Entre el 5 y el 18 de Enero tendremos el orgullo de sobrevivir en la región donde se realizará el Rally
Dakar 2014, el mayor “Rally Raid” del mundo. Este evento, que comenzó a realizarse en el año 1972 entre París y la capital de Senegal, Dakar, de la cual obtiene el nombre, se mudó de territorio en el año 2008, en circunstancias políticas y ecológicas inconvenientes para su realización, siendo la gota que rebalsó el vaso (y el chivo expiatorio) las amenazas que el grupo jihadista Al-Qaeda realizó a la empresa organizadora en dicho año.
Numerosas son las críticas que ha recibido esta megademonstración publicitaria de los vehículos todoterreno (4×4), y que a continuación las enumeramos tal cuál son planteadas por grupos políticos y ecologistas:
En sus 40 años de historia, han muerto durante la competencia, en “accidentes” derivados de la misma, aproximadamente 50 personas entre pilotos y espectadores (en su amplia mayoría burgueses aventureros), a la vez que 12 personas ajenas y 10 trabajadores. El número de víctimas africanas (principalmente nacidas en Senegal) nunca fue reconocido por los organizadores, que sin embargo realizaban funerales cuasi-militares cada vez que perecía un piloto. Es en este sentido que en ocasiones se ha comparado al evento con la campaña norafricana de la 2da Guerra Mundial, en donde aliados y alemanes atormentaban con sus tanques, líneas defensivas y campos minados a las poblaciones locales, las cuales al igual que en el Rally se mantenían completamente ajenas a la situación pero sufrían sus consecuencias.
En la realización de estos eventos, que tienen hoja de ruta pero no senderos delimitados, los vehículos destruyen el terreno y la fauna y flora autóctona, siendo destacable lo sucedido en las últimas carreras en el desierto de Atacama, Chile, en donde existe una delicada flora desértica que no tolera las modificaciones humanas de su entorno. Fue en ese mismo lugar en donde los competidores dañaron numerosos geoglifos. En palabras de Acción Ecológica (Chile): «En 2009, seis sitios arqueológicos con información con una antigüedad mayor a los cuatro mil años se perdieron por el Dakar. En 2010, se dañaron de lo revisado, que no fue el total, 52 sitios arqueológicos y en 2011, 126 sitios arqueológicos».
La “huella de carbono” de este tipo de situaciones es enorme, dado el traslado de vehículos, espectadores, el consumo de combustible, el tratamiento de residuos, etc. El estimado de los organizadores es de 22.000 toneladas CO2 equivalentes.
Es una actividad que refuerza las prácticas coloniales de las burguesías de los países centrales, ya que sería imposible realizar estos eventos en países del “1er mundo” dado que las legislaciones conservacionistas lo impedirían. Los empresarios del automovilismo y los aventureros de tipo “safari” tienen entonces que recurrir a entornos menos restrictivos, con leyes ambientales nulas o escasamente aplicadas, con una cultura de preservación arqueológica más laxa y con autoridades gubernamentales y policíaco-militares más corruptas con las cuales sea más sencillo negociar.
Lo expuesto anteriormente, que no es ni poco ni simple, encubre de todas maneras toda una serie de suposiciones y falsas críticas que caen por su propio peso o sirven solo para desviar la atención de los problemas de fondo. Tomemos por ejemplo el hecho de que desde la década del 90 en Francia, aparecieron consignas como “¡Fuera Dakar de Francia!”, que se asemejan notablemente a reclamos que se escuchan por estos días de echar al Dakar de la provincia de Santa Fe, por intermedio de recursos judiciales y la presentación de un proyecto de ley a aprobarse en las cámaras legislativas provinciales. Sabemos ya de sobra que ninguna reglamentación será nunca capaz de eliminar la nocividad de las prácticas capitalistas, y solo podrá (en el más peculiar de los casos) contenerla esperando que la misma tecnología del Capital evolucione lo suficiente para que la misma actividad se pueda realizar sin que tenga la misma nocividad directa, o que sepa encubrirla de una mejor forma. Lo que es importante comprender, sin embargo, es la falta de perspectiva histórica e internacional del reformismo, que en vez de intentar suprimir una competencia nefasta de la sociedad humana toda, sólo solicitan su alejamiento de los territorios en los cuales sus organizaciones tienen su nicho de poder o su capacidad de accionar palancas estatales, utilizando para ello consignas aún más acotadas que las que utilizaba la generación anterior de reformistas.
En otro aspecto, podemos analizar también las posiciones críticas del ecologismo, entre las cuales nos interesa destacar la pasión por los números que observamos en ellas. Esta fascinación cuantitativa por el análisis de las emisiones de carbono y la “huella ecológica” de este tipo de eventos hizo que los organizadores de la carrera (cola de paja) publicaran en su sitio web un estudio que afirma que en comparación a otros eventos deportivos el Rally Dakar es un pan de dios. Tal es así que deberían hacerse 20 rallies para contaminar en forma equivalente al último mundial de rugby, o que en la ciudad de París, en un solo día, los autos emiten tanto CO2 como los competidores de toda la carrera. En el sitio además especifican que el evento posee una “huella ecológica positiva” ya que con prácticas de responsabilidad social empresarial, la organización dona una cantidad de dinero a la ONG Madre de Dios, la cual reforesta la Amazonia, anulando así toda la nocividad realizada. Además donan anualmente más de medio millón de dólares a la cada vez más conocida Fundación TECHO (la paraestatal y caritativa ONG famosa en la región por los vueltos de los supermercados).
Estas afirmaciones podrían ser claramente un engaño o una exageración, pero sin embargo lo interesante del asunto es esa perspectiva de “una mano lava la otra”, tan común de las dinámicas estatales y capitalistas, y que a los grupos otrora considerados extremistas termina por atraerlos positiva o negativamente. Positivamente ya que terminan formando ONGs o “partidos verdes” para enrolarse en la búsqueda activa de ganancias o negativamente ya que discutirán o pactarán con poderes y capitales para eliminar tal o cual práctica, o permitir tal otra, en nombre de la búsqueda del “capitalismo verde” sostenible y amigable, ese idílico mundo en donde coexiste todo, la velocidad y la meditación budista, las centrales nucleares y la permacultura, las fábricas-ciudad chinas con los artesanos hippies en una plaza.
No queremos expresar aquí que toda lucha es inútil, que ya todo está perdido. No es para nada nuestra intención el sostener la desazón y la pasividad. Pero tampoco toleraremos las falsas críticas y las luchas de papel, que se hacen con el objeto de obtener cargos políticos o de convertirse en moderadores de la antagonía entre el Capital y la naturaleza. El Dakar debe desaparecer, pero no solo de una ciudad o una región, debe desaparecer del mundo, junto con todas las prácticas deportivas, promotoras históricas del nacionalismo y la competencia, y los automóviles, símbolos permanentes de la división del trabajo, la industria y la atomización de los humanos.
Tampoco nos interesa afirmar que las luchas deben comenzar con una clarificación teórica perfectamente acabada para luego llegar a las calles, pero es vital que cada lucha exista en un permanente contexto de pensamiento y análisis. Cuando no pensamos en nuestra lucha, luchamos con el pensamiento ajeno, el de la reforma, el de los mediadores, el del Capital.
Como ya hemos mencionado en otras ocasiones teoría y práctica deben ser una, solo así golpearemos como el ser internacional y anticapitalista que somos, solo así enterraremos a la nocividad para construir la sociedad de lo común.
Escrito por La Oveja Negra