Pandora y las malas mujeres

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Pandora y las malas mujeres: o como un golpe represivo puede ser ejemplo paradigmático de la actualidad del anarquismo

Se ha venido hablando por los pasillos y entresijos del movimiento anarquista, salvando algunas afortunadas apreciaciones públicas, de lo que el golpe represivo llamado “Pandora” ha supuesto a nivel de análisis de este mismo movimiento en Barcelona. De esta forma no nos interesa tanto aquí analizar las intenciones del Estado y sus aparatos represores, sino más bien pensar con prudencia lo que este golpe represivo nos dice de nosotras mismas y de nuestra luchas, para con ello hacerlas más fuertes y más coherentes en la confrontación con el poder y sus múltiples mecanismos.

Decir que 8 de las 13 personas encausadas en el caso Pandora (incluyendo en él a Mónica y Francisco) son mujeres, puede parecer una obviedad, que algunxs partidarixs de la neutralidad querrán que pase desapercibida. Decir además que algunas de estas 8 personas visualizadas como mujeres y también algunos de los hombres encausados estaban firmemente comprometidos en luchas en contra del heteropatriarcado, ya no es una obviedad, sino un hecho revolucionario que nos aporta informaciones sobre la actualidad del anarquismo y sus luchas.  Pandora revela una realidad del anarquismo que nos da indicios de que sus prácticas relacionales, sus luchas y sus objetivos son cada vez más coherentes y más audaces para combatir  las nuevas formas de dominación, una cierta tendencia al cambio del sujeto político, un cambio en los objetivos que combatir y un cambio y diversificación de métodos que incluyan las cada vez más complejas formas de existencia.

Desde Poble Sec, hoy queremos visibilizar que vamos por el buen camino, que si algo ha hecho visible la represión es que nuestras luchas diarias son más necesarias que nunca. Nosotras queremos hacer visibles las luchas llevadas a cabo des del Ateneu Anarquista del Poble Sec (hoy local anarquista Pandora) así como las ideas que las orientan, y que están contribuyendo a señalar las múltiples formas en las que, hoy en día, se materializa el poder, siendo una de ellas la del poder heteropatriarcal.

El hecho de que 8 de las 13 personas encausadas en Pandora, fueran mujeres nos da solo una primera información, y es la de que el sujeto clásico del anarquismo, aquel que respondía al perfil de un varón, heterosexual, blanco y trabajador se está modificando en gran medida. Muchas de nosotras no varones, no heterosexuales, encarnamos la ruptura de este sujeto paradigmático y a la vez modificamos, con nuestras distintas procedencias y experiencias, fruto de una situacionalidad corporal distinta, las formas de relación, las formas de lucha y las ideas anarquistas. Ahora bien, esta supuesta equiparación numérica, no sería más que una idea de igualdad neoliberal, aquella que da por supuesto que la simple suma de las mujeres modifica algo de la opresión de género. Y si bien las mujeres luchadoras modifican con su sola existencia la idea de feminidad sumisa y pacífica, esto no resulta suficiente si estas mismas personas visualizadas como mujeres reproducen los valores de la masculinidad del dominio. No olvidemos que el poder del Estado no funciona únicamente de arriba abajo, sino que sus prácticas opresivas se han permeado formidablemente en nuestras relaciones sociales y que una lucha llevada a cabo desde una única forma de existencia, es una lucha que no va a resultar eficaz contra los nuevos métodos de control y dominación de las sociedades postmodernas, cada vez más complejos y cada vez inmiscuidos en más  esferas de nuestra vida y de nuestra experiencia. Ha sido una constante pensar que el sujeto político del anarquismo era neutro, sin condicionantes identitarios de ningún tipo, hecho que se contradecía en gran parte con la idiosincrasia del propio anarquismo, que contempla al individuo en toda su complejidad y unicidad. Se ha defendido que este sujeto anarquista podría estar representado por cualquiera, que cualquiera podía formar parte de nuestras luchas, escoger nuestros métodos, hecho que reproducía de la peor de las formas el absolutismo pretendidamente neutro, el capacitismo de “si quieres puedes”, sin contemplar que en ese anarquismo no cabía todo el mundo, todas las sensibilidades, todas las procedencias, todas las sexualidades, todas las identidades, todos los cuerpos.

El hecho de que muchas de las personas que formamos parte de este movimiento anarquista, seamos personas visualizadas como mujeres y con sexualidades no normativas, sería solo un indicador de diversidad, pero no de revolución. Podríamos habernos asimilado al modelo masculinista y heterosexista del dominio y reproducir sus lógicas, pero no lo hemos hecho,

…hemos ido mucho más allá porque creemos que estamos en el mejor sitio para hacerlo, porque el anarquismo es la idea que, preconizando la libertad del individuo, da lugar y así debe hacerlo, a múltiples formas de ser y de luchar, y abre la posibilidad de detectar los vestigios de poder y dominación en cualquiera de sus formas y desde cualquiera de los lugares posibles.

Hemos detectado el lavado de cara que supone para el poder incorporar a las mujeres a sus filas, hemos detectado que los Estados y sus aparatos represivos incorporan una cuota de diversidad sexual para parecer más amables e inclusivos, hemos detectado que se endurecen leyes con la excusa de protegernos de los supuestos enemigos de la igualdad y de la diversidad.  Pero hemos detectado también que ser mujeres, lesbianas o trans no transgrede en sí mismo los mecanismos de poder, que ser las raras, las guarras, las putas, las gordas o las feas no nos da más razón; que ser acosadas, violadas, humilladas o ninguneadas no nos convierte en sí en revolucionarias,

Ahora bien… hemos detectado que ser todo eso y anarquistas puede acercarnos a pensar un anarquismo más coherente, que no invisibilice nuestras experiencias de violencia, pero tampoco nuestro deseo, que no nos haga guardar nuestras experiencias para las charlas con amigas, sino para alimentar la rabia contra cualquier dominación.

Pero no solo esto, sino que también hemos detectado que el poder ya no es uno sino muchos. Las actuales formas de dominación se basan en gran medida en la interesección de los diversos sistemas de poder, los cuales, en armonía, escriben no solo los guiones de nuestras vidas y nos constituyen como sujetos, dotándonos de unas características determinadas, sino que además diseñan nuestros barrios, empobrecen nuestras vidas, precarizan nuestros trabajos, y por tanto, ninguna lucha puede llevarse a cabo sin contemplar esta intersección de poderes. Así pues no se trata de pensar en luchas específicas contra el heteropatriarcado (de las que probablemente se ocupen personas socializadas como mujeres o personas “afectadas” por el mismo) y en luchas neutras (que aquí sí, todo el mundo puede verse interpelado), sino en darnos cuenta que las luchas neutras no son tal cosa, sino que siempre están sexuadas, etnificadas, etc. pero desde la identidad del privilegio. Por poner un caso ejemplificador de estas cuestiones en Poble Sec iniciamos una lucha contra un plan urbanístico en el Paral·lel que pretende convertirlo en el Broadway barcelonés, obviamente con las consecuentes implantación de cámaras de videovigilancia más sofisticadas, un beneficio obvio de las empresas turísticas y de los comercios más cool y molones del barrio, etc. Una de las grandes estrategias para promocionar y vender este plan se basaba en hacer del barrio un símbolo de la Barcelona cool e inclusiva, gay friendly y acogedora de la diversidad sexual. Esta cuestión acompañada de dosis evidentes de racismo y clasismo, de expulsión de los sujetos que no han accedido al estatus de sujetos de derecho, de ciudadanos, como sí que han accedido, cuando les interesa, el varón gai de clase acomodada, o la mujer emprendedora, por ejemplo: categorías de sujetos recién llegados al privilegio y representantes en gran medida de aquellos llamados “ganadores de derechos” que se convierten, en ocasiones, en adeptos al sistema.

Desde el anarquismo tenemos que entender esta complejidad, pero a la vez tenemos también que reconocer que los distintos puntos de partida de los individuos les sitúan en lugares distintos, en ocasiones más lejos y en ocasiones más cerca de los objetivos de libertad individual y colectiva. Pero todo y así la idea de un sujeto oprimido que puede ser “emancipado” mediante la concienciación política, supone una de las grandes falacias de los movimientos antagonistas. Como anarquistas, contrarios a toda representación, tenemos que tener en cuenta que no existe una esencia humana anterior a la opresión que puede ser liberada si acabamos con el poder, sino que nosotras mismas hemos estado configuradas por ese mismo poder. Nuestra masculinidad o nuestra feminidad, nuestra propia identidad es producto de prácticas discursivas del poder que nos han constituido para ser más fácilmente reconocidas y clasificadas.

Como anarquistas no se trata únicamente de modificar nuestras prácticas relacionales, no se trata únicamente de deconstruir y transgredir los límites de la corrección dicotómica de sexo-género-sexualidad, sino que además debemos tender, cada vez más, al señalamiento de las estructuras de poder donde se materializan las opresiones de género, concretadas en códigos penales, sentencias judiciales, manuales psiquiátricos y en informes médicos, de la misma forma que en violaciones correctivas, acoso callejero o violencia en la pareja.

Hacernos fuertes, entendiendo nuestras vulnerabilidades,
Organizando la solidaridad, entendiendo por ella algo más que volcarse en cuestiones anti-represivas,
Vehicular la rabia y el miedo de vivir en cuerpos sexuados incorrectos o distintos,
Para que siendo las mujeres, lesbianas, trans, gordas, feas, locas, putas, furcias, zorras, violadas y rabiosas,… y siendo anarquistas,

Afinemos bien los perversos cantos de sirenas, como no, sin cola,… para volver del revés las normas del juego… para que sean ellos, los explotadores de cualquier tipo, los empresarios que te dicen lo guapa que estás, los policías gais, las mujeres juezas, las emprendedoras y bien vestidas, los novios violadores, los acosadores callejeros, etc. para que sean ellos los que temen por sus cuerpos y sus formas de vida.

Para reclamar allí donde sea…
Muerte al estado heterosexista
Muerte al estado patriarcal
Muerte al Estado y viva la anarquía.

Local Anarquista Pandora
22 de febrero de 2015