¿Legalizarse o no legalizarse?
Cuando el año pasado se hizo público que el Espai Social de Magdalenes1 proyectaba legalizarse la respuesta a este proceso fue prácticamente unánime. Muchas personas, centros sociales y casas mostraron su rechazo con mayor o menor beligerancia.2 Y es en este clima, del cual también participamos, que creíamos que la autocrítica sería bien recibida. La puesta en escena de algo que rompía con el estancamiento del entorno de las ocupaciones daba pie a pensar dónde estamos y qué queremos. Pero la posibilidad que se nos brindó se vio truncada por la parálisis teórica reinante.
Sabemos que estamos generalizando y que hay gente que sí que le da vueltas al coco sobre los límites de nuestros espacios y luchas y que, en consecuencia, le busca soluciones. Este texto va dirigido a vosotrxs. A aquellxs que no se han dejado lobotomizar por la ideología, aquellxs que aún recuerdan que para que una lucha sea verdaderamente autónoma hace falta un pensamiento verdaderamente autónomo. De nuestra comprensión de la realidad y sus cambios depende nuestra capacidad de enfrentarla.
Del movimiento a la diversidad
La práctica de la ocupación es una realidad compleja con infinitos matices dependiendo del lugar, el tiempo y la gente que la utiliza. En el caso que nos ocupa, nos referimos a aquella toma de espacios con cierta conciencia de participar de algo social y políticamente común. En esta difusa unidad convergen gente politizada con gente que no. A su vez, el primer grupo es una amalgama de tendencias políticas, también, más o menos difusas. Con esto queremos señalar que los motivos por los que mucha gente se vio, y se ve, participando en las ocupaciones pueden llegar a ser muy diferentes. No podemos buscar una línea unívoca políticamente dentro de la ocupación pues la realidad del entorno que hoy tenemos entre manos es más producto de la situación pasada que de una decisión colectiva y consciente.
En los últimos años se ha incrementado esa diversidad. Una de las causas es la apertura de la Oficina per l’Okupació el año 2004. La Oficina proporciona consejos técnicos y jurídicos para ocupar fincas. Herramienta más que necesaria y que tuvo como efecto la expansión de la práctica de la ocupación, con el incremento de viviendas y locales ocupados. La consecuencia de este incremento fue la progresiva pérdida de sentido político de la ocupación.
Para entender esta despolitización, que ha conducido a que ocupar no implique ser sinónimo de anticapitalista, habría también que echar una mirada sobre el origen social de muchas de las personas que se apuntan a esta práctica, ya que en el fondo sus actos y perspectivas nunca irán en contra de la posición que defenderán en el futuro. Más bien al contrario, son conscientes de que la comodidad de sus vidas radica en el hecho de vivir en una sociedad capitalista desarrollada, en donde los excesos de la sociedad de consumo otorga vivienda y comida gratis a miles de personas.
¿Qué pensar de esa generalización? A primera vista, deberíamos alegrarnos de que más gente use la ocupación como acción directa, que no sea solo cuestión de una minoría radicalizada. Pero a su vez, diluye el trasfondo que podría tener la ocupación: la lucha anticapitalista. Toca más esferas de la población pero pierde cierto sentido. Que nos entendamos: no se trata de despreciar ciertos sectores de la ocupación sino, más bien, evidenciar un fallo. La extensión de esta práctica se ha hecho a costa de un discurso menos político. No podemos culpar a la Oficina por este proceso, ya que ésta siempre ha remarcado el carácter político de la ocupación. Nos encontramos que lo que fue un potencial movimiento ahora no es más que un fenómeno social donde el factor común es ocupar. Esta transformación se ilustra plenamente con la aparición de la ocupación en el Cor de la Ciutat3. Se nos reconoce como fenómeno social. Hemos ganado una batallita, la de quedar para siempre en la Historia, pero el precio es muy caro. El sistema nos asimila y nos desposee de nuestro discurso.
Sin negar esta diversidad no hay que olvidar que sí que hay todo un grupo de gente que ha ido articulando esta herramienta dentro de un proceso de lucha más amplio que va más allá de la especulación, la vivienda o la necesidad de espacios sociales. Esta tendencia anticapitalista dentro del entorno de la ocupación ya ha evidenciado desde hace tiempo los límites de esta herramienta tanto en su forma como en su contenido. Son análisis de los que nos sentimos herederxs, tanto por proximidad política como por haber entrado a ocupar (y seguir haciéndolo) después del auge de los 90.
Hoy día, somos muchxs lxs que vemos que esto no va bien, pero nuestra falta de comunicación y la dificultad de encontrar una alternativa a todo lo que nos brinda la ocupación hace que sigamos esperando a ver qué pasa. En este dar vueltas en círculo teórico y práctico es dónde aparecen realidades como la de los PHRPs. Nos pueden gustar poco o nada, pero lo que no podemos negar es que la gente que tira para adelante con estas praxis pretende salir del círculo vicioso en el que nos encontrarnos.4 Su ingenuidad nos haría reír si no fuera por lo que provocan este tipo de emprendedorxs. La socialdemocracia no sólo se equivocó ingenuamente en su vía de reforma paulatina y electoral si no que no dudó en aplastar el intentó revolucionario en Alemania a principios del s.XX. El leninismo (y sus variantes trotskista, maoísta y estalinista) no sólo se equivocó ingenuamente en su vía vanguardista si no que desarrolló la más terrorífica sociedad de clases dentro del capitalismo jamás vista.
Y aunque creemos que proyectos políticos como los de Magdalenes no solucionan los problemas que acarreamos, sí que nos gustaría volver a sacar el tema. No para volver a entrar en juicios sobre lo oscurxs que son lxs reformistas postmodernxs sino para poner sobre la mesa aquellas cuestiones que como potencial movimiento anticapitalista lastramos.
La ocupación no es una identidad es una práctica
“Resistir es vencer” no es sólo una consigna más, es el espíritu de una práctica que supo abrirse hueco entre las formas clásicas de hacer política. Al margen de partidos, sindicatos y demás organizaciones izquierdistas una gran multitud de, sobretodo, jóvenes consiguió a base de esfuerzo y hostias afianzar la ocupación como realidad social y como opción al problema de la vivienda. Pero una vez aquí, y ante la imposibilidad de avanzar, tocaba resistir.
Este repliegue junto con la ideología5 ha desembocado en la institucionalización del gueto. Ésta convierte las dificultades de comunicación entre las minorías más activas y el resto de explotadxs en un aislamiento voluntario de las primeras. Del propio aislamiento y de la incapacidad casi total para relacionarse con lxs protagonistas del las luchas concretas se culpa a los medios de comunicación, a la represión o a la gente que, supuestamente, no se entera.
Hay gente que considera la ocupación como lo más radical y los que se identifican con esto suelen creer que no tienen nada que aprender de los demás movimientos. Y así se obvian debates profundos como la violencia de género, la socialización por medio de las drogas, las maneras de organizarnos, etc. La institucionalización del gueto implica el abandono del pensamiento crítico y la comunicación real, lleva consigo también el estancamiento de toda práctica en una relación de relaciones estáticas y endogámicas gobernadas por las modas. Se han creado normas y códigos, desde la ropa hasta el idioma, pero si rascamos un poco para averiguar lo que se encuentra debajo de esa costra pseudo-política, es más bien penoso. Por desgracia ocupar y cumplir las normas y códigos se ha convertido en el fin de un proyecto político cuales objetivos son aun más oscuros que nuestra ropa.
En la práctica cotidiana, el gueto no trata de transformar la realidad o intervenir en conflictos. Más bien agrupa a gentes cuyo centro de atención es el propio gueto que, a su vez, trata de reproducirse hacia el exterior. Casi toda la actividad que se desarrolla en él va dirigida hacia el propio ámbito de encuentro. Este activismo está generalmente desconectado de las luchas reales y suele consistir en una sucesión de campañas sobre temas que pasan como las modas. La propaganda va dirigida casi exclusivamente hacia el propio entorno y los actos públicos (manifestaciones, concentraciones, etc) tienden a ser actos de autoafirmación. El cambio de canal comunicativo, de lo directo y personal a lo virtual ha desembocado en activismo cibernético. Los conflictos se muestran engrandecidos y descontextualizados, creando falsas expectativas y concepciones distorsionadas de la realidad.
En efecto, quizás el error que hemos cometido es dar demasiada importancia al mero hecho de ocupar. Tanta que se ha convertido en lo más radical de la lucha para mucha gente que realmente…no lucha. Es como esa pintada durante la manifestación tras el desalojo de La Muerte el 2008 “alquilad, gilipollas”. Un sentimiento compartido por unxs cuantxs de participar a una elite, lxs que poseen la verdad. La radicalidad no pasa necesariamente por ocupar ni por llevar ropa oscura. Confundir práctica y objetivo ha transformado parte de la ocupación en una elección que responde a necesidades individualistas muy lejos de los proyectos de comunidad libertaria6. En ese fallo podemos encontrar las deserciones múltiples que muchos hemos conocido: amigxs, conocidxs, que de un día para otro dan a su vida un rumbo totalmente diferente, incluso contrario a lo anteriormente vivido. Porque detrás de muchas ocupaciones no existen proyectos globales que vayan más allá de compartir un techo.
El hedonismo predominante en nuestros entornos nos ha despojado de una herramienta esencial para sobrevivir: pensar a largo plazo. Parece que el tiempo ocupa se limita al próximo fin de semana. Y si no somos capaces de invertir la maquina entonces nos vamos a dar de pleno contra la pared.
“Rompamos con la identidad okupa que tanto pesa y recuperemos la ocupación como herramienta política autónoma.
La ocupación como movimiento social (no como herramienta o práctica) desaparecerá con el tiempo. Esto no es malo en sí mismo, lo que debemos reflexionar es: ¿qué quedará después de esto?. Qué infraestructuras, qué espacios de sociabilidad, en definitiva, qué base material tendremos en nuestras luchas cuando no tengamos viviendas o Centros Sociales ocupados, excepto de forma anecdótica. Después de más de dos décadas inmersxs en la ocupación resulta difícil verse actuando en una realidad diferente. Pero debemos hacer ese esfuerzo.
Pero si dejaremos de ser okupas ¿qué seremos? lo que fuimos siempre, anticapitalistas. Es desde este punto de vista desde donde debemos enfocar las soluciones a los problemas que tenemos hoy día como potencial movimiento. Las viciadas dinámicas en las que nos hemos visto inmersxs desde hace años no se solucionan con la legalización, sino desde la tenacidad del anticapitalismo consecuente. Saber salir del ir y venir del nomadismo/turismo revolucionario; saber salir de la falta de compromiso individual ante los procesos colectivos y las realidades sociales en las que se mueven; saber salir del salvarse el culo a nivel individual; saber salir de todo esto para empezar a vivir con lxs tuyxs una realidad diferente. Porque si ante la falta de implicación social de gran parte de la ocupación; ante la inestabilidad de nuestros proyectos políticos; si para evitar el queme personal y la desaparición de gente a causa de la ineficacia de nuestras luchas a nivel más humano. Si ante todo esto hay que escoger entre legalizarse o quedarse tal como estamos”,7 creemos que tenemos los días contados.
Seguramente no inventaremos la sopa de ajo. Aquello que probemos, y que muchxs ya están intentando, no será nada nuevo, pero el enfoque con el que se encare será esencial.
De ahora en adelante nos queda mucho por (re)construir. Nosotrxs estamos dispuesto a invertir energías, esfuerzos y sobre todo ilusión en la redefinición de un movimiento anticapitalista transversal a los diferentes diferentes sectores en lucha de Barcelona. Siempre que nos tomemos el tiempo necesario para la edificación de unas bases consecuentes con nuestras aspiraciones.
Y aunque el contexto sea diverso, quizás debamos aprender de algunas luchas que se desarrollan en el Estado griego, que por otra parte, en ciertos aspectos se asimilan a prácticas que dominaban el Estado español hace dos o tres décadas: enfrentarse al capitalismo en todos sus frentes, participando en todo tipo de conflictos y buscando el punto común a cada uno de ellos; organizarse en grupos a largo plazo y no actuar como individualidades; visualizarse en la calle tomando el espacio público para diversas actividades; intervenir en los barrios al margen de las instituciones, poniendo en evidencia la función del sistema político. Las luchas sociales en el Estado griego son extremadamente activas y, “curiosamente”, no utilizan la ocupación de viviendas como medio para llevarlas a cabo.
Este es un llamamiento a lxs que sienten que no quieren seguir participando de una realidad como esta y que la apatía aún no les ha vencido. Sabemos que igual que nosotrxs, hace tiempo que buscáis compañerxs pero que únicamente veis okupas. Queremos encontrarnos, sentarnos y hablar. Intentando encontrar maneras de salir del entuerto en el que, poco a poco, nos hemos ido metiendo. Definir estrategias a largo plazo y ponernos a caminar. Y no volver a olvidar que la ocupación es una herramienta y que con ésta no se puede hacer todo.
NOTAS
1 Para saber más sobre este lugar y para poder leer su texto de apoyo a la legalización www.magdalenes.net
2 Varios textos se han publicado mostrando su malestar a este proceso. El único que podéis encontrar en la red es “Cuando la democracia okupa en la casa de al lado” a www.nodo50.org/Cuando-la-democracia-okupa-en-la.html
3 Conocida teleseria de la televisión catalana.
4 En esta dirección recomendamos leer una carta publicada por un miembro de Magdalenas en el periódico La Directa de julio del 2008.
5 La ideología es la paralización de la actividad teórica que debería estar continuamente tratando de comprender la realidad para fortalecer las próximas actividades (teorizar la práctica, practicar la teoría). Es además una visión distorsionada que disfraza de toma de conciencia lo que no es más que la suscripción a una doctrina o el conocimiento de la obra de uno o varios autores. Por eso la ideología fomenta una visión libresca de la realidad que se suele asumir como un conjunto de dogmas. Al ser un obstáculo para pensar y hacer, crea seguidores y falsos creyentes para los que la autocrítica se limita a una liturgia con la que purgar culpas por los pecados cometidos. La ideología es la tabla de “salvación” para quien no quiere afrontar las contradicciones que surgen en el día a día de las luchas.
6 Es interesante ver como esta deriva no es propia de Barcelona ni de estos años. Leyendo la historia de la Angry Brigade de Servando Rocha nos encontramos con esta crítica de la ocupación en Londres de finales de los 60 y principios de los 70: “la okupación no era mas que soluciones temporales o experiencias de aprendizaje individuales para quienes las vivian. Nada más. La Revolución era otra cosa más global.” Nos estamos acercando a la Historia de Angry Brigade Servando Rocha p.140
7 Extractos del texto “La herramienta y la infamia” escrito en relación del anuncio de Magdalenes de legalizarse.
(extraido da Terra Cremada n. 1)