¿Cuál es el origen y qué desafíos plantean las revueltas al sur de Chile?

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“La verdadera catástrofe no es sólo la contaminación de nuestro entorno, sino que la contaminación y colonización de la mercancía en nuestras relaciones humanas cotidianas. La degradación de la biósfera no es más que una consecuencia de esta catástrofe social”1

 

Chile es un país que se ubica en el cono sur de Latinoamérica, conocido por sus vinos, sus terremotos y la sangrienta dictadura de Pinochet. También destaca por ser uno de los países más “exitosos” de la región, laboratorio del neoliberalismo a nivel mundial, goza de una fama de nación tranquila, estable política y económicamente.

Contradiciendo el relato anterior, existe otra mirada de Chile, en donde la desigualdad socioeconómica, el racismo estructural contra el pueblo mapuche y el desamparo de territorios altamente degradados por el extractivismo, son las postales habituales.

Si el primer relato es abalado por estadísticas y estudios financiados por los grandes capitalistas y burócratas de turno, el segundo es abalado por la serie de revueltas que han sacudido el país en los últimos años. Las movilizaciones estudiantiles de 2006 y 2011, los conflictos territoriales de Aysen, Magallanes, Freirina y Tocopilla entre los años 2011 y 2013, las acciones subversivas de la parte más radicalizada del pueblo mapuche en los últimos años, los conflictos socio-ambientales que surgen en diferentes zonas del país, la lenta pero continua articulación del movimiento de trabajadores y pobladores,  así como la proliferación de pequeños grupos con ideas anarquistas, feministas autónomas, de izquierda extra-parlamentaria, entre otros, son algunos de los índices que muestran que la situación en el país ya no es tan estable como parecía.

La última de las revueltas está sucediendo en este momento. Está ubicada geográficamente en el sur del país, abarcando la Región de los Lagos, otra de las zonas abandonadas en un país altamente centralizado en donde la capital Santiago es lo más relevante. La llama fue encendida en una isla llamada Chiloé, en donde una catástrofe socio-ambiental fue la chispa que hizo explotar las protestas. El lugar en donde surge el fuego no es casualidad, un territorio que aún se mantiene aislado del continente y en donde aún se conserva un sentimiento de comunidad, conocimientos ancestrales e identidad, en el fondo “Lo que diferencia a estos territorios es que allí existen los modos de vida heterogéneos sobre los cuales es posible crear algo distinto a lo hegemónico. No nos engañemos: esa posibilidad no existe hoy ni en las fábricas ni en los demás lugares donde todo son valores de cambio, desde el tiempo hasta las personas”2.

El contexto general

No podemos explicar en qué consiste el actual conflicto al sur de Chile, sin antes referirnos a la naturaleza económica chilena, porque “si bien la economía no lo explica todo, nada se puede explicar sin la economía”3. Chile se caracteriza por tener, frente a sus vecinos, una economía terciaria bien desarrollada en donde las multitiendas, supermercados, compañías de telecomunicaciones, empresas eléctricas, negocios de la educación y la salud, entre otros, adornan cada ciudad del territorio. Por otro lado, el país goza de un pequeño protagonismo en el mercado financiero mundial a través de su famoso sistema de Administración de Fondos de Pensiones (AFP), el cual transa y especula en las bolsas mundiales con las jubilaciones de la mayoría de los trabajadores chilenos. A esto se suma el ilusorio paraíso de los créditos, el cual mantiene endeudados a una porción importante de la población y sostiene el consumo que permite existir a todas estas empresas que describimos anteriormente.

Sin embargo, y más allá de esta particularidad, Chile mantiene una característica común con todos sus vecinos de la región. Las bases materiales de su economía (como a lo largo de toda su historia) sigue siendo el extractivismo. Éste no es más que “la especial forma que adquiere la producción capitalista en los países periféricos, y –a grandes rasgos- consiste en destruir bastas extensiones de territorio para explotar los “recursos naturales” de manera intensiva y así venderlos sin mayores transformaciones a los más industrializados. Es, por decirlo de alguna manera, la lógica que mueve el saqueo en America Latina”4.

La extensión y diversidad geográfica del país hace que su naturaleza extractiva sea variada, siendo sus pilares: La Gran Minería, el sector agroindustrial, el negocio forestal y la pesca industrial. En esta última coordenada se ubican las protestas que se viven en esta parte del planeta.

Geografía del conflicto

Las barricadas comenzaron cuando el desastre socio-ambiental se hizo insostenible rompiendo toda la cadena de subsistencia de esta sureña región de Chile, en donde la pesca artesanal e industrial es el principal motor de la economía. En primer lugar la aparición de la temible Marea Roja una alga que ataca a los seres vivos con sistema nervioso desarrollado como peces, humanos y aves. A propósito de la Marea Roja y otras proliferaciones de algas hubo una mortandad enorme de peces que cultivaba la industria del Salmon (rubro instalado en plena dictadura de Pinochet), los cuales fueron lanzados al mar en pleno proceso de putrefacción produciendo un desequilibrio medioambiental de magnitudes. Finalmente una varazón de moluscos en las costas fue el colofón de una historia de desastres socio-ambientales.

Primero en la isla de Chiloé, para luego pasar al continente y la ciudad de Puerto Montt y otras localidades, distintas movilizaciones se han gestado al calor de cortes de rutas y barricadas. Junto a los pescadores se han unido otros grupos sociales que apoyan los gritos de protesta. El gobierno no ha tardado en responder con mesas de diálogo y fundamentalmente represión. “Frente a todo esto se  están produciendo movilizaciones en todas las zonas del sur: pescadores, comunidades originarias, seres descontentos. El punto es entender que el enemigo de la vida son los de siempre: el estado, el capitalismo, las autoridades, los tecnócratas”5.

Es interesante analizar el discurso que anda dando vueltas por los medios de comunicación y redes sociales. Se ha manifestado que los vertimientos ilegales de peces muertos al mar son uno de los factores de la catástrofe. Sin desconocer lo terrible de este acto es necesario decir las cosas como son: el problema no es este hecho en particular, sino la industria pesquera y acuícola en general. Es ella la que a base de modificaciones genéticas, alimentos industriales y antibióticos ha tratado de mantener artificialmente una industria altamente contaminante. El vertimiento de salmones muertos al mar es la punta del iceberg, la crítica, como bien la han apuntado algunos grupos de la región afectada, debe ir dirigida directamente a las salmoneras.

Por otro lado, se asume que la catástrofe también fue producida por un fenómeno ambiental común en las costas de Chile llamado “El Niño” el cual fue otro factor de proliferación de la Marea Roja, ya que aumenta la temperatura marina y con ello las condiciones para su propagación. “El Niño” de este año es particularmente violento y potente. Lo que no se comenta es el por qué de la actual fuerza de este fenómeno que ha sido llamado “El Niño Godzilla” por la NASA. La respuesta, nos atrevemos a plantear, no tiene un origen natural, sino social: El calentamiento Global. Es el humano y toda su máquina industrial lo que está provocando estos bruscos desequilibrios térmicos que conllevan catástrofes socio-ambientales.

No nos cansamos de plantear, a contracorriente de científicos, el gobierno y las empresas, que no existen catástrofes naturales, ya que “lo verdaderamente catastrófico es vivir en una sociedad que permite que miles de personas vivan abandonadas a su suerte frente a este tipo de sucesos. La catástrofe no es nunca “natural”, la catástrofe es siempre social”6.

Como decía un rayado en las calles asoladas por las barricadas “No es la Marea Roja es el Capitalismo”

Contradicción y desafío en las movilizaciones del Sur de Chile

“Las revueltas llamadas ciudadanas por la socialdemocracia – siempre deseosa de contener la ira proletaria y encausarla por los márgenes de la institucionalidad del capital- se repiten en diferentes partes de chile y el mundo. Ya lo sabemos. Basta echar un vistazo a los medios de comunicación, incluso de los burgueses (casi todos), que no pueden omitir las informaciones cuando el humo de las barricadas amenaza con quemar los pelos de sus narices”7

Las movilizaciones plantean ciertos desafíos y contradicciones. En primer lugar podemos visibilizar un desafío propio de todas las movilizaciones sociales: mantener la autonomía, la horizontalidad, sacar beneficios concretos y no ser coaptados por líderes u organizaciones. Por ejemplo las anteriores revueltas estudiantiles y las vividas en Aysen son reflejo de cómo una protesta social es encauzada por aspirantes al poder, así, antiguos dirigentes de estos movimientos ahora están sentados en el parlamento chileno. Un texto que anda dando vueltas hace un llamado bastante claro al respecto: “consideramos vital compañeros y compañeras, que no le den espacio a los políticos profesionales dentro de sus comunidades, mantengan la horizontalidad y la auto organización como pilar y principio fundamental de su movimiento, esa siempre será una ventaja ante el poder, que los quiere sumisos y jerárquicamente ordenados para así cooptar su movimiento”8.

Otro desafío de las protestas guarda relación con la superación de los orígenes de la catástrofe: el extractivismo y la civilización industrial. Este es quizás un desafío mayor, ya que mientras la crítica a las visiones jerárquicas y la política desde arriba está extendiéndose entre los movimientos, la crítica al dogma industrial, a la fascinación por la tecnología, a la fe ciega en la ciencia, a la idea capitalista de progreso y al productivismo no tienen aún mucha cabida. Este giro tiene que ver con la constatación histórica de que los adelantos tecnológicos no han traído el bienestar prometido para la sociedad, sino que han apretado las cadenas del control, la desigualdad y la opresión para amplias capas de la población.

Este cambio puede constatarse al ver como entra en contradicción la vieja demanda del movimiento anticapitalista chileno, el cual soñó con industrias bajo el control de los y las trabajadoras. Hoy en día vemos que el problema no radica en quién es dueño de los medios de producción, porque ya sea los capitalistas o los propios trabajadores los que los gestionen, la destrucción de los territorios estará igualmente asegurada. ¿Vale la pena que las propias comunidades gestionen autónomamente la mega-mineria, los monocultivos forestales, el negocio de los agrotoxicos o las piscinas de salmones? ¿Queremos autogestionar la destrucción de nuestros territorios y comunidades?

Al hacernos estas preguntas nos damos cuenta que las formas productivas que ha generado el capitalismo no son neutras. No son herramientas que están al servicio del capitalismo o de la comunidad, dependiendo de quién las controle. Son mecanismos diseñados para explotar, destruir, atomizar y alienar. Por tanto, no queda más que desmantelarlos, y a lo sumo utilizar lo poco que se pueda re-aprovechar, re-utilizar o reciclar. La tarea es ardua y difícil, asumirla significa replantear todas nuestras necesidades humanas, las cuales actualmente son satisfechas por la maquina industrial del capitalismo. La alimentación, la salud, la vivienda, la sexualidad, el ocio, la comunicación, la energía, la educación y cualquier otra esfera de la vida cotidiana tendrían que ser satisfechas mediante nuevas alternativas, o bien mediante viejos métodos que han sido olvidados.

¿Qué pasará con los miles de trabajadores y trabajadoras que quedarían sin sustento tras el hipotético sierre de las salmoneras? ¿Cómo suplirán sus necesidades? ¿Existen algunos vestigios de conocimientos ancestrales útiles para tal fin, o al menos existe la osadía para pensar en re-estructurar las formas de vida a las que nos tiene acostumbrado el capitalismo industrial? Estas son algunas preguntas que surgen de las actuales revueltas del sur de Chile, y que sin duda seguirán surgiendo a lo largo de otros territorios en conflicto. Es visible que falta mucho aún para responderlas. La esperanza para resolverlas teórica y prácticamente está puesta principalmente en las diferentes comunidades que viven en torno a los centros extractivistas, es decir los pobres, mapuche, campesinos y marginados en general. Porque a medida que el desierto avanze, la contaminación se acelere y las catástrofes socio-ambientales se multipliquen, no les quedará más alternativa que solucionar estas contradicciones, ya que su vida, su salud y su futuro dependerán de ello.

Por ahí unos compañeros y compañeras dicen que lo importante es ir “posicionando objetivos alcanzables y defender lo que nos queda. También es importante prepararse para los incipientes escenarios. Con pequeñas victorias en nuestros hombros podremos ir imaginando más posibilidades, podremos acostumbrarnos a luchar para ganar algo. Ganamos proyección”9. La batalla de fondo no se ganará de la noche a la mañana, pero con pequeños golpes y barricadas contra el progreso y su destrucción, algo vamos avanzando.

 

Grupo Antidesarrollista del Biobío, otoño de 2016

 

1- Las Miserias Forestales. Grupo Antidesarrollista del Biobío.

2- Los territorios como espacios emancipatorios. Raul Zibechi.

3- CUADERNOS DE NEGACION

4- Revista Mingako N°1

5- A propósito de la catástrofe de las salmoneras y la devastación marítima en el sur. Una mirada anárquica y de propaganda frente a su desquiciada maquina muerte. Critica y Acción Calbuco.

6- 8 tesis críticas sobre las últimas catástrofes en chile. Colectivo Metiendo Ruido

7-  Sobre la pasada movilización en Tocopilla: Impresiones desde una Perspectiva Comunista. Cristóbal Cornejo.

8- Carta abierta a los/as proletarios/as en Chiloé. Algunxs proletarios por la comunización

9- Archivos de la Devastación N°1

Escrito por Grupo Antidesarrollista del Biobío, otoño de 2016