La revolución no es un asunto de partido
I
El parlamentarismo apareció con la dominación de la burguesía.
Con los parlamentos aparecieron los partidos políticos.
La época burguesa encontró en los parlamentos la palestra histórica en la que tuvo sus primeros altercados con la corona y la nobleza. Se organizó políticamente y dio a la legislación una forma correspondiente a las necesidades del capitalismo. Pero el capitalismo no es algo homogéneo. Las diversas capas y los diversos grupos de intereses en el interior de la burguesía hicieron valer cada cual sus reivindicaciones de naturaleza diferente. Para llevar a buen término estas reivindicaciones nacieron los partidos, los cuales enviaban sus representantes y sus actores a los parlamentos. Por eso el parlamento se transformó en un foro, lugar de todas las luchas por el poder económico y político, por el poder legislativo primero, pero después también, en el marco del sistema parlamentario, por el poder gubernamental. Pero las luchas parlamentarias, al igual que las luchas entre los partidos, no son más que combates de palabras. Programas, polémicas periodísticas, octavillas, informes, resoluciones, discursos parlamentarios, decisiones: todo palabras. El parlamento degeneró en salón para charlatanes (cada vez más, a medida que pasaba el tiempo), pero desde el primer día los partidos no eran más que máquinas para preparar las elecciones. No es una casualidad que al principio se llamasen “uniones electorales”.
Burguesía, parlamentarismo, partidos políticos se condicionan mutua y recíprocamente. El uno es necesario al otro. Ninguno es concebible sin el otro. Marcan la fisonomía política del sistema burgués, de la época capitalista-burguesa.
II
La revolución de 1848 fue detenida desde el principio.
Pero el ideal de la era burguesa, la república democrática, fue erigido.
La burguesía, impotente y cobarde por naturaleza, no suministró ninguna fuerza, no mostró ninguna voluntad de realizar este ideal en la lucha. Cedió ante la corona y la nobleza, se contentó con el derecho a explotar económicamente a las masas y redujo el parlamentarismo a una parodia.
De ello resultó entonces para la clase obrera el deber de enviar representantes al parlamento. Estos recogieron las reivindicaciones democráticas de las manos pérfidas de la burguesía. Hicieron una propaganda enérgica de ellas. Intentaron inscribirlas en la legislación. La social-democracia elaboró con este fin un programa democrático mínimo. Un programa de reivindicaciones de actualidad y prácticas, adaptadas a la época burguesa. Su acción en el parlamento estaba dominada por este programa. Dominada por el afán de conseguir también para la clase obrera, y para su actividad política, las ventajas de un campo de maniobra legal, construyendo y acabando la democracia formal burguesa liberal.
Cuando Wilhelm Liebknecht propuso el absentismo (1), se trataba de un desconocimiento de la situación histórica. Si la social-democracia quería ser eficaz como partido político, debía entrar en el parlamento. No había ninguna otra posibilidad de actuar y hacerse valer políticamente.
Cuando los sindicalistas se apartaron del parlamentarismo y predicaron el antiparlamentarismo, ello honraba su apreciación sobre la vanidad y la corrupción creciente de la práctica parlamentaria. Pero, en la práctica, exigían de la social-democracia algo imposible. Exigían que se tomase una decisión que iba en contra de la necesidad histórica, que la social-democracia renunciase a sí misma. Ésta no podía adoptar este punto de vista. Debía ir al parlamento porque era un partido político.
III
El KPD se ha convertido también en un partido político. Un partido en el sentido histórico, como los partidos burgueses, como el SPD y el USPD*.
Los jefes tienen la palabra en primer lugar. Hablan, prometen, seducen, mandan. Las masas, cuando comparecen, se encuentran ante el hecho consumado. Deben alinearse en formación, marcar el paso. Tienen que creer, callarse, pagar. Deben recibir las órdenes y las instrucciones y ejecutarlas.
¡Y deben votar!
Sus jefes quieren entrar en el parlamento. Hay que elegirlos, pues. Tras lo cual, limitándose las masas a una sumisión muda y a una pasividad devota, son los jefes quienes hacen alta política en el parlamento.
El KPD también se ha convertido en un partido político.
El KPD también quiere ir al parlamento.
La Central del KPD miente cuando dice a las masas que sólo quiere entrar en el parlamento para destruirlo.
Miente cuando atestigua que no quiere realizar en el parlamento ningún trabajo positivo (2).
No destruirá el parlamento, no quiere hacerlo, no lo quiere.
Hará un “trabajo positivo” en el parlamento, se ve constreñida a ello, y lo quiere.
¡Vive de ello!
El KPD se ha convertido en un partido parlamentario como los otros partidos. Un partido del compromiso, del oportunismo, de la crítica y del torneo oratorio.
Un partido que ha dejado de ser revolucionario.
IV
¡Miradlo!
Vuelve al parlamento. Reconoce los sindicatos. Se inclina ante la constitución democrática (3). Hace las paces con el poder reinante. Se coloca en el terreno de las relaciones de fuerza reales. Toma parte en la obra de restauración nacional y capitalista.
¿Qué le diferencia del USPD?
Critica en lugar de negar.
Practica la oposición en lugar de hacer la revolución.
Negocia en lugar de actuar (4).
Charlatanea en vez de luchar.
Por eso deja de ser una organización revolucionaria. Se convierte en un partido socialdemócrata. No se distingue de los Scheidemann y de los Daümig más que en los matices.
Es el avatar del USPD.
Pronto se convertirá en un partido de gobierno, con el de Scheidemann y el de Daümig (5).
¡Y esto será su final!
V
A las masas les queda un consuelo: ¡sigue habiendo una oposición!
Esta oposición rechaza todo arreglo con el campo de la contrarrevolución.
¿Qué podía hacer ella? ¿Qué ha hecho?
Se ha congregado y se ha unido en una organización política.
¿Era necesario esto?
Los elementos más maduros políticamente, los más decididos y los más activos desde el punto de vista revolucionario tienen el deber de formar la falange de la revolución. No podían llevar a cabo este deber más que bajo la forma de una falange, es decir, en formación cerrada. Son la élite del proletariado revolucionario. Por el carácter cerrado de su organización, ganan en fuerza y adquieren una profundidad de juicio cada vez más grande. Se manifiestan en tanto que vanguardia del proletariado, como voluntad de acción frente a los individuos dubitativos y confusos. En el momento decisivo, constituyen el centro magnético de toda actividad. Son una organización política.
Pero no un partido político.
No un partido en el sentido tradicional.
La sigla de Partido Comunista Obrero (KAPD) es el último vestigio exterior – ¡pronto superfluo! – de una tradición que, con pasar simplemente la esponja, no es suficiente para borrar de una ideología política de masas, ayer todavía viva, pero hoy superada.
Pero este vestigio también será borrado.
La organización de las primeras filas comunistas de la revolución no debe ser un partido habitual, bajo pena de muerte, bajo pena de reproducir el destino que recae en el KPD.
Ha pasado la época de las fundaciones de partidos, porque ha pasado la época de los partidos políticos en general.
El KPD es el último partido. Su bancarrota es la más vergonzosa, su fin es el más despojado de dignidad y de gloria…
Pero, ¿qué sucede con la oposición?
¿Qué es de la revolución?
La revolución no es un asunto de partido. Los tres partidos socialdemócratas (6) tienen la locura de considerar la revolución como su propio asunto de partido y proclamar la victoria de la revolución como su objetivo de partido.
La revolución es el asunto político y económico de la totalidad de la clase proletaria.
Únicamente el proletariado en tanto que clase puede llevar la revolución a la victoria.
Todo lo demás es superstición, demagogia, charlatanería política.
De lo que se trata es de concebir al proletariado como clase y desencadenar su actividad para la lucha revolucionaria. Sobre la base más amplia, en el marco más vasto posible.
Por esta razón, todos los proletarios listos para el combate revolucionario, sin preocuparse de dónde provienen ni sobre qué base son reclutados, deben ser agrupados en los talleres y las empresas en organizaciones revolucionarias de empresa y unidos en el marco de la Unión general obrera (AAUD).
La Unión general obrera no es “cualquier cosa”, no es una ensalada, ni una formación casual. Es la agrupación de todos los elementos proletarios listos para una actividad revolucionaria, que se declaran a favor de la lucha de clase, del sistema de los consejos y de la dictadura.
Es el ejército revolucionario del proletariado.
Esta Unión general obrera tiene sus raíces en las empresas, y se organiza por ramas de industria, de abajo arriba, federativamente en la base y organizada en la cima por el sistema de los hombres de confianza revolucionarios. Empuja de abajo arriba, a partir de las masas obreras. Crece de acuerdo con ellas: es la carne y la sangre del proletariado; la fuerza que la empuja es la acción de las masas; su alma es el soplo ardiente de la revolución.
No es una creación de jefes.
No es una construcción sutilmente arreglada.
No un partido político con palabrería parlamentaria y bonzos pagados. Tampoco un sindicato.
Es el proletariado revolucionario.
VI
¿Por tanto, qué va a hacer el KAPD?
Creará Organizaciones revolucionarias de empresa.
Propagará la Unión general obrera.
Favoreciendo las relaciones de empresas a empresas, de ramas industriales a ramas industriales, formará los cuadros de las masas revolucionarias. Los formará para el asalto, los endurecerá y dará fuerzas para el combate decisivo hasta que pueda ser vencida toda resistencia por parte del capitalismo que se está hundiendo.
Insuflará a las masas combatientes la confianza en su propia fuerza, garantía de toda victoria en la medida en que esta confianza los liberará de los jefes ambiciosos y traidores.
Y a partir de la Unión general obrera, arraigada en las empresas, extendiéndose por las regiones económicas, y finalmente por todo el país, se cristalizará el movimiento comunista.
El nuevo “partido” comunista, que no es ya un partido.
Pero que es, por primera vez, ¡comunista!
¡Corazón y cabeza de la revolución!
VII
Imaginémonos el proceso de un modo concreto. Hay 200 hombres en una empresa. Una parte de ellos pertenece a la AAUD y hace propaganda de ésta, primero sin éxito. Pero el primer combate, en el cual los sindicatos, naturalmente, flaquean, rompe los antiguos vínculos. Pronto 100 hombres se han pasado a la Unión. Entre ellos hay 20 comunistas, el resto sigue estando compuesto por gente del USPD, sindicalistas y de no organizados. Al principio, el USPD inspira la mayor confianza. Su política domina la táctica de los combates que se llevan en la empresa. Sin embargo, lentamente pero con seguridad, la política del USPD se revela falsa, no revolucionaria. La confianza que los trabajadores tienen en el USPD se atenúa. La política de los comunistas se afirma. Los 20 comunistas se convierten en 50, después en 100 y más, pronto el grupo comunista domina políticamente la totalidad de la empresa, determina la táctica de la Unión, domina en los combates por el objetivo revolucionario. Así es, tanto en pequeña como en gran escala. La política comunista se implanta de empresa en empresa, de región económica en región económica. Se realiza, gana el mando, se convierte en el cuerpo, la cabeza y la idea directriz.
A partir de las células de los grupos comunistas en las empresas, a partir de los sectores de masas comunistas en las regiones económicas es como se constituye, en la edificación del sistema de los consejos, el nuevo movimiento comunista.
Por tanto: ¿una “transformación revolucionaria” de los sindicatos, una “reestructuración”? ¿Y cuánto tiempo durará este proceso? ¿Años? ¿Decenas de años? ¿Hasta 1926, por casualidad? (7)
En ningún caso.
El fin no puede ser derribar, aniquilar el coloso con pies de barro de las centrales sindicales con sus 7 millones de miembros, para reconstruirlas después bajo otra forma.
El fin es apoderarse de las palancas de mando en las empresas preponderantes en la industria, en el proceso de producción social y, por ahí mismo, tomar la decisión en el combate revolucionario. Apoderarse de la palanca que puede poner patas arriba al capitalismo en ramas y en regiones industriales enteras.
Es ahí donde la disponibilidad resuelta a la acción de una organización única puede, llegado el caso, ganar en eficacia sobre toda una huelga general.
Es ahí donde el David de la empresa abate al Goliat de la burocracia sindical.
VIII
El KPD ha dejado de ser la encarnación del movimiento comunista en Alemania.
¡Ya puede reclamarse ruidosamente de Marx, de Lenin, de Radek! No es más que el último miembro del frente único de la contrarrevolución.
Pronto se presentará en buena armonía con el SPD y el USPD, en el marco de un frente único por un gobierno obrero “puramente socialista”.
Su garantía de una “oposición leal” hacia los partidos asesinos que han traicionado a los obreros es una etapa de aquel.
Renunciar a exterminar de modo revolucionario a los Ebert y a los Kautsky (ver Die Rote Fahne del 21 de marzo de 1920) (8), es ya aliarse tácitamente con ellos.
Ebert-Kautsky-Levi.
El último estadio del capitalismo en su final.
El último “recurso político” de la burguesía alemana.
El fin.
El fin de los partidos también, de la política de partido, de la superchería de los partidos, de la traición de los partidos.
Es el nuevo comienzo del movimiento comunista.
El Partido comunista obrero.
Las Organizaciones de empresa revolucionarias, agrupadas en la Unión general obrera.
Los Consejos revolucionarios.
El congreso de los Consejos revolucionarios.
El gobierno de los Consejos revolucionarios.
La dictadura comunista de los consejos.
* KPD: Kommunistische Partei Deutschlands (nombre del PC desde noviembre a diciembre de 1920 y después de agosto de 1921).
Notas:
2 Alusión, en especial, a la propuesta del KPD de practicar una “oposición leal” al gobierno con ocasión del putsch de Kapp (marzo de 1920).
3 La Constitución llamada de Weimar.
4 Juego de palabras: “Sie verhandelt, anstatt zu andelt.”
5 Daümig (1869-1922): SPD, después USPD de izquierda, aprueba las “21 condiciones”, preside el VKPD –Partido Comunista Unificado de Alemania, al ser fundado a finales de 1920, junto con P. Levi y dimite de esta función, al igual que él, en febrero de 1921, en desacuerdo con el desplazamiento a izquierda del partido, que conducirá a la Acción de marzo. Abandona el VKPD al mismo tiempo que Levi.
6 Rühle incluye al KPD en la social-democracia, con el mismo título que el SPD y el USPD.
7 Alusión a la previsión hecha por Levi anunciando una crisis económica mundial para 1926: habría que esperar, pues, hasta esta fecha para llevar a cabo una acción revolucionaria.
8 Órgano del KPD (“Bandera Roja” en español). Ebert, canciller en 1918, después primer presidente de la República, es uno de los responsables emblemáticos de la participación socialista en el aplastamiento de la revolución.
Digitalizado a formato web porCírculo Internacional de Comunistas Antibolcheviques
N. de R. : como muy bien nos señaló el compañero que nos llamó la atención sobre este texto de Rühle, el título de “La revolución no es un asunto de partido” da la impresión de que el escrito fuera una mera apología del consejismo más simplista. Pero el texto va mucho más allá de eso.