El Expropiador

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Renzo Novatore

¡Mi libertad y mis derechos
Tanto como mi capacidad de poder
Incluso la felicidad y la grandeza
Las tengo sólo en la medida de mis fuerzas!
(De un libro que he escrito y nunca verá la luz)


El expropiador es la figura más hermosa, masculina, sin escrúpulos, y viril que he encontrado en el anarquismo. Él es el que no tiene nada que hacer. Él es el único que no tiene altar en el que sacrificarse a sí mismo. Glorifica sólo la Vida con la filosofía de la Acción. Lo conocí en un lejano mediodía de agosto mientras el sol bordaba en oro la gigante naturaleza verde, perfumada y festiva, cantando las ludicas canciones de belleza pagana.

Él dijo, «siempre he sido un espíritu inquieto, vagabundo y rebelde. He estudiado a la gente y sus almas en libros y en la realidad. He encontrado una mezcla de comediante, plebeyo, villano. Yo tenia náuseas. De una parte los siniestros fantasmas morales, creados por las mentiras y la hipocresía que domina. De otra parte las bestias expiatorias que adoran con el fanatismo y la cobardía. Este es el mundo de los hombres. Esta es la humanidad. A este mundo, hacia estos hombres y esta humanidad, siento repugnancia.

El plebeyo y el burgues son equivalentes. Ellos se merecen unos a otros. El socialismo no es de esta opinión. El ha hecho el descubrimiento del bien y del mal. Y para destruir estos dos antagonismos creó otros dos fantasmas: la igualdad y la fraternidad entre los hombres…

«Pero las personas serán iguales ante el Estado y libres en el socialismo… ¡Él ─el socialismo─ ha negado la Fuerza, la Juventud, la Guerra! Pero cuando la burguesía, que son los campesinos de espíritu, no quiere ser lo mismo que los plebeyos, que son los campesinos de carne, entonces el socialismo admite, el lloriqueo, la guerra. Sí, incluso el socialismo admite el homicidio y la expropiación. Pero en el nombre de un ideal de igualdad y fraternidad humana… ¡De aquella igualdad y fraternidad santa que comenzó a partir de Caín y Abel!…

«Pero con el Socialismo tu piensas a la mitad; tu eres la mitad libre; ¡tú estás la mitad vivo!… El socialismo es la intolerancia, es la impotencia de la vida, es la fe del miedo. ¡Yo voy más allá!

«Los Socialistas han encontrado buena la igualdad, y mala la desigualdad. Bueno los criados y malo los tiranos. Yo crucé el umbral del bien y el mal para vivir mi vida intensamente. Vivo hoy y no puedo esperar a mañana. El esperar es de los pueblos y de la humanidad, por lo que no podía ser asunto mio. El futuro es la máscara del miedo. El coraje y la fuerza no tienen ningún futuro por el simple hecho de que ellos mismos son el futuro que revela el pasado y lo destruye.

«La pureza de la vida es producto sólo de la nobleza del coraje que es la filosofía de la acción». Observé: «¡La pureza de esta vida me parece lindar con el crimen!» Él dijo: «El crimen es la síntesis suprema de la libertad y la vida. El mundo es el mundo moral de los fantasmas. Hay espectros y sombras de espectros, hay Ideal, Amor Universal, Futuro. Aquí está la sombra del espectro: aquí esta la ignorancia, el miedo, la cobardía. Una profunda oscuridad. Oscuridad quizás eterna. Incluso yo he vivido, un día, en esa prisión sombría y espeluznante».

Entonces fui armado con una antorcha sacrílega para encender a los fantasmas y violar la noche. Cuando llegué a las puertas oxidadas del bien y del mal las derribe furiosamente para luego cruzar el umbral. A la burguesía he lanzado su anatema moral y al plebeyo idiota su maldición moral.

«Pero el uno y el otro son la humanidad. Yo soy un hombre. La humanidad es mi enemiga. Ella quiere enredar mi cuerpo y apretarlo con sus mil horrendos tentáculos. Yo trato de arrancar de ella todo lo que mis deseos necesitan. ¡Estamos en guerra! Todo lo que tenga la fuerza de arrancar es mío».

Y todo lo que es mío lo sacrificio sobre el altar de mi libertad y mi vida.

De esta mi vida que siento latir entre las llamas palpitantes reviento en el corazón; y entre esta salvaje tortura de todo mi ser yo inflo el alma de tormentas divinas, y eso me hace eco en el espíritu de la fanfarria estruendosa de la guerra y las sinfonías polifónicas de un amor superior, extraño y desconocido, que yo hago impias las venas de una sangre lozana y vigorosa, que se propaga en toda la envoltura de mis músculos, de mis nervios y de mi carne, temblando diabólicamente con la expansión del regocijo, de esta mi vida de la que percibo a través de la visión de la multitud de mis sueños fantásticos, ansioso y necesitado de desarrollos perennes.

Mi lema es: recorrer expropiando y encendiendo, dejando siempre detrás de mí, aullidos de ofensas morales y fumando los troncos de las viejas cosas.

Cuando los hombres no poseen más riqueza ética que los verdaderos tesoros inviolables y únicos entonces voy a tirar mi ganzúa. Cuando en el mundo no haya más fantasmas, entonces voy a tirar mi antorcha. ¡Pero ese futuro está lejos y nunca podría ser! Y yo soy un hijo de este futuro distante, sellado de plomo en este mundo en el que por casualidad me inclino para impulsarme”. Así habló el expropiador en ese lejano mediodía de agosto, mientras el sol bordaba en oro la gigante naturaleza verde, perfumada y festiva, cantando las lúdicas canciones de belleza pagana.