La naturalización del control y la dominación es un proceso que comienza a ejecutarse desde nuestra infancia. Jugar dentro de los barrotes de una plaza totalmente enrejada y divertirse sádicamente ante la humillación de animales encerrados en loz zoológicos, son dos ejemplos de cómo ya de niñxs aprendemos que el metal, el cemento, el sentimiento de inseguridad (en las plazas) o el de superioridad (en los zoológicos) son ejemplos “naturales” en un hábitat urbano diseñado cuidadosamente para la reproducción de máquinas humanas, inseguras, sumisas, incapaces de arriesgarse por algo distinto, pero bien capaces de soportar el control y el poder para desplazarlo verticamente a quienes la biblia, la moral, la constitución o simplemente el azar colocó a merced de nuestros antojos.
La mentalidad carcelaria recorre las calles de las principales ciudades del mundo de forma tan estrepitosa que ya lxs gobernantes bien se dieron cuenta que de la misma forma que tienen sus basureros por fuera de las metrópolis, también las cárceles y los zoológicos podrían estar lejos de la vista. Incluso con el tiempo y el progresismo (pero sobre todo con la incorporación del policía en la mente de cada ciudadano) éstas podrían desaparecer y aunque lxs reformistas hablasen de revolución, la propiedad privada y la autoridad seguirían siendo las bases incuestionables de la civilización.
En la actualidad y en estas latitudes, todavía las cárceles y los zoológicos son necesarios para vigilar y ser vigilados, para castigar y ser castigados. La cárcel, como amenaza constante, ejemplificadora para quienes no se sometan a las leyes de mercado laboral y la propiedad privada. El zoológico, para banalizar lo salvaje, afianzar el antropocentrismo y entretener a los ciudadanxs más sádicxs.
Destruída las las cárceles y los zoológicos en una sociedad capitalista, antropocéntrica, patriarcal, etc., aún la gran mayoría de lxs individuxs seríamos presxs de relaciones mercantiles, seríamos ridiculizadxs o explotadxs, encerradxs en una única lógica dominante, la de dominar y ser dominado.
Que las plazas y las ventanas se llenen de rejas, que las calles se llenen de cámaras y policías, no es otra cosa que la invasión de una sociedad carcelaria, militarizada, a los espacios donde habitamos. O mejor dicho, a los espacios donde solíamos habitar. Es que con la naturalización, la incorporación y reproducción de sus valores cada vez queda más lejana la posibilidad de una fisura, la posibilidad de que de un conflicto salte la bronca por lo insoportable de tanto encierro, como está sucediendo (mientras escribo esto) en Turquía, cuyo detonador fue casualmente el intento del gobierno de cercar uno de los últimos espacios verdes.
El cemento y el hierro no son por siempre indestructibles, atrevámonos a dar rienda suelta a la dignidad y la bronca que alguna vez enrejamos, rompamos toda jaula y que las bestias indomables hagan el resto.
Artículo extraído de la revista Cimarrón nº 1
Primavera 2013, Río de la Plata – Argentina | revista.cimarron@riseup.net
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