Claudio Lavazza fue protagonista de los denominados “años de plomo” en Italia. Miembro de los grupos Proletarios Armados por el Comunismo (P.A.C.) y Comunistas Organizados por la Liberación Proletaria (C.O.L.P.), tuvo que exiliarse en 1982 debido a la represión. Su pista se pierde hasta su detención en Córdoba (España) el 18 de Diciembre de 1996, tras el fallido atraco a la sucursal central del Banco Santander.
Durante la persecución policial murieron dos agentes de la policía local de Córdoba y Claudio y sus compañeros recibieron múltiples heridas de bala. Desde la fecha permanece encarcelado, habiendo pasado muchos de estos años en los ilegales módulos de aislamiento FIES creados por el PSOE en 1991, donde participó en numerosas protestas, siendo fuertemente criminalizado por ello. En esta su autobiografía, escrita en la cárcel, apoyándose en cronologías y documentos, nos describe su itinerario existencial, el de un irreductible, o sea, que no se rinde.
“Aprovecho la oportunidad de hablar a este tribunal para dar una visión distinta de los hechos y de esta forma quitar esa imagen de frío asesino que los medios de comunicación me han colocado desde el primer día. No deseo justificar mi actuación en esta sala, no me importa en absoluto su opinión o decisión, no quiero ninguna clase de trato de mis enemigos ni quiero justificarme ante la opinión pública, la misma que mira y permite la diaria miseria y eliminación de miles de personas, y que se indigna por la muerte de dos policías, que cuando nosotros disparamos piensa que somos asesinos y cuando es la policía quien mata “se hace justicia”. En la sangrienta guerra que impone el Capital miles de individuos caen cada día bajo las balas de las fuerzas de seguridad del Estado, víctimas de las diferencias sociales y de la estrategia destructiva de la “economía de mercado”. Para mantener la seguridad de los ricos ese ejército de mercenarios es reclutado, entrenado y puesto estratégicamente en la calle para vigilar, seguir y si es necesario eliminar a quien no obedece las reglas que ellos imponen. Siempre que se manifiesta una guerra, los bancos, los grupos bursátiles, las multinacionales del armamento, los Estados y sus intereses están listos para invertir dinero en estos sucios negocios. Viven y proliferan para el beneficio de unos pocos a costa de la miseria y la muerte de muchos seres humanos. Atacar a ese grupo social para robarle algo da su inmenso tesoro es el punto más digno de lucha de cada proletario, es mucho mejor seguir este camino lleno de peligros (prisión, muerte) que llevar una vida de rodillas frente a los poderosos por un humillante salario.”
Páginas: 223
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