Más allá del plano de la consciencia política, social o lo que sea: ¿Cuál es el sentido de bailar thriller, tirar piedras a un banco o marchar disfrazado de zombie?
-Esencialmente ninguno, o dicho de otro modo, mostrar un sin sentido, y en esto consiste su relevancia política.
1. De verdad y de sentido
El problema de La Verdad fue derrocado al momento de la muerte de Dios, sin embargo el problema del sentido exhuma el cadáver para preguntar ¿si Dios está muerto entonces por qué no gozamos libremente el declive de la ley que se legitimaba en su nombre?, ¿por qué la muerte de Dios no significa el triunfo de la libertad?, o finalmente ¿por qué libertad se lucha y en qué sentido? Si la libertad es el concepto con que se identificaba la lucha dentro de la dialéctica de la verdad , la lucha a nivel de sentido suspende el problema de la libertad, en la medida en que no intenta alcanzar una libertad verdadera, sino que interroga el sentido de estos conceptos (verdad-libertad) y con ello pierden relevancia los significados prestablecidos y aparece la posibilidad de producir una verdad, de proponer un sentido, y para producir un nuevo sentido es necesario que este brote de la inmanencia del sin sentido.
El acto de crear un sentido supone que no hay un sentido general, y por tanto supone que no existe un sujeto omniciente ni un Otro armónico; la misma expresión de “dios ha muerto” es ya una creación de sentido en la medida que enuncia una verdad que no puede ser medida con las categorías de verdad religiosas o tradicionales. Dios no existe y estamos solitos, niños solitos, articulando la posibilidad de una política de la infancia que no metaforice el sin sentido de la violencia bajo la firma de un Logos, de un Padre, de una Madre. Si el sentido equivalente a la verdad, esto es, el sentido articulado por el fascismo, está siempre acompañandonos como un efecto de significación que articula las metáforas del lenguaje -que nunca sirvió de medio de comunicación-, haciendo de nuestra experiencia un “como” que se asimila a una identidad preestructurada (por ejemplo ¿Cómo estás? No espera una respuesta específica singularizada, sino que el interlocutor se incline a decir “estoy –como- bien”, “estoy –como- mal”) así mismo, si la metáfora se define como una comparación sin el “como”, podemos decir que todo el ejercicio del lenguaje es metafórico: estoy como si estuviera escribiendo, como si fuera yo, como si estuviese frente a un computador.
Es importante desplazar a La Verdad y al yo como su garante, e instalar en su casa la performatividad ontológica del sin sentido. Para La Verdad es el hijo (yo), el padre (Logos o la palabra de Dios) y el espíritu santo, sumado a la Escritura (donde ya todo fue dicho, frente a la cual sólo nos queda leer) lo que regula el sentido, mientras que para una política del sentido, acepta este mismo mensaje como testificación de los hechos: el padre ha sido reencarnado en su hijo y ha muerto, por tanto ese espíritu Santo (que San Pablo identifica con un “nosotros) hay que escribirlo: hay que Escribir el sentido, no porque “haya” sino porque una vez eliminada la ley sólo nos queda la acción.
El sin sentido lucha con la Violencia mientras que el sentido lucha con la agresividad amparada en La Verdad (a esto Walter Benjamin -alemán suicidado- llamaba violencia divina y violencia mítica respectivamente). La agresividad se burla de todo lo que sea diferente a la estructura del fascismo –DE TODO LO QUE ES PICO Y NO FALO-: los humoristas se burlan de los feos, de los ciegos, de los “borrachitos”; las viejas se ríen de la farándula y los rockeros se ríen de quienes creen en el viejito pascuero.
2. La Violencia y la política
La violencia no resguarda un Falo, cuando le hablan de sexo mira sin entender a qué se están refiriendo; la violencia es el enfrentamiento a lo real: al hecho de que no somos más que el fracaso de nuestra representación. El verdadero problema de la acción no es el de cómo desembarazarnos de nuestros prejuicios para actuar libremente, sino el de como aceptar ese abismante, traumático e insoportable sin sentido del acto -“libre”- (parafraseo de Zizek, Visión de Paralaje, p. 138).
Para salir de la lógica de la verdad que usa el pico como medio para garantizar la presencia de un Falo pleno y sabio (en este caso la agresividad como medio de la libertad), debemos hacer coincidir inmediatamente libertad y violencia: la violencia como irrupción de la materia que somos y que seguiremos siendo cuando el organismo pierda su función. Si el insurreccionalismo ha llevado la acción más allá del dominio de los “jóvenes con ideales” habría que enfatizar no sólo en la distinción entre teoría-sentido y acción-sin sentido como dos paralelas que se dan juntas sin coincidencia (está es la lógica metafísica de la forma y lo informe, del árbol y el rizoma, de lo liso y lo estriado, de la esquizofrenia y la neurosis, etc, etc.), sino que habría que pensar el cruce entre la línea estructural y la material, para esto debemos considerar no una línea, sino un punto de fuga que sea el cruce de estas dos líneas, que más que un vértice vendría siendo un “vórtice”, el cual no puede llamarse de otro modo más que “ acto político”. Así entendida la política no tiene sentido tampoco el binomio de La política (instituciones representativas democráticas) y politización (tarea con la que los espacios universitarios se sienten importantes).
3.Política y Fuerza
La frase de Ciorán “Mi fuerza es no haberle encontrado respuesta a nada” –remasterizada para efectos de este texto y de mi inconsciente- es un texto que me impacta con su cruel honestidad experencial. Si la política revolucionaria acostumbra propagarse con la promesa de un futuro mejor, de una verdad a la cual corresponde el sentido del hacer político, la frase de Ciorán es el punto de fuga que instala el sin sentido en el pleno corazón del sentido, su incidencia no es ni práctica ni teórica, sino que es el punto de encuentro entre ontología y política.
La tradición de los oprimidos nos enseña que no hemos vencido y que esto es lo que tradicionalmente ha definido la identidad de la izquierda; en este punto la respuesta de Ciorán no es sintomática ni claramente mesiánica en tanto que no sublima este fracaso para sugerir la posibilidad de una superación, sino que es la pura dialéctica del vacío en la que superación no significa más que la afirmación de las condiciones que anteriormente eran presentadas como negativas, el sin sentido.
Si la política tradicional busca generar con fuerza “demandas” ciudadanas y corporativas, la fuerza política es, por inversión, el levantamiento de los deseos que cortan la política tradicional. En este sentido, la posibilidad real de lo anárquico consiste en interrogar las formas de desear, orientandolas a lo que no existe dentro del sentido, generar la unión no por simpatía ni analogía sino por cortes, que en el centro del respaldo de la identidad falocéntrica-fascista-conservadora enuncie la ausencia de falo. Si la mayor fuerza de legitimación que tiene la policía es justamente el Falo del bien común, el de la izquierda es el de saber que ese falo no existe, tal como en esa freudiana serie ya olvidada “La Vaca y el Pollito”, en donde en una escena se muestra que los padres no son sino la apariencia de una autoridad sin busto. No se trata de generar un “anti” política burguesa, sino de aceptar la imposibilidad de cualquier política amparada en la verdad, en la identidad y en el afuera de la política.
http://www.columnanegra.net/2013/agresividad-de-sentido-y-la-pura-violencia-gonzalez-r/