¡El mundo es una inmensa cárcel! Sin contar los campos de “refugiados” cerrados donde no se puede salir, o los centros de “reeducación” de niños, jóvenes o adultos, sin contar los presos extrajudiciales, sin contar esclavos ni las víctimas de organizaciones de proxenetismo… sin contar los CIE ‘s… en el mundo hay más de 11 millones de personas encarceladas, si fuera posible contabilizar la totalidad, ¿cuántos serían?
El país ganador en esta fúnebre liga son los EEUU que, con 2.239.7851 sobresale muy por delante de sus “competidores”, seguidos para China con 1.640.000 (pero si sumamos 650.000 detenidos administrativos, sería la primera con un total 2.290. 000), los seguirían la Federación Rusa con 681.600, Brasil con 548.000 e India con 385.135. Europa, sumando todos los países nos da una nada despreciable cifra de casi 500.000 personas encarceladas.
Si nos fijamos en la tasa de presos por cada 100.000 habitantes también, ganan los EEUU, con 716, mientras que China baja hasta 121, Rusia sube a 475, Brasil tiene 274 y la última es la India que sólo tiene 30 prisioneros por cada 100.000 habitantes. Curiosamente, en tasa de encarcelamiento, quienes siguen a EEUU son, en muchos casos, pequeños estados insulares, muchos de ellos con fuertes vínculos coloniales, como St. Kitts, con 714, Seychelles, con 709, Barbados, con 521, Cuba, con 501, las Islas Vírgenes, tanto las de USA, con 539, como de UK , con 460, Guam (EE.UU.), 432… ¡Estados pequeños, pero con mucha mala leche!
En el año 2013, en España había 68.220 prisioneros (el número ha seguido creciendo) y la tasa por cada 100.000 habitantes era de 147. El Estado Español está por encima de la media europea, lo superan los estados del este, especialmente los Bálticos.
Parece ser que el sistema de Estados y de corporaciones (corporaciones que también pueden ser estatales y/o de las burocracias) necesita esta gran masa de cautivos para su correcto y eficaz funcionamiento, parece que el sufrimiento carcelario lubrica los engranajes de la máquina de la desdicha. La idea “decimonónica” de la redención y la reeducación no ha servido más que para hacer más llevadero un hecho monstruoso, todo ello hace más eficaz el sistema y mayor el sufrimiento.
Como en cualquier cosa que funcione en este mundo, todo está contabilizado y uno de los dolores de cabeza de alcaides, carceleros supremos y otros contables son los costes, los gastos de mantener a tanta gente sufriendo, atada y degradada. Estos costes están en la base del trabajo forzado, los presos encadenados picando piedra… y los modernos y benevolentes sistemas como el CIRE de la Generalitat de Cataluña.
LA VIGILANCIA ELECTRÓNICA O COMO AUMENTAR EL CONTROL Y REBAJAR COSTES
Hacia 1960, un grupo de jóvenes estudiantes de la Universidad de Harvard, para su trabajo final de carrera, tuvieron una idea luminosa, elaborar un artefacto portátil (pesaba 1 kg. aproximadamente) que permitiera controlar a distancia a las personas (presos o “enfermos mentales “).
La idea era buena (o rentable), pero hubo que esperar a que madurara tecnológicamente y a que se implantara en la mente de los jueces, para poder ser una realidad. En 1983 un juez de Nuevo México dictó la primera sentencia donde se prescribía el control electrónico de un criminal. A partir de aquí la metodología se implantó rápidamente en EEUU y de allí en el Reino Unido y enseguida en otros países europeos, americanos y asiáticos. Hasta llegar, ahora, a abarcar seguramente hasta un millón de personas.
En sus 30 años de evolución, los sistemas de monitoreo electrónico de personas presas ha evolucionado muchísimo y de sencillos aparatos a radiofrecuencia se ha pasado a sofisticados brazaletes con GPS y sensores cada vez más pequeños.
MIL Y UNA EXCUSAS PARA LA VIGILANCIA ELECTRÓNICA
Cuando se quiere defender la vigilancia electrónica se suelen emplear dos argumentos:
1.- El hipócrita, que parte de la imposibilidad de un mundo sin cárceles y sin el sistema que las hace posibles, que busca un “encarcelamiento benevolente” para determinados delitos. Que afirma que no quiere desarraigar al condenado (como si ir con una pulsera electrónica arraigara a algo), que quiere facilitar la integración (que el condenado trabaje y se vaya a dormir pronto…) y que el panóptico se extienda a toda la vida cotidiana.
2.- El económico, según el cual las inversiones para la adquisición de un aparato de vigilancia electrónica son mucho más bajas, del orden de cientos de veces, que las de construcción de un módulo carcelario, los costes de mantenimiento y de personal para verificar son unas 10 veces más bajos que los de mantener a la misma persona en una prisión convencional. De hecho en México se plantea hacer pagar al prisionero el costo del brazalete, para poder vivir fuera de la cárcel … ¡¡Todavía será negocio!!
La monitorización o vigilancia electrónica es un “servicio” fácilmente privatizable, fácil de externalizar, es muy factible contratar con una empresa que se haga cargo de suministrar los brazaletes de muñeca o de tobillo, de las entrevistas a los condenados, de hacer el mantenimiento y realizar el control informático… resolver las incidencias reales sería labor de los funcionarios de prisiones… o de los trabajadores de alguna empresa de seguridad. La tendencia hacia la prisión neoliberal iniciada en EEUU (prisión negocio) tiene un campo abonado en la “cárcel electrónica”.
Para hacer menos repulsiva esta invasión, los sistemas de vigilancia electrónicos se han aplicado a delitos especialmente repugnantes: la violación, la pederastia y la violencia contra niños, niñas y mujeres en el ámbito doméstico. Pero donde ha sido especialmente desarrollado se ha extendido solapadamente al vandalismo juvenil, el uso de alcohol y otras drogas, a delitos contra la seguridad del tráfico… y finalmente a todo tipo de condenas que puedan ser cumplidas en el domicilio. De hecho, recientemente el inefable Sarcozy ha propuesto poner el brazalete electrónico a todos los “radicales”, desde los islámicos a los activistas contra en cambio climático.
Para endulzar más aún la tecnología, se habla de otros usos no penales… pero también de control, control de personas ancianas o con Alzheimer, control de niños y menores, control de “enfermos mentales”… quien alguna vez haya perdido un familiar con Alzheimer u otra cosa parecida sabrá cómo la angustia de la pérdida podría hacer aceptar cosas que en un momento “normal” no aceptaríamos.
En la misma línea, pero más pegajoso, esta navidad, Movistar presenta como gran novedad (ya se veía en EEUU) el SmartWatch FILIP, dirigido a un público de 3 a 8 años. Se trata de un reloj/teléfono “inteligente” que además de tener restringidas las llamadas (5 números programados por los padres o tutores), permite detectar siempre la posición del niño o de la niña (suponiendo que lo lleve puesto o que no saque la pila) y se pueden programar “zonas seguras” o “zonas prohibidas”, el reloj avisa al móvil de los controladores cuando salga o entre en ellas. Una pulsera como la que llevan los presos, pero de colores llamativos, supuestamente del gusto infantil.
EL FUNCIONAMIENTO DE LOS SISTEMAS DE VIGILANCIA ELECTRÓNICA DE PERSONAS
Han evolucionado lo suficiente y, si no fuera por los costes, ahora todos tendrían con GPS. Dejando de lado los detalles de las tecnologías, estos aparatos se pueden clasificar según el funcionamiento en tres grandes grupos:
1.- Aparatos de “toque de queda”, que no permiten salir de una zona determinada (vivienda y a veces zonas muy cercanas), pueden ser de todo el día (arresto domiciliario9 o sólo por unas horas, generalmente por la noche (prisión atenuada), puede también restringir los movimientos en determinados días de la semana (generalmente, el fin de semana).
2.- Aparatos de restricción de una zona o zonas, que son los que se aplican en violencia doméstica, pero tienen más usos: alejar a las personas de bares donde hayan tenido incidentes, alejarlas de zonas de juego…
3.- Aparatos con GPS, que almacenan rutas, con los cuales se puede seguir el itinerario de una persona en tiempo real o, posteriormente, se puede ver si ha ido de casa al trabajo, si ha pasado por zonas restringidas… Serían los más sofisticados y pueden combinarse con los otrs dos tipos.
LA VIGILANCIA ELECTRÓNICA EN LA ACTUALIDAD
El alcance de la vigilancia electrónica no se conoce de cierto y las estadísticas son bastante variables, a menudo el período vigilado es corto (de menos de 6 meses) y en las estadísticas, muchas veces, se contabilizan el número de presos controlados a finales de año o a principios y no se muestran los valores acumulados.
Muchos países tienen varios códigos y sistemas judiciales y sólo se utilizan los sistemas electrónicos en algunas zonas o estados. En otros no se considera una sanción penal sino un control administrativo. En algunos países se utilizan masivamente para los menores y éstos muchas veces quedan fuera de la estadística. También quedan fuera los vigilados cuando están catalogados como enfermos mentales o dementes.
Un caso aparte es el de los controles de proximidad a las víctimas, donde son ellas quienes reciben la alarma, convirtiéndose así en prisioneras sin condena judicial, encerradas dentro de los límites impuestos a un tercero por los instrumentos electrónicos.
Los dos países con un mayor número de vigilados globales y con una tasa mayor son los EEUU e Inglaterra y Gales, el primero con 300.000 vigilados y una tasa por cada 100.000 habitantes de 97, y el segundo con 122.000 y una tasa de 227. En el resto del mundo, se suelen colocar en un rango que va entre los 60 y unos pocos o ninguno. Por ejemplo Holanda tiene una tasa de 60 por cada 100.000 habitantes, Polonia de 20, Francia 17, España 7 e Italia 3… Para el conjunto de Europa no se conoce una cifra fiable, pero debe estar alrededor de los 200.000.
LA VIGILANCIA ELECTRÓNICA EN CATALUÑA
En Cataluña, el número de personas en videovigilancia también es difícil de concretar, dada la superposición con el sistema penitenciario gestionado por el gobierno central. Según las estadísticas de la Generalitat, son un centenar (no hemos podido saber si son datos anuales acumulados), otras fuentes los sitúan alrededor de 300, pero no hay tanta diferencia, en principio, Cataluña se situaría en la parte baja del abanico.
Dejando aparte el tema estadístico, la Dirección General de Servicios Penitenciarios de la Generalitat de Cataluña queda claramente retratada en sus contratos de vigilancia electrónica.
Entre 2004 y 2015 la Generalidad ha hecho contrataciones de monitorización por valor de 1.402.806 de euros, sin IVA (1697395 € con IVA), la última adjudicación ha sido en agosto de 2015 y durará hasta el 2018.
Los adjudicatarios han sido, en todos los casos menos uno, la empresa “3M Electronic Monitoring LTD” con sede en Tel Aviv (Israel), fundada en 1994, que en 2011 ganó el concurso con el nombre de de “ELMO Tech LTD” y poco después de ganar el concurso cambió el nombre a “3M Electronic Monnitoring” está especializada en tecnología carcelaria.
Tan sólo el concurso de 2013 fue ganado por otra empresa, aunque parece que la tecnología era la misma de 3M. Fue la “Compañía Integral de Seguridad” (CIS) una compañía española que se dedica a servicios generales de seguridad más clásicos. El contrato conseguido con CIS fue de sólo 119.825 € (144.988 con IVA), el más pequeño de todos, el resto (1.552.407 € ) fue a parar a 3M o a su antecesora.
El concurso concreta tres servicios básicos, el de “toque de queda domiciliario” por radiofrecuencia y radiobaliza en el domicilio, el de seguimiento continuo con GPS y el de control del consumo de alcohol. En total, se pedía un mínimo de seguimiento simultáneo de 150 “internos”.
EL FUTURO DE LA VIGILANCIA ELECTRÓNICA
La tendencia, a pesar de los impedimentos legales que protegen la privacidad (al menos nominalmente), es dotar a las pulseras electrónicas de varios sensores. De hecho actualmente ya las hay que miden el contenido de alcohol en sangre a través del etanol exudado por la piel; en EEUU, hay 50.000 en funcionamiento. También se está trabajando para detectar otras drogas ilegales. La temperatura, el ritmo cardíaco, la tensión arterial y el contenido de oxígeno en la sangre ya están disponibles, aunque sólo se han implantado experimentalmente en “enfermos mentales”. Bajo la excusa de la salud, ictus, crisis respiratorias… del sujeto, se pretende prevenir episodios de violencia, sexuales… Un paso más sería dotar al aparato de vigilancia de la posibilidad de actuar en caso de que el programa lo considerara necesario: una alarma acústica, una “leve” descarga eléctrica… o la inyección de calmantes… En este aspecto, la vigilancia electrónica de personas converge con la moda de los “wearables”, que podemos ver puestos en los deportistas de calle, con el agravante de que en el caso de los fanáticos del ejercicio físico su uso es voluntario. La vigilancia electrónica se extenderá cada vez más, ya que permite castigar eficazmente a un coste más bajo y, además, tiene un efecto estigmatizador que disuade a los “buenos ciudadanos”: todos conoceremos a alguien que lleve un brazalete de control, alguien que tenga una condena corta por temas fiscales, alguien que haya conducido un vehículo pasado de copas, alguien que haya tenido una o varias peleas, los holigans futboleros extremos, maltratadores… algún radical, islámico o de los otros… no parece un buen futuro y de alguna manera habrá que diferenciar entre los portadores involuntarios y los siervos voluntarios (quienes llevan wearables por temas de salud y “comodidad”). Para crear sistemas más fuertes, se empieza a combinar la vigilancia electrónica con biometría; por ejemplo, leer la huella dactilar en un lector en la pulsera en momentos determinados, utilizar el reconocimiento facial en el uso de alcoholímetros a distancia… el límite es la imaginación de los tecno-carceleros.
UNA PRISIÓN GLOBAL Y UBICUA
El objetivo de todo esto se encarcelarnos a todos, a los condenados en juicio, a los sospechosos, a los incapacitados, a los dementes, a los menores… a los infractores de todo tipo, un panóptico electrónico global más económico y más eficiente que el actual, un sistema penitenciario del siglo XXI, no como el actual heredero del siglo XIX.
Fuente: Contramadriz, traducido del catalán de negre y verd