y a merced de las ordenanzas y los dispositivos disciplinarios, tiene muchísimas más connotaciones que para el resto de los mortales, mucho más adoctrinados en los menesteres reverenciales y muy bien amaestrados para la aceptación de los mandatos.
Indudablemente, bajo la lógica represiva de la dominación y su control social —donde se persigue y castiga la “ilegalidad”—, todos los “ilegales” en algún (mal) momento de nuestras vidas hemos visitado estas instalaciones “correccionales”. Sin embargo, aunque estamos conscientes de que la cárcel es una posibilidad real que puede depararnos la lucha; eso no quiere decir que la prisión sea un lugar inevitable para los anarquistas consecuentes. De todos modo, como señalan las compañeras y compañeros de la <Conspiración de la Células de Fuego>, encarcelados en Grecia: «es importante que cada uno de nosotros, que optamos por ser negadores del Poder y lobos en la sociedad de las ovejas, se prepare para esta eventualidad[1]».
Ser anarquistas no es sinónimo de ingenuidad, mucho menos de “imbecilidad” como quieren presentarnos algunos “libertarios” federados. No tenemos vocación de mártires y sentimos una profunda repulsión por los héroes y sus cánticos de abnegación y sacrificio. Todos somos responsables y conocemos el nivel de peligrosidad que implican ciertas acciones, por lo que se toman las precauciones necesarias y se eligen los medios más adecuados para realizarlas.
No podemos renunciar a priori a la práctica anárquica argumentando que, bajo las actuales condiciones de control impuestas por la dominación, es imposible desarrollar la lucha; esto sería aceptar resignadamente que el anarquismo se reduce a la charlatanería discursiva, la posé estética, la antropología aséptica y las predicciones evolutivas. Tampoco podemos apelar al victimismo aceptando las categorías que impone la dominación con sus distinciones legaloides de clara etimología cristiana: “culpables” o “inocentes”. Desde el momento en que nos asumimos Anarquistas, somos CULPABLES —y a mucha honra— ante el sistema de dominación: Culpables de beligerar incansables contra todo poder. Culpables de impulsar hasta las últimas consecuencias nuestra gestualidad transgresora. Culpables de incitar la subversión. Culpables de practicar lujuriosamente la irreverencia y de fomentar la iconoclastía. Culpables —con alevosía y premeditación— de parricidio. Culpables de afanarnos nuestras vidas y de vivirlas en absoluta e irrestricta Libertad. Eso es ser y estar Anarquista. Cualquier otra acepción es simple y llanamente pura verborrea y vulgar egolatría.
En este sentido, celebramos la postura irreductible del compañero Mario, quien ha optado dignamente por dejar de cooperar con la Autoridad y sus lacayos. En su segundo comunicado público del mes de julio, el compañero Mario deja sentada esta reafirmación de principios: «Después de reflexionar profundamente durante todos estos días, es muy posible que de aquí en adelante comience a negarme a colaborar con los interrogatorios y dictámenes de la parte acusadora, cosa que debí haber hecho desde el principio. Aunque legalmente no sea buena estrategia, como algunas personas me aconsejan, esta decisión tiene más relación con mis convicciones y es la consecuencia de mi posición frente a la autoridad y ante cualquier Poder[2]».
Sin lugar a duda, sus palabras evidencian un posicionamiento firme. Aplaudimos la valentía que manifiesta nuestro compañero —no esperábamos menos—, sin embargo, consideramos que la toma de este tipo de decisiones debe ser totalmente individual; por lo tanto, respetamos aquellos compañeros y compañeras que optan por la lógica estrategia de agotar todos los recursos legaloides. Desde luego, sin caer en las repulsivas posiciones de quienes se asumen como “víctimas” y apelan a la “reparación moral, emocional y física del daño”, al “castigo legal de los representantes de la Ley que infringieron en violaciones y abusos de autoridad” o exigen la “indemnización económica”, persuadidos por los leguleyos que los representan o influenciados por las nefastas prácticas del izquierdismo pululante y vomitivo.
Aunque, suscribo la opción antijurídica, siempre he considerado que la misma debe ser una iniciativa personal. No puede ser impuesta a manera de «acuerdo» tácito ni, mucho menos, asumida como la «actitud anárquica» correspondiente. Como bien afirma nuestro querido Stefano[3], si cada vez que nos detienen asumimos a priori la responsabilidad de los actos que se nos imputan, hoy estaríamos atiborrando las cárceles del mundo. No tenemos porque facilitarle la tarea represiva a la dominación. Considero que, a no ser que todas las «pruebas» indiquen de antemano claramente nuestra vinculación a los hechos, no tenemos porque asumir la «culpabilidad». En realidad, esa postura de “mártir”, termina por apropiarse una suerte de moral cristiana que es tan nefasta —o mucho más— que caer en el juego jurídico de «culpables» e «inocentes». Ese tipo de prácticas llevó en el pasado a muchísimos compañeros de praxis a adoptar posiciones tan absurdas como llegar a entregarse a las autoridades después de realizar un atentado o cometer una ejecución, lo que mermó nuestras filas considerablemente. Por eso, hay que tener muy en claro las posturas: una cosa es la posición antijurídica y otra, el talante cristiano de «mártir» dispuesto a dejarse comer por los leones.
Y bueno, en referencia a “la cadena de reacciones” que ha motivado al interior del denominado “movimiento” anarquista en México, la detención del compañero Mario y la «solidaridad inusitada en la que se han logrado articular diferentes tendencias del pensamiento ácrata» sólo quisiera agregar algunas consideraciones que me parecen importante señalar, aún corriendo el riesgo de ser diagnosticado (una vez más) con un profundo “pesimismo patológico”. No debemos sobredimensionar estas “alianzas” circunstanciales ni adoptar un optimismo desmedido ante estos momentos de “unidad” aparente, mucho menos, si estos “lazos” eventuales se erigen únicamente en la palabra escrita y no en los hechos. En realidad, ante la ausencia de un paradigma anárquico renovado, estos “encuentros”, como acertadamente nos recalca el compañero Daniel Barret (Rafael Spósito), «no hacen otra cosa que enmascarar las debilidades de fondo y los problemas compartidos sin resolver[…]Las unificaciones circunstanciales —cuando efectivamente llegan— son apenas el resultado espasmódico y repentino de una fuerza exógena, pasajera y de protagonismo extraterritorial: una multitudinaria demostración callejera en la que reunir voces y banderas durante el lapso de algunas horas, una campaña de solidaridad con compañeros presos y muy poca cosa más»[4]. (Negrita nuestra).
En esta misma tesitura, tenemos que leer las “críticas y condenas al modelo prevalente de acción anárquica”. Ante la ausencia de un paradigma anárquico, esta suerte de eclecticismo libertario que padecemos, se impone sentenciando a priori todo lo que amenace su comodidad y continuidad. El “pluralismo libertario” —al que tanto apelan— brinda un amplio abanico de «poses», donde tienen cabida infinidad de discursos “costumbristas” que, desde la propia lógica de la supervivencia, obstruyen —deliberadamente— la vitalidad de la Anarquía. Indudablemente, estas poses“libertarias” le temen al Caos y al desorden, porque en el Orden y la estabilidad aseguran su existencia. Esto lo pudimos constatar recientemente en la cualidad delatora de los neoplataformistas bolivianos que, temerosos de perder el cobijo del gobierno populista de Evo Morales, denuncian inmoralmente el accionar consecuente de compañeros anarquistas de praxis. El mismo razonamiento vale para las voces que en México responsabilizan a la práctica anárquica consecuente de «un posible embate represivo contra el anarquismo en general». Aunque hasta ahora han susurrado sus comentarios en voz muy baja; indiscutiblemente estos balbuceos se engarzan con el cinismo inmovilista de la Federación Anarquista Italiana y sus “acusaciones públicas”, repletas de descalificaciones y epítetos contra nuestras compañeras y compañeros presos en las mazmorras italianas y en las cárceles del mundo[5]. Estas posturas nefastas renuncian a «estar» anarquistas, optando por la simulación discursiva y el acomodo a las condiciones que impone la dominación.
Basta con echarle un somero vistazo a los múltiples portales y blogs que dan puntual cobertura al accionar informal anárquico[6] para verificar que el informalismo comienza a dibujarse como “modelo prevalente”; sin embargo, debemos ser conscientes de que ninguna práctica, sector o tendencia, del denominado “movimiento” goza en la actualidad de plena autosuficiencia. No podemos confundir los avances sectoriales con el desarrollo del “movimiento”. La posibilidad de potenciar al “movimiento” va de la mano de la construcción y desarrollo de un nuevo paradigma anárquico. De ello depende nuestra proyección.
C.A: Platícanos algo sobre los proyectos, iniciativas y publicaciones en las que has participado. Más que nada, nos gustaría que compartieras con nuestr@s lectores un poco de tu trayectoria y que nos contaras algo de la historia del anarquismo que te ha tocado vivir y de cómo te acercaste al ideal ácrata.
Si nos tomáramos en serio el recuento de los proyectos e iniciativas anarquistas en las que he participado, nos llevaría unas cuantas páginas relatarlo y no precisamente porque haya sido un “militante” ejemplar ni nada que se le parezca sino por el montón de años que han transcurrido desde mis primeros acercamientos a tiendas libertarias. Como decía uno de los artífices del «revival» de la Federación Anarquista de México(FAM), refiriéndose a mí con gran sentido del humor: “es un anarquista de la tercera edad”; así que, lógicamente, hay muchos años de por medio y muchos intentos que se han quedado en eso e infinidad de iniciativas que podríamos ponernos a contar y estar hablando hasta mañana.
Y bueno, preferiría comenzar a responder esta extensa interrogante, comentando el final de la pregunta, por lo que tendría que reiterar lo mismo que siempre manifiesto cada vez que contesto una entrevista: Llegué al “ideal ácrata” de la misma forma que nos acercamos todos —o al menos casi todos—; por esa suerte de reafirmación individual sólidamente fundada en una crítica radical del Poder, un rechazo absoluto a la dominación y una inconmovible ética de la libertad. Desde luego, también he de reconocer las influencias de mi abuelo materno (Agustín “Tinto” Romero) qué, aunque nunca me “adoctrinó” en las ideas, en más de una ocasión, dejó a mi alcance uno que otro libro decisivo; además de hacerme partícipe de más de una de sus anécdotas y cómplice de sus feroces balances políticos.
Sería un poco largo y bastante aburrido, ponerme a enumerar una por una las distintas experiencias libertarias en las que he estado involucrado. A grandes rasgos —tratando de sintetizar—, podría mencionar algunos proyectos e iniciativas en los que he participado y que, para mí, han sido relevantes, obviando otros que, aunque en su momento parecían sustanciales, no tuvieron mayor trascendencia al interior de nuestras tiendas. En este sentido, tengo que mencionar la constitución de la Alianza de Solidaridad de los Trabajadores, WSA, por sus siglas en inglés. Una iniciativa anarco-sindicalista que por allá por los primeros años de la década del ochenta, tuvo su peso específico al ser un referente disidente de la histórica IWW(Trabajadores Industriales del Mundo) que para las fechas había sido secuestrada por líderes sindicales liberales e infiltrada por una pandilla leninista que pretendía “controlarla o destruirla”, por lo que comenzó a gestarse —entre quienes sentíamos necesario salirle al paso a estas desvirtuaciones— una escisión en la IWW. Cabe señalar, que al interior del pretendido “anarcosindicalismo” estadounidense de aquellos años, no había presencia latinoamericana ni afroamericana y si la había era ridícula, por lo que resultaba de vital importancia abrir esa brecha y comenzar a trabajar con trabajadores latinoamericanos en su mayoría migrantes y jornaleros agrícolas.
A comienzos de los ochenta en Estados Unidos, se respiraba una atmósfera ultraconservadora y derechista, con el neofascista de Reagan en el gobierno y el retroceso de los movimientos emancipadores (feministas, gays, indígenas, afroamericanos, etc.). El denominado “movimiento libertario” era poco menos que un espectro, reducido a grupúsculos insignificantes carentes de praxis. Atrás habían quedado los míticos años post sesentaiocho y el resurgir del outlaw ácrata. El anarquismo había regresado a la degeneración ideológica de la posguerra y se había convertido en una suerte de “culto” para iniciados, conformado principalmente por blancos de clase media y dividido en cinco “corrientes”: los “anarco-punks” (casi todos jóvenes, más implicados en la contracultura, la música, el alcohol y el fashion; los “libertarianos” (mucho más liberales y pro mercado que anarquistas); los “rainbow” (hippies, yippies y yupis herederos de «Era de Acuario», a favor de la despenalización de las drogas y la diversidad sexual); los “anarco-católicos” (monjas, ex monjas, curas y laicos, organizados en torno al “Trabajador Católico”, comprometidos con la llamada “doctrina social cristiana” e involucrados en la organización de los trabajadores católicos, las campañas contra la pena de muerte y los albergues para desamparados; y los «anarcosindicalistas» (mayoritariamente burócratas, técnicos especializados, profesionistas, maestros, oficinistas, trabajadores del sector “servicios”, pequeños propietarios, pensionados y desempleados, casi todos miembros de la IWW o cercanos a dicho sindicato).
Pese a que desde la segunda mitad del siglo pasado ya se constataba el desfase teórico-práctico del anarcosindicalismo y se hacía cada vez más evidente sus contradicciones; en medio de toda esta fauna, los anarcosindicalistas eran los más cercanos al “ideal”, además de que ofrecían un limitado espacio para debatir, contactar y coordinarse con otros presuntos implicados más interesados en poner en marcha un proyecto anarquista sin apellidos. En poco tiempo la WSA comenzó a desinflarse y pasó a ser una de las tantas siglas huecas que ya para entonces pululaban bajo el manto intangible de la AIT (Asociación Internacional de Trabajadores), dedicados a la ficción y aficionados al lamentable rol de “abajofirmantes”. Y bueno, habría que mencionar, otro grupúsculo que, al igual que los anarcosindicalistas, se mantenían en las proximidades del “ideal” y también ofrecían un escueto espacio para el debate, las aproximaciones y la coordinación: los llamados “anarquistas sociales”. Esta gavilla contaba con una comunidad variopinta, donde predominaban los “anarco”-leninistas de todos los pelajes (trotskos, maoístas, guevaristas, titoístas, neoplataformistas y hasta proto castristas) y los “anarco”-izquierdistas, igualmente elásticos en sus denominaciones (radicales, liberales, antibelicistas, objetores de conciencia, municipalistas, anarcomarxistas, socialistas verdes, socialistas libertarios, anarcopanteristas, antiprohibicionistas y abolicionistas). Tanto un bando como el otro, eran poseedores de un menaje ideológico digno de antología, capaces de apoyar al nacionalsocialismo castrista o a la dictadura albanesa, en el campo internacional y, en lo doméstico, exigir la legalización de las drogas o de pedir el voto presidencial para el Reverendo Jesee Jackson y, continuar llamándose “anarquistas” tan frescos como una lechuga. Lo cierto es que en medio de esas dos posiciones (anarcosindicalistas y anarcoizquierdistas), encontré compañeros afines hartos del anarquismo panfletario y críticos de la penetración leninista, dispuestos a emprender otras iniciativas mucho más conducentes a la Anarquía y significativamente alejadas de las tertulias de café.
Así, se puso en marcha la reactivación de la Cruz Negra Anarquista Internacional(Anarchist Black Cross), a principios del 80. Una década después de la refundación de la CNA, se había “evaporado” el espíritu refractario impregnado por sus animadores Miguel García García y Stuart Christi, inspirado en la legendaria Cruz Negra rusa de los primeros años de la Revolución soviética, perseguida por blancos y leninistas. Los “clubs” de la CNA habían degenerado en secta tolstoniana, perdiendo el rumbo de su cometido. Fue entonces que reorganizamos la CNA en Estados Unidos e impulsamos la Cruz Negra Latinoamérica, engarzando esfuerzos en diferentes países latinoamericanos y coordinando el activismo antiautoritario al interior de las prisiones en Estados Unidos, repletas de presos latinoamericanos y afroamericanos.
Por esas fechas, dimos vida a un proyecto editorial bilingüe (español/inglés), la revista “A Mayor”, vocero de la Cruz Negra Anarquista Latinoamericana. Desde nuestras páginas se daba información puntual de la situación de los presos anarquistas alrededor del mundo y se apoyaba la reaparición del Dragón Negro, un suplemento ácrata, redactado y editado por afines al ideal desde el interior de las cárceles estadounidenses. Igualmente, apoyamos el “Proyecto 1313”, otra iniciativa tras los muros de las prisiones en solidaridad con los prisioneros enfermos de VIH/SIDA. Cabe destacar que, por esas fechas, eran minoría los compañeros presos en Estados Unidos. Eran los años de la denominada “guerra fría” y del financiamiento a los grupos armados leninistas por parte de la URSS, la RDA y Cuba (principalmente), razón por la que era mucho más común encontrar a militantes de estos grupos armados en las cárceles y no a compañeros anarquistas, lo que incrementaba el aislamiento y el desinterés hacia los nuestros. Los anarquistas encarcelados se reducían a un pequeño núcleo de compañeros individualistas presos por expropiación bancaria o por dar muerte a alguna sabandija uniformada.
Para mediados de los ochenta, comenzó a aumentar la lista de anarquistas en prisión, dado el desencanto, la traición y la reflexión crítica que condujo a muchos exleninistas presos por pertenencia a grupos armados, a evolucionar hacia el anarquismo. Ejemplo de lo anterior, son los compañeros Kuwasi Balagon y Ojore N. Lutalo, exmiembros del Black Liberation Army o, el compañero Lorenzo Kom´boa Ervin, ex miembro del Black Panther Party —este último encarcelado en Cuba después de secuestrar un avión norteamericano en busca de asilo político en la Isla y deportado a Checoslovaquia, donde fue capturado, en extrañas circunstancias, por agentes del FBI y extraditado a Estados Unidos, donde recibió cadena perpetua.
Otra iniciativa en la que participé que merece ser mencionada, fue la constitución de la Red Anarquista Revolucionaria “Amor y Rabia” y la publicación homónima de edición bilingüe. Este proyecto continental (EE.UU, Canadá y México) pretendía la coordinación entre grupos y colectivos anarquistas a lo largo y ancho de Norte América, con la intención de potencializar la contestación ácrata. Poco después de su fundación, la Red se convierte en Federación “continental” —tras un largo y tedioso proceso de discusión e infinidad de encuentros (desencuentros) y uno que otro congreso—, lo que provocó la escisión de un nutrido grupo de compañeros que no comulgaban con los principios “centralistas” que empezaban sutilmente a delinearse bajo esta estructura de síntesis. En este contexto, habíamos comenzado a centrar nuestros anhelos en las prácticas susceptibles a la “transformación revolucionaria”, haciendo énfasis en las “luchas sociales”, lo que nos llevó en 1992 a estrechar contactos con las llamadas organizaciones sociales y a supeditarnos a una agenda que, viéndolo ahora en perspectiva, era y es, radicalmente ajena a nuestros principios y objetivos.
En ese escenario, arribamos a Chiapas. Infundidos por los aportes teórico-prácticos del insurreccionalismo “clásico”, identificábamos erróneamente en la región un conjunto de “condiciones favorables” que, toda vez que se extendiera la lucha y se multiplicara la participación consciente en la misma, podían brindar la oportunidad de llevar hasta las últimas consecuencias la “insurrección generalizada” y, una vez allí, el anarquismo tendría mucho que decir y proponer en la forja de la autonomía y las realizaciones libertarias. Así las cosas, para 1994 —en plena efervescencia del levantamiento neozapatista— habíamos emprendido varias iniciativas en las cañadas de la Selva Lacandona pertenecientes al municipio Las Margaritas, entre las que destacan la Escuela Antiautoritaria “Primero de Mayo” y el Campamento de Solidaridad Directa “Mártires de Chicago”. Vale comentar que poco después de la teatral expulsión que decretara el Subcomediante Marcos, declarándome “persona non grata” en sus dominios; se puso fin —por órdenes expresas del infrascrito— a los proyectos de la Federación Anarquista Revolucionaria “Amor y Rabia” en la zona. Eran los últimos días de esta organización, meses más tardes se disolvería a la sazón de su último congreso, como consecuencia de las tretas e intrigas de un grupúsculo con pretensiones centralistas —que al correr el tiempo confesó sus simpatías por el “maoísmo revolucionario”— y que, lógicamente, continuaría por un rato gozando de “picaporte” en las zonas de control del EZLN. No obstante, hubo compañeros que continuaron inmersos en las distintas dinámicas comunitarias, inspirados en una suerte de “anaco-indianismo” o “anarco-indigenismo” y/o a las órdenes de la jerarquía del Ejército Zapatista, justificando sus contradicciones en las concepciones de manufactura neoplataformista y su proyecto de “Poder Popular”.
Desde entonces, he estado involucrado en la formación de varios grupos anarquistas y coordinaciones regionales, tanto en Estados Unidos como en México y uno que otro país latinoamericano. En la actualidad, estoy profundamente interesado en el desarrollo de la Tendencia Informal Anarquista y en contribuir —dentro de mis limitaciones— en la necesaria re-elaboración del andamiaje teórico-práctico que la justifica, facilitando la readecuación del proyecto insurreccional anárquico frente a las nuevas condiciones que impone el sistema de dominación contemporáneo.
C.A: En estas fechas se ha venido dando un profundo debate al interior del espectro insurreccional anarquista, el mismo gira en torno a diferentes cuestiones organizativas, una de ellas es el tema de la informalidad anárquica y las diversas formas de entenderla. Infinidad de perspectivas han sido puestas sobre la mesa, reconocidos anarquistas insurreccionalistas como Alfredo Bonanno y Costantino Cavalleri, han expuesto sus puntos de vista sobre la “informalidad”. Así mismo, cientos de compañe@s confluidos en núcleos de afinidad e individualidades activas alrededor del mundo (incluyendo México), han expresado diversas y hasta contrastantes perspectivas respecto a la llamada informalidad anárquica. ¿Cuál es tu lectura sobre la Informalidad Anarquista y/o la organización informal anarquista?
Bueno, el preámbulo a esta pregunta exige que abordemos varios tópicos, indiscutiblemente, interrelacionados. En efecto, ha vuelto a ponerse sobre la mesa la cuestión de la “Informalidad Anarquista” y ha cobrado nuevos bríos el dilema organizativo.
La polémica en torno a la organización es de larga data al interior de nuestras tiendas y hasta podríamos afirmar que es una discusión bastante recurrente. Me atrevería aseverar que el debate sobre la organización viene arrastrándose desde la prehistoria misma de las ideas ácratas. El tema es el parte aguas del ideal anárquico, consolidándose con él la verdadera dicotomía que ha separado —pese a los fallidos intentos de síntesis— al “movimiento” en dos grandes vertientes: la Tendencia Informal Anarquista y la Tendencia partidista. Sin duda, es en los remotos tiempos de la Primera Internacional (1878) que este debate se intensifica, cuando cobra vida la concepción de “Partido”, es decir, de “partido del proletariado”, como fórmula organizativa, entre los seguidores del mayor de los hermanos Marx, frente a la postura stirnereana del individualismo anárquico. Los marxianos, inspirados en el análisis economicista (clases sociales), van a apostarle a la organización centralizada de los explotados bajo la dirección de su “vanguardia” (la elite intelectual burguesa autoerigida como guía conductora de la “causa del proletariado”). Cabe señalar que, para las fechas, la “intoxicación” marxiana llega a influir notablemente a los anarquistas; incluso el propio Bakunin estaría un tiempo obnubilado con las hipótesis economicistas y la organización del «Partido de vanguardia» y la “dictadura del proletariado”. Esta etapa de definiciones es aún utilizada por los anarcobolcheviques, quienes insisten en enarbolar sus aberraciones bajo el sugestivo título de “bakunismo principia”, con el objetivo de imponer la organización centralizada (Partido), como único vehículo hacia el “Poder Popular”. Y tienen razón en esto: la organización centralizada (partido de vanguardia) es el vehículo idóneo para alcanzar el “Poder Popular”, eufemismo con el que estos bolcheviques disfrazados de ácratas pretenden camuflar la dictadura de partido. Sin embargo, mienten cínicamente cuando enuncian su “bakunismo principista”, ya que es precisamente Bakunin, quien pone fin a estas ambigüedades en el anarquismo y rompe con las influencias economicistas marxianas, otorgándole peso específico al pensamiento y la acción anarquistas.
Esta especificidad que brindara Bakunin y sus más cercanos colaboradores, al pensamiento y la acción anárquica, cobrará consenso en julio de 1881 durante el Congreso Anarquista de Londres, también conocido como el «Congreso de la Internacional Negra». Allí se registraría un cambio radical de perspectiva en relación a los acuerdos de Saint-Imier, al constatar que el anhelado “despertar revolucionario de las masas” nunca se concretó, lo que llevaría a replantear las tácticas anarquistas, abandonando la organización de masas y optando por la insurrección y la propaganda por el hecho, para lo que recomendaban el conocimiento de la química por su gran utilidad en la manufactura de artefactos explosivos[7].
Lamentablemente, la dicotomía que ha separado históricamente al “movimiento” en dos grandes bloques (Tendencia Informal Anarquista Vs. Tendencia partidista), aún no ha sido abordada con la profundidad necesaria al interior de nuestras tiendas. Con la honrosa excepción de las elaboraciones “insurreccionalistas” (que datan de finales de la década del setenta y comienzos de los ochenta del siglo pasado) y, en el ámbito latinoamericano, las puntuales reflexiones de Rafael Spósito (Daniel Barret), para muchos anarquistas contemporáneos, este problema se reduce a una cuestión de “preferencias”, dejando el asunto a la libre elección de los interesados en participar en una u otra forma de organización, sin profundizar demasiado en las implicaciones (y contradicciones) teórico-prácticas que acompañan una u otra decisión.
El dilema de las formas organizativas (rígida vs. flexible/formal vs. informal), su funcionamiento y funcionalidad (organización específica permanente o temporal), en realidad, radica en la dicotomía “eficacia Vs. libertad”. Quienes optan por la eficacia de la organización “formal” (permanente y rígida) para “confrontar” de manera planificada (a través de un programa) al enemigo (organizado de manera permanente, rígida y piramidal), sacrifican la libertad y la autonomía individual efectiva. Ahora bien, aquí debemos de ser más específicos ya que este planteamiento puede ser malinterpretado y utilizado por un sector del especifismo que se agrupa en el denominado “anarquismo de síntesis” —que enarbola la IFA (Internacional de Federaciones Anarquistas)—, argumentando que esto se ejemplifica perfectamente en las estructuras autoritarias del neoplataformismo, con su marcado énfasis en la “responsabilidad colectiva”, pero que no aplica para su propuesta organizacional federativa, donde se pondera la libertad individual sobre la eficacia. Sin embargo, es evidente que el “anarquismo de síntesis” con su propuesta organizacional federativa, tampoco supera la forma organizacional de Partido. Si bien es cierto que bajo este tipo de estructura convive una amplia heterogeneidad —a diferencia de los agrupamientos protoleninistas inspirados en la Plataforma, donde se impone la disciplina partidista y el pensamiento único frente a la diversidad—; en lo concreto, todo se reduce a un malabarismo semántico de proporciones astronómicas, donde se opta cínicamente por el cambio de vocablos (en lugar de Partido se emplea Federación; en vez de Comité Central se le llama Secretariado General) y se maquillan los dispositivos disciplinarios —como ejemplificara con creces la CNT/FAI durante su colaboración con el gobierno republicano—. Realmente, en ambos casos, se le apuesta a la “eficacia organizativa” sólo que, en el “anarquismo de síntesis”, se intenta acompañar de la libertad, entendida esta en el sentido ordinario del término, asociado a los principios liberales y tasado en cuanto a “derechos”. En este tenor, evidentemente la dicotomía “eficacia Vs. libertad” queda irresuelta, solventándose únicamente en el discurso pero alejadísima de la realidad concreta.
Para quienes suscribimos, en pensamiento y acción, los postulados de la Tendencia Informal Anarquista (T.I.A), la libertad y la autonomía individual efectiva, no son negociables. Mucho menos, sacrificables en aras de la “eficacia”. La búsqueda y la práctica de la libertad intransigente e irrestricta, es la brújula que nos orienta. La nave que nos embarca hacia la auto-constitución de la consciencia refractaria es la autonomía individual, impulsada por nuestros propios recursos, capacidades, energías y pasiones. Desde luego, en esta travesía no se aceptan viajes circulares ni itinerarios regresivos que invariablemente desembocan en el inmovilismo o nos conducen, frecuentemente, a desembarcar en tierras “ajenas”.
Hasta aquí, he intentando exponer «mi lectura» sobre la organización informal anarquista. Ahora bien, a pesar de la extensa respuesta, me gustaría retomar someramente algunos de los puntos referidos en la introducción de esta pregunta —como planteaba al comienzo— que considero merecen abordarse cabalmente. Como bien enuncian en su interrogante, los compañeros Alfredo y Costa, han realizado importantes aportes al debate en torno a la organización desde la perspectiva insurreccional anárquica.
A finales de la década del setenta (1977) y a lo largo de los ochenta del siglo pasado, comenzó a registrarse un fastuoso proceso de reactualización del anarquismo, inaugurado por un grupo de compañeros dispuestos a afrontar (en la práctica) las luchas de contra-poder y a erradicar el nefasto inmovilismo que había hecho nido en nuestras tiendas. Tras un profundo balance reflexivo de las luchas del movimiento anarquista histórico y un análisis consciente de las mutaciones del capitalismo en la era de la “globalización” contemporánea, emergían nuevos entendimientos y diferentes concepciones que ya no correspondían con las prácticas y modelos de organización y acción que durante casi un siglo le habían otorgado al anarquismo su peso específico y sus rasgos definitorios e intransferibles. Así, tomaba vida un anarquismo recontextualizado, rejuvenecido y transgresor, que recuperaba su aliento insurreccional y su capacidad de respuesta. Este entramado de propuestas y consideraciones sería conocido en nuestras tiendas como “tesis insurreccionales”, popularmente certificado como “insurreccionalismo” y, sin lugar a dudas, el compañero Alfredo María Bonanno, sería su más esclarecido impulsor.
Alfredo, sin abandonar la práctica anárquica, se dedicó a sistematizar los análisis y reflexiones de esa etapa, produciendo incontables textos que, sin percatarse, irían desarrollando un cuerpo teórico (aún inconcluso) resultante del riguroso ejercicio de la crítica y del deseo. De la mano de estas concepciones, comienza a echar raíces un nuevo talante anárquico que embona sin dificultad alguna con una cultura juvenil, fresca y transgresora, dispuesta a sustituir —sin mayores remordimientos— el viejo modelo sacrificial y circunspecto, por uno mucho más flexible y espontáneo, anteponiendo la creatividad, el desenfado, la alegría e incluso el placer de la acción anárquica (“El gozo armado”) al inmovilismo burocrático y al estancamiento conservador en el que se hallan sumidos los recipientes organizativos tradicionales —rígidos y asfixiantes—, que aún insisten en exonerarse insensiblemente del necesario esfuerzo de actualización teórico-práctica.
Esa nueva cultura anárquica, fraguó —acorde a los intentos de actualización teórico-práctica que la animaban— una extensa gama de reajustes y renovaciones conceptuales, reubicando los eternos temas de preocupación libertaria, replanteándose los viejos tópicos de la consecuencia entre medios y fines, el derrocamiento del Estado-capital, la Revolución Social y la construcción del Socialismo libertario (superlativamente atados a la concepciones teórico-prácticas del siglo XIX); junto a las nuevas revalorizaciones en torno al mito de la centralidad de la “clase obrera”, la pretendida expropiación de los medios de producción (y su inmediata colectivización como “pase automático” al Comunismo libertario), la autogestión de la lucha, la insurrección generalizada y, por supuesto, el tema de la organización.
Para mediados de la década de los setenta, Alfredo Bonanno, deja inscritos algunos aportes sobre la cuestión organizativa en su libro “Autogestión”[8], donde —pese a las notables influencias de la época (autonomía obrera)— concluye que « En la práctica, el problema organizativo presenta dos aspectos: uno real y otro imaginario.»[9]. Ubicando el primer aspecto, en relación directa con el desarrollo de la lucha y, en consecuencia, como la esfera donde surgen las necesidades reales de organización «cada vez más precisas». Mientras, que el aspecto ficticio o “imaginario”, propio de un medio «puramente intelectual», lo sitúa en relación inversa al desarrollo de la lucha: « a medida que disminuye la intensidad del conflicto, crecen las cavilaciones y las teorías[10]». E inmediatamente nos aclara que «Naturalmente, esto no quiere decir que la organización, creada en relación con la lucha concreta, no necesite del análisis teórico adecuado o que no deban considerarse los resultados y los análisis de las luchas precedentes. Únicamente significa que, en los períodos de “paro” revolucionario, florece la actividad de los intelectuales que se entregan a sus reflexiones personales, perdiendo la medida de la realidad[11]».
A partir de la experiencia y con el transcurso de los años, Alfredo irá completando el tema organizativo, en la medida en que fue superando las influencias «autonomistas» y profundizando la actualización teórico-práctica del anarquismo. De tal forma, nos entregaría (veinte años después) unas reflexiones mucho más acabadas en torno a la organización anárquica en su charla de Cúneo de enero de 1995 intitulada “Anarquismo y Democracia”, que bien vale la pena retomar: «Una organización anarquista, que se proyecta hacia el futuro, debería ser más ágil. No pude presentarse con las pesadas características, cuantitativamente hablando, de las estructuras del pasado. No puede presentarse mediante su dimensión de síntesis como, por ejemplo, se hacía en el pasado, cuya estructura organizativa pretendía resumir la realidad en su interior a través de “comisiones” específicas que abarcaban múltiples problemas y que después, tomaban sus decisiones en el congreso periódico anual y se pronunciaban basándose en tesis que probablemente se remontaban al siglo pasado. Todo esto tuvo su época, no porque haya transcurrido todo un siglo desde que fue ideado sino porque la realidad ha cambiado.» [12]. En esta misma conferencia, hacía hincapié en la necesidad de la formación de pequeños «grupos de afinidad» que a su vez, estrechen contactos y se coordinen mediante la “organización informal”, dando paso a nuevas tesis sobre la organización anárquica y al desarrollo de lo que hemos denominado la Tendencia Informal Anarquista.
C.A: ¿Por qué consideras que continúa el debate en torno a la organización (o sobre cómo entendemos la misma) en los medios anarquistas de nuestros días?
Que la discusión en torno a la forma de organización anárquica aún persista en nuestras tiendas, sólo demuestra el alcance de sus ausencias paradigmáticas. Sin embargo, únicamente mediante la profundización de este debate será posible hacernos de los insumos específicos que nos permitan abandonar el extravío teórico-práctico que aflige al pensamiento ácrata contemporáneo y dar paso a la posibilidad de construcción de un paradigma renovado. Con esta finalidad se han venido habilitando medios electrónicos dedicados a potenciar la discusión reflexiva entre los anarquistas, pero el inconveniente de estos “foros de discusión” virtuales —más allá del esfuerzo y el desgaste que representan y de la labor estoica de quienes los animan— es que, por regla general, se encuentran secuestrados por grupos específicos que, lejos de facilitar la polémica e incentivar la discusión, se aferran a salvaguardar a capa y espada sus capillas ideológicas, sin siquiera cuestionarse la correspondencia de sus anquilosados pensamientos con la realidad concreta. De tal modo, continúan recreando el dogma y la ortodoxia como consecuencia lógica de la derrota y el repliegue, impuestos por las desfavorables condiciones que trajo el pasado siglo XX, con el auge del nacional-socialismo primero y después, el crecimiento y la expansión del leninismo —ya no sólo como corriente política indisolublemente vinculada a la socialdemocracia sino también como teoría legitimada y hegemónica en ámbitos académicos y científicos—; así como la progresiva integración de los trabajadores en las “democracias parlamentarias” (con la correspondiente consolidación de los Estados benefactores); las expectativas despertadas por las experiencias nacional-populistas en América Latina, Asia y África; los cambios en las formas productivas y, un larguísimo etc. Un período de sobrevivencia que apuntó al mantenimiento de algunas referencias teóricas básicas pero ya en un ambiente de dispersión y de ausencia de paradigmas, que llevó al movimiento a desaparecer como fuerza material antisistémica, degenerando en ideología.
Por eso, insistimos en que el debate tiene que ir muchísimo más allá de la polémica sobre los métodos de organización anárquica, centrando los ejes de discusión en torno al problema de la selección de los medios para la consecución de nuestros fines, lo que nos permitirá actualizar la crítica y enfrentar el problema de la acción frente a las nuevas condiciones que imponen las estructuras de dominación contemporánea. En este sentido, entre los denominados “insurreccionalistas”, existe un camino andado de críticas al inmovilismo, al cadáver obrerista, al trasnochado anarcosindicalismo, a la síntesis especifista, al “anarco”-bolchevismo o neoplataformismo, etc., que nos permite avanzar en temas más puntuales. Sin embargo, tampoco podemos pasar por alto las enormes desvirtuaciones que hallamos en el seno del anarquismo insurreccional. Si reconocemos la construcción y desarrollo del cuerpo teórico del llamado “insurreccionalismo” a partir de la sistematización del compañero Bonanno —como apuntábamos en la respuesta anterior— encontraremos claras evidencias de cómo se han venido desvirtuando estos principios entre los que hoy se proclaman partidarios del “insurreccionalismo”. Pero, igualmente, tenemos que aceptar cierta “ambigüedad” de origen, presente en el discurso y en la práctica insurreccional que, sin lugar a duda, ha dado cobijo a formulaciones teórico-prácticas frecuentemente divergentes y hasta inconciliables entre sí, al interior de esta tendencia.
En toda Europa —particularmente en el Estado español, Italia, Inglaterra, Francia y Grecia— y en algunos rincones de Latinoamérica, tropezaremos con sectores que se autodenominan “insurreccionalistas” que se identifican con la farsa neozapatista o con las guerrillas colombianas (FARC/EP). Seguramente, toda esta bola de despistados —otorgándoles el beneficio de la duda— que manifiestan múltiples orgasmos cada vez que sale a relucir la iconografía guerrillera y el culto al fusil, no se han tomado el trabajo de leer y comprender los planteamientos de Alfredo. Precisamente, es Bonanno quien desarma de manera contundente todo el culto a las armas y la lógica del “especialista” (“revolucionario profesional”) y la estructura guerrillera.
Sin embargo, hay que señalar que el insurreccionalismo “clásico” —por llamarle de algún modo que nos permita establecer diferencias con cierto insurreccionalismo contemporáneo que comienza a tomar cuerpo en nuestros días— enarbolado por Bonanno, Cavalleri y otros, también amerita puntualizaciones específicas que le brinden la oportunidad de superar esa aparente “ambigüedad” que mencionábamos y sintonizarse con la realidad del siglo XXI, abandonando todo vínculo con las “fuerzas sociales” y concentrándose en el desarrollo de la tensión anárquica en la insurgencia individual. Por eso hoy hablamos de “nuevo anarquismo insurreccional” o “nuevo ilegalismo anárquico”, a la hora de abordar las discrepancias internas y profundizar el debate sobre la necesidad de actualización teórico-práctica.
Alfredo Bonanno, ha tenido el mérito indiscutible de reactivar al anarquismo de praxis, de sintonizarlo con la realidad de las luchas de finales del siglo XX (llamando a superar viejos diagramas de organización y acción) y de emprender un enorme esfuerzo de re-elaboración en el campo de la teoría y de la práctica, que permitió emplazar al inmovilismo anarcosindicalista y especificista. Pero, si bien le apuesta a la destrucción del trabajo, a la expropiación y al ataque permanente contra el sistema de dominación a través de la insurrección individual y la organización informal, no abandona la idea de la “radicalización de las luchas” encaminada hacia la pretendida Revolución Social “transformadora”. No rompe del todo con las concepciones sociales pese a la superación del análisis economicista, la crítica al movimiento ficticio y de emitir, sin cortapisas, el acta de defunción del “proletariado”.
Con la incorporación de un nuevo antagonismo (“incluidos” Vs. “excluidos”), Bonanno articula coherentemente una conceptualización que deja atrás la vieja lógica marxiana centrada en la “lucha de clases”, ya que los “excluidos” no necesariamente lo son en correspondencia con su rol de clase en torno a los medios de producción, la categoría de explotación y al consiguiente saqueo de la plus-valía correspondiente, sino que también lo son en su condición de dominados y oprimidos por el Poder.
En este contexto, como en muchos otros, es preciso reconocer que el movimiento anarquista ubicó durante mucho tiempo su teorización a la retaguardia del pensamiento marxiano; acomodándose a su agenda teórica y adoptando sin muchos miramientos una conceptualización (economicista/obrerista) que no le sería funcional y mucho menos coherente con sus principios antiautoritarios. En este sentido, también hay que reconocer la acérrima crítica al marxismo que ha elaborado Bonanno y, sobre todo, su antileninismo manifiesto. Pilares que sin duda continúan siendo el andamiaje del «nuevo anarquismo insurreccional» o lo que hemos definido como anarquismo postclásico, entendido como el período actual donde se intenta construir y desarrollar un nuevo paradigma anárquico.
C.A:Recientemente, con la “Carta a la galaxia anarquista” (y su consiguiente respuesta), volvió a ponerse sobre el tapete la crítica a las nuevas formas organizativas; lo peculiar del caso es que estos señalamientos provienen de las propias filas del anarquismo insurreccional. En esta ocasión, son los denominados “Nietos de Bonanno” quienes lanzan severos cuestionamientos a la organización informal y al nuevo ilegalismo ¿Qué podrías comentarnos al respecto?
Lamentablemente, el insurreccionalismo “clásico” —como comentábamos con anterioridad— nació con severos problemas congénitos ya que presenta la misma “ambigüedad” de base que ha venido arrastrando perpetuamente el anarquismo. Así, reconoce y revitaliza —desde las primeras aportaciones teórico-prácticas— el componente individualista, haciendo marcado énfasis en «las bajas pasiones», el «placer» y la «insurrección cotidiana antisistémica» (sabotajes, expropiaciones y ataques) desvinculada de todo conflicto social; mientras que, de forma paralela, apela a los “explotados” y le apuesta a la “radicalización de las luchas sociales” a manera de insinuación difusa hacia los llamados “procesos revolucionarios”. Es precisamente en este tenor donde se inscribe la “Carta a la galaxia anarquista” y se produce la polémica al interior de la tendencia informal, resucitando las viejas diferencias en torno al origen del anarquismo. Es decir, el eterno debate entre los secuaces de la “insurrección individual” contra los partidarios de la “insurgencia social”. Lo interesante de todas estas polémicas al interior de la tendencia informal anárquica es que —una vez superado el inmovilismo al que nos había condenado el desfase anarcosindicalista y especificista— colocan en evidencia las contradicciones e invitan a la reflexión constante, poniendo en movimiento las ideas a partir de la experiencia práctica.
Si leemos detenidamente la «Carta a la galaxia», encontraremos algunos “vestigios” que nos brindan ciertas certezas sobre quién o quiénes pueden ser sus autores. El tufillo a campiña predomina y nos recuerda la estrategia del “éxodo” o la “secesión” de Jacques Camatte y otros autonomistas marxianos (incluido el deleznable Tony Negri), que tanto influenciara al ala más radical del grupo editor de Tiqqun. Sin duda, el estilo y las preocupaciones de Julien Coupat y sus colegas intelectuales de la comuna de Tarnac, están presentes a lo largo de la misiva anónima y, aunque no la firme el Comité Invisible, esta ensalada campestre, servida para la galaxia y aderezada con cierto Situacionismo, nos evoca sus desasosiegos e indica la irrefutable cercanía (al menos teórica) de sus autores a esta corriente sui generis del “insurreccionalismo” francés.
En realidad, se dificulta enormemente la comprensión de la Carta si nos servimos de la desafortunada versión en castellano que circula en Internet. Pese al innegable esfuerzo de los compañeros traductores, el texto resultante enrarece aún más el ambiente. Sin embargo, a pesar de los pesares, las causas detonantes de las respuestas adversas a la «Carta a la galaxia» saltan a la vista: el tono arrogante con que se dicta cátedra y la desmedida condena a los métodos con los que no concuerdan. Desde luego, resulta mucho más preocupante la condena moralizadora cuando ésta recae sobre compañeros presos por recurrir precisamente a estos métodos al momento de poner en práctica nuestras ideas.
Un ejemplo fehaciente del modo despectivo con que abordan tópicos que —de no ser por el uso y el abuso de descalificativos— podrían contribuir con su desarrollo perfectamente al actual debate en torno al nuevo insurreccionalismo, es el párrafo citado a continuación: <se trata de asustar al enemigo? Un elemento recurrente en las reivindicaciones indica que, aparentemente, hay anarquistas que creen que pueden aterrorizar al poder expresando amenazas, publicando fotografías con armas o explotando pequeñas bombas (ya ni mencionar la despreciable práctica de enviar cartas-bomba). En comparación con la masacre cotidiana organizada por el poder, nos parece algo ingenuo, sobre todo, para quienes no albergamos las ilusiones de la izquierda en torno a gobernantes más sensibles, a un capitalismo con rostro humano o a relaciones más honestas con el sistema[13]» (subrayados nuestros). Como podemos apreciar, se condena a priori, sin siquiera molestarse en argumentar porque les resulta “despreciable” el envío de cartas-bomba. Evidentemente, su desprecio se fundamenta en juicios de valor elaborados a partir de estereotipos apegados a la falsa moral cristiana tan presentes en la ideología socialdemócrata: «¡Qué no caigan Inocentes[14]!» Es el alarido hipócrita de los espectadores del enfrentamiento. Para los anarquistas de praxis, los representantes del Estado, sus funcionarios y sus órganos, todo el aparato en su conjunto, son objetivos de la insurrección anárquica.
Pero, insisto: lo sugestivo de estas polémicas al interior de la tendencia informal anárquica —por muy vehementes que se muestren— es que ponen en evidencia las contradicciones e invitan a la reflexión constante. Como mencionaba anteriormente, entre los “insurreccionalistas”, tenemos un camino andado de críticas al inmovilismo, a las ideologías obreristas, al trasnochado anarcosindicalismo, a la síntesis especifista, al “anarco”-leninismo (neoplataformismo), etc., que sin duda nos permite avanzar en temas más puntuales, encaminados a la superación de estas contradicciones teórico-prácticas. En este sentido, más allá de la arrogancia y la condena moralizadora, consideramos que vale la pena retomar críticamente algunos de los señalamientos expuestos en la «Carta a la galaxia anarquista», que son tema de debate constante al interior de la tendencia y que, evidentemente, reaparecen invariablemente en las polémicas que se libran en diferentes latitudes.[15]
En la misma tesitura, nos parece recomendable releer pausadamente las palabras finales de la dichosa Carta, donde queda manifiesta la posibilidad de diálogo: «Pero nosotros portamos una historia, una historia que nos une a todos los anarquistas y a todos los que obstinadamente continuamos negándonos a estar encasillados, ya sea al interior del movimiento “oficial” anarquista o, en el reflejo de su lucha armada. Esos que continúan rehusándose a difundir las ideas separadas de los medios por los que podemos difundirlas, desterrando así toda mediación política, incluidas las reivindicaciones. Esos a los que no les importa mucho quién hizo esto o aquello, pero que tratan de sintonizarlo con su propia rebelión, con su propia proyección que se extiende en la única conspiración que anhelamos: la de las individualidades rebeldes de la subversión de lo existente.[16]» (Negritas nuestras).
C.A: ¿Cuál sería tu aporte al debate en torno a la organización informal anarquista?
Bueno, eso de “mi aporte” se lee muy pretencioso. Yo no considero que haya realizado aporte alguno, más allá de las pequeñas contribuciones que hemos hecho todos los interesados en actualizar nuestro andamiaje teórico-práctico. Pienso que no podemos continuar varados en la repetición de viejos diagramas de organización y acción sino que debemos de ponernos a la altura de las necesidades actuales y esto, reclama de nosotros un esfuerzo enorme de re-elaboración en el campo de la teoría y de la práctica, que nos permita romper con el inmovilismo de este “anarquismo ecléctico” que hoy, con sus cien mil “cabezas”, nos impide coordinar el paso. Con este tópico, sé que parezco un disco rayado pero no me cansaré de repetirlo. Nuestra contribución es el continuo hincapié en la necesidad de abandonar todo lo ajeno y en la urgencia de re-elaboración teórico-práctica. La impostergable actualización de las ideas anarquistas —acorde con el siglo que vivimos—, pasa por esa re-elaboración teórica a partir de nuestra práctica, que es la única manera consecuente de profundizar la crítica a la dominación, a la servidumbre voluntaria y a la sociedad del espectáculo. Únicamente mediante la construcción de una crítica unitaria, será que podamos concretar ese nuevo paradigma refractario que anhelamos.
Como anarquistas, a cada momento se nos hace necesario retomar el discurso a partir de la pregunta ¿qué es el anarquismo? Los anarquistas tenemos que plantearnos siempre esta interrogante para poder cuestionarnos sincera y reflexivamente ¿Qué significa ser anarquistas? Porque —como bien nos señala Bonanno— «el anarquismo no es una definición inamovible que, una vez concebida se pueda encerrar en una caja fuerte, conservarla intacta y considerarla como patrimonio o herencia de la que se puede tomar a diestra y siniestra. Ser anarquista no es levantarnos un buen día y decir: «Ya está, finalmente, desde este instante, estoy en posesión de la verdad, SOY ANARQUISTA y, como tal, por lo menos desde el punto de vista de las ideas, soy un privilegiado». Quien razona así es anarquista de dientes para fuera. Es realmente anarquista aquel o aquella que se cuestiona a sí mismo, como anarquista, como persona y, se pregunta: ¿qué es mi vida en función de lo que hago y en relación a lo que pienso? ¿Qué relación mantengo cotidianamente, entre el hacer y el pensar?[17] Esa, justamente, es la diferencia entre “SER” y “ESTAR” anarquistas. Hemos comprobado que se puede “SER” anarquista de puro rollo; es decir, en sentido sustantivo, rebajando un concepto a la calidad de adjetivo. Pero, “ESTAR” anarquista es asumir el verbo, o sea, actuar como tal y eso implica praxis, es decir, ir de la mano de la acción. Práctica y Teórica/ Teoría y Práctica, en interrelación constante. Eso es «ESTAR» anarquista consecuentemente. Como nos recalca nuestro Gabriel[18], en su “Diario e Ideario de un delincuente” (Consideraciones innecesarias para la revuelta anárquica): «¡No basta con hablar de ACCIÓN, hay que ser ACCIÓN! ¡No basta con soñar la Anarquía, hay que ser expresión de dicha Anarquía![19]»
Y bueno, retomando los planteamientos del compañero Alfredo Bonanno, estamos seguros que, consecuente con sus palabras, aún sostiene aquello que afirmaba que « el anarquismo no es una definición inamovible ». Yo estoy plenamente convencido de lo certero que es su planteamiento, por eso apelo a la necesidad de actualizar las tesis insurreccionales, de dar paso a un nuevo anarquismo insurreccional a un nuevo “ilegalismo” que se viene concretando y articulando desde la práctica a lo largo y ancho del planeta. Ese “ESTAR” anarquista que se constata en mayor o menor grado en Argentina, Alemania, Bielorrusia, Bolivia, Chile, en el Estado español, Estados Unidos, Francia, Indonesia, Inglaterra, Italia, Grecia, México, Perú, Rusia, Suiza, Uruguay y un largo etcétera. Eso es lo que intentamos con la consolidación de la Tendencia Informal Anarquista (TIA).
Muchos compañeros, incluso bien intencionados, no identifican esta abismal diferencia entre “SER” y “ESTAR” anarquistas, ni reconocen la impostergable necesidad de actualización teórica-práctica. Piensan y actúan de forma diferente, porque son víctimas de las banalidades de las ideas dominantes y se han dejado atrapar por las ilusiones y la ficción, vasallos de La Ley del Número y esclavos de la Esperanza. A lo largo del camino, las ideas se han venido desvirtuando. Se han ido “contaminando” de positivismo y liberalismo, se han infectado de influencias burguesas, de pensamientos socialdemócratas, de economicismo, de obrerismo. Y cuando afirmamos que las ideas se han ido desvirtuando, no sólo nos referimos a lo que se ha denominado «libertarismo» o a esa aberración que llaman “anarco-capitalismo”, sino también nos referimos a la infección marxiana-leninoide, de la mano del economicismo y todas sus chingaderas productivistas, progresistas y demás concepciones izquierdistas; lo que, sumado al discurso edulcorante del “ciudadanismo”, lo “políticamente correcto”, la «pluralidad democrática» y la “tolerancia”, nos ha conducido a postergar el momento de la confrontación directa con el sistema de dominación. La demanda de “condiciones” y la apelación constante a la Esperanza, son las piedras angulares de la filosofía de la dominación; eso debemos tenerlo presente siempre. Por eso nuestra lucha tiene que ser contra toda esperanza. Frente al optimismo y el triunfalismo irreal, tenemos que desarrollar el pesimismo refractario.
C.A: En varias ocasiones, algunos núcleos anarquistas de acción, colectivos e individualidades —incluso nosotros (C.A.)—, han hecho mención de la denominada Tendencia Informal Anarquista. Ya que tú eres uno de los principales impulsores de estas tesis junto a Gabriel Pombo da Silva y algunos compañeros italianos y latinoamericanos ¿pondrías especificarnos un poco más de qué va la Tendencia Informal Anarquista? ¿Concretamente a qué te refieres con la T.I.A. y, cuáles son sus propuestas?
La Tendencia Informal Anarquista (TIA), es la manera en que los ácratas informales en México y otras regiones del mundo —como Chile e Italia—, asumimos la praxis anárquica contemporánea, haciendo énfasis en la autonomía individual, la organización mínima y la práctica antisistémica consecuente, fundamentada en la acción directa y la conflictividad permanente contra todo lo existente, con marcado hincapié en la condición negadora y el espíritu destructor propio de la Anarquía. Entre sus principales preocupaciones se enlistan la necesaria actualización teórico-práctica del anarquismo en correspondencia con las condiciones concretas que impone el actual sistema de dominación tecno-industrial; la urgencia por “abandonar todo lo ajeno” (influencias cristianas/liberales/socialdemócratas) para poder refundar los principios anárquicos y concretar la coordinación internacional de redes de afinidad anárquica como fase preparatoria de la Internacional Negra.
Al interior de esta creciente Tendencia, se identifica una amplia gama de pronunciamientos teóricos que van desde el nuevo insurreccionalismo o nuevo “ilegalismo” y el individualismo ácrata, hasta el nihilismo anárquico, pasando por los planteamientos de los grupos e individuos anticivilización y antitecnología[20], confluyendo en una propuesta práctica de lucha frontal contra el sistema de dominación tecno-industrial en toda su extensión. Sin duda, el denominador común que nos aglutina es la visión individualista centrada en la responsabilidad individual y la autonomía plena.
Por eso insistimos en que la*TIA* no es la solución de los “problemas sociales” —ni nos interesa que lo sea—, tampoco es un nuevo artículo del mercado de las ideologías enfocado en la captación de adeptos, mucho menos tiene como finalidad la puesta en práctica de un puñado de ideas pre enlatadas. La TIA no lucha por un “mundo mejor” ni por alcanzar la “sociedad ideal” —llámese Comunista, Anarquista o como quieran denominarle—. No creemos en milagros, mucho menos en “sociedades utópicas”, por ello, no nos desgastamos en “mejorar” la imagen para consumo público de ese producto intangible que denominan Utopía. Estamos convencidos que la “sociedad anarquista” no se concretará mañana en la mañana. Es más, tenemos casi la certeza que muy probablemente nunca se concrete. Y nos tiene sin cuidado. Como nos recalca Bonanno. «el anarquismo es una tensión, no una realización». Sin embargo, esto no significa que la Anarquía no sea posible aquí y ahora. Para nosotros la Anarquía no sólo es posible sino que se concreta de manera efímera cada vez que se realiza una expropiación exitosa; se constata en esos breves instantes en que se ilumina la noche con el fuego refractario; se confirma en cada fuga de prisión; se verifica con la eliminación física de nuestros enemigos. Los momentos, los lugares y las ubicaciones sociales precisas, son relativamente indiferentes para los abordajes ácratas y la anárquica piratería. La Anarquía es el constante avance hacia el horizonte inalcanzable. Es la búsqueda incesante de Libertad irrestricta. Es la propagación consciente del Caos y sus consecuencias.
No le apostamos a la idea revolucionaria porque hemos aprendido de la historia y sabemos en qué han devenido TODAS las revoluciones. Estamos conscientes que cuando hablamos de Revolución hoy, no sólo evocamos el pasado sino que abordamos un concepto que nos resulta tan ajeno como la mitología religiosa, sea de la denominación que sea. Desde la Revolución francesa hasta las revoluciones de nuestros días, lo único que han parido estos cambios de Poder, han sido dictaduras mesiánicas y nuevas castas ¡sin excepción! La Revolución es el deseo reprimido de cambiar al mundo a imagen y semana de la Revolución Francesa; como nos recuerda Aragorn, «La buena noticia: rodaran cabezas. La mala: al final siempre ganan los burócratas»[21]. Ante tal reflexión no hay otra alternativa que tirar por la borda, de una vez y por todas, la idea revolucionaria.
La Revolución ha sido el vehículo burgués por excelencia para cambiar las cosas de lugar, es decir, concretar el traspaso de autoridad mediante la toma del poder, dejando intactas las instituciones del Estado y las relaciones de Poder, es más, reforzándolas e imponiéndolas de manera ultra autoritaria. Para eso, la burguesía se ha valido históricamente de las “masas” —esa multitud de siervos voluntarios siempre lista para ser moldeada a los antojos de las “vanguardias”— para desarrollar sus luchas intestinas.
La servidumbre voluntaria tiende a cambiar de amo cada vez que le ofrecen nuevas prebendas (pan, circo, venganza, elevadas posiciones en la pirámide de opresión) y para ello, está dispuesta a ser carne de cañón al servicio de cualquier iluminado. El propio Bonanno, se cuestiona el hecho “revolucionario” y, no sólo nos advierte que la Revolución es un evento que bien puede suceder o no concretarse nunca, sino que, además, nos recalca que no debemos depositar expectativa alguna en ella y, mucho menos, esperar a que estén dadas las cacareadas “condiciones objetivas y subjetivas” para pasar a la acción insurreccional, entendida ésta como el ataque directo contra el sistema de dominación poniendo en práctica la conflictividad permanente y, sobre todo, seleccionando el objetivo que menos riesgos represente.
Sin embargo, hay que dejar en claro que cuando afirmamos que tenemos que tirar por la borda a la Revolución y toda la estrategia de “cambios” y “transformaciones sociales” históricamente enarbolada por la socialdemocracia (liberales y leninoides), no estamos llamando a renunciar a la violencia antisistémica; no estamos convocando a cruzarnos de brazos y abandonar la lucha, ni estamos declarando el fin de la opresión, mucho menos pretendemos extender un certificado de defunción a la dominación. Simplemente, estamos abandonando una conceptualización que nos es ajena y que, además, la historia se ha encargado de probarnos su disfuncionalidad y su falta de coherencia con nuestros principios fundamentales.
No luchamos por “transformar” al mundo ni por hacerlo “más justo” ni por cambiar de manos el Poder, luchamos por destruirlo y no nos conformamos con menos. Esto no quiere decir que no sepamos aprovechar las oportunidades que nos brindan las diferentes coyunturas. Cualquier rebelión o intento de ella, ya sea una protesta timorata o un “proceso revolucionario”, siempre nos ofrece la oportunidad de extender la lucha contra la dominación y de concretar el Caos y la Anarquía. Desde luego, para ello no vamos aliarnos con quienes luchan por tomar el Poder —estamos conscientes de quiénes son nuestros enemigos—, sino que utilizaremos todos los resquicios que se presenten para extender la lucha e impulsar esos instantes de Caos y Anarquía hasta las últimas consecuencias.
En conclusiones, podemos afirmar que la Tendencia Informal Anarquista es la praxis ácrata contemporánea. Su objetivo es confrontar al Poder en la práctica y no en la abstracción de las ideas, como lamentablemente lo hace un sector importante de esa ficción que insisten en llamar “movimiento anarquista”. Por eso, consideramos que es de primordial importancia no sólo saber lo que se quiere sino como concretarlo y eso justamente es lo que intentamos. Queremos la destrucción del Poder, ansiamos la demolición del sistema de dominación y esto sólo será posible destruyendo en lo concreto todo lo que nos domine. Como bien afirmara Bakunin: «Que mis amigos construyan, yo no tengo más sed que la destrucción, porque estoy convencido de que construir con unos materiales podridos sobre una carroña es trabajo perdido y de que tan sólo a partir de una gran destrucción pueden aparecer de nuevo elementos vivientes, y junto con ellos, elementos nuevos […]» Esa es la diferencia neurálgica entre el anarquismo de praxis y el anarquismo idílico.
C.A: Muchos escépticos insisten en que la nueva insurrección anárquica, puesta en marcha por la tendencia informal, es un desatino suicida —apto sólo para “imbéciles”—, que no corresponde con las actuales “<condiciones objetivas y subjetivas” de las luchas y que ha llevado a prisión y a la muerte a varios compañeras y compañeras. Incluso, hay quienes han llegado a afirmar que las propuestas insurreccionales anárquicas son una “ideología” contrarrevolucionaria “que niega el programa de la revolución”. ¿Cómo interpretas la proliferación de estas descalificaciones?
Primero tendríamos que contextualizar estos ataques y descalificaciones. Sin duda, el Siglo XXI, pese a la imposición de la “ideología ciudadana” y la globalización del capital —con su nueva y particular fisonomía, alejadísimo de lo que fuera en el XIX y XX—, nos brinda oportunidades inéditas a los anarquistas de praxis; sobre todo, al reconocernos como los únicos aferrados a luchar no por la trasformación cosmética de la opresión que pregonan los regímenes populistas latinoamericanos (Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua), de la mano de la socialdemocracia internacional con su trillado “Otro capitalismo es posible”, sino hasta concretar la destrucción definitiva del sistema de dominación.
En esta lucha frontal por la liberación total, contamos además con un balance crítico puntual que nos ha permitido aprender de nuestros errores pasados y nos exhorta a no repetirlos. Hoy sabemos —por nuestra propia experiencia histórica— que no podemos establecer “alianzas” que conducen irremediablemente al afianzamiento del sistema de dominación, es decir, al fortalecimiento del Estado y a la consolidación del capitalismo. También estamos conscientes de la recuperación constante de las luchas por parte de la socialdemocracia, por lo que las trasnochadas recetas —de autogestión de los medios de producción— que aún se cuecen para autoconsumo en nuestras tiendas, nada tienen que aportar en estos días, salvo asegurar la recomposición del Poder y la continuidad del capitalismo. Pero, a pesar de las oportunas lecciones y de las “favorables” condiciones de época, la proyección o el colapso definitivo del anarquismo, continúa recayendo en la historicidad de un cierto paradigma —a todas luces obsoleto— y, en la tenacidad y el ímpetu que sepamos impregnar a la lucha bajo nuestra absoluta responsabilidad y con cargo intransferible a nuestra propia cuenta.
Una vez planteado el contexto, ahora sí podemos pasar a las “interpretaciones”: Que proliferen los ataques y descalificaciones contra las propuestas de la nueva insurrección anárquica sólo es un indicador más de la notable prevalencia de la tendencia informal y de la puesta en marcha de un nuevo paradigma anárquico que comienza a moverle el suelo a viejas estructuras orgánicas y anquilosados esquemas de actuación. En esta misma tesitura se inscriben aquella proterva campaña de la CNT a finales de la década de los años noventa contra los compañeros encarcelados a raíz de la fallida expropiación bancaria en Córdoba; los cobardes ataques de la Federación Anarquista Italiana, que mencionábamos con anterioridad y; los acuerdos de pasillo del reciente carnaval de St. Immier[22]. Mención aparte merecen quienes afirman que las propuestas insurreccionales anárquicas son una “ideología” contrarrevolucionaria «que niega el programa de la revolución».
En fechas recientes, salió al mercado del “libro revolucionario”, bajo el título “Crítica a la ideología insurreccionalista”, un texto “firmado” por uno de los tantos nombres regionales que adopta el Grupo Comunista Internacionalista (GCI). En esta ocasión se hace llamar «Proletarios Internacionalistas», con el fin de exacerbar los ataques contra el anarquismo insurreccional —con particular énfasis contra el nuevo ilegalismo anárquico—disfrazados de “crítica constructiva” y de «lucha intransigente contra todas las debilidades, contra todas las ideologías que buscan dominarnos[23]». Desde luego, cuando critican los métodos insurreccionales e intentar presentarlos como una nueva “ideología”, recurren a un sinfín de malabares semánticos y piruetas dialécticas que aspira argumentar que sus ataques no son contra los compañeros que «bajo esta ideología realizan un sabotaje», ni contra el sabotaje en sí, sino que están «asumiendo la lucha a la vez que se despliega una crítica a la fuerza material que representa la ideología intentando encuadrar esa expresión de lucha»[24].
Pese a que en la Introducción del folleto “Crítica a la ideología insurreccionalista”, este frente del GCI reconoce que «A lo largo de la década de los 80, diversos sectores de la militancia anarquista efectuaron un proceso de reflexión y balance de las luchas revolucionarias que acababan de ser derrotadas a finales de los 70’, así como de las “nuevas” condiciones que el capital iba imponiendo en todos los ámbitos de la vida.»; concluye afirmando que:«Todo este proceso se encaminará hacia la consolidación de una serie de concepciones que conformaran el cuerpo ideológico de lo que se llamará insurreccionalismo.» (subrayados nuestros). Es evidente su intención difamatoria. Intentan equiparar lo que a todas luces son cuestiones tácticas con una “ideología” atesorada en los anaqueles de la posmodernidad “plural” (a espera de futuros consumidores) e inspiradora de nuevas sectas fundamentalistas.
Cabe señalar nuestro total desprecio por las ideologías, incluida la “ideología anarquista”. De ahí, nuestro constante cuestionamiento a quienes se reivindican “anarquistas” y conciben al anarquismo como un credo y como tal, lo guardan a buen recaudo. Esa visión distorsionada (ideologizada) del anarquismo, como hemos insistido en repetidas ocasiones, sólo es alimentada por los dogmáticos que confunden el ideal con una inmutable Biblia de la que pueden echar mano cada vez que les invade la incertidumbre, sienten apetencia por consolarse o la necesidad de esclarecer cualquier circunstancia que se les presenta, repitiendo sus sagradas oraciones a modo de penitencia en lugar de enfrentar la realidad concreta y readecuar el sentido de nuestra lucha.
Si bien es cierto que el GCI ha realizado una encomiable labor teórica, desde la perspectiva marxiana revolucionaria —rescatando documentos y reflexiones de destacados luchadores libertarios y, denunciando incansablemente la labor de zapa y las desvirtuaciones de la socialdemocracia (leninismo —incluidas todas sus presentaciones—, sindicalismo, populismo, ciudadanismo, etc.), empleando, la mayoría de las veces, un lenguaje próximo a nuestras críticas[25]—; no nos cabe la menor duda que esta campaña de desprestigio de la insurrección anárquica responde a su propia agenda partidista.
Evidentemente, no vamos a caer en la psicosis conspiranoica de las sectas leninistas (de Trotskos a Stalinos) que se esmeran en poner en entre dicho el origen de “vastos recursos económicos con los que extrañamente opera el GCI en más de quince idiomas”; insinuaciones obscenas que pretenden imputarle obscuros nexos con la CIA y delirios similares. Tampoco nos vamos a hacer eco de las denuncias de otros grupos marxianos revolucionarios que intentan hacerle competencia y le acusan de haber «engañado a muchos elementos en búsqueda de posiciones políticas, particularmente a los que están influenciados por el anarquismo, con sus frases ultra radicales y su exaltación de la violencia. Por nuestra parte hace tiempo que sostenemos que el GCI es una clara expresión del parasitismo político (ver «Tesis sobre el parasitismo» en Revista internacional nº 94), un grupo cuya verdadera razón de ser es jugar un papel destructivo respecto a las auténticas organizaciones revolucionarias […] Para nosotros no cabe duda de que, cada vez más a las claras, está haciendo el trabajo de la burguesía, sea o no manipulado por fuerzas del Estado[26]».
NO y mil veces NO. No suscribimos estas difamaciones y escupimos con toda nuestra rabia esta metodología propia de las sucias maniobras del enemigo. Conocemos desde hace siglos al*GCI* y nos consta —pese a las abismales discrepancias— que todas esas “acusaciones” son viles calumnias de la socialdemocracia que no les perdona una sola de sus críticas ni los constantes llamados a luchar contra toda la mierda demagógica de los verdaderos parásitos de las “revoluciones” (desde los bolches a los castristas). Sería deshonesto y cobarde sumarnos a esa retahíla de infamias en lugar de enfrentar nuestras divergencias en la confrontación de posiciones. Sin duda, es el camino más fácil para “neutralizarles” y también el más indecoroso. Nos queda muy en claro que el GCI no es una de las tantas tapaderas de la CIA tan frecuentemente agazapadas en las tiendas izquierdistas. Asimismo, reconocemos que el **GCI**no está “haciendo el trabajo de la burguesía” ni está “manipulado por fuerzas del Estado”.
**Para nosotros el GCI es otra cosa. Se trata de una entelequia mitad Iglesia y mitad partido que ha perdido todo contacto con la realidad al quedar varado en la ideología obrerista. Al no aceptar la realidad de la derrota, el descalabro y la liquidación del proletariado, lo que era la expresión más crítica del marxismo ha quedado atrapada en una perspectiva ficticia bajo la lente deformante de la ideología, degenerando en una secta de lunáticos trasnochados, incapaces de extender y radicalizar la lucha contra el sistema de dominación contemporáneo, negándose a reconocerse atascados en el obrerismo y las formulaciones de dicha ideología**.
Vale recordar los reiterados piropos que nos propinara el GCI a finales del pasado siglo y durante los primeros días del milenio, extasiado frente a nuestras «rupturas con diversos aspectos de la socialdemocracia, como la defensa de la violencia revolucionaria contra el pacifismo[27]». Al igual que el desaparecido Círculo de Comunistas Antibolcheviques, el GCI se esmeraba entonces en el reconocimiento de la praxis anárquica del insurreccionalismo en detrimento de los sectores inmovilistas del llamado “movimiento”. Sin embargo, estos “coqueteos” sólo respondían a la añeja estrategia maquiavélica de “divide y vencerás” en un intento frustrado de captación de “cuadros” para su partido al interior de los grupos de afinidad insurreccionalista.
Definitivamente —a modo de paréntesis—, hay que registrar cierto “éxito” parcial de su estrategia entre los llamados “desencantados” de la insurrección anárquica, particularmente en el Estado español, donde se generó una profunda confusión teórica en torno al insurreccionalismo a raíz de la represión estatal y el encarcelamiento de varios compañeros. Basta con leer el mea culpa de «Los Tigres de Sutullena»[28] para tener una somera idea de este lamentable episodio.
Sin embargo, con quienes sí ha comenzado a concretar vínculos el GCI es con el sector especificista, en particular con el área del neoplataformismo. Claro está, a pesar de las notables coincidencias entre ambas formaciones en todo lo referente a la “lucha de clases”, la ausencia de un Partido centralizador de las luchas y la necesidad de una “etapa transitoria” (léase, “dictadura del proletariado”), el divorcio es inminente. Evidentemente, estos grupúsculos protoleninistas —que insisten en disfrazarse de “anarquistas”— si encajan en la lógica de la socialdemocracia y en las ideas de ese partido a la hora de concebir este mundo podrido y, sobre todo, al momento de encarar su apremiante destrucción. Basta con una somera lectura a sus “tesis” sobre el Poder Popular y las constantes defensas a las burocracias populistas latinoamericanas, para corroborar lo anterior. Así que estos “acercamientos” pronto se reducirán a la trillada estrategia de reclutamiento proselitista y a la despiadada reducción a polvo de los más devotos discípulos del*¿Qué hacer?* que se nieguen a abandonar los postulados leninoides.
Lamentablemente, este talante competitivo también puede confirmarse en los asiduos enfrentamientos entre las tendencias al interior del llamado “movimiento”. En este sentido, permítanme de nueva cuenta citar extensamente al compañero Spósito (Daniel Barret) para abordar de manera categórica estos incidentes: «Este reconocimiento elemental hace que las situaciones de rivalidad y competencia fraccional aparezcan como decididamente suicidas y como un regodeo inconsciente y sectario que sólo puede cifrar sus expectativas en la desaparición del “adversario” y en las mieles de un módico “reclutamiento” proselitista entre las filas de huérfanos y desamparados que resulten de ello. El camino del movimiento no parece ser, entonces, el de la “colonización” de los unos por los otros, en el muy hipotético caso de que en algún lugar hubiera condiciones para que se produzca un fenómeno tan extravagante. Por lo tanto, en la medida que se asuman las necesidades de construcción, implantación y desarrollo de un nuevo paradigma revolucionario, no es de recibo suponer que ello acontecerá a partir de un iluminado centro de gravedad y luego de la reducción a polvo y vestigios de aquellos cuerpos a los que se concibe como periféricos. Nada permite concluir, en estos momentos, que las formas tradicionales que históricamente asumió el movimiento —paradigmáticas y cuasi paradigmáticas; anarcosindicalismo y “especifismo” respectivamente— puedan hoy incorporar y absorber a la variopinta constelación de expresiones nuevas y heterodoxas que se han desarrollado en las últimas tres décadas. Nada permite suponer, tampoco, que estructuras orgánicas largamente asentadas realicen un automático, vertiginoso y entusiasta acto de conversión y reciclaje que las asimile sin más a las expectativas de los agrupamientos generacionales más recientes.[29]»
C.A: Hace poco, se desató un nuevo debate a partir de un par de comunicados de los compañeros presos de la Conspiración Células del Fuego (CCF) en Grecia, que, sin la más mínima intención de perjudicarles moralmente —incluso, habría que subrayar que C.A. se siente cercana a sus posicionamientos—, debemos exponer que sus textos causaron cierta molestia entre muchos compañeros. El hecho de haber recurrido a una cita del autoritario Mao y mencionar a los llamados “tribunales populares” o “tribunales revolucionarios” (que, sin duda, son de claro signo marxista-leninista y se ubican a años luz del ideal ácrata) en uno de sus comunicados, suscitó un sinfín de comentarios en nuestros medios. ¿Qué podrías comentarnos sobre esta polémica?
Bueno, en realidad no se trató de una “polémica” en el sentido estricto de la palabra; más bien, podríamos hablar de un intercambio epistolar entre compañeros interesados en el desarrollo de la Tendencia Informal Anarquista y, preocupados en unificar criterios y despejar malentendidos y confusiones. Es cierto que a raíz de que se tradujeran (al italiano/español/inglés) un par de comunicados de los compañeros de la CCF presos en Grecia —donde, efectivamente, se citaba a Mao y se hacía referencia a los “tribunales revolucionarios”—, se formularon algunos señalamientos muy puntuales por parte de compañeros italianos, chilenos y mexicanos, pero que no se quedaron en el puro cuestionamiento burdo. Ese fue el detonante que originó un fructífero diálogo entre los compañeros y compañeras presas de la CCF en Grecia, nuestro Gabriel Pombo, varios compañeros italianos y algunos de los que por acá también nos preocupamos por estos desarrollos. Lógicamente, esta suerte de retroalimentación fue muy tortuosa dadas las condiciones de control y aislamiento en que se encuentran tanto los compas griegos como Gabriel, pero el resultado fue muy provechoso, ya que abordamos infinidad de tópicos y revaloramos términos conceptuales como “Lucha armada”, “Guerrilla”, “Frente”, “Federación”, “Revolución”, etc. Es lamentable que no pudiese prolongarse más —por las mismas circunstancias expuestas— aquél ejercicio pero, insisto, fue un intercambio muy provechoso que nos permitió consolidar definiciones y aclarar oportunamente algunos conceptos que, de no puntualizarlos a tiempo, pueden llegar a crear discrepancias y confusión. Desde luego, todo este acercamiento epistolar iba mucho más allá de los estrechos límites del simple intercambio de ideas y también le apostaba (y apuesta) a la articulación internacional de los grupos de afinidad anárquica, retomando los principios fundacionales del anarquismo de praxis. Vale subrayar el destacado papel que jugaron, en todo este proceso de diálogo entre afines, los compañeros del blog Culmine, en particular, nuestro compañero Stefano Fosco.
Por el lenguaje directo y la sinceridad con que escriben los compañeros griegos de la CCF, nos quedaba muy claro, tanto a Gabriel como a mí, su compromiso con la lucha ácrata; sin embargo, el uso de conceptos “ajenos” al “léxico anárquico”, había comenzado a provocar suspicacias en algunos afines y bien valía la pena atender estos comentarios antes de que se alimentaran los malentendidos. El empleo de términos “ambiguos” como «lucha armada», «guerrilla», «lucha de clases», «Frente Revolucionario» y, la desafortunada mención de los «consejos populares revolucionarios» (en alusión a los «tribunales revolucionarios») que «mañana juzgarán a los jueces que hoy llevan nuestro proceso», había despertado recelos y generado cierto desconcierto al interior de sectores implicados en el nuevo proyecto insurreccional anarquista.
Tanto Gabriel, como yo, estábamos convencidos que estos presuntos desatinos eran producto de cierta confusión teórica, de la carencia de debate interno y de una innegable frescura y no a consecuencias de un «intento de manipulación bolchevique» ni nada por el estilo. También era muy probable que algunas de estas confusiones fueran exacerbadas al momento de traducir, ante la escasez de términos adecuados en los diccionarios más comunes. Pese a ello, consideramos de vital importancia, aclarar todos los posibles malos entendidos y consensar criterios que no creen este tipo de galimatías innecesarios. Nos parecía que, después de toda la respuesta generada en amplios sectores de acción anárquica a nivel internacional y de los enormes esfuerzos de articulación que se han venido concretando a partir del llamado de la Conspiración de las Células del Fuego, debíamos de poner mucho cuidado y no echar por tierra todo lo que hasta el momento se ha logrado.
Con la intención de consolidar una crítica unitaria y la coordinación informal a nivel internacional, consideramos que era primordial elaborar un balance histórico que nos permita afilar el discurso antisistémico de cara al siglo XXI, haciendo énfasis en la autonomía individual, la organización mínima y la práctica consecuente, fundamentada en la acción directa y la conflictividad permanente. En este tenor de la autonomía individual, la organización mínima y la práctica consecuente, planteamientos como la conformación de la Federación Anarquista Informal (FAI) —a pesar del uso y el abuso del vocablo «Federación» al interior del anarquismo tradicional, particularmente por parte de la tendencia especificista—, resultan contradictorios con los principios mismos de organización mínima de la tendencia informal anárquica. Debemos recordar que el «surgimiento» de la Federación Anarquista Informal(FAI) en Italia, durante la última década del pasado siglo, no fue un llamado a la organización federativa, sino una buena broma, con tremendo sentido del humor, por parte de los compas insurreccionalistas italianos implicados en la propuesta de construcción de la Internacional Antiautoritaria Insurreccionalista. Dados los constantes ataques de la FAI oficial (Federación Anarquista Italiana), acusando a los compas insurreccionalistas de «provocadores», «agentes policiales» y «terroristas», éstos decidieron —a manera de burla— utilizar las mismas siglas (FAI) para «firmar» sus comunicados reivindicativos. El sólo hecho de usar las siglas de los inmovilistas ya es una provocación en sí misma que les obligaba a deslindarse y posicionarse. Por eso, cobraba lógica en el contexto italiano; sin embargo, cuando los compas griegos lo lanzan a modo de propuesta organizacional con proyección internacional, nos parece poco afortunado ya que puede interpretarse como un llamado a la organización de síntesis a través de la rígida propuesta federativa. Ya ni hablar del llamado a conformar el «Frente Revolucionario Internacional» que, sin dudas, nos evoca a los «Frentes Populares» de inspiración stalinista o a las cochinadas «frentistas» desarrolladas por los leninistas en Nicaragua (FSLN) y en El Salvador (FFMLN), hoy convertidos en partidos políticos electoreros, sumidos en la más vulgar corrupción y el enriquecimiento. Asimismo, la conformación de este “Frente”, generaba inquietudes y sospechas por parte de muchos compañeros afines que intuían equivocadamente la mano negra del anarcoleninismo (neoplataformismo) detrás de estos intentos de coordinación internacional. Sin embargo, la propuesta de extender la lucha internacional bajo el sugestivo título de Conspiración de las Células del Fuego, nos resulta totalmente plausible y atractiva y, ciento por ciento, consecuente, así como el magnífico llamado a conformar la Internacional Negra, integrada por todos los grupos informales de acción anárquica que así lo deseen alrededor del mundo.
En este sentido, considero que las certeras respuestas emitidas por los compañeros presos de la*CCF* de Grecia, en la entrevista que ustedes le realizaran recientemente, desvanece cualquier duda habida y por haber, cuando nos aclaran de manera contundente su real posicionamiento: «no tenemos el menor apego a las palabras. La comunicación a nivel internacional acarrea nuevas formas y posibilidades de lucha que, tal vez, requieren nuevas palabras para expresarnos. Estamos dispuestos a jugar con las palabras, con la única condición que estemos de acuerdo con su significado»[30].
Partiendo de esta premisa, entonces, revaloremos términos conceptuales como “Lucha armada”, “Guerrilla”, “Frente”, “Federación”, “Revolución” y —¿por qué no?— el uso y el abuso de la tan reiterada consigna «¡Por la extensión de la Guerra Social!». Por demás, un eufemismo muy mal maquillado que no hace otra cosa que llamar a la trasnochada “lucha de clases”. Compañeros: llamemos las cosas por su nombre y abandonemos de una vez el empleo de términos y eslóganes ambiguos. Nuestro llamado no es otro que la extensión del Caos y la Anarquía. Por eso luchamos con uñas y dientes.
C.A: Continuando en este mismo contexto, nos gustaría conectar la pregunta anterior con un tema que nos ocupa: Algunos grupos anarquistas en México y en Grecia, se han definido concretamente como “guerrillas-anarquistas”; para nosotros, aún teniendo en cuenta que el primer manual de guerrilla urbana fue escrito por un anarquista español (Abraham Guillén) exiliado en Uruguay, nos resulta incómodo el empleo del término ya que no compartimos el modo de operar ni el esquema organizativo de las guerrillas, más bien, entendemos que es necesario sólo tomar lo que es funcional al ataque sin caer en la especialización absoluta o el vanguardismo. ¿Cuál es tu perspectiva en torno a la organización informal anarquista en contraposición con la guerrilla urbana o rural? ¿Consideras “adecuado” definir a un núcleo de acción anarquista como “guerrilla anarquista” o piensas que la acción anarquista debe de partir de otra perspectiva?
Ante todo, hay que señalar que asistimos a un “movimiento” anarquista esencialmente juvenil, carente de modelo de organización y acción, que continúa atado a una elaboración teórica considerablemente rezagada respecto a nuestras necesidades actuales, lo que, lógicamente, ha generado el estado de confusión que hoy nos ocupa. Desde luego, sin el afán de buscar «culpables», tenemos que reconocer que esta monumental confusión en la que nos encontramos inmersos, es responsabilidad directa de los sectores más retrógrados del anarquismo que han optado por mantener inamovibles los esquemas tradicionales de organización y acción, haciendo gala de un conservadurismo propio de las posturas reformistas que caracterizan a los círculos especifistas y al sindicalismo libertario.
Aclarado esto, quisiera compartir algunas reflexiones en torno a la denominada “guerrilla anarquista”: Considero que un núcleo de acción anarquista no tiene porque recurrir a prácticas y formulaciones arcaicas y hasta ajenas a nuestros fines, para poner en práctica la insurrección cotidiana y la conflictividad permanente. Por el contrario, tendría que partir de un espléndido despliegue de creatividad y descubrimiento, haciendo énfasis en nuestra voluntad de vivir frente al imperio de la muerte. Para ello, deberá encausar sus fuerzas a la destrucción de todo lo existente; alejado de la repetición mecánica y las distorsiones ideológicas; enfocado en la realidad concreta, sin otro horizonte que no sea el que nos asigna el despiadado ejercicio de la crítica del Poder y la enjundiosa ética de la libertad. De no ser así, se corre el riesgo de desviar el objetivo y caer en superlativas contradicciones teórico-prácticas que en nada ayudan al desarrollo de un nuevo paradigma anárquico y su consecuente proyección.
El alcance de la insurrección cotidiana y la conflictividad permanente no puede aquilatarse a través del enfrentamiento armado, sino mediante el ritmo y el grado de extensión del Caos y la concreción de la Anarquía (la incineración de la mercancía, la destrucción de los centros de producción, la parálisis económica, la deserción de los roles, el fin de las obligaciones, la secesión de la vida cotidiana, el termino de la “normalidad”). Ninguna guerrilla —por muy anarquista que se asuma o muy eficaz que se pretenda— podrá jamás regalarnos esta certeza. De tal modo, el tema de la denominada “guerrilla anarquista” indirectamente se encuadra en la misma tesitura de la visión retrógrada que hemos venido criticando, propia de los sectores del “movimiento” anclados al pasado que se niegan a actualizar la crítica y a elaborar un nuevo andamiaje teórico-práctico.
Claro está, habría que destacar también el origen militarista del término. La “guerrilla” es un eficaz instrumento de guerra, constituido por partidas minúsculas de combatientes concebidas para golpear al enemigo en una conflagración asimétrica mediante la “hostilidad constante”, empleando para ello el “factor sorpresa” en el ataque, la “movilidad” que otorga el desplazamiento de destacamentos irregulares y la “improvisación” permanente. La suma de estos cuatro factores (hostilidad, factor sorpresa, movilidad e improvisación) compensa la inferioridad numérica y la debilidad de fuego con su capacidad de acción frente a un enemigo bien pertrechado pero inmovilizado por el lento desplazamiento de unidades militares con gran densidad de tropa y armamentos pesados.
La táctica militar conocida como “guerra de guerrillas” tuvo su génesis en la España del siglo XIX como exitoso método de lucha empleado para repeler la invasión de las tropas napoleónicas, aunque algunos historiadores ubican las primeras escaramuzas guerrilleras en la remota toma de Canaán por los Judíos y en las hostilidades de las tribus persas a las tropas invasoras de Alejandro Magno. Durante las denominadas luchas anticoloniales o independentistas a lo largo y ancho del continente americano también se empleó la «guerra de guerrillas», destacando la llamada Revolución Norteamericana —que concluyera con la independencia de los Estados Unidos del imperio británico—, donde el empleo de guerrillas apoyadas por Francia y España, desempeñaría un papel determinante. Así mismo, volvió a emplearse esta táctica en el transcurso del siglo XX, practicándose como método de hostigamiento contra las tropas golpistas del general Franco, por parte de grupos anarquistas dedicados a la resistencia armada. Igualmente, durante la ocupación nazi-fascista de Europa, infinidad de grupos de partisanos fueron creados con el auxilio de Inglaterra para combatir al enemigo en su terreno.
La irradiación que generara el triunfo del movimiento nacionalista comandado por los hermanos Castro en la mayor de Las Antillas, volvió a poner en boga, a finales de la década de los años cincuenta del pasado siglo, la “guerra de guerrillas” como método de lucha. La teoría del “foco guerrillero”, popularmente conocida como “foquismo”, fue desarrollada por Ernesto «Che» Guevara (“La guerra de guerrillas”, 1960) y Jules Régis Debray (“Revolución en la Revolución”, 1967), a partir de la sistematización de la llamada “experiencia cubana”, sirviendo de andamiaje político-militar a los llamados movimientos de liberación nacional en América Latina y a las luchas anticoloniales en territorios afro-asiáticos, produciendo la independencia del colonialismo europeo en la región y el nacimiento de nuevos Estados nacionales.
Sin embargo, cuando le rotulamos el calificativo “ajena” a la “guerrilla” (evidentemente, en referencia a nuestros principios y objetivos) no nos estamos limitando al origen militarista del término y sus implicaciones. Su «alejamiento» es evidente, incluso en los propios desarrollos más próximos a nuestras tiendas. Tal es el caso de las reflexiones de Abraham Guillén. Si hoy leemos las elucubraciones del incansable anarcosindicalista, no sólo percibiremos el natural tufillo añejo de sus consideraciones —ubicadas en los albores de la segunda mitad del siglo pasado, en plena “guerra fría”— sino que encontraremos las típicas contaminaciones que distinguen a esa época dada, marcada por la imposición de una agenda determinista e inapelable que aseveraba el inminente “triunfo del Socialismo sobre la faz de la Tierra”.
El propio Guillén, años más tarde, terminará por reconocer estas “contaminaciones”. En más de una ocasión, me compartiría su consternación ante el trágico derrotero de estos contagios. Evidentemente, las influencias de la ideología socialdemócrata —con sus conceptualizaciones (“nacionalismo revolucionario”, “anti-imperialismo”, “justicia social”, “sectores progresistas de la sociedad”, “frente unido democrático”, “la liberación del pueblo trabajador”, “poder popular”, etc.)— también habían hecho mella en nuestras tiendas (y continúa haciendo). Estos estragos no sólo estarían presentes en las obras de Guillén sino en las mismas reflexiones del Grupo Primero de Mayo[31] y de tantísimos grupos guerrilleros anarquistas que se manifestaron durante la década 69-79 del siglo pasado. Desde luego, no podemos sacar de contexto estas experiencias. Mucho menos abordarlas desde la crítica «moralizante». La “contaminación” ideológica de entonces era incuestionablemente producto del aprendizaje práctico de un sector dinámico del anarquismo, empeñado —en cuerpo y alma— en la liquidación definitiva del inmovilismo apoltronado en nuestras tiendas desde la derrota del anarcosindicalismo.
Sin duda, estas “contaminaciones” ideológicas se verificaban en todos los bandos implicados en la crítica armada, lo que en su momento le conferiría un contundente ataque, de parte de los marxianos más recalcitrantes, a los agrupamientos armados de signo guevarista que desarrollaban su actividad guerrillera en áreas metropolitanas, particularmente en Europa, Canadá y EE.UU, influenciados por las reflexiones de Guillén. Conocidas configuraciones guerrilleras urbanas como los Weathermen, el SLA, el BLA, la RAF, y, aquí en México, la Liga Comunista, fueron diagnosticadas entonces como “enfermitos”, portadores del “Síndrome anarquista”, por su propensión a la confrontación con el aparato burocrático-policial del Estado.
“Estrategia de la guerrilla urbana” (1966), “El error militar de las izquierdas”, “Evaluación de los Tupamaros Uruguayos”, “Lecciones de la guerrilla latinoamericana” y un sinfín de textos elaborados por Guillén, hoy se ostentan como indiscutibles «lecciones» a capitalizar. Leídos en perspectiva, nos aportan infinidad de insumos que nos permiten comprender a cabalidad los diferentes escenarios sociales, políticos y económicos de los conflictos y conflagraciones donde se desarrolló la «guerra de guerrillas» como estrategia de lucha. Igualmente, nos ofrecen la oportunidad de reconocer errores que tendremos que tomar en cuenta al momento de realizar nuestro inminente corte de caja. Así mismo, nos regalan puntuales críticas al castrismo y al guevarismo que debemos reconocer por su innegable clarividencia. Sin embargo, si hacemos esta lectura sosegadamente, identificaremos la presencia de concepciones «continuistas» y «recuperadoras», propias de ese “anarquismo de transición” que caracterizó a esos años de desvarios y retrocesos, que nada tienen que aportar en nuestros días.
Afirmaciones tales como «Hay que hacerse cargo de la sociedad sin la burguesía ni la burocracia, pero demostrando que se puede alcanzar más productividad y libertad, que se lleva adelante la revolución científico-tecnológica, la plena mecanización y electrificación de la agricultura, la integración industrial para que las unidades grandes y especializadas de producción asimilen a miles de ingenieros y de computadoras, puestas al servicio de la cultura popular y del desarrollo económico y tecnológico, la conquista del espacio cósmico, la explotación integral de la energía atómica, el saneamiento del medio ambiente infectado por la industria capitalista, que busca de inmediato la ganancia, la creación de un socialismo de autogestión en que el pueblo sea el sujeto de la historia, sin falsos redentores que se queden con la plusvalía[32]». O el llamado a la conformación de un “Frente Amplio pero revolucionario”, donde se aconseja que «la revolución latinoamericana debe revestir un frente amplio de clases oprimidas, arrastrado por una vanguardia armada de guerrilla armada y rural combinadas, hasta que la minoría activa se convierta en partido de la mayoría insurgente. Un frente unido popular que dé cobertura a las guerrillas, debe ir desde los curas y los católicos rebeldes hasta los anarquistas, a fin de que la guerrilla cuente con la ayuda del ochenta por ciento de la población latinoamericana, lo cual le dará la victoria militar sobre los ejércitos cipayos y también sobre la posible intervención de los generales del Pentágono.[…]El catolicismo desaburguesado, antiimperialista, puede construir una base fundamental de la revolución latinoamericana, uniendo a la revolución continental la reforma religiosa, a fin de que lo profano y lo divino se unifiquen plenamente. Los sacerdotes deben ser especialistas, científicos, hombres útiles ligados a comunidades cooperativas, de autogestión, a fin de estar al lado del pueblo y servirlo útilmente. Y en los días de ocio pueden administrar su iglesia, predicar sus doctrinas libremente; es necesario, pues, que la Iglesia se acerque al pueblo, como en los tiempos de Cristo, pero desburocratizada, desjerarquizada»[33]. Sólo nos revelan la enorme desesperación y el grado singular de frustración que caracterizó a esa época; sin embargo, habría que aclarar que Guillén, en el marco histórico que le es propio, sólo puede provocarnos admiración y reconocimiento mucho más allá del debacle teórico-práctico que haya provocado con la puesta en práctica de esa variación/corrección poco original de “La guerra de guerrillas”.
Ya ni hablar de aquella desatinada tesis con la que certificaba que «el revolucionario no es un autoelegido, un improvisado, sino un hombre que no puede sustraerse a cumplir su destino revolucionario, teniendo la estrategia de un Napoleón, el alma de un Cristo, la capacidad mental de un Marx y el espíritu revolucionario de un Bakunin. Se dirá que es difícil que un hombre reúna esa capacidad; pero las grandes crisis crean los hombres; las revoluciones hacen milagros. El genio es el fin de la historia como expresión de un pueblo».[34] Estas aseveraciones no sólo nos muestran hoy su anacronismo sino que además, recalcan su condición de discurso “<ajeno” a nuestros principios y fines.
Desde nuestra visión rupturista que invita a pensar un anarquismo postclásico capaz de ofrecer nuevos itinerarios —comprometido con la destrucción absoluta del sistema de dominación y la liberación total—, la nefasta ideología de la “lucha armada” sólo puede conducirnos a la dictadura de su vanguardia y al gregarismo más elemental. De ahí nuestro natural distanciamiento y la pertinaz distinción entre “vía armada” y “lucha armada”. La “vía armada”, además de no renunciar a la violencia refractaria como único método factible para confrontar la violencia sistémica, nos brinda la auspiciosa posibilidad de apuntar nuestras armas contra las ideologías, incluida la ideología de la “lucha armada”. La “lucha armada” es una estrategia de guerra históricamente utilizada por un sinnúmero de proyectos políticos generalmente encaminados a la toma del Poder. El uso de las armas no implica en sí el carácter o el signo ideológico de dicho proyecto. Incontables organizaciones políticas de la mano del programa socialdemócrata, continúan empleando en la actualidad la estrategia guerrillera. Sencillamente, utilizan las habilidades militares como técnica de coacción para sustentar sus demandas. La política también puede consumarse mediante el uso de las armas. Este axioma, sin duda, revalida la máxima del general prusiano Carl von Clausewitz: «La guerra es la continuación de la política por otros medios». Pero, a diferencia del otrora director de la Academia Militar Prusiana de Berlín, los anarquistas somos apolíticos. No nos interesa continuar con la política por ningún medio.
La socialdemocracia nos presentan la “lucha armada” como la forma superior de las conflagraciones sociales (o, para ser más precisos, inscribámoslo en clave marxiana: «La guerra civil es la máxima expresión de la lucha de clases.»). Sin embargo, estas consideraciones únicamente aplican para aquellos interesados en constituirse en partido armado con la inmutable decisión de tomar el poder del Estado; lo que explica la presencia anticipada de las tristemente célebres “cárceles del pueblo” y los llamados “tribunales populares”. La usurpación de funciones pone en evidencia los verdaderos objetivos de la lucha: la sustitución de un Estado por otro.
La ruptura insurreccional no puede reducirse a la “lucha armada”, a no ser que se pretenda limitar el vasto campo de beligerancias y contingencias que ofrece la manumisión de todas nuestras pasiones, restringiéndose a la utilización acotada de algunas herramientas que invariablemente desembocan en el estrepitoso retroceso de nuestras aspiraciones.
C.A: ¿Cuál sería tu crítica al espectro anarquista insurreccional en México? Según tu criterio, qué nos ha impedido avanzar en el aspecto “cualitativo”.
Ante todo, como bien apuntan los compañeros chilenos, considero que: «Sólo una acción puede criticar otra acción, lo demás es palabrería». Con esto quiero dejar en claro que nuestras críticas no deben construirse a partir de la observancia y las reflexiones abstractas de algún cagatintas con ínfulas libertarias, sino que nuestra crítica ha de elaborarse siempre como el resultado de la práctica y la lectura de esa práctica. Desde la acción directa, la conflictividad permanente, la expropiación, el ataque antisistémico y la solidaridad directa con nuestros compañeros presos, es dónde debe construirse nuestra crítica y fortalecerse a través del debate y la discusión entre compañeros y afines.
Una vez dicho esto, debemos destacar que, de nuestra parte, no existe una “crítica” específica a la práctica insurreccional anárquica en México, sino que todas las posibles críticas a este particular accionar se enmarcan en el mismo punteo de observaciones que hemos venido señalando a toda la tendencia en su conjunto, haciendo énfasis en su multiforme desarrollo. Es decir, en el “caso México” al igual que en el resto del mundo, los impedimentos en el avance cualitativo los tenemos que ubicar en esos problemas “congénitos” que mencionábamos antes, que continúan acarreando la misma “ambigüedad” de base que ha venido arrastrando el anarquismo por siglos. O sea, esa suerte de “bipolaridad” que insiste en conjugar el componente individualista —con marcado hincapié en el placer y la insurrección cotidiana antisistémica desvinculada de todo conflicto social— con la perenne apelación al despertar de la servidumbre voluntaria y la “radicalización de las luchas sociales”. O lo que es lo mismo, el permanente desfase entre los secuaces de la “insurrección individual” y los partidarios de la “insurgencia social”.
En este sentido, tanto en México como en el resto de Latinoamérica, debemos comprender la dimensión real que cobra toda la contaminación ideológica y las influencias del enemigo. La socialdemocracia electorera y la socialdemocracia armada han contagiado a amplios sectores de las luchas con toda su bazofia izquierdista, nacionalista, obrerista y populista, usándonos directa e indirectamente como carne de cañón para sus fines, diametralmente opuestos a nuestros objetivos de destrucción definitiva y liberación total. Librarnos de todas estas debilidades es una tarea inmediata para avanzar cualitativamente y concretar la proyección anárquica.
C.A: ¿Qué opinas de la convocatoria de los compañeros griegos e italianos de conformar una Internacional Anarquista que aglutine a todas las individualidades anárquicas de praxis y a los grupos informales de acción; la denominada Internacional Negra?
Considero que es una excelente iniciativa si no se separa de la praxis anárquica y degenera en la acostumbrada congresitis y el inmovilismo burocrático que caracteriza a las vergonzantes*Internacionales* “anarquistas” —quizás también habría que entrecomillar lo de “internacionales”̶ que conocemos. Una Internacional Anárquica no tiene otra utilidad que la de constituirse en herramienta de coordinación práctica entre las y los anarquistas de praxis, que brinde los mecanismos necesarios para concretar la solidaridad directa, el fortalecimiento y la extensión del ataque anárquico a lo largo y ancho del mundo. En ese sentido aplaudo enérgicamente esta iniciativa.
Me parece importantísimo establecer una coordinación mucho más estrecha entre las individualidades anarquistas y los diferentes núcleos de acción ácrata, que realmente aporte elementos tangibles a la proyección anárquica. Y, desde luego, también celebro la propuesta de nombre. ¿Qué mejor homenaje a nuestros compañeros de praxis que antaño dedicaron sus vidas al combate anárquico en aras de la destrucción total de la dominación y la Libertad irrestricta, que retomar la antorcha de la Internacional Negra en el espíritu del Congreso de Londres de 1881? Sin duda, es la mejor manera de enaltecer al anarquismo de praxis, silenciado a exprofeso, inescrupulosamente vilipendiado y condenado al olvido, por parte de los sepultureros de la Libertad que, paradójicamente, se reclaman hijos de la Acracia y posan de libertarios.
C.A: A finales del pasado año se centró una maniobra de ataques en tu contra y en contra de algunos de los grupos antiautoritarios de acción antisistémica en México por parte de obscuros personajes de la izquierda desde los llamados “medios alternativos”, llegando incluso a sumarse a estos intentos de difamación algunos pretendidos “anarquistas”. Afortunadamente, desde varios países donde radican grupos de acción anarquista se manifestó una campaña de solidaridad que respondió oportunamente contra estos ataques, acallando las calumnias ¿Qué podrías comentarnos al respecto?
Considero que retomar este tema es prestarle una importancia desmedida a toda esa escoria socialdemócrata, abriéndoles la puerta para que arremetan de nueva cuenta con su sarta de calumnias e improperios. Sin embargo, les agradezco la oportunidad de dilucidar entre afines el porqué de estos ataques intrínsecamente asociados al modus operandi de este partido, predestinado a confundir, desprestigiar y obstaculizar nuestro itinerario. Ese es el papel histórico de la izquierda. Por eso, reitero que estas puntualizaciones han de darse entre afines. No tenemos NADA que debatir y, mucho menos, que explicar a nuestros enemigos. Caer en sus juegos perversos sólo nos conduce al desgaste y nos expone a la represión.
En realidad, si nos situamos en perspectiva al momento de analizar los hechos, comprobaremos que este ridículo ataque contabiliza la agresión millón sepetencienta contra el anarquismo. Guardando las debidas distancias, esta nueva embestida socialdemócrata, nos recuerda las cobardes acusaciones contra nuestro Severino Di Giovanni, señalándolo como “agente” de la dictadura de Mussolini; o las ignominiosas imputaciones contra Emma Goldman que aseveraban que la legendaria anarquista había recibido 30 mil dólares por escribir su testimonio sobre las atrocidades de la dictadura bolchevique; o las difamaciones contra Néstor Makhno que aseguraban que el anarquista ucraniano actuaba “al servicio de los interés imperialistas”; o las calumnias contra Renzo Navatore acusándolo de «fascista»; o los constantes oprobios y descalificaciones contra los anarquistas cubanos por denunciar el absolutismo castrista; o las persistentes infamias contra Alfredo Bonnano, que intentan presentarlo como un gánster. Si fuéramos a hacer caso de todo lo que se dice, nuestros mejores compañeros, serían un ato de espías y cipayos y, aquellos que más han aportado a la Anarquía, una banda de traidores indignos de nuestro respeto y aprecio. Y bueno, sobre esa misma urdimbre tenemos que colocar los ataques y las descalificaciones actuales, teniendo en cuenta, desde luego, que yo soy un “comemierda” insignificante —como dirían en mi barrio— sin la menor pretensión de hacer historia ni de emular la gigantesca obra realizada por los antemencionados.
Hace exactamente un año, inició el rodaje de esta “nueva” película de zombis contra vaqueros, con la solicitud, en septiembre pasado, de mi expulsión como “colaborador” del portal electrónico Kaos en la red[35], por parte de una cagatintas, defensora a ultranza de las tretas de los hermanos Castro en la isla caribeña, que me acusa de mantener nexos con grupos terroristas «alentados por la CIA y la USAID que pretenden desestabilizar a Cuba». En pocas palabras, este obscuro personaje, repetía el tedioso culebrón —escrito y dirigido por los jerarcas de La Habana—, que señala como “agente del imperialismo” a todo aquel que confronta a esa suerte de nacionalsocialismo bananero y le denuncia en todas las tribunas.
Hasta ahí, no pasaba de ser la típica llovizna sobre lo mojado: las acostumbradas acusaciones de “gusano”, “contrarrevolucionario”, “anticastrista”, “agente de la CIA”, “lacayo del imperialismo”, “mercenario de la mafia cubanoamericana” y algunos otros epítetos de similar calibre. Sin embargo, continuaron dándole cuerpo a la bazofia y poniendo por escrito su verborrea y un buen día, comenzaron a difundirla desde “Noticias de la Rebelión”. Así, una mañana de diciembre del pasado año, hicieron público un “comunicado” signado como Colectivo Noticias de la Rebelión, pero evidentemente redactado por un desafortunado ser mono neuronal que firma sus quesadillas tóxicas bajo el creativo seudónimo de Checa García, donde cobardemente se afirma: «creemos que gente como Gustavo Rodríguez están marcando tendencia al interior de algunas organizaciones insurreccionalistas y eco-anarquistas, y que esa tendencia no ayuda en nada al movimiento anarquista y mucho menos a la lucha contra el Estado y el capital[36]». (Sic.)
Evidentemente, pretendían inaugurar una campaña de desprestigio contra los núcleos de acción insurreccional anárquica y los grupos eco-anarquistas que asumían su radical novedad lanzando por la borda toda la pestilencia izquierdista, reivindicándose informalistas y anarquistas de praxis. Con este fin, Noticias de la Rebelión envió sus calumnias a todos los medios de contrainformación anarquista y para su sorpresa sólo se hicieron eco de sus infamias La Haine, A las barricadas y una que otra entelequia satelital de la órbita anarco-leninista. Todos los portales anarquistas de praxis los mandaron literalmente a cagar y se negaron rotundamente a publicar sus oprobios e inmediatamente, se dieron a la tarea de denunciar la puesta en marcha de esta miserable campaña. Tal fue el caso de Liberación Total, Rojoscuro, Viva la Anarquía,Material Anarquista, Culmine y un prolongado etc.
Lo realmente reconfortante y alentador, en medio de toda esta comedia, han sido las efusivas y exuberantes muestras de solidaridad expresadas desde todos los confines. Grupos anarquistas de Argentina, de Bolivia, de Chile, del Estado español, Grecia, Italia, Indonesia, Venezuela e incluso desde la misma Cuba (y a pesar de todos los controles e impedimentos para el acceso al Internet en la Isla) manifestaron públicamente su solidaridad. Qué decir de nuestro entrañable Gabriel Pombo y otros hermanos presos, que ni siquiera los muros, las alambradas y los barrotes consiguieron acallar su tajante solidaridad frente a la ignominia.
Pero en definitiva, lo verdaderamente estimulante, es poder constatar el inminente desguace del izquierdismo y la pérdida tendencialmente progresiva de la credibilidad de su discurso. Si en los años 60, 70 y 80, se hacía evidente la hegemonía socialdemócrata y la acentuada penetración del discurso leninista en nuestras tiendas —mediante el simulacro de consensos, alianzas inexistentes y la imposición de su agenda—, estas ideologías hoy se revientan contra la avidez y la voracidad de realización anárquica. Por eso, sus injuriosas palabras caen en un costal sin fondo. Se pierden en las cloacas cibernéticas sin que quede el más remoto registro, se diluyen sin cauce alguno en un mar de especulaciones. Se reconocen como estrategias de poder y como tal son contestadas. Siendo así, los niveles de frustración acumulados por estos impresentables, hoy se traducen en nuestro mayor regocijo.
Hoy el anarquismo de praxis recupera actualidad, recobrando su natural talante transgresor y ubicando su itinerario mucho más allá de cualquier contubernio, de cualquier alianza, de cualquier compromiso, en tanto refutación radical de todas las formas de dominación. Se erige como respuesta refractaria ante todos los modelos conocidos de organización social, se levanta como contestación insumisa frente a todo Poder.
C.A: En el transcurso del circo electorero, se puso en marcha desde los círculos izquierdistas, un “movimiento” predominantemente estudiantil donde confluyen fracciones de la denominada “Otra campaña”, grupos y organizaciones leninistas y jóvenes simpatizantes de MORENA (Movimiento de Regeneración Nacional), que, en vez de llamar al abstencionismo consciente contra el circo electorero, convocaron a la participación electoral y, veladamente, indujeron al voto a favor de Andrés Manuel López Obrador ¿Qué opinas de este pretendido “movimiento”, Yo Soy 132? ¿Cómo ves el sorprendente viraje que se ha registrado en la «Otra Campaña» y su llamado a sumarse a la denominada “lucha contra la imposición”?
Sin duda alguna, el show ha estado bueno. Ahora sí no se han medido. El espectáculo pirotécnico es digno de antología. Hasta se trajeron a la rock star del leninismo chileno. No supimos muy bien si la invitación de Camila Vallejo corrió por la UAM-Xochimilco o si, como se murmura, fue Encinas quien se mochó con los gastos. Lo cierto es que la socialdemocracia no cesa en sus propósitos distractores. Su labor recuperadora tampoco descansa. Eternamente al servicio de la dominación: confundiendo, obstaculizando, desviando, pacificando, domesticando, neutralizando, institucionalizando, anestesiando, civilizando, ciudadanizando… Siempre dispuesta a andar por los caminos trillados, lista a promover las travesías circulares y a recorrer las anodinas alamedas de la falsa consciencia.
Mi opinión sobre el “movimiento” Yo soy 132, necesariamente se inscribe en la crítica al “ciudadanismo”. Es decir, considero que cualquier abordaje crítico que hagamos al *Yo soy 132*tenemos que hacerlo desde una visión de conjunto mucho más amplia, en el marco del análisis de este nuevo look de la socialdemocracia internacional. Evidentemente, la nueva cara pública de este ente recuperador de las luchas es la ideología ciudadana. Y, como es lógico, sus partidarios domésticos también se incorporan a esta renovación de rostro que hoy se extiende por todas las capitales del mundo bajo el mismo slogan publicitario: Ocuppy!
Por allá del mes de julio del pasado año, compartíamos algunas reflexiones en torno a los verdaderos fines de la ideología ciudadana y establecíamos la analogía entre la “indignación” del 15M —puesto en escena mediante la ocupación de plazas en el Estado español— y el “estamos hasta la madre” del ciudadanismo criollo —que se ha venido manifestando por estas latitudes hasta concretarse en Yo soy 132— y, concluíamos que: «Las acampadas de “indignados” en el Estado español y las marchas y caravanas del “estamos hasta la madre” criollo, son los anhelados cimientos de los nuevos puentes de diálogo con el poder. La ciudadanización de la protesta lleva implícito sus límites. La ponderada “ciudadanía” es la muchedumbre domesticada: la masa subordinada al Estado. Por eso la protesta ciudadana no busca enfrentar al sistema de dominación, mucho menos pretende destruirlo, sólo trata de colaborar en su actualización y reacomodo, de ahí, su obsesiva insistencia en la “participación” y en las reformas. Lo que quiere es maquillar al sistema de dominación. Ayudar a cambiarle el semblante, dotarlo de un rostro más “humano”. La “Democracia Ya” es la transformación cosmética de la “democracia realmente existente”. El “estamos hasta la madre” es la mutación estética del espectáculo que prolonga el simulacro. La “sociedad civil” es el gran artífice de esta farsa. Se impone la sumisión democrática. Ya no tendrá que ser destruido el Estado-capital sino será socorrido con la participación de todos, siempre y cuando, éste prometa el retorno al añorado Estado benefactor. […] De abreviar el camino hacia más capitalismo y hacia el Estado todo poderoso, se encargará el izquierdismo —para ello, cuenta con la bendición del negrismo y el apoyo incondicional de la chomskymanía— auspiciando la quimera triunfalista a través del diálogo y la participación e invitando a la autogestión de la opresión.»[37].
Un año después, nuestros comentarios cobran actualidad. El izquierdismo se ha encargado de acortar la brecha hacia más capitalismo y se prepara para consolidar el Estado *todo poderoso*mediante la transformación cosmética de la democracia realmente existente. Sin embargo, lo verdaderamente preocupante del avance de la socialdemocracia y la imposición de su ideología ciudadana, es el grado de penetración que ha venido alcanzando el “ciudadanismo” al interior de nuestras tiendas. Ésta no sólo se verifica en México con los constantes coqueteos del llamado “anarquismo organizado” hacia los impulsores de semejantes maniobras, sino que también se comprueba en Europa —principalmente en el Estado español— y en los Estados Unidos. Lamentablemente, estos sectores libertarios han decidido hacerle los mandados al Estado y entablar la competencia con la Iglesia, las ONG’s y demás asociaciones caritativas. Sin duda, deja mucho que desear este “anarquismo” que se muestra demasiado radical para engrosar las filas de la dominación y actúa excesivamente conservador para sumarse al caudal avasallador de la destrucción anárquica.
De nueva cuenta, nos queda bien claro la presencia de “dos anarquismos”. Uno, avocado a ponerle fin a la dominación y su régimen de muerte sin “más sed que la destrucción” y; otro, interesado en la transformación del sistema de dominación, persuadido de poder “construir con unos materiales podridos sobre la carroña” una sociedad más justa (¿o un capitalismo más humano?). Esta bifurcación del camino que ahora se agiganta ya era evidente en el siglo pasado —aunque sus orígenes, como hemos señalado, son tan antiguos como el anarquismo mismo. Unos, tomaran la ruta de reafirmación de la praxis anárquica. Otros, perderán la brújula y verán estrecharse la luz de la brecha que transitan hasta imposibilitarles el paso a la liberación total. Los primeros, continuaran ensanchando su camino con el pecho y arrancando a su paso la maleza; así, ratifican orgullosos ser hijos indomables de la Acracia. Los segundos, quedarán empantanados en el trillo y comenzaran a ostentar su inmovilismo; optando por el cambio de casaca y acomodándose más a la etiqueta “libertario” que al término “anarquista”.
En cuanto al “viraje” de la*Otra Campaña* y su llamado a sumarse a la denominada “lucha contra la imposición”, sólo quisiera acotar algunos puntos. En primer lugar, este llamado a sumarse a las querellas “ciudadanistas” que lanza la**Otra Campaña** (y su implícita aceptación de las reglas del juego democrático representativo), axiomáticamente contradice su razón de ser —es decir, sus aspiraciones a convertirse en un ente aglutinante de las fuerzas extraparlamentarias que se negaban a participar del circo electoral— pero, definitivamente, no podemos registrarlo como un “viraje” en el curso de esa entelequia política sino como parte de su natural desarrollo. No es la primera vez que señalamos los desvarios político-ideológicos del EZLN. Tampoco somos los únicos que desde el anarquismo concebimos su estrategia dentro de los cánones de la socialdemocracia “armada”. Por lo tanto, no tendría porque sorprendernos su nuevo acomodo. Ya se veía venir con el “voto de silencio” del Subcomediante y la ausencia de críticas al “candidato de las izquierdas”, pese a ser el mismo personaje inmundo que hace 6 años acusaban de corrupto, autoritario y demagogo, vendido «a los intereses de los poderosos». Este cambio en el guión, adelantaba el trágico suicidio de la Otra Campaña, de forma similar a como terminara sus días el finado Frente Zapatista. Y pondría en evidencia —una vez más— el papel de distractor y la labor recuperadora de esa alineación política.
C.A: ¿Cómo visualizas el escenario poselectorero en México y cuál consideras que debe ser la reacción de los grupos de acción anarquista ante los hechos?
Es bochornoso el escenario, con turbas de leninistas empuñando banderas negras en las manifestaciones de la denominada “lucha contra la imposición” y la presencia de pretendidos “anarquistas” en cuanto circo socialdemócrata se levanta —desde la llamada *Alianza Revolucionaria*hasta la delirante “Convención contra la imposición”.
Cualquier aprendiz de ácrata sabe que la democracia es precisamente eso: la imposición de las mayorías otorgándole el Poder a una minoría por la gracia de la Constitución. Esa es la dictadura del voto. Bakunin lo expresa de manera insuperable: «El sufragio universal es el medio más adecuado para hacer que la masa colabore en la construcción de su propia prisión». Entonces ¿qué carajo pueden hacer los anarquistas en este nuevo circo multipistas que monta la socialdemocracia? Sólo podrán aceptar el papel de payasos. Y bueno, parece que algunos ya han comenzado a lustrar sus zapatones, a ensayar el maquillaje, a desenredar la peluca y agujerear la pelotita roja donde esconderán sus narizotas.
En realidad, la única reacción posible de los grupos de acción anárquica y los anarquistas de praxis —ante tamaña comedia surrealista— es ponerse a implorar, con devoción y frenesí, a San Ravachol,a San Henri y a San Severino,suplicándoles que llegue pronto a su fin estas riñas intestinas por el Poder y que concluya de una vez por todas todo el ensamble pirotécnico que han desplegado como parte de su estrategia distractora. En este escenario no imagino otra reacción por parte de los grupos de acción anarquista y los compañeros afines.
Claro está, también podríamos exhortar al atentado, a la eliminación física del excandidato del llamado “movimiento progresista” con la clara intención de provocar a sus seguidores, concretando una “insurrección generalizada”. Ahí sí, tendríamos mucho qué hacer los anarquistas, no porque vislumbremos “posibilidades revolucionarias” ni porque depositemos expectativas en los cacareados “cambios” y “transformaciones” que tanto pregona la socialdemocracia, sino porque tendríamos la posibilidad maravillosa de extender el Caos y concretar esos momentos efímeros en que cobra vida la Anarquía. Expropiaríamos miles de bancos. Incendiaríamos cientos de fábricas, bodegas, supermercados, iglesias, centros comerciales. Dinamitaríamos comisarías, juzgados, secretarías y demás edificios públicos. Derribaríamos muros, cercas y alambradas. Destruiríamos prisiones y psiquiátricos. Desataríamos nuestras pasiones y nos consagraríamos al goce de la Libertad irrestricta. No importa lo que nos dure, lo que realmente nos concierne es concretarlo.
Naturalmente, sabemos que esta actuación de las “masas” es muy poco probable. La servidumbre voluntaria está bien amaestrada y sabe que a Rey muerto, Rey puesto y, lo único que realmente le interesa a la “multitud” —instalada siempre en su lógica clientelar—, es tener un nuevo Amo ante quien doblegarse nuevamente y reconocerse como súbdito. Por eso, aún en el hipotético caso de que se desencadenara una sublevación de tamañas proporciones, debemos de ser conscientes que será la servidumbre voluntaria, la que inmediatamente se constituirá en milicias, sirviendo de carne de cañón si fuese necesario, con tal de restablecer el Orden y asfixiar la Libertad para salvaguardar al sacrosanto Poder por los siglos de los siglos. **Los tiranos son el producto de los esclavos y sólo crecen frondosos en el terreno abonado de la *servidumbre voluntaria*** .
Recuerdo que hace unos cuantos años, le propusimos en tono burlón al Subcomediante Marcos, poner en marcha algo similar con el fin de concretar la extensión de la lucha: ejecutar al cura Samuel Ruíz para provocar el levantamiento iracundo de todos sus adoradores, a lo que el jefecillo guerrillero respondió esbozando una breve y forzada sonrisa. Indudablemente, a ningún líder por muy subversivo que se asuma le agradan las elucubraciones en torno a posibles atentados o potenciales magnicidios.
C.A: ¿Actualmente estás involucrado en algún proyecto editorial?
Digamos que sí. Aunque todavía están inconclusos ambos trabajos y aún no tengo nada concreto con alguna editorial afín, pero si hay compañeros que han estado gestionando la edición de un par de textos que es probable que se publiquen en el Estado español a finales de este año o principios del 2013. El primero es una suerte de compilación intitulada “¡Qué se ilumine la noche! Refractarios hasta las últimas consecuencias“. Cuenta con un conjunto de entrevistas virtuales que he realizado durante el último año y lo que va de este, a los diferentes grupos de acción antisistémica de México; una selección de sus comunicados y la cronología de sus acciones. El otro, “La explosión de la rabia: Sedición anarquista en el Siglo XXI”, es un poco más tedioso ya que me aventuro a plasmar algunas reflexiones personales y colectivas, en un intento de pensar (y repensar) la Anarquía en este siglo. Ya veremos qué pasa.
C.A: Deseas agregar algo más.
Definitivamente no. Considero que han sido extremadamente largas mis respuestas y muy exhaustivo su cuestionario. Sólo me resta felicitarles por continuar adelante con el Conspiración Ácrata, proponiendo siempre el debate entre afines y dando espacio a nuevas aportaciones teórico-prácticas. Desde luego, también quiero aprovechar la ocasión para enviar un saludo rabiosamente anárquico a todos los compañeros de praxis alrededor del mundo y un abrazo y un beso solidario a todos nuestros hermanos presos. ¡Salud y Anarquía!
San Luis Potosí, 7 de septiembre de 2012
[1] Vid. Conspiración Ácrata, “Una conversación entre anarquistas</em><em>”, recogido en: http://liberaciontotal.lahaine.org/?p=4478
[2] Carta del compañero Mario López “Tripa” desde la cárcel, México, disponible en: http://liberaciontotal.lahaine.org/?p=4408
[3] Stefano Gabriel Fosco, es un anarquista individualista de praxis, integrante del colectivo editorial que anima el blog Culmine. Desde el 13 de junio (2012), se encuentra secuestrado por el Estado italiano en la cárcel de Pisa, acusado de “asociación subversiva” (por su presunta pertenencia a la Federación Anarquista Informal) y de ser el autor de una serie de sabotajes y ataques explosivos, perpetrados entre diciembre de 2009 a noviembre de 2011, en el marco de ese montaje policial conocido como “Operación Osadía”.
[4] Daniel Barret (Rafael Spósito), “Los sediciosos despertares de la anarquía”, pág. 77; Libros de Anarres, Buenos Aires, 2011.
[5] Vid, F.A.I., “Della lotta armata e di alcuni imbecilli/De la lucha armada y algunos imbéciles”, declaración de la Conferencia Nacional, disponible en: federazioneanarchica.org Y nuestra respuesta:Epístola a los inmóviles: De la “lucha” anclada y otros discursos caducos, disponible en: http://liberaciontotal.lahaine.org/?p=4390
[6] La lista de referencias sería interminable, pero bástenos, a modo de ejemplo, mencionar algunos de los portales y blogs más destacados: Liberación Total (http://liberaciontotal.lahaine.org//); Culmine (http://culmine.noblogs.org/); Rojoscuro(http://rojoscuro.blogspot.mx/); Parole Armate (http://parolearmate.noblogs.org/); Viva la Anarquía(http://vivalaanarquia.espivblogs.net/); Hommodolars(http://www.hommodolars.org/);Material Anarquista(http://materialanarquista.espiv.net/); Sabotagemedia(http://www.sabotagemedia.anarkhia.org/);Fear to sleep (http://feartosleep.espivblogs.net/); Direct Action(https://directactionde.ucrony.net/de/); entre otros.
[7] En este sentido destaca la participación del delegado mexicano al Congreso, el anarquista norteamericano Nathan Ganz, editor de la *Anarchist Socialist Revolutionaruy Review*de Boston y autor del controversial texto “War against the authorities by various methods and means” (“Guerra contra las autoridades por varios métodos y medios”).
[8] Existe una versión en castellano de este texto de Alfredo Maria Bonanno, publicada en octubre de 1977 en Madrid, Estado español, por la desaparecida editorial Campo Abierto Editores. Pese a las dificultades propias de una traducción poco afortunada, puede consultarse, sobre el tema de la organización, el Capítulo IX (“Autogestión anarquista”), particularmente el apartado intitulado “El problema organizativo” (Pág. 141).
[9] Ibid, p. 142
[10] Id.
[11] Id.
[12] “Anarquismo y Democracia”, charla de Alfredo Maria Bonanno, realizada el 28 de enero de 1995 en el Liceo G, Peano, de la ciudad de Cúneo, Italia. La transcripción de esta conferencia fue publicada por primera vez en castellano en marzo de 1997 por Editorial Arsénico, bajo el título “La Tensión Anarquista”, disponible en: http://flag.blackened.net/pdg/textos/textos/tension_anarquista.htm
[13] Vid. “Lettre a la galaxie anarchiste”, disponible en: http://nosotros.incontrolados.over-blog.com/article-lettre-ouverte-a-la-galaxie-anarchiste-96947404.html
[14] «Inocente», del latín Innôcens. Adjetivo y nombre (masculino y femenino). Se aplica al que está libre de culpa o pecado: “Adán y Eva eran inocentes antes de la caída”. Se aplica al que no ha cometido un delito o falta determinada: “Le declararon inocente del delito que se le imputaba”.→ Tener las manos límpias de sangre. ►Exculpar. Adjetivo aplicado a personas y acciones o dichos, falto de mala intención, malicia o picardía.→ Cándido, hermoso, honesto, ingenuo, inocentón, puro. ►Candor, ingenuidad, pureza.► Casto. (…) ► los santos niños inocentes. Designación aplicada a los niños que fueron sacrificados por Herodes, sacrificio que se conmemora por la Iglesia [católica] el día 28 de diciembre. →Día de los inocentes (María Moliner, Diccionario de uso del español, P. 1653. Editorial Gredos, Madrid, 2007).
[15] Tal es, por ejemplo, el caso de Chile, Indonesia, Italia y Grecia —hacemos referencia solamente a los casos más notorios a manera de ilustración pero sin pretensiones de exhaustividad. Destacando, de este lado del charco, el documento “Aportes y críticas a la lucha insurreccional”, elaborado por los Comandos Insurreccionalistas en el país latinoamericano que, de igual forma, ha desatado la polémica, particularmente con la compañera Gabriela Curilem (“Reflexionando en voz alta: La necesaria confrontación de ideas. Sin aplausos, pero sin silencios,”; disponible en: http://materialanarquista.espiv.net/2012/08/26/gabriela-reflexionando-en-voz-alta-la-necesaria-confrontacion-de-ideas-sin-aplausos-pero-sin-silencios/). En este trabajo de los compañeros chilenos es posible encontrar contundentes comentarios como el siguiente: «La cultura del reconocimiento y palmotearse la espalda; para reconocerse “subversivo” sin tener acción, sin jugarse el pellejo… Estamos frente al triste escenario que hace disfrutar a nuestros enemigos, vaciar de contenido la subversión, hacerla inofensiva, transformarla en un espectáculo o en la moda de los comunicados que ensalzan el ego» ; disponible en: http://rojoscuro.blogspot.mx/2012/05/aportes-y-criticas-la-lucha.html [Tal vez, resulte completamente obvio, pero digámoslo de todos modos para evitar malentendidos: el hecho de que traigamos a colación el documento de los Comandos Insurreccionalistas y la carta respuesta de Gabriela, responde únicamente a nuestra intención de ejemplificar la reiteración de los temas de debate al interior de la tendencia insurreccional anárquica y como éstos se escenifican en diferentes latitudes y no la aceptación o rechazo de dichos documentos.]
[16] Op. Cit. “Lettre a la galaxie anarchiste”.
[17] Op. Cit. “Anarquismo y Democracia”, charla de Alfredo Maria Bonanno.
[18] Gabriel Pombo Da Silva, anarquista individualista comprometido con el desarrollo de las tesis de la Tendencia Informal Anarquista, actualmente preso en la prisión de Aachen, Alemania.
[19] Recogido en el portal electrónico del Ateneo Libertario de Besós: http://www.nodo50.org/albesos/2n.php?sec=articulos&id=16&t=Insurreccionalismo
[20] Quizás resulte enteramente evidente, pero cuando nos referimos a los grupos e individuos anticivilización y antitecnología, lo hacemos considerando el legado teórico-práctico de Los Lobos Grises, los aportes de nuestro compañero Marco Camenisch y las elucubraciones del innombrable Ted Kaczynski y no en relación a los planteamientos “secesionistas”, que invitan a la autogestión de la producción de calabazas, ni a las divagaciones primitivistas del profesor Zerzan.
[21] Aragorn, “Anarchy and Nihilism: Consequences”, disponible en: http://theanarchistlibrary.org/library/aragorn-anarchy-and-nihilism-consequences
[22] Para una pequeña muestra de estos desarrollos es útil recurrir —así sea a efectos de información general— a la Crónica del encuentro anarquista de ST. Inmier; disponible en: http://grupolibertarioacciondirecta.wordpress.com/2012/08/25/cronica-encuentro-anarquista-stimmier-2012/#more-1405 En un tramo del texto, el Grupo Libertario Acción Directa(GLAC), alude a la «organización mínima» y las «tácticas insurreccionales», afirmando que: «ejemplos como el de Grecia ponen en evidencia que la organización mínima y las tácticas insurreccionales dificultan mucho, cuando no impiden, la participación significativa en los movimientos sociales y las revueltas populares. A pesar de que los compas derrochan dedicación, constancia y valentía, su falta de estructura les impide recoger los frutos de su actividad y proponer líneas de trabajo coordinadas que hagan avanzar los movimientos espontáneos hacia instancias revolucionarias». De nuestra parte, a modo de acotación que introduce una distinción necesaria respecto a la posición del GLAD, cabe decir que, en lo concreto, lo que dificulta mucho —cuando no impide— el avance de la Anarquía, son estas concepciones populistas aferradas al culto revolucionario y sus viejos esquemas de organización y acción, mediante las que se asignan un rol “orientador” más allá de la situación y la disposición reales de la servidumbre voluntaria, imponiendo la espera y el inmovilismo al anarquismo. Como bien señalan los compañeros de la CCF de Grecia, el nuevo anarquismo «Anula las cohibiciones y desarma las excusas que invocan a “la necesidad de un movimiento de masas para que sea factible la insurrección anarquista”. Nosotr@s decimos que la hora es ahora y el lugar es aquí mismo en cualquier parte donde nos encontremos. No aplazamos para mañana algo que podemos hacer hoy. Un grupo decidido y minoritario de anarquistas de praxis es mil veces más tenaz que la falta de firmeza de un gentío cobarde y sumiso de oprimid@s. No tenemos ninguna razón para esperar a nadie». Vid. Conspiración Ácrata, “Una conversación entre anarquistas”, recogido en: http://liberaciontotal.lahaine.org/?p=4478
[23] “Contra las falsificaciones de Rojoscuro (respuesta a toda la mierda que mandasteis)”, ardorosa contestación de los Proletarios Internacionalistas a los compañeros del portal electrónico anarquista Rojoscuro, motivada por el rechazo explícito de estos compañeros a los intentos de publicación en nuestros medios del libro en cuestión. Anótese, así sea a efectos informativos, que el GCI trató de publicar sin éxito su “Crítica a la ideología insurreccionalista” en las editoriales libertarias Bardo y Klinamen. Como dato curioso, vale destacar la reciente publicación de “La contrarrevolución rusa y el desarrollo del capitalismo” del Grupo Comunista Internacionalista, con Libros de Anarres de Buenos Aires, distribuido por Virus de Barcelona.
[24] Id.
[25] Al respecto, habría que aclarar que, con el aserto“lenguaje próximo a nuestras críticas”, estamos haciendo referencia a un conjunto de análisis y planteamientos en torno a hechos concretos que se aproximan a la manera en que generalmente los abordamos y a la forma en que los concebimos. Naturalmente, esto no incluye las sepetecientas alusiones a la “dictadura del proletariado” ni los insistentes llamados a construir el “Partido Comunista Mundial” y mucho menos, la invocación espiritista a la difunta “clase obrera”.
[26] Vid. “El Grupo Comunista Internacionalista escupe sobre el internacionalismo proletario”, disponible en: http://es.internationalism.org/book/export/html/1101
[27] Introducción a la “Crítica a la ideología insurreccionalista”, mimeo.
[28] Los Tigres de Sutullena, “La epidemia de rabia en España (1996-20079)”, disponible en: http://reflexionrevuelta.wordpress.com/2011/01/08/los-tigres-de-sutullena-la-epidemia-de-rabia-en-espana-1996-2007/ Debe tenerse imperativamente presente que traer a colación ahora las posiciones de Los Tigres de Sutullena no pretende más que facilitar una ubicación de contexto y mostrar una panorámica de la multiplicidad de matices en torno al “insurreccionalismo”, pero de ningún modo sostener que estas son las reflexiones que se desprenden de la presente circunstancia. Sin embargo, pese a las discrepancias, es harto recomendable la lectura de los apartados «El anarquismo oficial» (1) y «El antagonismo juvenil» (2), así como las “conclusiones” de cierre, donde se recomienda «el rechazo de la alienación militantista». Vale señalar la enorme contradicción implícita en las mentadas “conclusiones” de los Tigres donde, a pesar del pretendido rechazo a la «raíz individualista» del insurreccionalismo, se afirma contundentemente que «en las condiciones actuales una práctica anticapitalista y subversiva no puede quedar anclada en la espera de las “masas”, de la adhesión de sectores amplios de población, ni fiar a ésta todas sus perspectivas de futuro».
[29] Op. Cit., Daniel Barret (Rafael Spósito), Pág. 78-79.
[30] Op. Cit., Conspiración Ácrata.
[31] IRSM/1St. of May Group, Towards a Citizens’s Militia: Anarchist alternatives to Nato & The Warsaw Pact, Cienfuegos Press, Orkney, UK,s/n.
[32] Guillén, Abraham, Lecciones de la guerrilla latinoamericana, en: Hodges Donald C. y Guillén, Abraham, “Revaloración de la guerrilla urbana”, Ediciones El Caballito, México, D.F., 1977, Pág.100.
[33] Ídem. Págs. 128-129.
[34] VV.AA.,Guerrilla 1, Ediciones Ricou (Hacer), Barcelona, 1978, Pág. 95.
[35] Vid., con relación al tema “Sobre la expulsión de Gustavo Rodríguez: Una rectificación y una disculpa”, disponible en: http://old.kaosenlared.net/noticia/sobre-expulsion-gustavo-rodriguez-rectificacion-disculpa Véase también, Rodríguez, Gustavo, “Cogito ergo impidió”, disponible en: http://old.kaosenlared.net/noticia/cogito-ergo-impidio
[36] Colectivo Noticias de la Rebelión, “A los anarquistas, a los medios de comunicación libres e independientes”, disponible en: http://www.noticiasdelarebelion.info/?p=6027
[37] Rodríguez, Gustavo, “Hartazgo e indignación: Límites de la protesta ciudadana”, disponible en: http://reflexionrevuelta.wordpress.com/2011/08/14/gustavo-rodriguez-hartazgo-e-indignacion-limites-de-la-protesta-ciudadana/