Producción mapuche versus extractivismo en Kurarrewe: La lucha contra la central hidroeléctrica en río Trankura

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Las empresas siempre llegan a los territorios con promesas de trabajo y desarrollo para sus habitantes. Es el caso de las comunidades mapuche de Kurarrehue, amenazadas por la central hidroeléctrica Añihuerraqui.  Pero las comunidades no son pobres. Tienen sus propios modos productivos. Han aprendido de los ciclos naturales, desde antiguo. Son formas asociativas, solidarias. No buscan esquilmar el medio ni enriquecerse para comprar el último celular que anuncian por la tele.

Texto y fotos: Felipe Montalva

El Ciudadano

Se siente el calor del verano en los faldeos cordilleranos de la Araucanía. Sobre la piel se posa el sol delwalüng, la estación de la abundancia de frutos. El aroma a laurel perfuma los caminos, mientras los queltehues quiebran el aire con sus alertas.

Atravesamos el puente que une el pueblo de Curarrehue con el camino a Reigolil. Orillado por las pitras, el río Trankura continúa su oscuro flujo rumbo al lago Villarrica. Tras unos minutos de caminata sobre el ripio, dejamos atrás las últimas casas y sendereamos hacia los mawida, los cerros pletóricos de bosques, aves, animales y agua. Donde residen los ngen, entidades dueñas de los elementos. Unos pasos delante camina José Loncopan, 70 años, educador mapuche y kimche (hombre sabio) de este territorio. En el camino, algunos niños lo saludan en mapudungun. Son estudiantes suyos de la escuela local. En un momento de la subida, nos detenemos a comer un rukin (cocaví). Miramos a la ruta que culebrea entre las colinas y los pequeños predios de los comuneros mapuche, una alfombra de cuadros de diversas tonalidades. El horizonte es dentado, verde, frondoso.

Loncopan cuenta que de niño participaba en los koyagtun (parlamentos) de sus mayores. Escuchaba del pasado, de las costumbres. “Antiguamente, el mapunche era libre para formar familia y el hijo cuando se casaba, con su esposa, salían a buscar… Como una abeja la gente salía de su enjambre a buscar otro panal. Cuando encontraba un lugar para vivir, (escogía) otro donde hacer su ceremonia. Ese lugar quedaba sagrado. El mapunche siempre fue así. Hoy ya no”, narra reflexionando sobre el posible origen del sitio que pisamos. kurarrehue. Kura Rewe. La piedra altar. El sitio donde realizar la rogativa y el agradecimiento.

Kurarrewe es también la historia de Lloftunekul, el lonko que tras huir con su familia a Puelmapu, la zona oeste del Wallmapu (Argentina), acosado por las tropas que anexaban esta región a la república de Chile, retornó a inicios del siglo XX para establecerse a orillas del río Trankura. Obtuvo un título de merced. La historia es contada por Alejandro Coñoequir, actual lonko de la comunidad Camilo Coñoequir Lloftunekul, identificación que -de entrada- establece hilos con el pasado. Que toma posición en un presente difícil. Estamos en el lof Trankura, a unos siete kilómetros al este del pueblo. Entre los aledaños cerros Pünowemanke (Donde pisa el cóndor) y Peñewe (Mirador) desciende el río Pichitrankura. Allí, la empresa chilena GTD Negocios S.A., asociada a la española Enhol, pretende levantar la central hidroeléctrica Añihuerraqui, que es la otra denominación que posee el estero.

“Nosotros lo tenemos en la memoria. ¿Por qué le pidieron los ngen a nuestro abuelito Lloftunekul que se quedara acá? Porque tenía que cuidar esta tierra. Cualquiera puede hacerlo pero no es tan así. El abuelito, por su calidad de persona, siempre andaba pensando en su ritual o su nguillatun. Cumpliendo con todos esos rituales, todo anda bien”, señala el lonko Coñoequir.

Lonko Alejandro Coñoequir

“¿Si usted fuera católico, le gustaría que le instalaran unas tuberías o un mall al lado de la iglesia San Francisco?”, pregunta Raquel Marillanca, presidenta de la Feria Walüng, la organización productiva más importante de este territorio, cuyo baluarte es el küme mongen, el buen vivir mapuche. Es un modo de ser. Tal es la lucha que se libra en este territorio.

Cómo apartar un río

En Kurarrewe, la gente le llama “pueblo” a una menuda aglomeración urbana donde se encuentra la municipalidad, los servicios públicos y un banco. La estadística eleva su población a casi siete mil personas. La mayoría se desparrama por cerros y valles. Kurarrewe es como un iceberg. El “pueblo”, al que se llega por una carretera desde Pucón, es una porción diminuta. Aunque no sea perceptible desde las pocas calles pavimentadas, todo lo que ocurra en el campo, en los cerros y los ríos tendrá consecuencias. Grandes consecuencias.

Hace un mes, Simón Crisóstomo Loncopan, werken de la comunidad Coñoequir Lloftunekul y estudiante de geografía de la Universidad Católica de Temuco, puso en su facebook un estudio realizado por él sobre los derechos de agua, entregados a particulares –winkas-, para uso hidroeléctrico en la comuna. Resulta perturbador constatar en ese mapa un pedazo de tierra donde los puntos rojos menudean como si se tratara de sarampión. A octubre de 2015, el otorgado a GTD Negocios S.A. sobre el estero Pichitrankura/Añihuerraqui es uno entre 53. El panorama es similar en otros lugares del territorio mapuche. Sólo en la vecina comuna de Melipeuco, existen seis proyectos hidroeléctricos de los que ya cinco han sido aprobados. Todos, gracias a la generosa legislación de aguas y eléctrica, heredadas de la dictadura, y la insuficiente política ambiental estatal.

El fantasma comenzó a merodear el lof Trankura hacia 2009. “Primero fue una piscicultura. Realizaron permutas de terreno sin conocimiento del lonko. Luego apareció la hidroeléctrica, con el apoyo del municipio. Nos ofrecieron maquinaria, $2 mil de subsidio de luz, una mesa de pin pon y una sede nueva”. Quien habla es Silverio Loncopan, 68 años, presidente de la comunidad Coñoequir Lloftunekul, un hombre moreno y delgado, cuyo rictus más bien serio se contradice con su trato amable. Sin embargo, el enojo lo embarga cuando se refiere al conflicto.

“Nosotros no queríamos que nos llenaran de cables y postes. Esto es sagrado”, cuenta. En palabras del dirigente, como buena parte de la comunidad se manifestó en contra del proyecto, tras las primeras regalías el paso siguiente de la empresa fue dividirlos. “Uno de los que estaban a favor del proyecto, Pablo Calfuman, pasó casa por casa, ofreciendo $500 mil ó 14 ovejas y un carnero, en vísperas de año nuevo. 26 socios de la comunidad se fueron a las coimas”, relata. La comunidad tiene 62 socios, en total. La tierra se les hace escasa. Como desde la dictadura existen títulos individuales, algunos sólo poseen cuatro hectáreas. Otros 15 ó 20. La familia de Silverio Loncopan tiene 26. Algunos de los que están del lado de la empresa son los que menos tienen, señala el dirigente.

Mientras platicamos en el frontis de su casa, por el camino transita la camioneta de uno de los comuneros favorables al proyecto. Silverio Loncopan cuenta que el vehículo se lo pasó la empresa a cambio de la permuta de su tierra para avanzar con el proyecto. Esta transferencia, efectuada en 2011, fue controversial porque le permitió a GTD Negocios S.A. instalarse en tierras mapuche. Curiosamente, la transferencia fue avalada por CONADI. De este modo, y gracias a la legislación eléctrica, en los hechos la empresa apartó el Pichitrankura de su territorio y de la vida de sus habitantes.

Le pregunto al kimche José Loncopan por el modo cómo nombra a su pueblo. Mapunche. La forma de pronunciación pewenche. “Inchin ngen mapugeyin, uelu mapugtuayin”, me responde en mapudungun. “Esto quiere decir: Somos dueños de la tierra, Dios nos dejó como dueños de la tierra, y regresaremos a la tierra”. Imposible resulta la separación.

José Loncopan

Vulneraciones

Añihuarraqui es una central hidroeléctrica de pasada, sin interrupción de flujo, con una potencia estimada en 9 MW y generación anual de 50 GWh. La inversión asciende a 22 millones de dólares. Las fases de su construcción consideran la captación de agua del estero, su traslado y generación de energía eléctrica. Una línea de trasmisión de 744 metros de longitud llevará este flujo hasta el Sistema Interconectado Central (SIC). Ese es el plan.

Quienes se oponen al proyecto, como el lonko Coñoequir y Silverio Loncopan, lo aprecian de otra manera. No sólo es la penetración a tierras espiritualmente significativas como el nguillatuwe, un eltun (o cementerio antiguo) o los cerros Pünowemanke y Peñewe. Es también la intervención sobre la vegetación originaria que provee el lawen, la medicina tradicional. Por si fuera poco, la hidroeléctrica instala el peligro del desabastecimiento de agua para beber, así como para el trabajo agrario y los animales. “Quedan pocos glaciares aquí; nieva muy poco, los ríos se van secando…  Antes acá nevaba como 30 cms. Ahora apenas blanquea”, cuenta el presidente de la comunidad. “Necesitamos el agua porque trabajamos en huertos, cultivamos praderas, tenemos animales; además, como seres humanos bebemos agua. El mapuche habla de la ñukemapu (madre tierra), sin esto, no viviríamos. Si nos quitan las aguas, van a generar pobreza”.

Desde 2012, para esta gente comenzaría un período de marchas, trawün (encuentros) y un renovado vínculo con la espiritualidad, a través de varios nguillatunes. Quienes se oponían al proyecto crearon el Consejo Ecológico y Medio Ambiental Lof Trankura. El lema “Ríos y Aguas Libres” comenzó a difundirse no sólo en Kurarrewe sino en toda la región. Por su lado, GTD Negocios S.A. ingresó su proyecto al Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental (SEIA). En el marco de esta, en agosto de 2014, se llevó a cabo el Proceso de Consulta Indígena que culminaría en enero del año pasado con el rechazo al proyecto, por parte de las autoridades tradicionales, la CONADI y el municipio.

Sin embargo, en julio pasado, la Comisión de Evaluación Ambiental de la Araucanía, instancia donde concurren las Seremis pertinentes y el intendente, aprobó el proyecto por siete votos a favor y cuatro en contra. Un factor sospechable para este desenlace fue la posición a favor del proyecto que manifestaron un “comité de salud” y una agrupación “de pequeños agricultores”, que respaldaron las medidas de mitigación propuestas por la empresa, mismas que habían sido rechazadas en la Consulta Indígena.

Tampoco tuvo éxito la comunidad cuando, en noviembre pasado, presentó una acción constitucional de protección, ante la Corte de Apelaciones de Temuco. Esta se declaró incompetente.

En dicho sentido, son lapidarias para la empresa GTD Negocios S.A. y el estado chileno las conclusiones del informe “Los impactos en Derechos Humanos de los proyectos de inversión hidroeléctrica en el territorio mapuche de la región de la Araucanía”, realizado por el Observatorio de Derechos de los Pueblos Indígenas y el Grupo de Trabajo por los Derechos Colectivos, publicado hace pocos días en Temuco. “Se constata tanto a nivel teórico como empírico que la instalación de centrales hidroeléctricas en territorios indígenas amenazaría el patrimonio cultural inmaterial del pueblo Mapuche, ello tanto a su nivel simbólico-espiritual como material, afectando además la reproducción de prácticas con significación cultural, el espacio y los(as) agentes que las ejecutan. Es decir, afectando los fundamentos organizacionales y estructurales de aquel grupo humano”, indica el documento.

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Pero hay más. La presencia de la central Añihuerraqui vulnera “las economías domésticas y las relaciones de género respecto a la cultura Mapuche” e interviene negativamente “en el derecho a la salud y reconocimiento de la co-existencia de sistemas médicos”, esto por el impacto en el agua y vegetación originaria, fuente de lawen. Paradójicamente, el estado chileno acepta, a través del reconocimiento a diversos tratados internacionales, la existencia de estos modos diversos de salud pero, en los hechos, avala el atropello de este derecho de las comunidades mapuche.

Plantar para fortalecer

Hace ya 14 años, un grupo de productoras agrícolas, recolectoras y artesanas creó la Feria Walüng, tomando el nombre de la temporada que nos alberga. Hoy posee 21 socios y convoca también a hombres, algunos de ellos no mapuche. En total, su influjo llega a más de cien personas en todo Kurarrewe. Si bien la actividad más visible es la Feria, durante todo el año sus integrantes realizan diversas faenas, combinando la labor agrícola con las cocinerías, el turismo con identidad y la acción política. Hay tiempo para trafkintu(jornadas de intercambio; de semillas, por ejemplo) y trawün (encuentros).

“A través de la Feria Walüng hemos ido rescatando las formas ancestrales de cómo se trabajaba en comunidad. Si por ejemplo, alguno estaba necesitado los otros iban a ayudarle”, cuenta Raquel Marillanca, presidenta de la organización. Estamos sentados en un galpón, a un costado del huerto que pertenece a la organización, en la comunidad Manuel Marillanca. A la charla también asisten Anita Epulef y Daniela Garín, la secretaria. De fondo, sobre la tierra oscura se alinean los cultivos. Es tiempo de cerezas y frutillas. Tras días de intenso calor, hoy el cielo luce encapotado y algunos presagian lluvia.

“A través de la Feria Walüng hemos ido rescatando las formas ancestrales de cómo se trabajaba en comunidad. Si por ejemplo, alguno estaba necesitado los otros iban a ayudarle”, cuenta Raquel Marillanca, presidenta de la organización

“Como Feria Walüng pareciera que es bueno lo que hacemos porque, de a poco, la gente aquí se va reencantando con estos cultivos. Eso me parece maravilloso y fundamental. Mientras más cosas hagamos, como que a la gente le dan más ganas de seguir trabajando en sus chacras. De copiar lo bueno que hace el vecino”, subraya.

“Uno de los principios de la organización es fortalecer nuestro küme mongen. Haga lo que haga, uno no debe perder sus orígenes. Uno es mapuche. Traer esa esencia mapuche al día de hoy, eso es lo que hacemos”, acota Anita Epulef. Clave es la presencia de lonkos en la inauguración de la Feria, así como para las actividades anuales. “Han sido desvalorizados porque el estado no se ha querido entender con ellos. Con la organización que el estado trajo o porque no hablaban el mismo idioma. Mientras no se reconozca que somos una cultura distinta no nos vamos a poner de acuerdo”.

Con las mujeres caminamos por la huerta comunitaria, que debe tener unas dos hectáreas.  Hay plantíos de arveja nativa, llamadasimila, cuyo estuche es casi transparente en esta época; también hay arvejón y habas; varios tipos de poroto y papas, incluso algunas chilotas que han conseguido en los trafkintu. Un poco más allá, al igual que en los huertos del lonko Coñoequir, Silverio y José Loncopan, un área luce abundante avena para forraje. Por acá, nos topamos con quinoa y linaza. “Lo cultivamos para que haya un equilibrio”, comenta Anita Epulef. “Además, porque es un alimento muy propio de nosotros. Requerimos alimentarnos de manera saludable. Nos preguntamos por qué la gente sufre de diabetes, depresión, hipertensión y colesterol alto. Eso es de un tiempo a esta parte y si miramos cómo se  alimenta la gente… Por eso estamos en la recuperación de cultivos, y la revalorización de semillas”.

Daniela Garín, Anita Epulef y Raquel Marillanca, de la Feria Walüng

Tal como en otras huertas en Kurarrewe, acá no hay abonos artificiales ni pesticidas. Las semillas son originarias. No es casual encontrar apicultura. Hay atención por las formas tradicionales de cultivo; por la rotación de siembras. Días atrás, el lonko Coñoequir exhibía un bosquete de hualles donde antes había tenido huerta. Daniela Garín, de la Feria Walüng, cuenta su experiencia con el bokashi, un tipo de abono orgánico de origen japonés, para recuperar los suelos degradados. “Nos capacitamos y autocapacitamos”, dice y sonríe cuando recuerda que algunas la llaman Garinao, mapuchizando su apellido chileno. Oriunda de Santiago, hoy vive en la zona de Panqui, en Kurarrewe, donde se ha instalado otro emprendimiento hidroeléctrico.

La llamada pobreza

Un rasgo de la Feria Walüng es su autonomía. Si bien entablan relaciones con el estado y el municipio, su acción no está supeditada a estos. “Las políticas públicas, desde el INDAP por ejemplo, van completamente en dirección contraria de lo que estamos haciendo”, señala Daniela Garín. Desde este quehacer miran críticamente al asistencialismo: “Cuando empezaron las elecciones tras la dictadura, llegaban candidatos con la solución a la pobreza y traían productos que, supuestamente, la gente necesitaba. Todo venía de afuera y la gente se fue adormeciendo. Ahí partió el asistencialismo… Pero hay esperanza, en gente muy joven o muy vieja. La solución, ese conocimiento, está en nosotros”, señala Anita Epulef.

Una idea que se les ocurrió fue la de los “1001 Huertos”, que surgió durante el Día de la Mujer Indígena, a inicios de septiembre pasado. “Propusimos que el (huerto número) 1 debía ser en la plaza de Kurarrewe, ahora que la están remodelando. Un huerto público o urbano sería interesante. Bueno, nos dijeron que ahí no, que ya estaba todo planificado, que quizás para la próxima…”, recuerda  Anita Epulef.  “Dicen que somos siete mil habitantes; debe haber más de 1001 huertos pero están invisibilizados y cuando las cosas no se ven no se valoran. Cuando viene la economía global o la del gobierno no ven nuestras formas de vida. Entonces, no queremos que eso ocurra con nuestra propia gente. Aunque la gente cultive puras papas, ellos tienen su saber”.

Plantación quínoa

Esa invisibilización es útil a la noción de pobreza, que es tierra fértil para las promesas de progreso de las empresas forasteras. “La gente que cae (en ese juego) es porque no está consciente del lugar en que vive”, enjuicia Raquel Marillanca. “Para mí, el mapuche no es pobre. Pobre es aquel que no tiene dónde vivir. Nosotros estamos llenos de riqueza”. La dirigenta lleva el diálogo a un plano donde lo mapuche vuelve a interrogar lo chileno: “A mí me da bronca cuando dicen que los mapuche son o eran pobres porque no tenían zapatos… ¡Era nuestra forma de vida! Además, era más saludable porque en la mañana, a nuestros abuelos el rocío de la mañana les hacía bien”.

“Hay un límite de la necesidad también”, acota Anita Epulef. “¿Para qué necesitamos más electricidad? En Kurarrehue, no tenemos problemas con eso. Necesitamos solucionar lo del agua. Hay seis meses de problemas de agua para nuestra gente. Hay personas que le tienen que llevar el agua en camiones. Entonces ¿cuál es la pobreza, cuál es la necesidad? El bombardeo de la televisión… Hay antenas de Sky donde no te imaginas. A nuestra gente le llega lo del celular, la zapatilla, la cámara y nos olvidamos del bienestar que había antes, donde no había esta ambición por tener. Si te sembraron eso, tienes que cosecharlo. Así la gente se siente pobre”.

Para conocerles y aprender, la Feria Walüng ha abierto sus puertas, por un mes, desde fines de enero en la zona de Pichikurarrewe.

*Nota al pie: Agradezco la asesoría sobre conocimiento mapuche de Pedro Ñanco, para la elaboración de este reportaje.

La amenaza hidroeléctrica al río Truful Truful en Melipeuco

La central es impulsada por el empresario chileno Manuel Madrid, quien posee el 80 por ciento de los derechos de agua en la comuna de Melipeuco. Él mismo que está asociado a la transnacional Enacon, responsable de instalar una serie de proyectos en la zona, como líneas de alta tensión.

Gabriela Pérez

Radio Universidad de Chile

Autoridades tradicionales, familias y dirigentes de comunidades del territorio ancestral de Melipeuco, junto a organizaciones como la Red por la Defensa de los Territorios, han demostrado su oposición  al proyecto hidroeléctrico “El Rincón”, del empresario Manuel Madrid, que pretende emplazarse en el río Truful Truful.

La oposición señala que el territorio es considerado un lugar sagrado para el pueblo mapuche y patrimonial para la localidad precordillerana.

Asimismo, se hace referencia al proceso inconsulto que el Servicio de Evaluación Ambiental (SEA) está sosteniendo, sin considerar a autoridades ni instituciones tradicionales, como tampoco a la vocación de desarrollo de la comuna y los emprendimientos de turismo familiar y comunitario.

Por su parte, los opositores al proyecto lo consideran una práctica discriminadora que ha generado un severo stress y división social en la comuna. Además, denuncian que amenaza con afectar a la flora y fauna, así como a la conservación del territorio.

El 16 de enero las comunidades ingresaron una carta al SEA en Temuco que incluyó distintos informes con antecedentes de Conadi, el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, el Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH) y la Municipalidad de Melipeuco. Instituciones que han señalado la importancia del lugar sagrado, cuyos efectos de instaurar una hidroeléctrica generaría daños irreparables.

Los informes explican que el Truful Truful, desde la perspectiva de la salud pública, es agua medicinal así como las numerosas hierbas y plantas de su vida acuática y entorno. A su vez, el proyecto genera afectación a la salud mental de la población, ante los daños sicosociales.

Es importante señalar que el INDH, considerando la amenaza al río Truful Truful, recomendó a los órganos públicos en octubre en 2013 lo siguiente: “A las agencias estatales encargadas de la concesión de las autorizaciones y permisos necesarios, para la ejecución de proyectos de inversión productiva en territorios que constituyan el entorno de comunidades mapuche, porque les pertenecen, porque las reivindican o porque constituyen parte de sus territorios ancestrales, extremar el celo y rigor en la verificación del cumplimiento de las condiciones legales o administrativamente exigibles”.

Por lo mismo, en 2014 la empresa fue obligada a retirar el proyecto por no seguir los parámetros legales de la Declaración de Impacto Ambiental. Sin embargo, en 2015 se vuelve a reintegrar y, actualmente, está pasando por estudios de impacto ambiental.

Alfredo Segel, encargado del área de comunicación de la Red de Defensa de los Territorios, explicó que el proyecto es presentado por el empresario chileno Manuel Madrid, asociado a la transnacional Enacon. La misma que instaló una serie de proyectos en el territorio como líneas de alta tensión, además de otra serie de minicentrales hidroeléctricas como Carilafquén-Malalcahuello que actualmente está en proceso de construcción.

El encargado de comunicación señaló que “en Melipeuco hay una tremenda cantidad de proyectos hidroeléctricos, debido a que existen facilidades en su instauración. Hay distintas concesiones de derechos de agua otorgados por la Dirección General de Aguas con el fin de ser utilizadas por las empresas”.

Asimismo, agregó que Manuel Madrid es una persona agresiva en su forma de imponer proyectos, por lo cual ha generado muchos perjuicios y divisiones en la comuna. “Ningún órgano del Estado ha sido capaz de resguardar derechos básicos para las familias y comunidades”.

Luz María Huenuquir, presidente de la Comunidad Mapuche de Melipeuco, señaló que inicialmente la empresa no contaba con la integración de una consulta indígena, razón por la cual en 2014 se retiró. No obstante, en su reapertura estaría procediendo de la manera correcta.

Debido a lo anterior, este martes se reunieron dirigentes de las comunidades, las autoridades del SEA y el Director Regional de Temuco. Huenuquir confesó que al principio no querían participar de la consultoría por temor a no ser tomados en cuenta, pero finalmente cedieron.

“Durante la reunión se vio una división tremenda por culpa de la empresa. Sin embargo, nos pusimos de acuerdo para participar de una consulta indígena y pedimos un antropólogo para que nos apoye en generar  información más clara para la comunidad”, explicó la dirigenta de Melipeuco.

Durante la segunda semana de marzo las autoridades de las distintas partes se reunirán nuevamente con el fin de entregar una propuesta para el funcionamiento o rechazo de la transnacional.

En esta misma línea, Benjamín Oñate, concejal de Melipeuco, consideró que esta situación es un atropello para la cultura mapuche. Por lo mismo, agregó que la autoridad pretende industrializar comunas como ésta porque tiene condiciones particulares, pero “¿a costa de qué? A costa de un tremendo daño cultural”.

Radio Universidad de Chile intentó comunicarse con la empresa Enacon, responsable del cuestionado proyecto. Sin embargo, no hubo respuesta.

 

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