Actualmente corren tiempos de fuerte tensión en parte del país, el descontento que individuos y grupos tienen contra el Estado-Capital se ha venido extendiendo, creando así un contexto idóneo para continuar con nuestras luchas por la libertad total. Vivimos en una pretendida “democracia”, en la que sus representantes se empeñan en redoblar esfuerzos para consolidar una inexistente “paz social”, que en la práctica no es otra cosa que mayor control y dominio sobre nuestras vidas. Pero este mismo control es lo que genera odio y resentimiento que tarde o temprano estallarán en revueltas.
Podemos ver que estamos frente a un gobierno que se ha sentido vulnerable y al que le duele verse momentáneamente superado ante la acción de aquellas y aquellos que combaten su opresión, y al que le llena de terror que el conflicto se generalice para dar paso a la insurrección social.
A lo largo y ancho del país hay decenas de asesinatos e injusticias, de casos aislados que no tienen el apoyo mediático ni la fuerza social para provocar la indignación que abra el conflicto, lo cual nos hace pensar que seguimos prefiriendo lo espectacular y cuantitativo. El conflicto más reciente en ese sentido es el caso Ayotzinapa, mismo que ha sido detonante para una serie de disturbios que se han suscitado en diferentes puntos del país a raíz de la desaparición de 43 estudiantes normalistas, decisión tomada desde las esferas del poder gubernamental, lo cual nos demuestra que la guerra sucia no es cosa del pasado, sino que sigue siendo una práctica que prevalece como lo demuestra Chiapas, Atenco, Oaxaca.
Ríos de información corren diariamente sobre los desmanes del ya manoseado tema de Ayotzinapa en donde se especula sobre el destino incierto de los jóvenes, así que de momento solo puedo decir que la desaparición de los 43 estudiantes se da en un contexto complicado en el que intervienen varios factores que contribuyeron a que se suscitara la situación: las disputas entre carteles de la droga que operan en la zona por el control de la plaza de la amapola y la mariguana quienes ven en el tráfico de droga un medio para adquirir no solo armas y dinero, sino poder y prestigio para la realización de sus objetivos. Mezclado esto con el tema de la política, pues como bien sabemos, los representantes de la democracia están coludidos con las mafias para aumentar su poder político y económico, formándose así un narco-gobierno. Además de la presencia histórica de grupos político militares que tienen su base social en esa región.
Nosotros, individualidades contrarias a toda forma de autoridad no podemos aceptar ningún poder visible ni de facto, asimismo, mostramos nuestra rotunda negación a cualquier tipo de asesinato o desaparición por motivos políticos o intereses mafiosos.
La desaparición de los 43 normalistas ha tenido bastante eco dentro de la opinión pública y en medios masivos de comunicación, creándose así el movimiento “Todos somos Ayotzinapa” y desencadenando una ola de manifestaciones en protesta, mítines con emotivos discursos, criticas en internet a las instituciones del Estado por su “ineficiencia”; grupos ciudadanistas pidiendo la renuncia del fascista Peña Nieto; familiares y amigos exigiendo la presentación convida de los suyos y llevando gran parte de la lucha por la vía de la legalidad, pero también mediante formas violentas, sobre todo en Guerrero y el Distrito Federal.
En lo personal, me solidarizo con el dolor que sin duda los familiares de los desaparecidos deben sentir, pues no es nada fácil la situación por la que ahora pasan, y que clamen a las autoridades por justicia me parece obvio al no tener una postura ácrata. Y si bien entiendo, aunque no comparto, que la mayor parte del movimiento prefiera manifestarse de manera pacífica y no violenta, lo que no puedo aceptar es que ese mismo movimiento, o parte de él, señale e incluso entregue a compañeros que deciden apoyar desde métodos ilegalistas.
Desde mi perspectiva anarquista, considero que el pacifismo es una lucha fácilmente recuperable por el Estado, además de ser opuesto a nuestros principios. Nosotros no pretendemos cárcel para nadie, pues más bien luchamos por la destrucción de las prisiones, pues las consideramos inútiles. Para el anarquista, desenvolverse en esta sociedad no requiere ninguna realización, sino más bien es una constante tensión que buscamos extenderla en todos los ámbitos de nuestras vidas, por eso debemos ser cuidadosos con nuestros posicionamientos y saber llevar una lucha al lado de aquellos que se rebelan pero sin dejar nuestras convicciones, sin buscar ser aceptados ni agradables, ni mucho menos buscar reconocimientos.
Pr ejemplo, apoyamos la revuelta surgida a raíz de Ayotzinapa pero no caeremos en métodos y formas ajenos a nosotros para ser arrastrados por la corriente. No todos somos Ayotzinapa. Nosotros acudimos para ampliar el conflicto sin ponernos la camisa de un movimiento que no nos representa. Coincido con el compañero Mario López “Tripa” en que nuestra lucha no es por buscar mejoras ni para volver al gobierno más justo, no concebimos ningún mal o buen gobierno, no buscamos desenvolver nuestras luchas en un rollo “buena onda”. Buscamos más bien una ruptura total, un Ai ferri corti con toda manifestación de dominio, venga de donde venga, una ruptura hasta las últimas consecuencias.
No buscamos pedir nada a nadie, solo aprovechar las condiciones para continuar nuestras luchas, ya que cada golpe asestado al poder nos va haciendo más libres. Creemos con firmeza que los ataques solidarios son la mejor forma de mostrar nuestro apoyo. No creemos en las coyunturas para demostrar nuestra solidaridad, sino que deseamos y nos esforzamos por llevar a la práctica la insurrección cotidiana y social.
Estar preso suele ser duro, además de que reduce bastante la cantidad de información que uno recibe sobre los acontecimientos del exterior, pero esto no limita que podamos emitir nuestras reflexiones, a pesar de la impotencia por no tener oportunidad de estar apoyando codo a codo a los compañeros, cuando vemos que las condiciones se prestan para realizar esta insurrección a la que me refiero, por cierto, el momento que muchos anarquistas tanto dicen esperar, como pregona el anarquismo de síntesis o aquellos “revolucionarios antisistema” que se jactan de buscar un mundo mejor, pues bien, en estos momentos no pueden poner pretextos para salir de esa eterna espera y brincar de la zona de comodidad que da la palabra por si sola. De lo que se trata ahora es de continuar con la tensión y no permitir que se extinga el fuego liberador. Debemos seguir avanzando, no solo alzando el puño y la voz, sino echando todo el cuerpo y voluntad, teniendo claro que si no hay una aglomeración y compañeros para actuar, tenemos la valiosa opción de continuar con ataques con la complicidad de la noche y el anonimato, con artefactos caseros y sencillos pero contundentes, objetivos tenemos de sobra.
Sin embargo, la vanidad y el capitalismo suelen ser factores que distorsionan lo que es la solidaridad, al confundirla con acciones banales cómo ir a un juego de futbol o conciertos musicales, buscando salir en la foto y ser famoso por un instante, o bien sentir un gran coraje momentáneo por escuchar a un artista o intelectual lanzar un discurso barato y aplaudir fuertemente para después regresar a sus casas y seguir con la vida rutinaria.
O aquellos que demuestran su apoyo comprando una playera con algún pequeño texto, sin tener claro que con eso en vez de apoyar la lucha solo apoyan a la industria capitalista. Y así podríamos mencionar más ejemplos…pero eso no pasa entre anarquistas… ¿o sí?
Tengo claro que la insurrección debe ser social, a lado de la gente, incluso con diferente ideologías, partiendo de que la lucha debe ser generalizada y buscando una satisfacción individual, pero eso no quiere decir que estemos en busca de alianzas con nadie, pues como bien dice Bonnano: “los anarquistas somos extraños a todo tipo de alianzas”. Considero esa unión solo momentánea y en pro de ampliar el conflicto y no solo mermar al Estado, sino destruirlo de fondo. Por ello mi discrepancia con las alianzas, pues suelen ser imposibles debido a las discrepancias de principios.
Un ejemplo de estas discrepancias es el EZLN, donde se muestra una evidente contradicción, pues un montón de anarquistas, o anarcozapatistas, de supuesta postura antiautoritaria, apoyan y se sienten identificados con este ejército, de tendencia comunista y de estructuras autoritarias. Estos anarcozapatistas se ven influenciados por consignas como “mandar obedeciendo”, pues bien, nosotros decimos que el mandar siempre genera poder, y en consecuencia siempre habrá alguien que deba obedecer, aunque los mandos zapatistas se empeñan en decir que “es el pueblo quien manda y el gobierno quien obedece”. Por supuesto que no niego ni desconozco la lucha que en 1994 dio con valor el EZLN contra el Estado, ganando cientos de simpatizantes en el mundo para su causa; incluso a varios anarquistas nos llegó a cautivar con la “Sexta Declaración de la selva lacandona”, pero el desencanto vino pronto al darnos cuenta que su práctica autoritaria continuaba existiendo, a pesar de su supuesto libertario.
Cualquier ejército por más revolucionario que pueda decirse, incluso ejércitos negros que supongan reclamarse anarquistas, siempre tendrá bases autoritarias (maoistas o marxistas-leninistas), las cuales son contrarias al anarquismo y por ello considero superfluo y estéril buscar esas alianzas. Vemos necesario un distanciamiento con el izquierdismo que busca derrocar al poder solo para imponer enseguida otro, clásica teoría marxista-leninista.
Para concluir no queremos dejar de mencionar que en la actual coyuntura diferentes grupos han desplegado actividad, anarquistas, grupos políticos y ciudadanistas e incluso guerrillas han contribuido con acciones por separado al conflicto y como siempre, hay quien busca sacar beneficios de ello, como es el caso de una guerrilla que se ha dado a la tarea de reclutar gente, incluso a algunos anarquistas, para ampliar su círculo guerrillero. Prometen entrenamiento en estrategias militares y lógicas de ataque, manejo de armas. Es preocupante que algunos anarquistas se dejen seducir y accedan a participar, yendo así en sentido contrario de las convicciones, o tal vez es falta de información. Las guerrillas son vanguardias especialistas que han aceptado la clandestinidad voluntariamente como forma de ataque.
Debemos tener claro que no es necesaria la especialización en nada, pues no somos profesionales ni buscamos serlo, solo nos valemos de ataques sencillos y permanentes, usando solo lo necesario para hacer efectiva la lucha, pues el fin no justifica los medios y nunca debemos perder la coherencia entre quienes somos y cómo y por qué realizamos nuestros actos.
Carlos López “Chivo”
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