“La herencia de los movimientos revolucionarios no puede seguir constituyendo una tradición que salvaguardar… o un programa que realizar, sino que debe convertirse en un arsenal que saquear para el uso continuo de los nuevos revolucionarios.”
La historia de la revuelta es probablemente tan larga como la historia de la dominación y la explotación. Siempre han existido quienes no se someterían, quienes desafiarían al dios y al amo incluso teniéndolo todo en su contra. Y esta historia de la revuelta incluye luchas sociales significativas, alzamientos de la muchedumbre de explotad@s para despojarse de sus cadenas en la revolución social. En los últimos siglos, esta agitación social ha ayudado a crear una conciencia revolucionaria que se ha manifestado particularmente en la teoría, análisis social y práctica comunista y anarquista.
Este mismo periodo ha sido testigo del ascenso del capitalismo, de las revoluciones burguesas que transformaron el Estado dando origen a la dominación democrática (además de otras formas más descarnadamente totalitarias), del industrialismo y el trabajo asalariado. Pero en los últimos sesenta años aproximadamente, las consecuencias de estas transformaciones que no se habían comprendido plenamente con anterioridad se han combinado con significativos cambios en curso en los modos en los que la dominación y la explotación operan, facilitados por nuevos desarrollos en las técnicas, métodos y sistemas militares, policiales, industriales y los llamadas post-industriales, desarrollados para satisfacer las necesidades del mantenimiento de la reproducción social, haciendo necesario para l@s revolucionari@s lúcid@s desarrollar nuevas concepciones de la naturaleza de la lucha contra el orden dominante. Y de esta forma surge la cuestión de si los análisis y teorías del pasado -y la historia en la que se desarrollaron- tienen alguna relevancia para el movimiento anarquista actual.
Desde luego, aferrarse a las teorías y análisis del pasado como la verdad revolucionaria es inútil. La veneración de Kropotkin o Bakunin, Goldman o Malatesta sólo puede transformar la teoría y práctica anarquista en una pieza de museo, y los museos son por lo general muestrarios de lo que ha muerto.
Del mismo modo, un enfoque acrítico sobre las sublevaciones pasadas no nos hace ningún bien. La Comuna de Paris, España en los años 30, Hungría en el ´56, Paris en el ´68, etc. pasan a perder su significado desde una perspectiva revolucionaria proyectual cuando se mitifican. Las luchas en curso de las que surgieron desaparecen, y se convierten en reliquias, una serie de “gloriosas” derrotas. No tengo interés en participar en la creación de un Museo de la Anarquía y la Insurrección. Quiero crear la anarquía y la insurrección como realidades vivas.
Pero el rechazo a venerar y mitificar el pasado revolucionario no es lo mismo que sencillamente rechazarlo sin ambages. Al igual que el orden de la dominación tiene una historia que podemos examinar con el fin de obtener una mayor comprensión de cómo luchar contra él, también la lucha contra este orden tiene una historia, y afirmar sin más que es irrelevante para nosotr@s hoy, es sacrificar armas significativas que podríamos usar en nuestra lucha aquí y ahora.
Se ha dicho que para relanzar la apuesta por la revolución, “es necesario volver a poner el pasado en juego”. Pero cuando se coloca en un museo para que sea venerado, o se le entierra en un cementerio para ser ignorado, el pasado no se puede poner en juego, porque ha sido transformado de una actividad, un movimiento de lucha, a una cosa muerta. L@s anarquistas y revolucionari@s del pasado desarrollaron sus análisis, teorías y visiones, no como doctrinas en las que creer, sino como armas para usar contra el orden dominante.
Desde luego, muchas de ellas son irrelevantes ahora (algunas de ellas – el sindicalismo, el obrerismo, el formalismo y el fetiche de la organización y los números, la fe en el progreso y la tecnología- fueron probablemente obstáculos desde el principio), pero si nuestra intención no es simplemente promover una nueva ideología, una nueva fe revolucionaria; si nuestra lucha es por la reapropiación de nuestras vidas aquí y ahora y la destrucción de todo lo que se sitúa en el camino de ese proyecto; si nuestro objetivo es efectivamente la transformación de las relaciones sociales, la creación de un mundo sin dominación, explotación, jerarquía…; entonces veremos el pasado revolucionario como un arsenal que saquear, aprovechando gozosamente todo aquello que es útil para nuestra lucha actual.
Si no podemos enfrentarnos críticamente con el pasado, no seremos capaces de enfrentarnos críticamente con el presente, y nuestra lucha actual será una pieza de museo, una simple vitrina de la ideología, otro juego de roles espectaculares que puede ser atractivo para los media, pero sin ninguna relevancia para la lucha real para destruir esta sociedad.
Willful Disobedience Vol. 3 N. 1
Traducción Palabras de Guerra