Publicado originalmente en Acción Libertaria, número 16, Gijón, marzo de 1911.
Podría hacerse en dos plumazos.
Ayer mismo dos guardias presenciaron impasibles, en una plaza de Madrid, cómo se ahogaba un niño en una jofaina de agua. Luego dos agentes de policía, en la misma capital, separaban cruelmente a una pobre madre de sus dos hijos enfermos de difteria, para conducirlos a la Comisaría por pleito de unas ropas que valdrían tres o cuatro pesetas. La reclamación era de los honrados papás de una criatura a quien había criado la buena mujer. El inspector de guardia, compadecido, la envió al Juzgado. Eran las dos de la madrugada. Por fin hubo un hombre, el juez, que la dejó en libertad y la socorrió.