Es de moneda corriente para toda la socialdemocracia recurrir a los elementos ahístoricos y viscerales que le faciliten su objetivo de sepultar la teoría revolucionaria del proletariado, cuyo peso y fuerza siempre ha logrado derribar todos los mitos y verborrea que la burguesía desde su nacimiento ha intentado plasmar como verdades absolutas, incuestionables y acabadas.
Entonces, la socialdemocracia, más allá de ir en contra del pantano ideológico de la clase dominante, funge en realidad como su defensora en modo “crítico”, y por ello, aunque su discurso aparente cierta radicalidad, cumple perfectamente las tareas que la burguesía lleva a cabo en su propaganda y adoctrinamiento ciudadano, que es: fragmentar la realidad, separar la vida, alienar y neutralizar los efectos de las contradicciones que llevan a más miseria y podredumbre, para que los oprimidos las asimilen como un rol que basta con sólo reproducirlo.
Desde hace algunas décadas, lamentablemente muchos anarquistas heredaron los métodos y la práctica socialdemócrata, y por consiguiente, su propaganda posee una carga enorme de este lastre vulgar, la cual sólo se presta a tergiversar la comprensión de la necesidad de los intereses históricos de nuestra clase en el terreno de la guerra revolucionaria contra el Capital, el Estado, la Iglesia y todas sus instituciones.
Para justificar su incomprensión y la visceralidad que exponen en contra de los revolucionarios que recuperamos y reapropiamos para nuestra misma clase la obra que Marx heredó para la lucha en contra del capital y por el comunismo, se reza continuamente la consigna:
“Marx escribió en contra del trabajo, y él nunca trabajó, fue un mantenido por Engels”
Básicamente, más allá de la pretendida radicalidad, cabe siempre resaltar por nuestra parte, un lineamiento general del método materialista, que es el del análisis de la totalidad y que no deja de lado nunca las especificidades de cada acontecimiento histórico, nunca nos limitaremos al método reduccionista e ideológico el cual se niega a entender el desarrollo de la realidad como un todo conexo y conjunto, como dialéctica de contradicción-negación-superación.
A)- “si Marx era tan comunista, debió trabajar”. Argumentar en contra de un autor, agitador o teórico, con base a una crítica sobre un aspecto de su vida personal, deja sólo ver el “análisis” idealista del “deber ser”, de negar las contradicciones sociales que impregnan inevitablemente a todo sujeto que se desenvuelve en el medio social, y en esta sociedad contradictoria, nos desenvolvemos como seres contradictorios reproduciéndonos constantemente. Y por lo tanto expuestos a reproducir inevitablemente los vicios de la sociedad burguesa, pero eso no queda intacto, no es la única vía, puesto que esas mismas contradicciones también dan posibilidad de abrir brecha y generar ruptura constante en base a la negación-superación; por lo tanto, de también situarnos dentro de un proceso que consiste en una transformación constante. Vivimos en una realidad nunca acabada, ni estática, siempre incompleta hasta el final de nuestras vidas.
Apelar al “deber ser” de cómo debe perfilar un/a revolucionario/a es caer en el moralismo cristiano y en el atolladero del ideologismo, tal como hacen los exegetas bíblicos al igual que los seguidores del culto “marxismo leninismo” del santo recinto de moscú-pequín-albania-pyoyang que hasta nuestros días, se han empeñado en vendernos la asquerosa parafernalia de que debemos luchar por la patria socialista, por la industrialización de los países pobres, por el antifascismo, por el anti-imperialismo, por reivindicar la figura de Stalin (Proezas que puestas en marcha, sólo han costado al proletariado fortalecer al Capital y llevarlo a la mascare de la guerra imperialista).
B)- Entonces: “si Marx no trabajó, por lo tanto fue un burgués”. Reivindicar la existencia de la burguesía asociándola a una “clase parasitaria que no trabaja” sigue siendo en el fondo, reivindicar todavía la sociedad del trabajo, por lo tanto la del capital, la de las relaciones mercantiles y el valor de cambio (el trabajo es lo que produce el valor de cambio, osea de las mercancías).
“El Trabajo” Es la máxima de todos los partidos socialdemócratas, cristianos, fascistas, de los sindicatos, de la moralidad burguesa impartida en las escuelas, las familias etc… Elevar siempre el trabajo, santificarlo y dignificarlo como el valor supremo de la humanidad. … Es un estereotipo la idea que equipara a los que hoy en día están postrados en sus oficinas de Wallstreet, Dubai, Hong Kong, Manhatan o las cumbres del Caribe con aquellos reyes o sultanes de la edad media que su poder les permitía vivir en la holgazanería y el ocio total.
Hablar de trabajo productivo de los proletarios y trabajo improductivo de la burguesía es caer en la dinámica simplista que reduce las clases a categorías sociológicas y economicistas, y negar que el capital es una dinámica de producción constante de mercancías, de relación social que valoriza el valor y desvaloriza la vida humana en pos del amasamiento de la tasa de ganancia en una minoría, ¡de la misma economía!
Tanto aquellas minorías con su supervisión y administración conjunta llevada a cabo con las personas que gestionan sus mismas altas esferas, con viajes por el mundo entablando negocios con otros empresarios, la inspección y estudio sobre los terrenos donde impulsarán sus nuevos mercados, sumado con los acuerdos y firmas con los Estados, etc. Demuestra que la burguesía también trabaja y esta se realiza en el mismo proyecto de pulir y edificar el Capital, a la par que los millones de proletarios que realizan y fortifican la sociedad del trabajo (osea, la sociedad de su esclavitud, una falsa comunidad que se encuentra subsumida a la lógica de la mercancía) sólo que en detrimento, estos últimos se encuentran matándose en fábricas, en oficinas, o pauperizándose en el paro y en los ghetos atestados de droga.
Quien reivindica la dignidad de trabajar, la virtud de ser trabajador o el trabajo como un mérito no rompe en lo más mínimo con la sociedad de clases, con el orden dominante existente. Es por ello que quien recrimina a Marx, así como a cualquier teórico o agitador revolucionario, el hecho de no haber trabajado, más allá de mostrar una ruptura con el capital, ¡¡afirma al Capital mismo!!
La necesidad de reconocer críticamente a través de la historia las posiciones que el proletariado ha ido desarrollando a través de su camino en el combate revolucionario por el comunismo, exigen la tarea de desmitificar y romper el sesgo ideologico que toda la socialdemocracia como partido histórico de la burguesía siempre ha prócurado “mantener vigente”.
ELLOS NO PUEDEN PARAR LA REVUELTA #1 2014 – MÉXICO
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