Lucha de clases en El Ejido.

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[Conflicto -Papeles por la Guerra Social-]
En algunas zonas del campo andaluz conviven la miseria de los proletarios (inmigrantes o no) con las mayores rentas per cápita de todo el Estado español (de las que, lógicamente, no se benefician los trabajadores), las investigaciones de las multinacionales de la agroindustria con la investigación cotidiana de buscar unos talegos para comer ese día, el racismo usado como arma de represión del proletariado con expresiones prácticas de lucha contra la explotación. El Ejido es una de esas zonas.

Respondiendo a las habituales agresiones contra trabajadores inmigrantes, llevadas a cabo por caciques locales con la gustosa colaboración de las fuerzas del orden público, los trabajadores han ido respondiendo como han podido en un primer momento. El ajusticiamiento por el siempre modélico método del degüello de dos patronos que se negaban a pagar lo adeudado a un trabajador palestino tras despedirlo, seguido por el apuñalamiento con el resultado de muerte de una lugareña por un trabajador magrebí, al parecer tras intentar robarle el bolso, desencadenó la furia “justiciera” de los gerifaltes locales, que emprendieron lo que se ha dado en llamar “la caza del moro”. Muchos actos de violencia, como palizas, incendios de chabolas, incluso asesinatos, se sumaban a la habitual violencia de ultraexplotación a la que todos los trabajadores del campo están sometidos desde siempre. La amenaza permanente de expulsión que pesa sobre los trabajadores “ilegales” no es más que una expresión de esa violencia, que antes de racista es de clase: de los patronos y su Estado contra quienes, con nuestro trabajo, les engordamos. El racismo, en este contexto, no es sólo un arma de coacción y amedrentamiento de una parte del proletariado, sino una herramienta de división de la clase misma, para enfrentar a unos y otros en beneficio de los explotadores.

Los trabajadores inmigrantes, esparcidos y desperdigados en innumerables habitáculos de miseria por toda la extensión de los invernaderos, reaccionaron ante el salvajismo desatado en su perjuicio de la única manera que podían: abandonando el trabajo y huyendo, reagrupándose. Este reagrupamiento en medio de toda la violencia desatada propició la extensión y la autoorganización de la huelga. Los empresarios, multinacionales incluidas, empezaron a sentir en sus carnes (o sea, en sus bolsillos) los efectos provocados por sus groseros métodos de represión y coacción. La violencia de clase emprendida contra una parte, pretendidamente más débil, del proletariado, les era devuelta cual bumerang.

Pasaba pues el momento de los fascistas que la emprendieron con las ostias y el incendio, pues eran incapaces de conseguir lo único que les interesaba a los explotadores: la vuelta pacífica y en orden al trabajo, la reanudación de la explotación más salvaje. Hicieron por tanto aparición en escena los profesionales mejor dotados, especialistas virtuosos avalados con largos años de experiencia, para apagar el fuego encendido. Los sindicatos, con la organización especialista en marroquíes (ATIME) a la cabeza, y los partidos de izquierda con sus ONG´s satélites, se apresuraron en hacer su aparición en El Ejido, con gran cobertura mediática, una vez el trabajo más basto estaba hecho. Los mismos métodos de siempre fueron puestos en marcha: negociación sindical en nombre de los obreros (que, a decir de los profesionales del sindicalismo y la “información”, no eran tales, sino “inmigrantes”); expulsión de las asambleas de elementos molestos e incontrolados; firma de acuerdos irrisorios que nada garantizaban salvo una genérica y mentirosa “integración social” de los “inmigrantes”. Las reivindicaciones que los trabajadores pudieron avanzar mientras permanecieron libres de la atadura sindical, pese a lo parcial que pudieran ser, eran suyas, en defensa de las mejoras reales en sus condiciones de vida, y no meros camelos “antirracistas” formulados en nombre del “humanitarismo” abstracto cuya apariencia ya no se molestaban ni si quiera en defender los gestores de la sociedad de clases. Sea como fuere, el sabotaje sindical dio finalmente sus frutos y la huelga se deshinchó, también propiciado por la contratación de esquiroles de otras nacionalidades (una nueva división entre trabajadores de diferentes procedencias), y quienes no se fueron a ser explotados a otra parte volvieron al trabajo.

La lucha dio aún sus últimos coletazos tras la desaparición de El Ejido del escenario mediático, salvo “noticias” aisladas. Incendios de invernaderos y maquinaria se han reproducido con insistencia, y han causado (aún a falta de cifras concretas) numerosos daños en el aparato de explotación de El Ejido.

El proletariado internacional que malviven el campo andaluz ha dado muestra de algo fundamental, pese a los intentos de mistificación de izquierdistas y sindicalistas varios con la siempre fundamental colaboración de los medios de propaganda del Capital: las clases existen, siguen existiendo, y sus intereses se enfrentan. Los intentos por enterrar al proletariado dan, con demasiada frecuencia, sus frutos y los propios proletarios nos tragamos el camelo. Para muchos izquierdistas empeñados en hacer de enterradores de las clases que componen la sociedad, esta no habría sido una lucha de jornaleros contra sus explotadores, sino más bien una lucha “antirracista”, cuando no una mera muestra de que los “privilegiados” obreros del norte tienen mucho que defender (y de ahí su racismo) frente a los desheredados del sur. Para nosotr@s, por el contrario, la lucha, la huelga tendente al salvajismo desarrollada en El Ejido ha sido una lucha de clase, saboteada por los sindicatos de todos los colores y sus apéndices políticos y oenegeros. Una lucha en la que se ha puesto encima de la mesa todos los elementos de la lucha proletaria (autoorganización, huelga antisindical, sabotaje, etc.) tanto como los medios capitalistas para contrarrestarla (sindicatos, partidos, asociaciones paraestatales, violencia fascista, esquiroles, bombardeo mediático, etc.)

Que la lucha se haya perdido en lo fundamental no la descalifica para nada. La única derrota real que se puede producir en el campo (dado que las condiciones reales del capitalismo no permiten arrancar mejoras duraderas) es la de reproducir las mitificaciones y los engaños con los que se nos ha estado machacando. Una victoria (relativa, claro está) de este combate significa una progresión en la conciencia, en la comprensión del actual escenario de la lucha de clases, y del papel real de todos y cada uno de nuestros enemigos.

Quienes padecen las duras condiciones del trabajo en el campo, y quienes de una manera u otra participaron en la batalla de El Ejido, sacaron sin duda lecciones de esta experiencia, como lo demuestran algunas huelgas en provincias como Lleida (suponemos que entrampadas y tortuosas, como todas las del actual periodo). Aprender de estas luchas hasta las últimas consecuencias significa llevar el salvajismo hasta el extremo, enfrentándose radicalmente a los explotadores y al aparato estatal, del que los sindicatos son una pieza clave. Significa pasar de las reivindicaciones por mejores salarios y mejores condiciones de trabajo a la lucha por la abolición del trabajo asalariado. Cuanto tiempo pase antes de que esto ocurra, no lo sabemos. Lo que sí sabemos es que el camino es el enfrentamiento en un terreno de clase, y no la condena de estas luchas por “reformistas”. La clarificación teórica (la forja de más afiladas armas) sólo puede salir de la lucha, por muy limitada que esta sea, y no de los berrinches de “revolucionarios” doctrinarios que lo tienen todo sabido.

El Ejido

Cifras.

Poco más de 1000 habitantes a finales de los 60. Hoy, más de 50.000, sin contar unos 26.000 inmigrantes ilegales. Sólo un 6% de la población nació en el municipio.
Unos 500.000 millones de pesetas anuales entre el valor de los productos agrícolas y la facturación de industrias y servicios auxiliares.
Un trabajador inmigrante cobra un jornal de unas 4000 ptas, mientras que uno autóctono cobra 4500. (datos del Sindicato Obrero del Campo).

Otros datos.

Multinacionales semilleras que producen e investigan en la zona: Rijk Zwaan, Novartis, Petoseeds, Hazera, Westerm Seed, etc. Empresas de plásticos: Plastimer, Plastifelsa, Macresur.
El uso y abuso de cultivo bajo plástico, fertilizantes y pesticidas de síntesis, que ha provocado el “milagro almeriense”, está provocando el envenenamiento y salinización del suelo, la contaminación y el descenso brutal de los acuíferos: en un plazo no demasiado largo Almería volverá a ser un desierto, aún más que antes.
El envenenamiento masivo conocido como “síndrome del aceite tóxico” fue provocado realmente por tomates contaminados por el nematicida Nemacur, de Bayer, producidos en los cultivos bajo plástico de Almería. El uso indiscrimado de este tipo de pesticida en invernaderos o al aire provoca miles de muertes anuales, que ni siquiera son reconocidas como tales dado que el envenenamiento suele ser progresivo y lento.

Cronología incompleta.

13-XII-97: dos magrebís reciben una brutal paliza a manos de un empresario agrícola de la zona. Días más tarde un marroquí denuncia al dueño de un bar de Balanegra (Almería) por agredirle con un bate de béisbol.

Febrero del 98: dos inmigrantes sufren quemaduras tras el incendio intencionado de la chabola en la que vivían en Almería.

15-XI-98: unos encapuchados matan a tiros a un inmigrante marroquí, en El Ejido. [ las incontables palizas, incendios y asesinatos atribuibles, antes que a los consabidos “ajustes de cuentas” de las versiones oficiales, a matones pagados por la patronal, cuando no llevados a cabo directamente por los patronos.

22-1-00: un inmigrante palestino degüella a sus expatronos, que no le pagaron lo adeudado.

5-II-00: un inmigrante marroquí, al parecer en “tratamiento psiquiátrico”, intentó robarle el bolso a una mujer, asestándole una puñalada de la que murió después. Se desata la cacería de inmigrantes, capitaneada por los hermanos del alcalde.

7-II-00: total paralización de la actividad en El Ejido. La huelga provoca pérdidas a los patronos agrícolas de 3.000 millones diarios.

12-II-00: la huelga espontánea se hace total e indefinida en el campo, convocándose públicamente.

13-II-00: salen a escena los sindicalistas de ATIME, que a cambio de poner fin a la huelga firman todo lo que les echen. Son expulsados de las “asambleas” los elementos molestos.

14-III-00: algunos inmigrantes denuncian el incumplimiento de los acuerdos irrisorios, la expulsión encubierta de inmigrantes y convocan una manifestación en Madríd. ATIME se desmarca.

DICHOS Y AFORISMOS

“A las 8 de la mañana todos los marroquíes son pocos, a las 8 de la tarde sobran todos”. Enciso, alcalde de El Ejido.

“Cuando se plantearon los preacuerdos del día 12, ¿dónde estaban los que ahora pretenden convocar movilizaciones?. Hay algunas gentes de fuera que han llegado los últimos y pretenden apuntarse los primeros, manteniendo una actitud de irresponsabilidad hacia su propio colectivo. Nuestra postura siempre ha sido clara y las movilizaciones incontroladas sólo favorecen que haya más conflictos.” Hamza Al Hanafi, presidente de ATIME Almería.

“La mesa que ha firmado los preacuerdos no es representativa, por lo que no son válidos. Ya veremos como en menos de un año estamos en las mismas.” Mustafá Ait-Korchi, jornalero.

“Aquí todo sigue igual, aunque se quiera hacer parecer que no pasa nada.” Omar El Hartiti, jornalero.

Este texto fue publicado en Conflicto -papeles por la Guerra Social- nº 3