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«Deseo, de igual forma, sin distinción alguna, para todos vosotros, la muerte. Y para mí, deseo de igual forma la libertad de un abortado, del ser no-nato. Sin el lastre abusivo del pecado, del crimen, de la pestilencia de la Era de la razón.
Y, cuán más alto deseo.
¡Celebrando el ocaso del milenio de la sobrepoblación! Somos la más perversa de las plagas, enviada por el Altísimo desde el reino de los Cielos, con el fin de colonizar la existencia, de aquellos, los ingobernables, los animales, los ríos, las plantas, la Tierra. Así, nos hizo a su imagen y semejanza, por y para Dios, para domesticar lo indomesticable, para colonizar lo ingobernable, poniendo en marcha la primera de las inquisiciones, el primer holocausto. De todo ello, culpable es el hombre. Culpables desde que nacemos, cada nacimiento es un nuevo crimen, cuyo horror es ovacionado. ¿Por qué no nos ponemos de acuerdo, para auto-exterminarnos los unos a los otros?».