Rote Zora: Cada corazón es una bomba de relojería

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Rote Zora o «Zorras Rojas» en castellano, fue un grupo de lucha armada de lesbianas y mujeres que se dió a conocer por primera vez en 1977 con un ataque a la Cámara Federal Alemana de Médicos.

Esperamos que esta traducción de algunos de sus textos y comunicados sirva para reconstruir parte de la herstoria del enfrentamiento que lesbianas y mujeres han tenido no sólo contra el Estado demócrata, patriarcal, imperialista, capitalista y racista. Sino también contra algo más tangible y accesible como son los responsables de las injusticias legitimadas por el Estado: abogados, policías, médicos, jueces, empresarios… Se trata de poner caras a los conceptos.

Rote Zora o «Zorras Rojas» en castellano, fue un grupo de lucha armada de lesbianas y mujeres que se dió a conocer por primera vez en 1977 con un ataque a la Cámara Federal Alemana de Médicos.

Aunque ésta no era su primera acción, dado que en 1975 ya habían puesto una bomba en el Tribunal Constitucional, llamándose por aquel entonces «las mujeres de las RZ». En el texto «Cada corazón es una bomba de relojería» explican esta militancia. Ambas acciones estaban relacionadas con la campaña por la despenalización del aborto que aglutinaba a gran parte del movimiento feminista alemán de entonces. Durante casi 20 años Rote Zora llevó acabo numerosas acciones en apoyo a diferentes luchas feministas. La última acción de Rote Zora tuvo lugar en 1994. En 1996 anunció su disolución.

¡Ninguna Rote Zora ha estado en la cárcel ni un día!

Esperamos que esta traducción de algunos de sus textos y comunicados sirva para reconstruir parte de la herstoria del enfrentamiento que lesbianas y mujeres han tenido no sólo contra el Estado demócrata, patriarcal, imperialista, capitalista y racista. Sino también contra algo más tangible y accesible como son los responsables de las injusticias legitimadas por el Estado: abogados, policías, médicos, jueces, empresarios… Se trata de poner caras a los conceptos.

Queremos refrescar la memoria acerca de las luchas de lesbianas y mujeres que han ido mucho más allá que pedir una parcela de poder dentro del sistema patriarcal y así ser cada vez más sabias en cuanto a la resistencia contra el Sistema: renunciar a sus chantajes, hacerlos públicos y atacarlos.

Pensar en cómo llevar a cabo la lucha, hacerla y vivir en pie de guerra contra el patriarcado tiene mucho que ver con construir la resistencia desde lo inmediato, desde lo cotidiano. Practicar la rebelión cotidiana es un ejercicio para mantenerse en forma en la lucha constante contra las estructuras patriarcales.
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Rote Zora: Cada corazón es una bomba de relojería

Las mujeres desde siempre han luchado en grupos armados, pero su aportación a la lucha a menudo se ha ocultado.

Pero los tiempos cambian, y la participación de las mujeres en la guerrilla ha aumentado por lo que el mecanismo de ocultación ya no funciona. También queda obsoleta la división del trabajo: las mujeres se encargan de las tareas de infraestructura y los hombres hacen las acciones. Hay pocos grupos de mujeres subversivos como Rote Zora, ¡pero esto también va a cambiar!

No queremos sólo hacer acciones, también queremos expresar nuestro punto de vista sobre las condiciones en las que tenemos que vivir, aunque eso no nos resulte fácil.

Queremos conseguir claridad sobre todo en dos puntos:

1. ¿Cómo funciona el mecanismo de la opresión imperialista de la mujer aquí y en los países del «Tercer Mundo»? En esta pregunta tuvimos que darnos cuenta de que los análisis sobre el imperialismo se limitan muchas veces a investigar las estructuras de poder políticas, económicas y militares de éste, marginando los análisis de la estrategia contra las mujeres aquí y en el «Tercer Mundo».

No nos basta con decir: del análisis del imperialismo se desprende que un objetivo para atacar sea la OTAN, y si nosotras las mujeres atacamos a la OTAN entonces la lucha de las mujeres ya tiene su empuje revolucionario.

Desde esta perspectiva la lucha por la liberación únicamente consiste en atacar las estructuras centrales del poder imperialista, pero las relaciones de poder en lo cotidiano se dejan de lado, aunque en ellas la destrucción, la opresión y la explotación se hagan más patentes.

Para nosotras también es un momento de liberación, un sentimiento de vitalidad y de fuerza, cuando prendemos fuego bajo el culo de un cerdo especulador o de sus vasallos, la mafia nuclear, etcétera. El problema que tenemos es que queremos más de lo que podemos hacer de forma práctica en este momento.

¡Pero esto también va a cambiar!

Añadimos el hecho que las acciones contra la violencia cotidiana son comprensibles hoy en día, no por una mayoría, pero si por todos aquellos que no se han dejado robar el cerebro. Los ataques contra las estructuras de poder centrales/estatales lo tienen más difícil. Tienen que estar pensados y planificados exhaustivamente, para que la motivación política se trasluzca.

En general pensamos que no existe el «objetivo de ataque» que pueda «derrotar» al Estado. La oportunidad de un movimiento revolucionario se basa mucho más en el ataque contra las condiciones de vida impuestas por el Estado en su totalidad. El ataque contra las instituciones estatales/centrales es sólo una parte de eso.

Es también utópico, o mejor dicho dogmático, meter todas las exigencias revolucionarias en una acción o un objeto de ataque. Más bien es la organización de una continuidad en los grupos armados el camino que abre una perspectiva de esperanza y victoria.

Otro punto sobre el que hemos reflexionado es el movimiento de mujeres. Queremos descubrir, de manera más exacta, por qué el movimiento ha perdido su fuerza explosiva revolucionaria y ha elegido el camino hacia la nueva interioridad.

«No existe la lucha de mujeres única y pura sino muchas formas y en cada una siempre hay varios elementos en movimiento, al lado de la cuestión de género, la cuestión de clase, la nacionalidad, la situación concreta».

Aunque olvidada hoy en día, la concepción de racismo en Estados Unidos ha ayudado al movimiento de mujeres a identificar la propia opresión como sexismo.

Stok Carmichael hablaba del significado de las definiciones. Para eso citó Alicia en el país de las maravillas. En este libro aparece una discusión entre Humpty Dumpty y Alicia sobre las definiciones.

«—Si utilizo una palabra— dice Humpty Dumpty muy despectivamente —entonces tiene exactamente el significado que yo le doy. Ni más ni menos—. —La pregunta es— dice Alicia, —si puedes dar a las palabras el significado de muchas cosas diferentes—. —La pregunta es— dice Humpty Dumpty, —¿quién debe ser el Señor? Eso es todo—»

Es realmente determinante la pregunta ¿quién debe ser el Señor? Ya que parece imposible preguntar «¿quién debe ser la Señora?», se demuestra que han sido, y siguen siendo, los señores blancos quienes dan a las personas y cosas sus significados.

Así la Historia de Europa y América está escrita por hombres blancos. Ellos han definido qué son las «personas de color» y las mujeres de este mundo.

El significado que dieron tanto a las mujeres como a las «personas de color» es el de seres de naturaleza inculta. Así se legitimó el dominio de los hombres blancos. Hay que civilizar a las mujeres y a las «personas de color», lo que significa nada más que la destrucción de toda forma de conciencia autónoma expresada, por ejemplo, en una historia y cultura propias. Y cuando las mujeres y las «personas de color» no quisieron aceptar las bendiciones de la cultura masculina occidental y se defendieron, se les masacró sin piedad, como en Europa a las mujeres en el tiempo de la caza de brujas y como hoy a los indígenas en América del Sur.

Decir que el sexismo y el racismo son componentes integrales del sistema de dominación patriarcal, a menudo se queda en la superficialidad de lo «debido». Así, en los análisis corrientes del imperialismo apenas se menciona el sexismo como herramienta de dominación y de división.

Si hablamos en este texto sobre sexismo y, como parte de ello, de la división sexual del trabajo, no lo hacemos por «hablar también las mujeres», sino por la certeza de que sin un análisis concreto del sexismo, no podemos entender las condiciones de vida en el «Tercer Mundo», en las metrópolis, ni el movimiento de mujeres.

La opresión de la mujer es más antigua que el capitalismo, esto no es nada nuevo. Una de sus raíces está en que la capacidad de las mujeres de tener hijos se ha interpretado como una de las funciones de su fisiología, es decir, de su naturaleza. El tener hijos o no, no se ve como un acto consciente —como una interacción con la naturaleza— si no como la naturaleza misma.

Como interacción con la naturaleza —y por ende, como trabajo— sólo se ven las actividades del cerebro y de las manos, pero no las del pecho y el útero de la mujer.

La teoría marxista tampoco anuló esta perspectiva.

Siguiendo esta óptica se trata a la supuesta naturaleza de la mujer como un recurso natural. Este recurso se explota de diferentes maneras dependiendo de las demandas económicas. En el «Tercer Mundo» se practica la esterilización forzosa mientras en las metrópolis se anima a las mujeres a tener hijos mediante promesas económicas y el aborto se define como asesinato en masa. Al factor económico de la explotación de la fertilidad de las mujeres se le añade el factor racista. El lamento y el griterío en los medios de comunicación sobre el descenso del número de nacimientos y el peligro de la extinción del «pueblo alemán», muestra claramente de lo que se trata: sólo las mujeres alemanas deben tener hijos, a las mujeres de Turquía, España, Grecia, etcétera, se les recomienda —o hasta se les ordena— la prevención y la esterilización.

Pero con esto no le basta a las clases dirigentes: la investigación en el sector de los bebés-probeta y la manipulación genética señalan el intento de quitarles definitivamente su exclusiva disposición sobre la capacidad de parir.

Sobre estas bases se ha desarrollado la división del trabajo según género y raza, lo que ha reforzado las condiciones de producción, en las que el cultivo de caña de azúcar y de arroz no es trabajo para blancos, el trabajo doméstico no es trabajo para hombres, y si mujeres y niños son golpeados no es violencia.

Pero esta división del trabajo no es un fenómeno de superestructura, no se basa en ideas falsas que la mujer y el hombre sólo deban reconocer para cambiar, sino que son la base económica de la sobrexplotación a través del capitalismo.

(…)

La impotencia es el disfraz de la cobardía

Cada mujer que ha lanzado una piedra, que no ha reaccionado ante baboseos de hombres retirándose sino devolviendo el golpe, entenderá el sentimiento de liberación que teníamos cuando destruimos sex shops o detonamos una bomba delante del Tribunal Constitucional Federal con motivo de la sentencia por el Art. 218.

Y estas estructuras sólo se pueden aniquilar si atacamos las condiciones sociales que nos destruyen. Atacar de diversas formas, pero siempre ligadas a nuestro odio irreconciliable contra esta sociedad. La manera armada de ataque es para nosotras una par-38 te irrenunciable para la lucha de las mujeres. Tal como venimos diciendo, esta postura está poco desarrollada en el movimiento.

Por eso nos hemos organizado junto a algunos hombres en la guerrilla. Pero tampoco aquí se disuelve la contradicción entre lucha de género y de clase. Nuestra posición como grupo autónomo de mujeres dentro de las RZ está marcada por la situación política actual de las mujeres, que a su vez se caracteriza por la debilidad de contenidos del movimiento de mujeres y una organización de la militancia, por parte de éstas, que está en sus comienzos.

No somos un frente de lucha más con el que se pueden lucir las organizaciones. No somos la solución al problema fundamental, sino un camino. Nuestro camino feminista se determina desde las perspectivas políticas del movimiento de mujeres, de las luchas revolucionarias internacionales, y no meramente desde nosotras mismas.