Sobre la razón – F. Nietzsche (Parte I)

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FRAGMENTOS DE LA OBRA «EL OCASO DE LOS ÍDOLOS»

PRIMERA PARTE

«Los filósofos creen que honran algo cuando lo sacan de la historia, cuando lo conciben desde la óptica de lo eterno, cuando lo convierten en una momia. Todo lo que han estado utilizando los filósofos desde hace miles de años no son más que momias conceptuales; nada real ha salido con vida de sus manos. Cuando esos idólatras adoran algo, lo matan y lo disecan. ¡Qué mortalmente peligrosos resultan cuando adoran!»

Allí donde la autoridad sigue formando parte de las buenas costumbres, donde lo que se dan no son «razones» sino órdenes, el dialéctico es una especie de payaso; la gente se ríe de él, no lo toma en serio. Sócrates fue un payaso que consiguió que lo tomaran en serio. ¿Qué es lo que sucedió aquí realmente?…

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Sólo se recurre a la dialéctica cuando no se dispone de ningún medio. Ya se sabe que suscita desconfianza, que es poco persuasiva. No hay nada más fácil de disipar que el efecto producido por un dialéctico. Esto lo puede comprobar todo el que asista a una asamblea donde se discuta públicamente algo. La dialéctica sólo puede ser un recurso forzado, en manos de quienes ya no tienen otras armas. Han de hacer valer por la fuerza sus derechos; de lo contrario no recurrirían a ella. Por eso fueron dialécticos los judíos, como también lo fue el zorro de las fábulas… ¿Y Sócrates?, ¿lo fue también?

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El dialéctico tiene en sus manos un instrumento implacable: con él puede ejercer la tiranía; al que vence le deja en entredicho, porque obliga a su adversario a tener que probar que no es un idiota; enfurece a los demás, y a la vez les niega toda ayuda. El dialéctico reduce el intelecto de su adversario a la impotencia. ¿Será la dialéctica socrática simplemente una forma de venganza?

En última instancia, su caso no fue más que el caso extremo, el caso más patente de lo que ya entonces constituía una catástrofe general: que nadie se dominaba ya a sí mismo, que los instintos se habían vuelto unos contra otros…

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Cuando no hay más remedio que convertir a la razón en tirano, como hizo Sócrates, se corre por fuerza el peligro no menor de que algo se erija en tirano. En ese momento se intuyó que la racionalidad tenía un carácter liberador, que Sócrates y sus «enfermos» no podían no ser racionales, que esto era de rigor, que era su último recurso. El fanatismo con que se lanzó todo el pensamiento griego en brazos de la racionalidad revela una situación angustiosa: se estaba en peligro, no había más que una elección: o perecer o ser absurdamente racional… El moralismo de los filósofos griegos que aparece a partir de Platón está condicionado patológicamente; y lo mismo cabe decir de su afición por la dialéctica. Razón = virtud = felicidad equivale sencillamente a tener que imitar a Sócrates e instaurar permanentemente una luz del día —la luz del día de la razón—, contra los apetitos oscuros. Hay que ser inteligente, diáfano, lúcido a toda costa: toda concesión a los instintos, a lo inconsciente, conduce hacia abajo…

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He dado a entender el por qué de la fascinación de Sócrates: parecía que era un médico, un salvador. ¿Hay que explicar ahora el error que suponía su «fe» en la «racionalidad» a toda costa? Los filósofos y los moralistas se engañan a sí mismos cuando creen que combatir la decadencia es ya superarla. Pero superarla es algo que está por encima de sus fuerza: el remedio y la salvación a la que recurren no es sino una manifestación más de decadencia: cambian la expresión de la decadencia, pero no la eliminan. Sócrates fue la personificación de un malentendido: toda la moral que predica el perfeccionamiento, incluida la cristiana, ha sido un malentendido… La luz del día más cruda, la racionalidad a toda costa, la vida lúcida, fría, previsora, consciente, sin instintos y en oposición a ellos, no era más que una enfermedad diferente; no era de ninguna manera un medio de retomar a la «virtud», a la «salud», a la felicidad… «Hay que luchar contra los instintos» representa la fórmula de la decadencia. Cuando la vida es ascendente, la felicidad se identifica con el instinto.

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Fuente: http://exnihilo.noblogs.org/post/2015/11/18/sobre-la-razon-f-nietzsche/