EL LIBRO
Hoy como ayer, la llamada “justicia” no es más que tiranía, opresión, represión… manejada, ejercida y administrada por un sistema de dominación que fraguó su balanza con tara, según los intereses de los beneficiarios y agentes de la explotación, contra la rebeldía de los desgraciados. Las injusticias, las torturas y otras miserias que el sistema judicial y los “poderes públicos” fomentan están mucho más allá del aquí y ahora. De ahí que los relatos de este libro se extiendan a diferentes lugares, ámbitos y tiempos. Y los acontecimientos y las circunstancias que en ellos se describen no son ajenas, sino propias: nuestros amores, nuestros iguales, nuestro pasado y presente (nuestro futuro, si no luchamos) están ahí. No hay más que percibir lo difusa que es la linde que hay entre nosotros y los humillados, los torturados, los aniquilados, atender al corazón y sentirles… a un latido de distancia.
LA EDICIÓN
Se trata de nueva edición de Tokata, ediciones para el debate y la lucha social, la segunda en que nos implicamos. Ha salido de la imprenta en noviembre de 2014. La ilustración de la portada es de Agim Sulaj y el diseño de Darío Trigo.
El libro se vende por 6 euros. Podéis pedirlo en boletintokata@yahoo.es o a la autora en adelaidartigad@hotmail.com
LA AUTORA
Adelaida Artigado nació en1966, en el barrio de la Parreta de Valencia. Hija de campesinos emigrados de la Sierra del Segura. A los 6 años la calificaron en la escuela de deficiente intelectual e indisciplinada. Como se pasaba los días castigada en los pasillos, decidió dejar el colegio para aventurarse en las calles. Sólo iba de cuando en cuando, para visitar a sus amigas.
Pasó su infancia entre Valencia y la Sierra del Segura, donde se trasladó definitivamente con su familia cuando tenía 13 años. Con 16 se casó y con 18 ya tenía a sus dos hijos. Trabaja desde los 14 como sirvienta de los servidos. Sus mejores cualidades las heredó de una pastora nacida en un corral de cabras: Constanza, su madre, la mujer más sabia que ella ha conocido. Murió sin saber leer ni escribir; tampoco le hizo falta
Ella aprendió a escribir por su cuenta con 27 años. En 2009, escribió en dos meses “Ligeras como plumas”, para su madre, por una mentira blanca sobre un viaje a París que nunca llegó a hacer. En 2011, escribió “Y me escondo entre colores”, como regalo a su amigo Angelo al que le quedaban pocos meses de vida. En colaboración con diversos artistas gráficos, quedó terminado en 15 días y Angelo murió con su libro dedicado.
PRÓLOGO
Mirar desde abajo, con seriedad, y juzgar, señalar, describir la violencia, la coacción, el despotismo, el sometimiento. Mirar desde abajo, pero de frente, con los ojos abiertos y sabiendo muy bien lo que es justo, lo que es humano, y lo que no lo es. Apuntando, en esta ocasión, a las cárceles, a los sistemas penales, a la crueldad institucionalizada, a la vez material y simbólica, formalizada, de los regímenes de dominación que imperan sobre nosotros.
¿Hay algo más antiguo, más recurrente y rutinario que ese poder de intimidación? Es necesario un esfuerzo de dignidad para no dejar pasar el abuso como algo “natural”, que siempre ha estado ahí y siempre estará, aceptando como buenas razones las amañadas justificaciones de sus beneficiarios. Un esfuerzo crítico, negativo, corrosivo, frente a las ruedas de molino con que nos quieren hacer comulgar. Un esfuerzo de lucidez para invocar una y otra vez la presencia de la verdad.
Esto es lo que hace Adela, observar cara a cara la injusticia desde el punto de vista de quienes la padecen. Desenmascarar la hipocresía de quienes legitiman el castigo por el efecto que produce en sus víctimas. Valorar las virtudes que se esconden tras esa cara fea de la gente de abajo que presentan los falsificadores, como si la sangre fuera simple suciedad y la deformidad de los rostros, causada por los golpes, el espejo del alma de los golpeados y no de la falta de ella de los golpeadores. Convocar el espíritu de lucha de los pobres, la complicidad, la comprensión, el respeto, la solidaridad, la lealtad, la amistad, el amor que les da la fuerza, para resistir, para luchar, para crear, para reirse del poder y de sus esbirros, para sacudirse de una vez por todas, algún día, el yugo de la opresión.
Estos ochenta y pico relatos cortos, proverviales, poéticos, perpetúan el latir de ese corazón, evocan la existencia de ese genio popular, con sencillez, sobriedad, incluso laconismo. Al fin y al cabo, lo que señalan es evidente, quienes lo sufrimos lo sabemos. Se trata de recordarlo, de acallar el ruido permanente, ensordecedor, que nos nubla la conciencia, distrayendo nuestra atención de las luces y sombras de la verdad. Son como el canto de un pájaro que anuncia la mañana.
Fernando Alcatraz