(Unión Zenteno Fútbol Club en los carnavales antofagastinos de 1911.
Revista Zig-Zag Nº321 -17/04/1911 – Archivo Grupo Pampa Negra)
Artículo del compañero Ignotus, correspondiente al segundo número de Pampa Negra, en el cual se aborda la particular visión que tenían los anarquistas respecto a las festividades populares, patrioteras, carnavalescas y religiosas. En esta edición digital hemos incorporado algunas imágenes, pertenecientes a nuestro archivo fotográfico, así como el texto “El Carnaval”, publicado en junio de 1914 por “Luz y Vida”, periódico obrero de propaganda anarquista, editado en la bahía de Antofagasta al menos entre 1908 y 1916, cuyos ejemplares están “misteriosamente” desaparecidos en el acervo de la Biblioteca Nacional. Agradecemos a quienes nos hicieron llegar, hace ya algún tiempo, este material. Esperamos lo disfruten.
Grupo Pampa Negra
El modelo ideal de sociabilidad del recreo libertario, se construye de forma alternativa a las modalidades de ocio consideradas burguesas (paradigmáticamente representadas en el casino, o incluso los cabarets, locales de vida nocturna, etc.), “pero también hacia aquellas formas de entretenimiento de carácter popular reprobables desde los parámetros éticos e ideológicos anarquistas”. Estas últimas incluían, por ejemplo, el alcohol, las tabernas, el baile, juegos, pero también diversas formas de festividad popular tradicional (desde aquellas de tipo religioso a las carnavalescas) consideradas “irracionales”, así como determinados espectáculos públicos carentes de todo contenido “cultural” o “educativo”[1].
En este marco, el modelo de sociabilidad y recreo anarquista se centraba en las veladas, espacios en los que intentaba junto con educar a los trabajadores, propagar las ideas y posibilitar un espacio alejado de los llamados “vicios burgueses”. En este breve artículo nos centraremos en ciertas críticas que tenían los anarquistas respecto de algunas celebraciones populares, entre ellas religiosas, carnavales y las fiestas patrias. Además de ver en estas manifestaciones expresiones que legitimaban el modelo hegemónico oligarca, los anarquistas veían en ellas expresiones propias de la inconsciencia, ignorancia e irracionalidad obrera y popular. El artículo siguiente, aparecido en Luz i Vida de Antofagasta, es elocuente para referirse a una manifestación carnavalesca del norte del país:
“El carnaval, la mascarada ridícula del año, desbande de algazaras grotescas, que reflejan el atraso moral e intelectual de las pasadas generaciones.
Desde un ángulo de la calle contemplo el grupo imbécil, idiota, de esclavos serviles que pasan en bulliciosa fantochada, de fingido regocijo, luciendo trajes de rufianes, de clows, de bufones y de arlequines…. Ellos, los eternos parias, los que a diario sufren el yugo de los déspotas encanallados, sirviendo de entretención, de risible espectáculo, a esos mismos señores que los oprimen, que los explotan, que los repudian…”
“¡Qué espectáculo más triste! ¡Cómo enferma el corazón estas amargas decepciones de la vida! ¿Hasta cuándo el paria, el ilota, el despreciado seguirá como un autómata en la vida, siendo el instrumento vil de los canallas?… ¿Hasta cuándo no se alza altivo, soberbio, rebelde y contesta con la dignidad del ser consiente a la infamia y ruindad de los mandones?….”[2]
Como señala Suriano, el anarquismo “combatía el sentido profundo del carnaval pues concebía un modelo de diversión deseable relacionado con su ferviente y acrítica adhesión a la razón”, representando la fiesta precisamente lo contrario, es decir como una manifestación de irracionalidad[3]. Se veía en el carnaval la anulación de la razón, la reflexión y la lógica, que eran imprescindibles para la liberación.
También la crítica se enlazaba desde el punto de vista moral, pues, el carnaval fomentaba los vicios, los cuales también enajenan la razón, pero además derivaban en conductas pecaminosas, perdiéndose energías importantes que perfectamente se podrían ocupar en cuestiones provechosas para la revolución.
Las mismas críticas tenían respecto del 18 de septiembre, pero a ellas sumaban la cuestión ideológica, es decir, el ferviente discurso patriotero y la raíz misma de la fiesta. Las “tan bulladas” Fiestas Patrias, para los anarquistas, no representaba más que una farsa, producto de la ignorancia del pueblo, porque “desgraciadamente, hasta hoy el pueblo no se da cuenta de los que vale i del pobre papel que representa en esta sociedad”. En La Agitación, hacia 1902, bajo el título de Ecos de una Fiesta, Agustín Saavedra Gómez, comentaría las últimas Fiestas Patrias, señalando, “¡Ha concluido la farsa! Dos semanas continuas en activo ejercicio de mandíbulas i estómagos. Banquetes, bailes, paseos, discursos, aclamaciones i todo un abundante repertorio de cursilería patriotera: todo esto hemos visto. El pueblo, guiado por los tutores obligados en estos casos –periodistas, gobernantes, oradores, etc.- ha contribuido también a dar animación de estos derroches de la estupidez humana. Él, pobre i eterna víctima de este i de todos los festejos, ha creído conquistar un tesoro de gran valía; ha tomado en serio estas mascaradas internacionales, i ya se figura que la miseria no volverá a asomar su odiosa faz en el tugurio… Pero ya cesa el baile i el bullicio, el alcohol no ejerce su influencia en el estómago, i vuelve a presentarse el hambre. De nuevo el taller, a trabajar 12 horas, a ganar una miseria i recoger los mendrugos de la mesa del capitalista.”[4]. En La Campaña: “las bulladas Fiestas Patrias ya han pasado este año, para volver el siguiente con su eterno cortejo de música, fuegos artificiales, Tedeum, paradas militares, etc.[5]
(Las festividades patrioteras fueron también severamente críticadas por los ácratas locales:
“El patriotismo es la barbarie! En todo ser humano en quien existe el prejuicio patriótico, existirá por consiguiente el fanatismo como la ha de conducir con facilidad al crímen” (Luz y Vida Nº11, Mayo de 1909)
Fotografía: 19 de septiembre de 1913. Revista Zig-Zag. Archivo Grupo Pampa Negra)
Pero también se trataba de crear un espacio alternativo a estas fiestas burguesas, por lo cual, generalmente para estas fiestas, los anarquistas organizaban paseos campestres, fiestas alternativas y “contrapatrióticas”, veladas, etc. En ellas, se abría un espacio una cultura anarquista con sus valores internacionalistas, antimilitaristas y pacifistas. Espacios en los cuales los anarquistas escapaban de la fiebre del vicio, la irracionalidad y miseria patriótica. Espacios en los cuales se daba una respetuosa convivencia, al aire libre, acompañándose de una sana alimentación[6].
Evidentemente, estas críticas, además de tener un trasfondo centrado en la irracionalidad e ignorancia obrera –todo lo cual facilitaba su explotación-, tenían un fuerte sesgo moral: se criticaba la moralidad exhibida en estos actos, movida por los vicios, la banalidad, la lujuria, la prostitución, todo lo cual impedían la reflexión, la ilustración del obrero, perpetuando de ese modo su explotación, y el dominio absoluto de la oligarquía.
Desde este punto de vista, el carnaval, las fiestas populares, eran todas fiestas inventadas por la oligarquía, que construía y legitimaba de ese modo su proyecto hegemónico, y a la vez mantenía en la ignorancia y la sumisión al pueblo. Y en consecuencia, quienes se sumaban a estas fiestas y carnavales, la gran masa del pueblo, era visto por los anarquistas como seres dominados por la “ignorancia”, la “brutalidad del trabajo”, la “irracionalidad”, la “explotación y miseria”, seres, en consecuencia, dominados por los vicios, especialmente del alcohol.
[1] Javier Navarro, A la Revolución por la cultura. Prácticas culturales y sociabilidad libertarias en el País Valenciano, 1931-1939, Universitat de Valencia, 2004; Juan Suriano, Anarquistas. Cultura y política libertaria en Buenos Aires, 1890-1910, Buenos Aires, Manantial, 2001; Manuel Lagos Mieres: Viva la Anarquía! Sociabilidad, Vida y Prácticas culturales anarquistas, Valparaíso-Santiago, 1890-1927, tesis magister Universidad de Santiago de Chile, 2009. Publicada recientemente por Witrán Propagaciones.
[2] Luz i Vida, n° 65, Antofagasta, febrero de 1914.
[3] Suriano, op. cit., p. 154
[4] La Agitación, 28 de septiembre de 1902.
[5] La Campaña, primera quincena de octubre de 1899.
[6] Véase; Manuel Lagos Mieres: Viva la Anarquía…op.cit.