¿Es deseable, y aún posible, una sociedad sin pena ni prisiones? Reivindicada por todos, medida y medio natural de castigo de las conductas oprobiosas, quizás nunca antes la cárcel había gozado de tanto consenso. Una cultura del castigo y una sociedad que ha hecho de la prisión su centro oculto, este es el objeto de la crítica de este libro (“De los dolores y las penas. Ensayo abolicionista y sobre la objeción de conciencia”).
Por eso su apuesta es simétrica y contraria: la abolición de la cárcel. Argumentos no faltan. Elevada a lugar del dolor y de la corrupción de la mente, la prisión es solo el espacio para una tortura prolongada. La cárcel no es pues ese medio de rehabilitación con el que se publicita en términos humanitarios. Su naturaleza criminógena es innegable y solo bajo la forma de la venganza, logra resarcir a las víctimas. De ahí la naturaleza irreformable del archipiélago carcelario. Y de ahí también la necesidad de articular un abolicionismo claro y sincero de la «cultura del castigo».
Con la participación de Paz Francés, traductora del libro que presenta “De los dolores y las penas. Ensayo abolicionista y sobre la objeción de conciencia”, Madres contra la Droga y Ángel Gil López, ex-miembro del Servicio de Orientación Jurídica Penitenciaria y miembro de ACOPE (asociacion de colaboradores con mujeres presas).
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