“¡la anarquía triunfa en Rusia!
Millares de revolucionarios enarbolan su rojo pendón y cantan
Sus himnos rebeldes que ponen en su frente resplandores de incendio.
¡Lenin, Trotsky! ¡Pobres, míseros despojos de un pueblo noble!
¡Pobres Judas del Siglo XX!
Ramón Rivadeneira
El Surco N°15 (periodico anarquista de la región chilena), 15 de Octubre de 1918
Aunque escarbemos prolijamente en el baúl de la historia del Siglo XX, será realmente difícil encontrarnos con un episodio revolucionario más controvertido que la Revolución Rusa y su posterior transformación en el gobierno de los Soviets. No sólo por las condiciones y características históricas que suscitaron la insurrección popular de 1917, sino que también, por el grado de trascendencia que años más tarde tendría sobre la polarización política a nivel global.
El enorme impacto que provocó la revolución de los trabajadores y campesinos rusos sobre las distintas esferas del proletariado mundial, fue un hito sin precedentes para la historia de la clase obrera, ya que en gran medida esto fue posibilitado por los avances existentes en la época sobre las comunicaciones, y por lo tanto, se transformó inicialmente en un modelo real, efectivo y ejemplificador para lograr la emancipación de las masas explotadas. En Chile, los sectores más dinámicos del movimiento obrero no se mantuvieron al margen de esta influencia, suscitando arduos debates y continuas expectativas. Pero fue particularmente al interior del mundo libertario donde la noticia del levantamiento popular ruso provocó mayores contradicciones y desconciertos, tanto es así, que durante varios años los anarquistas chilenos mantuvieron un paulatino zigzagueo entre simpatías y desconfianzas en el proceso revolucionario soviético, el que cesó definitivamente en 1922 con un rechazo profundo y generalizado.
La Revolución y la dictadura
Rusia vivía bajo un régimen monárquico-feudal gobernado por la dinastía de los Romanov, la que establecida en Moscú desde principios del siglo XIV, había regido el país durante 304 años hasta los sucesos que desencadenaron la Revolución de 1917. En esta región las tendencias revolucionarias no eran para nada un fenómeno novedoso, al contrario, se habían desarrollado grupos que desde hace décadas proclamaban el libre acuerdo, la igualdad de derechos y el salto de la fase capitalista para la realización concreta del socialismo (1).
Ya en 1905 una intentona insurreccional había buscado destruir el régimen existente mediante huelgas, motines y revueltas, que con grandes inconvenientes había sido sofocada por las fuerzas eficaces de la reacción, las que sucesivamente fueron encarcelando y exiliando a numerosos elementos revolucionarios. Para muchos, estos sucesos representaron un bosquejo de la revolución ulterior… habrían constituido un ensayo general para la apertura inevitable del telón doce años más tarde.
La Primera guerra mundial fue dejando desastrosos efectos sobre la población más pobre de Rusia, tanto así que hacia 1917 la situación se estaba volviendo realmente insostenible, “El caos económico, la miseria del pueblo trabajador y la desorganización social llegaron a tal punto que los habitantes de las grandes ciudades, en Petrogrado especialmente, comenzaron a carecer de combustible, ropa, carne, manteca, azúcar y aún de pan” (2).
En Febrero de ese año, las masas obreras y campesinas protagonizaron largas jornadas de protestas, grandiosos tumultos en todo el país; aquel pueblo utilizado por la monarquía zarista, se resistía a seguir colaborando en la guerra, e imponía sus propios términos sobre la realidad rusa. Su acción derrocaba a Nicolás II y afirmaba el alzamiento definitivo de la revolución.
En Chile, los acontecimientos de la guerra mundial eran seguidos diariamente en los principales periódicos del país, El Mercurio de Santiago cubría con abundantes crónicas los sucesos y mantenía reiterados contactos con el extranjero para actualizar habitualmente las informaciones más importantes. Por su parte, los grupos anarquistas estaban dedicados a una infructuosa propaganda antimilitarista, que si bien, se pronunciaba habitualmente contra la guerra, tenía como objetivo primordial hacer frente a las condiciones del servicio militar obligatorio en el país. La ilusión soviética aún no metía sus narices.
Mientras tanto, en Rusia se vivía un proceso paralelo de las fuerzas revolucionarias. Mientras la burguesía buscaba establecer un sistema semi monárquico con cascaron republicano, los obreros y campesinos habían comenzado un proceso autónomo de recuperación de tierras y ocupación de fábricas. Para Lehning “La Revolución de Febrero fue política y social. La historia de febrero a octubre, [era] la historia del combate de estas dos fuerzas, hasta la victoria de la revolución social” (3).
Aquella revolución social triunfante, pronto sería sofocada por la dictadura del proletariado, que en realidad no representaba otra cosa que la dictadura del partido bolchevique. Para Lenin, la “La supresión del Estado proletario, es decir, la supresión de todo Estado, solo es posible, por medio de un proceso de extinción” (4). El que requiere de un “periodo de transición” para cimentar su final.
A partir de esta tesis, podemos comprender porque una gran cantidad de militantes anarquistas se vieron incentivados a apoyar la dictadura estatal bolchevique. La idea de que sólo se trataba de un “proceso de transición” incito a muchos libertarios a ponerse del lado de Lenin y con él, de la causa socialista autoritaria.
Las noticias vuelan lento, pero vuelan al fin
Los periódicos burgueses comenzaron a publicar noticias sobre la revolución, criticando duramente el papel de los maximalistas (nombre con el que fueron conocidos los partidarios de la revolución bolchevique), sus páginas afirmaban que la situación en Rusia se había transformado en un verdadero caos empujado por el accionar de los extremistas, y a medida que los sucesos consolidaban el poder del gobierno soviético, aseveraban que el país caía bajo el yugo maximalista. Estos diarios fueron los primeros en transmitir las noticias… evidentemente ellos eran los únicos capaces de pagar los servicios cablegráficos del extranjero.
Al parecer, los primeros meses noticiosos fueron vistos con cierta cautela por los trabajadores chilenos, esperando recibir de fuentes obreras una información más fidedigna de los acontecimientos, sólo de esta forma podrían pronunciarse abiertamente a favor o contra del proceso revolucionario.
Bajo la consigna ¡Rusia Siempre!, en Enero de 1918 el periódico anarquista El Surco, de Iquique, entregaba las primeras impresiones del sentir libertario (5). En él, se realizaba una apología completa al ambiente ruso; desde su naturaleza y su historia, hasta sus más celebres personajes. Percibían que se estaba librando la batalla más sangrienta por la verdad, el amor y la justicia. Por su parte, un nuevo vocero del movimiento ácrata hacía su aparición en Noviembre de ese mismo año, se trataba de Verba Roja, que en su primer número sentenciaba: “nuestra ruta está ya señalada, Rusia ha roto la marcha, y sus banderas son las nuestras ¡Adelante camaradas!” (6). Sin lugar a dudas, la revolución marcó un importante impulso para la fe revolucionaria, la insurrección del pueblo ruso creaba nuevas esperanzas en el mundo obrero y especialmente entre los trabajadores anarquistas, quienes durante algunos años pensaron que realmente eran sus sueños los que se hacían realidad.
Es muy probable que inicialmente las informaciones recibidas desde el exterior fueran bastante pocas, y que gran parte de sus expectativas estuvieran más fundadas en el tono de desprecio de la prensa oficialista hacía los revolucionarios, que en el pleno conocimiento del desarrollo político soviético. Los anarquistas, y seguramente la mayoría de las organizaciones obreras, acusaron a los periodistas burgueses de mentirosos, calumniadores, farsantes, y mercenarios; planteaban que esta prensa defendía sus propios intereses, “ella esta contra la clase laboriosa siempre, ella defiende el capital en todos los momentos y adula al Estado en todas las horas” (7).
Una de las características más singulares del impacto que producían los hechos en la escena libertaria nacional, era la fervorosa admiración que provocaba la figura de Lenin – y en menor medida la de Trotsky –, la que se expresaba bajo rimbombantes escritos llenos de analogías y metáforas. En el siguiente extracto, el escritor asegura que los anarquistas están contra todo tipo de ídolos, pero inmediatamente se pisa los talones caracterizando al jefe de la revolución bolchevique: “Lenin es uno de los pocos hombres de la actualidad merecedores de la admiración y el apoyo de los seres civilizados(…) creemos que Lenin es un tipo casi único en este momento (…) Lenin sintetiza y representa las aspiraciones de una humanidad doliente(…) Lenin no necesita mármoles que le inmortalicen, sino hombres de acción que lo secunden(…) no idolatramos a Lenin, sólo queremos dejar constancia de cómo se puede admirar a un hombre sin (…) endiosarlo” (8).
La discrepancia y la asimilación ideológica de la dictadura
Las primeras muestras de rechazo salieron de las perspicaces columnas de El Surco. Este periódico se convirtió desde muy temprano en un detractor de los métodos bolcheviques… probablemente en Iquique tenían mejores canales de información, ya que contaron con asertivas transcripciones del extranjero. De todas maneras, esto no significó que no se acogieran opiniones encontradas respecto a la significación del levantamiento ruso. Al comienzo, se entiende que el hecho de que los comunistas estén a la cabeza de la revolución no significa que les sea propia, se mantiene la idea de que la fuerza de las masas trabajadoras y campesinas harán triunfar la anarquía (9). Por su parte, un año más tarde la firmeza del rechazo menguará considerablemente. Un artículo reconocerá las diferencias sustanciales de los anarquistas con los maximalistas, pero afirmará que “no por esto vamos a estar en desacuerdo con el paso dado por el gobierno de los soviet, que, aunque existía un poco de tiranía, nunca podrá ser igual a los regimenes […] existentes” (10). Y otro planteará firmemente que “Oponerse a la Revolución Rusa es oponerse al progreso, a la civilización, a la justicia; combatirla es combatir el porvenir” (11).
Con todo, se debe reconocer que en Noviembre de 1918, éstos fueron los primeros en hablar abiertamente de tiranía maximalista, de prisión y persecución a los anarquistas (encarcelamiento de Kropotkin), y de que “el régimen bolsheviki era aún más tiránico que el que había regido en el tiempo de los zares” (12). Probablemente estas afirmaciones causaron gran polémica y suscitaron ciertas enemistades.
Otro que pronto levantó su voz fue el estudiante anarquista Juan Gandulfo, a través del prologo a un folleto aparecido en 1918 titulado “La revolución soviética”. Según su opinión en aquel país se había erigido una nueva tiranía orquestada por “el grupo político más astuto y audaz de la Rusia revolucionaria, los bolcheviques. Que a corto plazo ahogaran a sangre cualquier iniciativa genuinamente popular, la lección que nos dejara a las generaciones futuras será deplorable y horrorosa” (13). Gran instinto en predicciones tenía el joven estudiante de Medicina.
A pesar de estas reacciones tempranas, la influencia de la Revolución Rusa estaba calando muy profundo en la conciencia de los trabajadores chilenos, se hacían conferencias multitudinarias, se imprimían folletos a favor de los maximalistas y se convocaron mítines para conmemorar cada aniversario de la Revolución, tanto fue así, que un sector mayoritario del mundo ácrata fue aceptando paulatinamente dentro de sus postulados la idea del “periodo de transición” y consecutivamente de la dictadura del proletariado.
Este sector comenzaba su transito desde una óptica diferente. Había depositado su plena confianza en los programas revolucionarios del maximalismo, que transcritos en Verba Roja proponían entre otras cosas: “no más autoridad, ni políticos ni gobernantes: el pueblo será único y soberano. Toda región, ciudad y pueblo se regirá según sus conciencias. Desarme general y supresión del militarismo” (14). Como podemos apreciar, ninguno de estos principios representaba en realidad las aspiraciones de Lenin y su partido.
Seguramente al comienzo, este grupo mayoritario de anarquistas creyó que efectivamente la revolución tenía un carácter marcadamente libertario, y así lo daban a entender frecuentemente: “la actual revolución no es una revolución política con el objeto inmediato de erigir un nuevo amo, un nuevo tirano, no, es la revolución social pregonada por los Kropotkin y los Faure” (15). Este desconocimiento rápidamente fue cristalizando en una nueva manera de enfrentar los desafíos que los maximalistas proponían. Las informaciones que recibían del extranjero provenían de anarquistas conversos, que desligados de sus principios básicos se traspasaron oportunamente a la defensa de los métodos autoritarios, aquellos, internacionalmente fueron conocidos como “anarcobolcheviques”. Según Ricard, “muchos anarquistas también rehusaban conceder sus simpatías [a la dictadura]…yo soy uno de esos anarquistas, prefería que la evolución social tomara un rumbo más ampliamente humano, pero queramos o no forzoso es resignarse a lo que parece inevitable.” (16).
Es particularmente este discurso (reproducido desde Europa) el que penetra profundamente en la conciencia ácrata de esos años, y lleva a estos trabajadores a asimilar las practicas dictatoriales como principio indispensable para conseguir sus fines. Decían convencidamente que “si asestamos un golpe mortal al capitalismo, y se crea la ‘dictadura proletaria’, como es lógico y fatal que suceda, esta se vendrá disgregando a medida que la cultura revolucionaria adquiera mayor intensidad” (17). Verdaderamente el leninismo había repercutido en las filas del anarquismo chileno.
El punto más álgido de esta propaganda pro bolchevique se dio con la publicación de un titular en Verba Roja que exclamaba: “La dictadura del proletariado es el prólogo del comunismo anárquico…Lenin, Trotsky y los maximalistas rusos van hacía él”. A lo que seria oportuno agregar: sólo que se perdieron bastante en el camino.
Determinismo anárquico
Para muchos anarquistas la Rusia monárquica no había muerto con la caída de los zares, sino que más bien, se había transplantado con todos sus vejámenes al continente americano. Desde EE.UU. llegaban continuamente informaciones de los crímenes que el presidente Wilson dirigía contra los trabajadores, a esto se sumaba una ola represiva a gran escala en América latina y Chile, con el saqueo a la Imprenta de “El Surco”, la persecución a los redactores de Verba Roja y la prisión y tortura de Julio Rebosio. Lo que finalmente quedaba como lección era que los procesos sociales tenían un curso natural, y que lo que pasaba en Europa y Rusia inevitablemente tenía que suceder en Chile y América. Esta idea tuvo fuerte repercusión entre los anarquistas chilenos, y probablemente muchos no quisieron renunciar al sueño maximalista, con el objetivo de no retrasar un recorrido que se hacía inevitable.
El conocimiento más difundido de las persecuciones que sufrían los anarquistas bajo el régimen totalitario bolchevique, y los atropellos interminables sobre los obreros y campesinos disidentes a la dictadura, provocaban un aumento considerable de trabajadores que rechazaban el curso de los acontecimientos. Pero sin embargo, a esta altura la co-existencia de las diversas visiones respecto la revolución Rusa no representaba mayor conflicto, ya que los asuntos relacionados con las luchas concretas del movimiento obrero chileno actuaban como eje central de la dinámica anarquista de los años 20’.
Algunos se resistieron tercamente a perder aquella fe en la Rusia revolucionaria, y pretendían inclinar la discusión a la dimensión de “lo que tenemos” “lo que podríamos tener” y “lo que es preferible” ese es el caso de Serrano Vicencio que escribía en El Comunista (18) de Santiago: “allá en Rusia se lucha a sangre y fuego por cimentar la sociedad de libres, aquí sólo luchamos por simples reformas. Criticamos la labor de los compañeros rusos, y cuan pequeños somos ante la magnitud de su obra” (19).
Una muestra particularmente cómica fue la expresada por este mismo periódico con motivo de la recepción de una carta de París, en ella se aseguraba que Malatesta y Kropotkin eran contrarios a la dictadura del proletariado, mientras que Sebastián Faure se mostraba a favor de ella. Se expresa que “Kropotkin funda sus criticas al régimen dictatorial en un vago temor de anciano sentimental…[y que] los años que le agobian cegaban sus facultades de revolucionario” (20). Por su parte, el famoso príncipe anarquista había expresado abiertamente su rechazo a los planteamientos de Lenin, criticando sus métodos y efectos sobre la población más pobre del país. Hacía ver al líder bolchevique que la nula iniciativa que tenían los soviets, y la sobre valoración del Partido en la organización de la vida política y social llevaba a su republica a sufrir los defectos de toda organización burocrática (21). Precisamente por esta postura, había sido allanado en su domicilio, detendido y encerrado por el regímen soviético.
Finalmente, es preciso referirnos a lo que creemos, representa la última esperanza para una parte importante de anarquistas chilenos. Se trata de la invitación que realiza la Internacional Sindical Roja de Moscú (ISR) a la organización Norteamericana de los Industrial Workers of the World (IWW) a adherirse a su asociación para crear un gran frente de lucha internacional contra el capitalismo. La importancia fundamental radica en que en Chile se había organizado a fines de 1919 una sección de la IWW (Trabajadores Industriales del Mundo), la que acogía a miles de trabajadores de tendencia libertaria, mayoritariamente presentes en el área marítima y de la construcción; probablemente la actitud de su homóloga en EE.UU. determinaría el juicio futuro de esta respecto a la Revolución del partido comunista ruso.
Periódico Acción Directa 1922
Los sucesos son seguidos por el periódico Acción Directa (22), el que pública textualmente la invitación del soviet a la IWW, firmada por el presidente del comité ejecutivo de la internacional comunista: G. Zinoviev (23). Evidentemente se mantuvo cierta expectativa durante los próximos meses, en los que el quincenario de la organización se dedicó a publicar la experiencia y los métodos de los consejos de fábrica de tipo soviético. Esta propuesta fue verdaderamente tomada en serio por la Organización industrialista norteamericana, la que meses más tarde llevo a un representante a la Reunión de la ISR en Moscú.
De esta serie de encuentros a nivel internacional, se dio como resultado el rechazo categórico a los principios de la dictadura del proletariado y al tipo de socialismo autoritario estatista de los bolcheviques.
Esta respuesta hizo eco entre los obreros anarquistas chilenos, y después de analizar el panorama definitivo de las ideas libertarias bajo la dictadura soviética, se expreso una antipatía generalizada por todo elemento favorable a los maximalistas.
Pero mientras los anarquistas se desmarcaban de toda influencia de tipo bolchevique al interior de su movimiento, fueron los sectores socialistas, a través de la Federación Obrera de Chile (FOCH) y el Partido obrero Socialista (POS), quienes se acercaron con mayor fervor a la experiencia Rusa. De esta manera, en la convención rancagüina de la FOCH, el 25 de Diciembre de 1921 se acordó la adhesión a la ISR. Y durante el mismo tiempo, el POS fue transformado en el Partido comunista sección chilena de la III internacional, coronado por un viaje de Recabarren el año 1922-23 a la U.R.S.S. (24).
Resignación y rechazo general
Ya en 1922 no quedaban columnas de apoyo a la Revolución Rusa en los periódicos anarquistas. Las tendencias libertarias se apartaban definitivamente, a nivel nacional e internacional, de todo autoritarismo como medio o como “periodo de transición”.
En las páginas de Verba Roja ya se escribía con un dejo de resignación que “esta dictadura (…) en el interior va matando la revolución en su sentido social. Quisiera equivocarme, pero sospecho que si no intervienen los revolucionarios de los países occidentales, la Revolución Rusa terminará con el establecimiento de una republica burguesa y capitalista” (25). Los IWW, por su parte, sentenciaban: “en vista de la experiencia sufrida por el pueblo ruso, se ha acentuado entre los IWW de esta región el rechazo absoluto (…) de la dictadura del proletariado” (26). Pronto en los periódicos y en los folletos se transcribieron las cartas y comunicados de las organizaciones anarquistas y sindicalistas rusas, que firmadas por personajes como Emma Goldman, Piotr Kropotkin y Volin, entre otros, dieron un sello definitivo a la posición antiautoritaria.
Durante estos mismo años, en Rusia habían ocurrido importantes sucesos protagonizados por grandes grupos de inclinación anarquista. En primer lugar, fueron los campesinos de Ucrania organizados en el movimiento makhnovita quienes entre 1918 y 1921 habían llevado la revolución hacía un grado mayor, expropiando tierras, fundando escuela libertarias y liberando las cárceles. Según Ferrario “el anarquismo en Ucrania no fue una utopía, tres cuartas partes de esa región fueron revolucionadas por el makhnovismo hasta que llegó la represión bolchevique” (27). Y en segundo lugar, estuvieron los marineros de Kronstand, quienes encabezaron un levantamiento masivo contra la dictadura entre Febrero y Marzo de 1921, exigiendo soviets libres, participación popular de sus habitantes y no dirigentes bolcheviques de la capital (28). En ambas ocasiones, los anarquistas son brutalmente aplastados, acribillados y perseguidos por el Ejército rojo.
En Chile pronto se conocieron estos acontecimientos, y ciertamente, representaron una importante reafirmación del rechazo, que a estas alturas ya era generalizado. En 1922, en Iquique, un grupo de militantes de la IWW fundaba el centro de Estudio Sociales “Ukranía”, nombre que evidentemente hacía alusión a los sucesos ocurridos en aquella región, y un año mas tarde, por medio de sus habituales tribunas periodísticas sentenciaban:“El ejército rojo persiguió hasta exterminar a los comunistas libertarios maknovitas de Ucrania” (29).
Por último, quizás son las palabras de Juan Pueblo (seudónimo de Luís A. Triviño) las que mejor representan la decepción del anarquismo chileno, por su tono melancólico, su ingenuidad y particularmente su rabia. “Un nuevo y terrible engaño nos duele como un dagazo sobre nuestro corazón: la Revolución Rusa nos la han robado, es decir, se la han robado a los obreros y campesinos rusos, los políticos que más cerca del pueblo merodeaban, fascinándolo con rojas banderas. La Revolución Rusa, esa magna epopeya que nos lleno de optimismo, nos la han robado!” (30).
Como podemos ver, los anarquistas chilenos, y probablemente los libertarios de muchas regiones, vieron en la revolución de Octubre el horizonte por donde relucía triunfante La Idea, creyeron que Rusia daba el paso inicial hacia la emancipación de los trabajadores de todo el mundo. Pero lamentablemente para sus aspiraciones, lo que realmente nació en Rusia fue la última forma de Estado posible: El Estado burocrático, donde la clase dominante fue el partido bolchevique, y la clase dominada fue la misma de siempre, aquella que hizo triunfar su revolución.
Notas
1. Lehning, Arthur. “Marxismo y anarquismo en la revolución rusa” Utopía libertaria, Bs. Aires, Argentina, 2004.pp.26
2. Volín, Archinoff. “La revolución rusa: Una Historia desconocida”. http://www.banderanegra.canadianwebs.com/revolucion.htm
3. Lehning, “Marxismo…”. Op.cit. pp.88
4. Lenin, Vladimir I. “El Estado y la Revolución”. Proyecto Espartaco 2001-2002.
5. R.G.P. “Rusia Siempre”. El Surco N°6, 10 de Enero de 1918.
6. “dos fechas”. Verba Roja N°1, Primera Quincena de Noviembre de 1918
7. “Algo sobre Rusia. Helios de los ríos”. El Surco N°14, 15 de Septiembre de 1918.
8. “Lenin”. Verba Roja N°14, Segunda quincena de Julio de 1919.
9. Ramón Rivadeneira, “la anarquía triunfará”. El Surco N°15, 15 de Octubre de 1918
10. Manuel J. Veliz, “ignorantes o maliciosos”. El Surco N°22, 29 de Octubre de 1919
11. E. Galfe, “lo Inevitable”. El Surco N°21, 4 de octubre de 1919
12. “Tiranía maximalista”, “La prisión de Kropotkine”, “María Spiridonova”. El Surco N°16, 15 de Noviembre de 1918.
13. Citado por Ortiz, Oscar. “crónica anarquista de la subversión olvidada”. Ediciones Espíritu Libertario, 2002. pps.54-55.
14. “programa maximalista”. Verba Roja N°2, Segunda quincena de Noviembre de 1918
15. Rebelde, “La revolución triunfante” Verba Roja N°7, Primera quincena de Marzo 1919
16. F. Ricard, “la dictadura del proletariado”. Verba Roja N°12, Segunda quincena de Junio de 1919
17. Federico Serrano Vicencio “¿no somos prácticos los anarquistas?”. El Comunista N°7, 20 de Agosto de 1921
18. Periódico anarquista mantenido por el gremio de panaderos.
19. Federico Serrano Vicencio, “Alrededor de la nueva Rusia”. El Comunista N°1, 9 de Julio de 1921
20. “Opiniones sobre la Revolución Rusa (correspondencia desde París)”. El Comunista N°2, 16 de Julio de 1921.
21. Piotr Kropotkin, cartas a Vladimir Iliich Lenin. 4 de marzo de 1920 y 21 de Diciembre de 1920.
22. Órgano de la región chilena de la I.W.W.
23. “Invitación del soviet a la IWW”. Acción Directa N°3 y 4, primera y segunda quincena de Enero de 1921.
24. Jobet, Julio cesar, “Luís Emilio Recabarren. Los orígenes del movimiento obrero y del socialismo chileno” Prensa latinoamericana S.A., 1955, Santiago de Chile.
25. M. Espínola, “la insurrección que viene”. Verba Roja N°36, primera quincena de Octubre de 1921.
26. Mensaje de la IWW de la región chilena al congreso sindicalista que se reunió en Berlín el 25 de Diciembre de 1922.
27. Ferrario, Juan Manuel, “La matanza de anarquistas en la Revolución Rusa”, Acción Directa Ediciones, 2007.
28. Ibid.
29. Centro de Estudios sociales “Luz y Acción”. Verba Roja, primera quincena de Junio de 1923.
30. Triviño, Luís A., “Arengas”, Editorial LUX, ¿1922?, Santiago, Chile. pps.22-23.