Max Stirner 1845
Introducción
He fundado mi causa en nada[3]
¿Qué causa es la que debo defender? Antes que nada la buena causa, la causa de Dios, de la verdad, de la libertad, de la humanidad, de la justicia; luego la de mi pueblo, la de mi gobernante, la de mi patria; más tarde será la del Espíritu[4] y miles más después. Unicamente mi causa no puede ser nunca mi causa. «Vergüenza del egoísta que no piensa más que en sí mismo».
¿Pero esos cuyos intereses son sagrados, esos por quienes debemos trabajar, sacrificarnos y entusiasmarnos, cómo entienden su causa?