*Imagen de la marcha del 8 de Marzo difundida por TNU.
El alimento del show es el show mismo, fuera de eso no hay nada…
Que “el show siempre debe continuar” no es una consigna de algún viejo y poco ético actor sino que es la lógica de funcionamiento y el sentido del mundo actual. En un mundo mediatizado totalmente por la imagen, la imagen se convierte no sólo en el vehículo por excelencia de “todo lo que pasa” sino en una verdadera “necesidad”. La imagen hoy lo es todo, hecho que confirman incluso los desgastados defensores de otros lenguajes. La imagen es una necesidad imperiosa y algo a defender a muerte para aquellos que se benefician con su repetición. Tanto es así que es la imagen y el espectáculo lo que es defendido explícitamente por los medios llamados de información.
El caso de la prensa es paradigmático. Su íntima relación con el Poder, su rol concreto en los mecanismos de consenso, son ya archi-conocidos pero su infantil defensa muchas veces llama la atención. Los progres y otros liberales han perdido toda convicción salvo la de que no tienen una. Nosotros debemos seguir diciendo las cosas muy claramente: al igual que la policía o los servicios de Inteligencia, la prensa es un organismo más del Capital y su Estado, no poseen relación ninguna salvo por azar con la libertad. La relativa “independencia” de algún periodista, su historia particular, e incluso, los casos de contradicción con los gobiernos circunstanciales, son simplemente anécdotas. Un análisis un poco profundo de la prensa en relación a la creación, manutención y potenciación del orden existente muestra claramente su papel de secuaz.
Los últimos hechos de tensión entre la prensa y manifestantes en una marcha en Montevideo, el pasado 8 de Marzo, que acabaron en golpes y una cámara dañada, es muestra cabal de lo dicho. La necesidad de crear noticias, de crear opinión por parte de un plumífero del canal estatal en nada sorprende. Tampoco son sorpresivas, sino más bien a esta altura parte de la rutina diaria, la posterior defensa corporativista o el desentendimiento de los organizadores de la manifestación en su patético quedar bien frente al fantasma de la “opinión publica”. El “cuarto poder”, no es un poder separado y regulador del poder del Estado, es parte de un mismo todo cuyo nombre genéricamente a sido llamado por los revolucionarios: Estado.
La imagen es el mediador por excelencia en el mundo en el que vivimos y la prensa es parte, aunque ya no la principal, del mecanismo por el cual estas imágenes llegan y se imponen a las personas. Ahora, el término mediar podría confundir a alguien que pensara que se trata simplemente de cumplir el rol de “mostrar” o incluso de aclarar, un hecho. Mediar, es mucho más que mostrar algo, es construir también ese algo. “Hacemos nuestro trabajo”, suele ser el caballito de batalla de los trabajadores de los medios cuando exponen a la gente a los fines del espectáculo. Es simplemente su trabajo el que hace el estigmatizador de “Cámara Testigo” cuando ridiculiza a los más pobres o excluidos en sus “informes”, como es sólo su trabajo el que hace el informativista al crear noticia de una manifestación filmando a compañeros que rayan propiedad de algún banco. Más claro tenemos que es su trabajo el del policía que ataca a un manifestante o el del “servicio” que lo va a buscar a su casa.
Los informativos, auspiciados por bancos, casas de crédito o algún Ministerio, tienen el rol de “mostrar” lo que sucede, dice algún osado defensor. Pero hasta quien mantiene esa idea debe admitir que en la “época actual” y por los intereses empresariales del negocio (por estar atados a un mercado de competencia), la propia dinámica obliga a espectacularizar los hechos, a repetir, musicalizar y condimentar aquello que “sucede”. De ahí que la lógica del camarógrafo en una manifestación no sea la de esperar que el muro sea pintado y luego filmar lo rayado sino arriesgar la libertad de los que hacen la acción y filmar el mismo momento. El “show manda”, el espectáculo manda, lo que significa que el dinero, el poder y el orden establecido, son los que mandan, sus trabajadores, sólo obedecen.
Pero las realidades se cruzan y muchas veces se enfrentan.
Quien arriesga la vida y libertad de un compañero para mantener el show capitalista elije su despreciable lugar. Los que se enfrentan al orden existente, a su lógica y sus defensores, y que además, lo hacen sin querer convertirse en botones o políticos, también elijen. Estos últimos, eligen no respetar la propiedad privada de bancos, instituciones crediticias y otros dueños del mundo, eligen pintar sus fachadas y llamar a rebelarse. Para todos es claro que luchar es una elección, una elección consciente, y es la responsabilidad la que lleva a hacerlo en un contexto determinado y bajo ciertas medidas de seguridad. En el show actual, en el Estado policial en el que vivimos, sería una irresponsabilidad o una acción infantil querer luchar por cambiar las cosas y no cuidarse cuidando a los demás. El que lucha y no se cuida o es inocente y desinformado hasta el exceso o es un irresponsable. El Estado, a través de sus defensores, lucha contra los rebeldes, el hecho de cuidarse, el hecho de no dejarse filmar o dejar que se filme a otros es un acto de responsabilidad.
Aquel que arriesga la vida y libertad, no sólo del compañero que está pintando sino de todos los otros también debe saber que su acción trae consecuencias y la justificación de que es “su trabajo” (la misma que dan los policías) es simplemente infantil o totalmente cínica. Esta excusa barata es parte hoy de un mal generalizado: el no hacerse cargo de las cosas. ¿Qué lleva al camarógrafo a no filmar después de que ya se pintó? El show, la creación de noticias, su elección de servir al amo, la poderosa lógica de tener que tener la imagen. Tener la imagen a pesar de que ello implique arriesgar la libertad de otros.
Jugar con las personas, con nosotros, con nuestros hermanos, padres e hijos, como hace el capital, explotarlas, ponerlas bajo el dominio del dinero y su desenfrenada carrera hacia la nada no es una opción que alguien tome y luego pueda simplemente deshacer. Arriesgar la libertad de aquellos que luchan responsablemente contra la dominación es un acto despreciable. Aquel que arriesga a nuestros compañeros por servir a sus amos, por continuar con el caos de imágenes sin sentido y con la repetición constante de imágenes más bien inconexas y circenses no tiene desde donde juzgar a los que están peleando. Aquel que arriesga la vida de nuestros compañeros es simplemente un policía, un irresponsable mercenario. Toda su legitimidad viene de un mundo de dominio, viene y va hacia la nada. La libertad no duerme en la cama de los periodistas.
Anarquistas