Respecto Al Fundamento Del Terror Que Tanto Anheló La Fuerza Persecutora Del Estado (Interpretación De Los Hechos Acontecidos En Escuela Militar Desde Una Perspectiva Anarquista-Revolucionaria).

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ver: La instalación del “Terrorismo” y la totalización del control. Algunos esbozos sobre la sutil embestida del Estado y Capital

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Respecto Al Fundamento Del Terror Que Tanto Anheló La Fuerza Persecutora Del Estado (Interpretación De Los Hechos Acontecidos En Escuela Militar Desde Una Perspectiva Anarquista-Revolucionaria).

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La re-instalación de un golpe y sus discursos siempre es posible

La discusión siempre fue esa; la relación entre el terrorismo y el anarquismo. La determinación de la veracidad de ese golpe siempre estuvo en esa discusión, pasando a un terreno diferente el quienes fueron los culpables de aquellos bombazos y ataques que afectaron a un conjunto de representaciones simbólicas y morales del capitalismo moderno. Y así fue. Un escenario armado por el Estado, en donde se procesó a un grupo de personas relacionadas con el anarquismo, logró poner en discusión eso; “lo que hacen los anarquistas, o quienes tienen características similares a ellos, es terrorismo”. La razón base del poder siempre fue esa, pues la culpabilidad y el involucramiento de aquellas personas inculpadas por esos ataques siempre se mantuvieron como la segunda alternativa de discernimiento y poco importaban en similitud con el primer contenido. A este álgido contexto, en donde se re-instala y se re-formula un discurso ofensivo por parte del Estado, la investigación espectacular y dichosa de los organismos de seguridad y comunicacionales le llamó el famoso “caso bombas”.

Una vez absueltos los procesados, todo eso se les fue al piso, quedando en evidencia dos desmoronamientos. El primero fue que no se logro comprobar la culpabilidad de los procesados, es decir, dentro del lenguaje de las legalidades judiciales, los procesados quedaron absueltos de todos los cargos, no tuvieron relación alguna con los hechos, y la segunda ruptura, que fue aquella que mas dolor causó a la composición de la razón y el orden del Estado – y todas las cucarachas que lo componen- , y que, ponía en juego esta re-instalación de un contenido que colocaba en posición un supuesto tejido entre actos con un ineludible terror en la población ordinaria y actos causantes de una desestabilización al orden alienante del capitalismo y sus simbologías estructuradas de poder y autoridad – la vieja y estúpida idea de hacer creer que aquellos que atacan los mecanismos del material de un sistema, también lo están haciendo con personas comunes y ordinarias, algo así como si atacar un banco o algún otra sucursal se hiciera con la intensión de causar terror o daño en la integridad de quien tiene una cuenta bancaria, o si atacar una iglesia se hiciera con la intención de causar daño en la integridad de un creyente, o quien mantenga alguna otra relación de sujeción con algún otra construcción de esta vida nutrida en conformidad y resignación a lo establecido -, fue que no se pudo comprobar la existencia de una conexión entre el anarquismo y terrorismo, pues no había ninguna intencionalidad de causar terror a la población en los bombazos – incluyendo también la hora en la cual eran perpetuados estos ataques; en las noches y las madrugadas, con estudios previos para su ejecución y en horarios en donde todos dormían para una nueva, despreciable y atrofiadora jornada laboral, por lo que la excusa de implantar temor en quienes trabajaban en aquellos aposentos tampoco fue válida como posibles atentados terroristas- . Aquello hizo concluir lo siguiente: La estrategia política del Estado como una herramienta de fuerza y razón del capitalismo moderno quedo fisurada y al destape, se trataba de una táctica represiva. La cuestión era aniquilar y castigar una corriente que busca la negación del Estado y la sujeción capitalista en la vida del individuo relacionándola con el terror hacia la población ordinaria. De esa manera, el Estado podría alienar a sus ciudadanos en su ofensiva y anular las ideas subversivas, deteniendo y apresando al azar a un determinado número de personas involucradas con círculos anarquistas y poniendo en la palestra un nuevo pero a la vez antiguo slogan “terrorismo es lo mismo que anarquismo”.

Todo esto falló. Todo esto se quebró. Toda esta nomenclatura y este discurso persecutor y castigador que fue re-instalado por parte del poder se desmoronó como cuan orden público se desmorona ante el vandalismo callejero. No pudieron concretar su tan anhelado golpe, que si bien lo fue, no tuvo el final esperado por los bastardos de la policía, política de seguridad y las leyes. Quienes se asumen – y nos involucramos también dentro de esta cosmovisión – en una constante confrontación con los mecanismos de esclavitud que se presentan como actividades necesarias y naturales en el crecimiento y desarrollo de un sujeto, sabían que este golpe no quedaría en el vacío, que tarde o temprano aquellos que persiguen cualquier indicio de insurrección en ideas o en acciones volverían con una bien hecha, con un nuevo golpe en donde ninguna fisura quede al descubierto, con una nueva instalación de razones, con una persecución completamente re-estructurada.

El festín del terror que siempre quisieron incorporar

Y allí lo vimos. El primer bombazo que estalló al interior de la estación Los Dominicos, dentro de un vagón del metro, no generó ningún acontecimiento que re-instalara al terrorismo como un objetivo de la subversión social, pues nadie salió herido ni dañado, y los daños solo fueron a nivel infra-estructura, en lo que el poder se ensimismo en solo alarmar a la opinión pública sobre “posibles intenciones terroristas y de daño”, pero en realidad este contenido nunca tuvo el peso suficiente para fundamentar lo que ellos buscaban, y si bien se habló de terrorismo, fue algo muy suspendido en el aire, con muy poco peso y sin una relación clara debido al estudio realizado para ejecutar la acción y no dañar a personas ordinarias.

Llegó el segundo bombazo en las cercanías del metro Escuela Militar, y las cosas tuvieron un re-arme sinérgico, casi instantáneo. “terrorismo por aquí, terrorismo por allá, terrorismo por acá”. Esta vez tenían el fundamento que siempre les faltó, que si bien el ataque fue reivindicado por un grupo de acción (CCF), los que en un comunicado explicaban que un tiempo antes de la detonación habían dado aviso al 133 para que desalojaran el lugar, y que el objetivo de este bombazo jamás fue dañar a personas ordinarias, sino algunas propiedades de los poderosos y los empresarios, el Estado y su razón persecutora había conseguido lo que anhelaba, tenía en sus manos el hecho que les permitía hablar de terrorismo hasta por los codos. Es importante aclarar que en este texto no tomamos ninguna posición moral respecto a las tácticas y el estudio que siguió el grupo que ejecutó la acción, grupo que también reivindico la explosión en Los dominicos, en tanto reconocemos los efectos y las consecuencias del ataque como un resultado ajeno a la crítica revolucionaria y subversiva, no así la intención. Desde luego, a raíz de lo acontecido, podemos clarificar un hecho importante: el Estado volvió a dejar caer el peso de su razón y su orden utilizando el atentado explosivo que afecto a pobladores ordinarios como la prueba que supuestamente prueba las motivaciones de aquel enemigo que zafó de su ofensiva anterior, de causar daño a la integridad física de gente común y ordinaria. Allí está, es la circunstancia perfecta para presentarla contra el anarquismo y grupos de individuos que se desarrollan por fuera de los márgenes de lo impuesto por el capitalismo y su Estado moderno. Allí está, este discurso del que hablábamos sobre terrorismo y anarquismo volvió a tomar protagonismo, pero esta vez con el fundamento que faltaba – mencionando además la espectacular difusión discursiva entregada por los medios comunicacionales respecto al “terror”- El Estado volvió a re-estructurar su ofensiva, los medios y las leyes, “los anarquistas siempre fueron terroristas” es lo que dicen ahora, la configuración de su discernimiento y razón es por hoy lo que acontece a su existencia, su razón de ser y su rol persecutor. Que importa el involucramiento de los imputados, la re-instalación de los discursos volvió a configurar un orden y una supuesta amenaza, la razón numero uno del Estado es la supuesta relación entre un anti-sistema y un terrorista – dos cosas muy diferentes – . Se presentaron los argumentos y los hechos que requería el sustento de su golpe, y ahí está.

Conspirar dentro de sus tiempos y solidarizar con los encarcelados

Intentamos también aportar a la agitación de esta guerra, no con el afán de direccionar el escrito hacia la acción puesta en escena – que como ya pudimos darnos cuenta, no resultó como se esperaba, por varios factores o ciertas externalidades, pero no daremos hincapié en ello –, simplemente intentamos interpretar los hechos desde la visualización ideal y práctica de nuestra forma de ver este conflicto entre el control dominador del aparato capitalista y la insurgencia de quienes buscan liberarse de él, descomprimiendo lo mas acotada posible la articulación represora de sus ejercicios persecutores y aprehensores, sus oportunidades y sus chances, siempre intentando romper con cualquier contenido manipulado desde bases construidas por el poder y lo mediático – comunicacional, una visualización de los hechos desde la perspectiva antagónica y subversiva.

Y es que los fundamentalistas y difamadores del terror buscan una opinión deleitada de este show, buscan que se diga que el anarquismo es lo mismo que el terrorismo, que romper los esquemas implantados como un orden es sinónimo de buscar terror en los pobladores, que la explosión fue totalmente intencionada en sus resultados, etc. De ahí lo importante también de estas letras, el generar una contrapuesta en los tiempos donde el sentido común demuestra su condición dominada absoluta.

No permanecemos en lo absoluto abstraídos de este contexto pues no nos parece para nada nuevo, puesto que es una constante a través del tiempo en el desarrollo de esta guerra entre los elementos de subordinación y los no subordinados, el hecho de intentar aniquilarse el primer elemento del segundo, y viceversa. Las instituciones biopolíticas que ordenan los grados de relaciones de la sociedad capitalista necesitan un órgano persecutor e impositor de razones, un Estado aniquilador y social cuyo ejercicio sea castigar a aquello que altere el orden inmaterial y material de esta disminuida conceptualización de libertad y el consecuente desarrollo temporal de micro roles impuestos por y para el funcionamiento del capitalismo moderno que intenta sujetarse sobre diferentes planos de nuestras vidas, y el construir tejidos y montar escenarios para aplicar su fuerza y razón se convierte en una alternativa muy usada y constante por este organismo que dice proteger personas, aunque muy bien sabemos que aquello que protege es la seguridad de un rol.

Dentro de este ensimismado contexto, el solidarizar ante cualquier golpe re-instalador y aprehensor con quienes caigan en los aposentos de sus cárceles , y que, más allá de cualquier necesidad implantada de culpabilizar, el hacer denotar nuestra postura solidaria desde cualquier frente hacia quienes se encuentren secuestrados por este show represivo – sea cual sea el grado de involucramiento en los hechos -, y afilar la crítica de la acción – reflexión no al acontecimiento puesto en la escena del show, si no al enemigo que intenta sacar provecho de éste para saturar sus arremetidas – fundamentos del poder que llegaron para no irse -, pues entendemos esta y todas las fases como una confrontación entre la incorporación y validación de razones y el posicionamiento de nuestro enfrentamiento hacia cualquier estructura subordinadora y en consecuencia, la agitación en concreto nuestro ejercicio crítico mientras exista un orden, una fuerza o una idea que intente alienarnos a esta despreciable vida de esclavo moderno, conspirando de todas las formas posibles contra este enemigo, incluso en medio de la planificación o la concreción de sus arremetidas, recalcando la importancia de asumirnos como negadores plenos de los dinamismos de la sociedad ordenados por el capitalismo moderno y la organización de su Estado político y persecutor.

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